Sostiene Pereira

Sostiene Pereira Citas y Análisis

Se le ocurrió la extravagante idea de que él, quizá, no vivía, sino que era como si estuviese ya muerto. Desde que había muerto su mujer, él vivía como si estuviera muerto. O, más bien, no hacía nada más que pensar en la muerte, en la resurrección de la carne, en la que no creía, y en tonterías de esa clase, la suya era sólo una supervivencia, una ficción de vida.

Narrador, Capítulo 2, p.14

La obsesión con el tema de la muerte ocupa un lugar central en el carácter del protagonista. Pereira no habla sino con el retrato de su esposa fallecida, no hace sino recordar pasajes de su vida pasada, no se interesa en absoluto por su presente, y el único futuro que parece aparecer en su mente es el que se presenta después de la vida: sus pensamientos frecuentemente se posan en la cuestión del alma y de la resurrección de la carne. Tal como manifiesta el fragmento citado, el tema de la muerte no solo ocupa el pensamiento de Pereira, sino también la perspectiva entera con la cual siente y vive la vida: como si estuviera muerto. El tema toma la vida de Pereira al punto de que llega a convertir su página cultural en una especie de oda a la muerte o al pasado, en tanto inventa la sección de necrológicas y no publica sino cuentos del siglo XIX. En el proyecto de las necrológicas se evidencia, además, el grado de vinculación que Pereira tiene con la muerte: él sostiene la necesidad de tener los artículos preparados con anticipación, es decir, escribir sobre la muerte de personas que aún siguen vivas.

Sostiene Pereira que se sentó en la mesa con sensación de desasosiego. Pensó que aquél lugar no era para él, que era absurdo encontrarse con un desconocido en una fiesta nacionalista, que el padre António no hubiera aprobado su conducta, y deseó estar ya de regreso en su casa y hablar con el retrato de su esposa para pedirle perdón. Y fueron todos esos pensamientos los que le dieron el coraje para hacer una pregunta directa (...): Ésta es una fiesta de las juventudes salazaristas, ¿pertenece usted a las juventudes salazaristas? Monteiro Rossi se echó hacia atrás el mechón de pelo que le caía sobre la frente y respondió: Soy licenciado en filosofía, me intereso por la filosofía y la literatura, pero ¿qué tiene que ver eso con el Lisboa? Tiene que ver, sostiene haber dicho Pereira, porque nosotros hacemos un periódico libre e independiente y no queremos meternos en política.

Narrador, Pereira, Monteiro Rossi, Capítulo 3, p.20

Pereira es un hombre desinteresado de la política y desvinculado de lo que sucede a su alrededor hasta que llega a su vida Monteiro Rossi, un joven a quien contrata para que escriba necrológicas en la página cultural que dirige en un periódico. Tal como se expresa en el fragmento citado, Pereira siente molestia ante cualquier expresión política, sea de la clase que sea. En esta escena, le preocupa que Monteiro Rossi pertenezca a la juventud que apoya la dictadura de Salazar, porque eso le parece demasiado fanático. Lo irónico es que el joven citó a Pereira en esa fiesta nacionalista justamente por lo contrario: es un militante antifascista que lucha por la causa republicana en España, y citó a Pereira en ese lugar para no despertar sospechas.

En este primer encuentro entre ambos aparece el germen del problema que se le presentará a Pereira más adelante: efectivamente, el muchacho está metido en política; sus opiniones y convicciones se imprimirán en el contenido de los artículos al punto de que resultarán impublicables según el criterio de Pereira. Además, la actividad política de Monteiro Rossi le traerá al protagonista otras complicaciones, como la de ser cómplice de ciertas acciones subversivas o esconder a prófugos de la justicia. A ese tipo de implicaciones obedece la repetición del sintagma "sostiene Pereira" a lo largo de la novela, en tanto el relato puede ser tomado como la recopilación de los hechos en un testimonio ante un juez.

Sé que usted ha sido de gran ayuda para Monteiro Rossi y su primo, dijo Marta, señor Pereira, ha estado usted realmente magnífico, debería ser de los nuestros. Pereira sintió una leve irritación, sostiene, y se quitó la chaqueta. Escuche, señorita, replicó, yo no soy ni de los de ustedes ni de los de los otros, prefiero actuar por mi cuenta, por otra parte, no sé quiénes son los suyos y no quiero saberlo, yo soy un periodista y me encargo de la cultura.

Narrador, Marta, Pereira, Capítulo 13, p.82

Durante gran parte de la novela, Pereira no ayuda a Monteiro Rossi por compartir sus convicciones políticas, sino más bien (o al menos eso cree) por un instinto protector hacia el joven. Así es como se ve envuelto en situaciones que podrían complicarlo judicial y políticamente, volviéndose cómplice y colaborador de quienes reclutan personas para la brigada internacional de la causa republicana. A pesar de su accionar, Pereira continúa sosteniendo discursivamente su desinterés en cuanto a cuestiones políticas. Al mismo tiempo, tal como se refleja en la respuesta que le brinda a Marta en el fragmento citado, Pereira en esta instancia aún considera que la cultura y la política son asuntos completamente excluyentes.

(...) ese chico tiene metida la política en la cabeza y plantea todas las necrológicas desde un punto de vista político (…), ya sabe, fascismo, socialismo, la guerra civil en España y cosas parecidas, son todos artículos impublicables, como ya le he dicho, y hasta ahora se los he pagado. (…) el hecho es que me ha surgido una duda: ¿y si esos dos chicos tuvieran razón? (…) Si ellos tuvieran razón mi vida no tendría sentido, no tendría sentido haber estudiado Letras en Coimbra y haber creído siempre que la literatura era la cosa más importante del mundo, no tendría sentido que yo dirija la página cultural de ese periódico vespertino en el que no puedo expresar mi opinión y en el que tengo que publicar cuentos del siglo XIX francés, ya nada tendría sentido, y es de eso de lo que siento deseos de arrepentirme.

Pereira, Capítulo 16, p.103

En el fragmento citado Pereira admite por primera vez un cambio en su forma de pensar. Frente al doctor Cardoso, logra decir que sus preocupaciones en torno a Monteiro Rossi y Marta no se limitan a que los artículos escritos por el joven resulten impublicables: su verdadera preocupación nace de la sospecha de que quizás aquellos jóvenes tengan razón. Tal como expone Pereira, esta sospecha produce en él un malestar, un "deseo de arrepentirse", puesto que considera que, si aquellos jóvenes tienen razón en sus creencias y accionar político, la vida que él tuvo y tiene carece de sentido.

Pues bien, dijo el doctor Cardoso, creer que somos "uno" que tiene existencia por sí mismo, desligado de la inconmensurable pluralidad de los propios yoes, representa una ilusión, por lo demás ingenua, de la tradición cristiana de un alma única; el doctor Ribot y el doctor Janet ven la personalidad como una confederación de varias almas, porque nosotros tenemos varias almas dentro de nosotros, ¿comprende?, una confederación que se pone bajo el control de un yo hegemónico. (...) Lo que llamamos la norma, o nuestro ser, o la normalidad, es sólo un resultado, no una premisa, y depende del control de un yo hegemónico que se ha impuesto en la confederación de nuestras almas; en el caso que surja otro yo, más fuerte y más potente, este yo destrona al yo hegemónico y ocupa su lugar, pasando a dirigir la cohorte de las almas, mejor dicho, la confederación, y su predominio se mantiene hasta que es destronado a su vez por otro yo hegemónico, sea por un ataque directo, sea por una paciente erosión.

Narrador, doctor Cardoso, Capítulo 16, p.104

En respuesta a la preocupación que expone Pereira acerca de que Monteiro Rossi y Marta tengan razón en arriesgar sus vidas por sus convicciones políticas, lo cual traería como consecuencia, según el protagonista, una total carencia de sentido en su propia vida, Cardoso ofrece otra perspectiva. El doctor formado en medicina y psicología expone ante Pereira la teoría de la confederación de las almas, según la cual no habría tal unicidad y permanencia en la forma del alma o la personalidad humana, sino más bien frecuente cambio. Frente a un Pereira que siente que su vida es inútil y quiere arrepentirse de ella, Cardoso propone entonces otra perspectiva, que no considera traumático ese "desacuerdo" con la versión anterior de uno mismo -el viejo yo hegemónico-, sino un simple empujón que abre las puertas a la emergencia de un nuevo yo hegemónico, que será entonces la cabeza de la confederación de las almas.

(...) cada día, antes de salir, las pruebas de su periódico tienen que pasar por el imprimátur de la censura preventiva, y si hay algo que no funciona estése tranquilo que no será publicado, a lo mejor dejan un espacio en blanco, eso ya me ha ocurrido, ver periódicos portugueses con grandes espacios en blanco, da mucha rabia y una profunda melancolía.

Cardoso, Capítulo 17, p.109

En tanto la trama de la novela se enmarca en Lisboa en un período histórico caracterizado por el apogeo de los totalitarismos europeos, la censura es un tema presente a lo largo de todo el relato. En el fragmento citado, el doctor Cardoso explica el proceso de la censura preventiva vigente en el Portugal de 1938: todo artículo, texto literario o nota periodística debe pasar por el imprimátur de la censura antes de ser publicada, y los múltiples espacios en blanco en los periódicos registran la cantidad de artículos que, por no ser aprobados por el criterio oficial, simplemente no han salido a la luz.

¿Sabe lo que le digo, señor Pereira?, si quiere usted ayudar a ese nuevo yo hegemónico que está asomando la cabeza, tal vez debería marcharse a otro sitio, abandonar este país, creo que tendrá menos conflictos consigo mismo, al fin y al cabo usted puede hacerlo, es un profesional serio, habla bien el francés, está viudo, no tiene hijos, ¿qué le ata a este país? Una vida pasada, respondió Pereira, la nostalgia.

Cardoso, Pereira, narrador, Capítulo 17, p.109

Uno de los temas que definen el carácter de Pereira es la nostalgia. Desconectado de su presente, el protagonista de la novela suele refugiarse en sus recuerdos, especialmente los de su juventud como estudiante en Coimbra, su vida de cronista, su matrimonio. Y es ese mismo pasado lo único que ata a Pereira y le impide, durante gran parte de la novela, tomar decisiones como la de abandonar un país invadido por el fascismo, tal como le sugiere, en el fragmento citado, el doctor Cardoso.

Sostiene Pereira que eran tres hombres vestidos de paisano y que iban armados con pistolas (...). Policía política, dijo el delgadito bajo con aire de ser el que mandaba, tenemos que registrar el piso, buscamos a una persona. Déjeme ver su tarjeta de identificación, se opuso Pereira. El delgadito bajo se volvió hacia sus dos compañeros, dos sicarios vestidos de oscuro, y dijo: ¡Eh, chicos!, ¿habéis oído?, ¿qué os parece? Uno de los dos apoyó la pistola contra la boca de Pereira y susurró: ¿Te basta ésta como tarjeta de identificación, gordito?

Narrador, Pereira, policía, Capítulo 24, p.164

Como consecuencia de enfrentarse a un régimen tan criminal como poderoso, el joven Monteiro Rossi encuentra la muerte en manos de sus enemigos. La "policía política" irrumpe con violencia en la casa de Pereira, donde se esconde. El relato pone en evidencia el carácter brutal y clandestino de este accionar policial que funciona en complicidad y por orden del régimen dictatorial. Fuera de toda ley, los sicarios se burlan de la pretensión de Pereira de que le exhiban sus identificaciones u órdenes judiciales, y demuestran su poder en el uso de las armas.

(...) hemos venido sólo para dar una lección de patriotismo, a usted también le convendría un poco de patriotismo, visto que en su periódico no publica más que escritores franceses. Pereira se sentó de nuevo, sostiene, y dijo: Los escritores franceses son los únicos que tienen valor en momentos como éste. Déjeme que le diga que los escritores franceses son una mierda, dijo el delgadito bajo, tendrían que ir todos al paredón y habría que mearse encima de ellos una vez muertos. Usted es una persona vulgar, dijo Pereira. Vulgar pero patriota, respondió el hombre, no soy como usted, señor Pereira, que busca complicidad en los escritores franceses.

Policía, narrador, Pereira, Capítulo 24, p.169

Uno de los temas importantes en la novela es el del vínculo entre la cultura y la política. Si bien al inicio del relato Pereira prefiere pensar ambos asuntos como separados uno del otro, hacia el final termina comprendiendo que toda expresión cultural guarda en sí un contenido ideológico, político. Es por eso que acaba decidiendo publicar en su periódico traducciones de relatos cuyos autores expresaron, en sus letras, un compromiso con la libertad y en contra del fascismo.

La postura opuesta se encarna en aquellos que son cultores de los regímenes totalitarios que avanzan sobre Europa. En el fragmento citado, la "policía política" explicita su ferviente nacionalismo y su desprecio por los escritores franceses, defensores de los ideales de libertad y pertenecientes a una nación que se ubica políticamente, en ese momento histórico, en las antípodas de Portugal.

Fue al dormitorio y echó una mirada a la sábana que cubría el cuerpo de Monteiro Rossi. Después cogió una pequeña maleta, puso lo estrictamente necesario y la carpeta de necrológicas. Fue a la estantería y empezó a hojear los pasaportes de Monteiro Rossi. Finalmente encontró uno apropiado para el caso. Era un buen pasaporte francés, muy bien hecho, la fotografía era de un hombre grueso con bolsas bajo los ojos, y la edad se correspondía con la suya. Se llamaba Baudin, François Baudin. Le pareció un buen nombre, a Pereira.

Narrador, Capítulo 25, p.178

El final de la novela coincide con la culminación de la transformación en Pereira. De ser un hombre desinteresado de su alrededor, desvinculado de la política y arraigado al suelo en que vivió toda su vida, el protagonista pasa a ser un intelectual comprometido, capaz de denunciar un acto criminal de la dictadura en un artículo firmado, y luego exiliarse del país utilizando un pasaporte falso. Pereira termina la novela adoptando una nueva identidad, convirtiéndose en un francés, tan francés y tan comprometido políticamente como aquellos escritores a los que admiraba.