Sostiene Pereira

Sostiene Pereira Resumen y Análisis Capítulos 11-15

Resumen

Capítulo 11

El martes Pereira llega a la redacción y la portera le entrega una carta urgente. Le dice que el cartero no podía pasar más tarde y por eso la recibió ella. Pereira toma la carta y corrobora que no tiene remitente. Sube a su oficina y abre la carta: Monteiro Rossi dice que está en problemas y que le gustaría hablar con él el día martes, a las ocho y media de la noche, en el Café Orquídea. Pereira se pone a traducir un cuento de Balzac, Honorine, que escogió por su temática del arrepentimiento.

Llega a su casa. La portera de su edificio está de vacaciones y él lamenta estar solo, sin que nadie le haya preparado algo de comer. Piensa que en otros momentos su vida fue muy distinta. Después le comenta al retrato de su esposa que no sabe si encontrarse o no con Monteiro Rossi. Se duerme la siesta. Tiene un sueño feliz, sobre su juventud en una playa cercana a Coimbra.

Llega al Café Orquídea, pide limonada y le pregunta al camarero Manuel qué novedades hay. Manuel le responde que él debería saber, ya que es periodista. Pereira se excusa diciendo que estuvo en las termas y que, igual, leyendo periódicos no se sabe nada.

Llega Monteiro Rossi y ordenan la comida. El joven pide para él dos platos, disculpándose con Pereira por el abuso: ese día todavía no pudo comer nada. Luego le confiesa a Pereira que está metido en líos. Pereira pregunta, sin saber por qué, si son a causa de Marta. Monteiro Rossi responde que en parte sí, pero que no puede culparla: el problema que tiene ahora es que llegó su primo desde España. Él está en una brigada combatiendo del lado de los republicanos y vino a Portugal a reclutar voluntarios para una brigada internacional. En su casa no puede tenerlo. El pasaporte de su primo es argentino y se nota que es falso. Lo ideal, dice el joven, es que Pereira le encuentre un alojamiento discreto, puesto que de él no sospecharía nadie. Pereira se pone nervioso. Monteiro Rossi le pide que encuentre una habitación en alguna pensión donde no pidan demasiada documentación, que él debe conocer, porque conoce a todo el mundo. Pereira piensa que hace mucho no conoce a nadie; solo a Antonio, a Silva y a la portera, por lo que en nadie puede confiar ese problema. Pero de pronto recuerda una pensión que no pide ningún documento (la conocía porque una vez había ido allí Silva, que salía con una mujer casada). Pereira le dice a Monteiro Rossi que se encargará al día siguiente, pero que no lleve a su primo a la redacción sino a su casa.

Capítulo 12

Al día siguiente, Pereira está en su departamento cuando llega Monteiro con Bruno Rossi, cuyo nombre en el pasaporte falso es Bruno Lugones. Bruno no habla portugués, así que dice en español, mientras mira a su alrededor con desconfianza, que él está por la causa republicana. Pereira responde que a él no le interesa ninguna causa, y que le conseguirá una pensión, pero que por favor nunca lo llame ni vuelva a su casa. Bruno le recrimina a su primo la conducta poco “compañera” de Pereira, y este replica que él no es compañero de nadie más que de sí mismo. Monteiro Rossi le dice a Pereira que precisan su ayuda, puesto que no tienen plata para la pensión: después, Marta, quien tiene muchos recursos, se hará cargo. Pereira se ausenta unos segundos para hablar con el retrato de su esposa, a quien le expresa su preocupación por el hecho de que Monteiro se meta en líos por estar enamorado, y luego regresa.

Monteiro le entrega a Pereira un artículo y promete escribir dos más, y sobre escritores católicos, como él desea, para esa misma semana. Pereira responde, irritado, que él no quiere escritores católicos por la fuerza, sino que le parece que Monteiro Rossi, habiendo escrito una tesina sobre la muerte, podría pensar más en autores que se preocuparon por el alma. Rossi dice haber comprendido y le propone a Pereira encargarse desde entonces de la sección Efemérides, cuyos artículos podría firmar bajo el pseudónimo de “Roxy”. Pereira lo considera una buena idea.

Los tres hombres toman un taxi hasta la pensión. Pereira saluda al encargado y le presenta a Bruno como un “amigo argentino” (p.75) que prefiere mantener el anonimato por razones sentimentales. Luego deja pagos tres días. Pereira y Monteiro Rossi acuerdan encontrarse al día siguiente en el Café Orquídea.

Capítulo 13

Pereira pasa la noche traduciendo Honorine de Balzac. Duerme tres horas y va a la redacción. Al llegar llama al doctor Costa, su médico, y le cuenta que últimamente se ahoga y que siente taquicardia al subir la escalera. El doctor le sugiere ingresar unos días a una clínica talasoterápica en Parede, donde curan el reuma y las cardiopatías con métodos naturales, y ofrecen masajes, curas adelgazantes y la atención de excelentes médicos formados en Francia. Pereira se resiste, pero Costa lo convence y le reserva una habitación en la clínica por una semana a partir del día siguiente.

Pereira llama entonces a su director, que sigue en las termas. Le pide permiso para tomarse una semana en la clínica, dejando un cuento de Balzac que ocupará dos o tres números. El director le pregunta por qué no deja al ayudante que había contratado en su lugar. Pereira responde que no, porque no sabe qué tan utilizables son las necrológicas que ha escrito. Si algún autor importante falleciera, promete Pereira, se encargará él desde la clínica. Pereira se despide y luego lee la última efemérides que le entregó Monteiro Rossi. Es sobre D’Annunzio, y la considera impublicable. Toma las hojas y las guarda en la carpeta de necrológicas.

Pereira se dirige al Café Orquídea. No encuentra allí a Monteiro Rossi, sino a Marta. Ella le cuenta que Monteiro debió irse a Alentejo junto a su primo para reclutar para la causa. También le agradece a Pereira por ocuparse de Bruno: “ha estado usted realmente magnífico, debería ser uno de los nuestros” (p.82), dice. Pereira se irrita: él no es “ni de los de ustedes ni de los de los otros” (p.82); prefiere actuar por su cuenta, encargándose de la cultura, y no estar al tanto de sus historias. Marta responde que ellos viven la Historia, y luego le recomienda leer a Marx. Pereira dice que no le interesa y Marta le pregunta si es un anarcoindividualista, ya que España está repleta de ellos. Pereira no sabe a qué se refiere, asegura que no le interesa la política y le pregunta qué es lo que Monteiro Rossi fue a hacer a Alentejo. Marta ordena comida y le explica a Pereira que en Alentejo hay tradición democrática y muchos anarcoindividualistas, y allí se recluta gente. Pereira le pide que le envíe un saludo, y luego le comenta a Marta que se irá una semana a la clínica, pero que pueden llamarlo allí.

Capítulo 14

A la mañana siguiente Pereira prepara su maleta, donde lleva también el retrato de su esposa. Toma un taxi hasta la estación, y en la plaza decide tomar algo en el British Bar del Cais de Sodré, donde suelen acudir escritores. Efectivamente encuentra en una mesa a Aquilino Ribeiro, novelista, dialogando con Bernardo Marques, dibujante vanguardista. Escucha que Bernardo Marques ya no quiere dibujar y que Ribeiro planea irse al extranjero. Pereira se desalienta. Ambos artistas hablan mal del país; el novelista dice que la única opción es París. Entonces Pereira se presenta ante ellos como director de la página cultural del Lisboa y les dice que todo Portugal está orgulloso de tenerlos.

Pereira toma el tren a Parede y, durante el viaje, mira el mar por la ventanilla. Piensa en su vida, en cuánto tiempo pasó desde la última vez que nadó en el mar, en los tiempos de Coimbra, en su juventud. El tren se detiene en Santo Amaro, una hermosa playa. Sin saber por qué, Pereira decide tomar un baño y retomar su viaje en el siguiente tren.

Tras alquilar un bañador, el protagonista entra en el mar lentamente, luego se zambulle y nada durante un tiempo, hasta que siente que le falta la respiración. Entonces flota hasta recuperar el aliento y vuelve a la orilla nadando lentamente. Luego se viste y vuelve a la estación para esperar el próximo tren, que llega minutos después.

Cuando llega a la estación de Parede decide tomar un taxi hasta la clínica, aunque esta queda a pocas cuadras de distancia. Luego sube con dificultad la escalera hasta el vestíbulo, donde lo recibe una señora que le pregunta por qué la tardanza, y si aún quiere almorzar. Pereira responde que sí y es llevado a un amplio comedor, donde es servido. Ya en la habitación se queda dormido y sueña con su juventud, con Coimbra, con el mar y una muchacha, aunque prefiere no hablar del tema.

Capítulo 15

Por la tarde, en su habitación, Pereira piensa en el cuento Honorine de Balzac, en el arrepentimiento. Siente que él tendría que arrepentirse, aunque no sabe de qué. Le gustaría confesarse con el padre Antonio.

Una enfermera toca a la puerta, anunciando que es la hora del paseo, y que el doctor Cardoso lo espera en el vestíbulo. Pereira se viste y le habla al retrato de su esposa. Le cuenta que planea traducir un libro de Daudet que conmovió a ambos en Coimbra, cuando estudiaban: era la historia de una infancia y quizás pensaban en el hijo que después nunca tuvieron.

Pereira baja al vestíbulo y encuentra al doctor Cardoso. Este se presenta y le dice que es la hora del paseo por la playa, pero que si prefiere pueden conversar en el jardín. Pereira le cuenta que horas antes nadó en el mar de Santo Amaro. Cardoso se alegra por el hecho de que el paciente aún se sienta atraído por la naturaleza. Pereira responde que quizás, más bien, se siente atraído por los recuerdos.

Mientras caminan, Cardoso le pregunta a Pereira por sus hábitos alimentarios y cuándo empezó a manifestarse su obesidad. Pereira responde que años atrás, tras la muerte de su esposa. Cardoso pregunta si consume dulces, y Pereira asegura que solo limonadas, como diez al día. El doctor se escandaliza, puesto que Pereira le cuenta que las llena de azúcar, y le prohíbe seguir tomándolas. Pereira se sienta en un banco y el doctor debe sentarse también. Cardoso le pregunta al paciente por su vida sexual. Pereira responde que es viudo y que no es joven: su trabajo lo absorbe, no tiene tiempo ni ganas de buscar mujeres. El doctor le pregunta si tiene sueños eróticos. Pereira le responde que su padre le enseñó que los sueños son privados, pero termina cediendo y contándole que suele soñar con una playa cercana a Coimbra, a la que iba cuando era estudiante. Allí nadaba y luego jugaba al billar, donde también iba su novia, con la que luego se casó. Era una muchacha muy enferma, pero en ese entonces no lo sabía. Fue una linda época, dice Pereira.

El doctor le propone cenar juntos más tarde, puesto que le gustaría hablar de literatura: vio que el periódico de Pereira dedica gran espacio a escritores franceses del siglo XIX, y él estudió en Francia. Luego se despide.

Pereira se queda pensando en que el doctor Costa nunca le hubiera hecho preguntas tan personales, y que evidentemente los médicos jóvenes que estudiaron en París son muy diferentes.

Análisis

La primera acción de complicidad de Pereira con el movimiento revolucionario clandestino parece darse a causa de la simpatía que el protagonista siente por Monteiro Rossi. Al conseguir un alojamiento para Bruno Rossi y disfrazar su identidad frente al encargado de la pensión, Pereira realiza, sin darse del todo cuenta, un acto subversivo que podría implicarlo judicial y políticamente. Este movimiento no se da en Pereira por convicción política (de hecho, aclara frente a Bruno Rossi que él no es más “compañero” que de sí mismo, y que no le interesa la “causa” por la que el joven lucha), sino probablemente por la asociación que se establece en la mente del protagonista entre Monteiro Rossi y ese hijo que nunca tuvo. Toda la ayuda que Pereira le presta al joven, como pagarle de su bolsillo por artículos inutilizables y ayudarlo a alojar a su primo, se justifica en esta primera instancia en el instinto paternal del protagonista, quien no puede evitar proteger a su joven ayudante.

Sin embargo, Pereira siente la necesidad de reflexionar sobre su propio accionar, y parece encontrar en sus pensamientos la leve aparición de una voluntad de comprometerse con su realidad política. El narrador explicita estos pensamientos: "¿Por qué dijo eso Pereira? ¿Porque le daba pena Monteiro Rossi? ¿Porque había estado en las termas y había mantenido una conversación tan decepcionante con su amigo Silva? ¿Porque había conocido en el tren a la señora Delgado, que le había dicho que había que hacer algo fuera como fuere? Pereira no lo sabe, sostiene" (p.70).

Los pensamientos de Pereira buscan razones, pero nada aparece del todo claro en él todavía. Por un lado, es claro que las conversaciones con Silva y con la mujer del tren lo interpelaron, pero, por el otro, Pereira continúa expresando su desinterés por los asuntos políticos. “Yo no soy ni de los de ustedes ni de los de los otros, prefiero actuar por mi cuenta, por otra parte, no sé quiénes son los suyos y no quiero saberlo, yo soy un periodista y me encargo de la cultura” (p.82), declara, por ejemplo, ante Marta. Estas palabras evidencian que, en esta instancia, Pereira aún busca mantenerse neutral respecto de los conflictos políticos que lo rodean, a la vez que continúa pensando que la cultura y la política son esferas que no tienen por qué tocarse: “no me interesa la política, porque me ocupo principalmente de cultura” (p.83).

Esta confusión del protagonista respecto de su presente se combina en el relato con una profunda nostalgia respecto de su pasado. La juventud se presenta en el protagonista como una plenitud perdida, en la cual se combinaban salud, placer, amor, oportunidades. Y esta juventud se localiza, en la memoria de Pereira, siempre en un mismo espacio: la playa, el mar. “El mar estaba helado en aquellas playas del norte, pero él era capaz de nadar mañanas enteras mientras sus compañeros de universidad, todos tiritando, le esperaban en la playa” (p.88), dice el narrador sobre un protagonista que solo parece haber conocido esplendor en ese pasado. En efecto, Pereira baja de un tren para sumergirse en el mar, motivado fundamentalmente por lo que el mar representa en su memoria. Así lo admite Pereira cuando el doctor Cardoso, al enterarse del reciente zambullido, se alegra porque a su paciente “la naturaleza todavía le atrae” (p.94), a lo cual el protagonista responde: “Quizá más que nada me atraen los recuerdos” (p.94).

Ese pasado ocupa también una y otra vez el espacio de los sueños de Pereira: "Aquella tarde, sostiene Pereira, tuvo un sueño. Un sueño hermosísimo, de su juventud. Pero prefiere no revelarlo, porque los sueños no se deben revelar, sostiene. Admite únicamente que era feliz y que se encontraba en invierno en una playa del norte, más allá de Coimbra" (p.66). En tanto el protagonista decide no revelar el contenido de sus sueños, el relato nos recuerda su carácter testimonial: el narrador no puede contar nada que no le haya dicho Pereira. Esto funciona como un elemento que aporta verosimilitud al relato, a la vez que vuelve a poner en primer plano el carácter supuestamente judicial del mismo.

Por otra parte, en lo relativo al pasado, el primer diálogo entre Pereira y Cardoso presenta una información que también puede estar justificando el hecho de que la nostalgia del protagonista siempre tome por objeto la misma época: en ese tiempo, en Coimbra, Pereira conoció a la mujer con la cual se casó, una “muchacha muy enferma, pero por aquel entonces no lo sabía” (p.97). Siendo un protagonista tan tomado por la nostalgia como por la sensación de arrepentimiento, es posible pensar que algo en Pereira no pueda evitar regresar una y otra vez a ese momento que definió de algún modo el resto de su vida: entre todas las muchachas que había cerca de él en Coimbra, él se casó con aquella a la cual debió luego acompañar durante décadas de internación en internación; en una época en la que gozaba de plenitud y salud, él se enamoró de una mujer enferma, que nunca pudo tener hijos, y que lo dejó viudo en una etapa relativamente temprana de su vida.