Soledades

Soledades Resumen y Análisis Soledad segunda (Primera parte)

Resumen

Soledad segunda (Primera parte)

El yo lírico describe largamente un arroyo que se une con el mar. Observando dicho paisaje, se encuentra el peregrino. Un barco con dos pescadores que están haciendo música se acerca a la orilla. Los hombres invitan al peregrino a subir y lo honran ubicándolo en la popa de la embarcación.

El yo lírico describe los diferentes peces que los pescadores sacan del agua con sus redes, y que les sirven como alimento.

El peregrino comienza a cantar. En su canto, vuelve a lamentarse por su amada y luego afirma que su vida, atravesada por el dolor, ahora pertenece al mar, ya que estuvo cinco años naufragando.

Tras finalizar su canto, el barco llega a una pequeña isla en la que se encuentran dos humildes chozas donde viven los pescadores. En la orilla hay un viejo pescador, el padre de los pescadores. De una de las chozas, salen seis mujeres bellísimas que también son hijas del viejo, las hermanas de los dos pescadores con los que el peregrino estuvo navegando. Las mujeres admiran la belleza del peregrino.

Tras atracar el barco, el viejo pescador le muestra su hacienda al peregrino. Allí tiene cisnes, gallinas, conejos y colmenas de abejas. Estas últimas son descritas largamente.

Luego de un largo recorrido por la hacienda, el viejo pescador y el peregrino llegan a un arroyo. Allí se encuentran ahora las seis hijas del hombre. Están sirviendo la cena, rodeadas de aves que entonan hermosas melodías.

Después de disfrutar la comida, el peregrino agradece al pescador y le desea que nunca tenga que salir de esa hermosa isla en la que vive. Argumenta que, más allá de sus confines, no hay nada interesante para ver. El viejo pescador le cuenta algunas de las hazañas pesqueras de sus hijos y sus hijas.

Análisis

Esta primera jornada de la “Soledad segunda” es, sin dudas, la más descriptiva de la obra. El yo lírico retrata largamente el arroyo que se une con el mar, describe los diferentes peces que los pescadores van atrapando, y la hacienda del viejo pescador, entre otras cosas.

Esta jerarquía de la descripción por sobre la acción responde a una propuesta estética del autor que va más allá de las Soledades. De hecho, se considera que, en esta obra, Góngora se propone llevar hasta el límite su estilo único; un estilo que tiene, precisamente, a la excesiva descripción como una de sus características esenciales. En este sentido, su obra previa, el Polifemo, es considerada por la crítica como un esbozo estilístico de Góngora. En dicha obra, no pudo darle rienda libre a las largas descripciones, ya que debió atenerse a la trama y, por otro lado, al escribir la obra enteramente en versos endecasílabos, tuvo menos posibilidades para jugar con la sintaxis.

Por el contrario, en Soledades, donde la trama es casi inexistente, y la versificación alterna entre endecasílabos y heptasílabos, el autor encontró la libertad que buscaba para dar rienda suelta a sus largas descripciones. He aquí un ejemplo:

Muros desmantelando pues de arena,
Centauro ya espumoso el Océano,
medio mar, medio ría,
dos veces huella la campaña al día,
escalar pretendiendo el monte en vano,
de quien es dulce vena
el tarde ya torrente
arrepentido, y aun retrocediente (“Soledad segunda”, vv. 9-16).

En esta descripción del arroyo que se mezcla con el océano, el primer, segundo, cuarto, quinto y último verso citados son endecasílabos (es decir, tienen once sílabas); mientras que el tercer, sexto y séptimo son heptasílabos (tienen siete).

Por otro lado, y como hemos analizado previamente, las referencias a la mitología son constantes. Aquí, el yo lírico denomina al arroyo “Centauro”. Los centauros son criaturas de la mitología griega, que se caracterizan por ser mitad caballo y mitad humano. El arroyo aquí es mitad arroyo, mitad mar; ello explica la comparación con la bestia mitológica.

Luego de esta primera escena descriptiva, el yo lírico retrata largamente los diferentes peces que atrapan los pescadores: salmones, congrios, lenguados y róbalos.

Ahora bien, ¿cuál es la finalidad de estas largas descripciones ligadas al mundo natural? Además de su cripticismo, una de las grandes críticas que se le hicieron a las Soledades apunta al carácter “inservible” de sus descripciones. El crítico más mordaz de la obra fue Juan de Jáuregui quien, incluso, escribió en 1616 su Antídoto contra las Soledades aplicado a su autor para defenderle de sí mismo. En el texto, Jáuregui se indigna por estas descripciones que no construyen ningún tipo de trama ni colaboran con la peripecia del personaje principal.

La crítica actual está de acuerdo en la importancia de tales descripciones y postula que su finalidad principal es servir de contrapunto a la vida de la corte. Como hemos visto, las críticas a la corte muchas veces aparecen de forma directa. Sin embargo, estas largas descripciones, en las que los detalles de la vida rural son presentados de forma exquisita, tienen la finalidad de demostrar que esta vida no tiene nada que envidiarle a la cortesana y urbana; que toda la belleza que se encuentra en los artificios de las ciudades también se halla en la vida de los campesinos, pero con la diferencia de que esta no es artificial. Veamos la exquisitez con la que son descritos los peces:

Mallas visten de cáñamo al lenguado,
mientras, en su piel lúbrica fiado
el congrio, que viscosamente liso
las telas burlar quiso,
tejido en ellas se quedó burlado (“Soledad segunda”, vv. 91-95).

En línea con lo anterior, otra de las críticas que realiza Jáuregui apunta precisamente a lo que él denomina una “inarmónica mezcla de lo sublime y lo vulgar”. Esa “mezcla” es la que aparece en los versos citados, en donde simples peces se presentan de manera sublime.

Tras esta escena descriptiva de la pesca, el peregrino canta durante 56 versos. Sin embargo, seguimos sin obtener demasiada información sobre su pasado. La única información nueva que obtiene el lector es que el naufragio del peregrino duró 5 años.

Al respecto, es interesante destacar que Góngora, casi al mismo tiempo en el que compone esta “Soledad segunda”, escribe un romance llamado “Cuatro o seis desnudos hombros”. La crítica considera que en dicho romance, narrada de manera rápida y sucinta, puede leerse el final de la historia del peregrino (ya que, como hemos dicho, Soledades es una obra inacabada). Según la crítica, el plan de Góngora para su protagonista principal era que luego de ir a cazar con halcones (aquí dejó el autor la obra), este visite el bosque junto a los cazadores. Esto sucedería en la “Soledad tercera”, mientras que en la “Soledad cuarta” el peregrino decidiría vivir junto a los campesinos, aunque, tiempo después, recibiría el perdón de su dama, y eso lo instaría a regresar y abandonar la vida rural.

Un punto a destacar de la obra es que la belleza de la vida campesina no solo se encuentra en las costumbres y los paisajes, sino también en las personas que allí habitan. El viejo pescador, padre de los dos pescadores que recogen al peregrino, tiene seis hijas hermosas. Tal es la belleza de estas mujeres que el yo lírico compara al viejo pescador con Nereo. En la mitología griega, Nereo es un dios marino, padre de las nereidas, las ninfas hermosas que viven en las profundidades del Mar Mediterráneo. Nuevamente, Góngora utiliza aquí la solemnidad para referirse a personas que, en el momento, eran consideradas vulgares. Como si fueran damas de la corte, Góngora describe largamente la belleza de estas seis jóvenes, demostrando así que, al igual las costumbres, las comidas y los paisajes, las personas campesinas también poseen una belleza que está a la altura de las mujeres de la corte; aun viviendo en chozas modestas y sin tener a su alcance los artificios que tienen las mujeres urbanas para engalanarse.

Tras la presentación de las hijas del viejo pescador, este y el peregrino recorren la hacienda. Este pasaje se asemeja a la escena de la pesca. Así como en aquel pasaje el yo lírico describió largamente los peces, aquí retrata los diferentes animales que posee el viejo pescador en su hacienda y la belleza de su tierra:

A pocos pasos le admiró no menos
montecillo, las sienes laureado,
traviesos despidiendo moradores
de sus confusos senos,
conejuelos que (el viento consultado)
salieron retozando a pisar flores (“Soledad segunda”, vv. 275-280).

A través de las diferentes descripciones que atraviesan la obra, Góngora va esbozando un mapa de la vida campesina: apenas llega el peregrino a la isla, conoce a unos cabreros y su estilo de vida; luego, asiste a una boda campesina; después, a una jornada de pesca; aquí, conoce a un viejo pescador que se sustenta con los animales que tiene en la hacienda, sobre todo de la miel que producen sus abejas (además de los peces que traen sus hijos e hijas); en la siguiente escena, se describe la caza que realizan unos campesinos utilizando halcones.

En este sentido, Soledades parece tener la finalidad de instruir a los cortesanos acerca de aquella otra vida que existe fuera de la urbe. Una vida simple, pero igual de noble, solemne y mucho más pura en valores humanos que la de la corte. Un estilo de vida que no debe ser olvidado, ya que allí se encuentran las bases morales y económicas que conducen a la verdadera grandeza humana. Una grandeza que no tiene nada que ver con la pompa y lo artificial de la corte.

En este sentido se comprende el deseo del peregrino, quien le recomienda al viejo pescador y a su familia que nunca salgan de la isla, ya que más allá de esta no hay nada interesante. Todo lo que se necesita para vivir en paz y armonía está allí, en esa pequeña, humilde y familiar isla campesina. El resto es prescindible. La desconfianza hacia la solidez y el valor del imperio español, preponderante en la época en que Góngora escribe la obra, aparece claramente reflejada en este deseo del peregrino.