Soledades

Soledades Resumen y Análisis Soledad primera (Segunda parte)

Resumen

Soledad primera (Segunda parte)

El peregrino se despierta y deja el albergue. Alguien lo acompaña hasta un sitio en el que antes los Faunos celebraban fiestas. El peregrino, atónito ante lo que está viendo, describe largamente el paisaje.

Luego descubrimos que el hombre que acompaña al peregrino es un cabrero quien, en otro tiempo, fue soldado, pero decidió retirarse y optar por la sencilla vida de campesino en la que encontró la felicidad.

Cuando están regresando del anfiteatro, la música que toca una serrana los sorprende. Junto a ella, hay otra mujer mojándose la cara con agua del río. Luego aparecen varias serranas más, todas hermosas.

El peregrino se esconde para espiarlas, mientras se pregunta qué hacen esas mujeres allí, solas. Sin embargo, al poco tiempo aparecen unos montañeses con regalos que, claramente, son para una boda. El yo lírico describe largamente dichos regalos.

Los serranos deciden descansar junto a un arroyo. Cuando los hombres se juntan con las serranas, el peregrino sale de su escondite y va a su encuentro. Se saludan amablemente y el peregrino se sienta junto a ellos.

Un viejo serrano reconoce en las ropas del peregrino que este es un náufrago y comienza un largo discurso. En este, recorre la historia de la navegación. Su postura es que el hombre no debería surcar los mares, ya que los males que causa la navegación son mayores que los beneficios. Su discurso incluye una crítica a la conquista de América. Finalmente, se descubre que el hijo del serrano murió ahogado en el mar.

Pese a que su ropa está rotosa por el naufragio, el serrano advierte que es vestimenta de noble. Lo invita a ir con ellos a una boda que se ha de celebrar el día siguiente. En el camino, el peregrino disfruta del paisaje y se detiene largamente a observar a las mujeres que bailan y cantan al lado del arroyo.

En un punto, los hombres se recuestan a descansar. Apenas lo hacen, llegan varias aldeanas y se unen al grupo. Tras un breve descanso, las aldeanas parten y, al poco tiempo, también lo hacen los serranos y serranas junto al peregrino.

Llegan al pueblo de noche. En el cielo hay fuegos artificiales que maravillan al peregrino. Hay música y comienzan a bailar hasta que los invade el cansancio. Se van apagando las hogueras que iluminaban al pueblo. Llega el silencio y los hombres duermen sobre la alameda, mientras que las mujeres lo hacen en la aldea.

Análisis

La segunda jornada comienza con una referencia a la mitología romana. Uno de los cabreros lleva al peregrino a un lugar que, de acuerdo a la descripción, puede entenderse como un anfiteatro en el que en otros tiempos los Faunos (nombrados en mayúscula por el yo lírico) celebraban sus fiestas. Los faunos son criaturas de la mitología romana que vivían en los bosques. Tenían cuernos y pezuñas de cabra, aunque rostro humano.

Desde el verso 190 hasta el 211, el yo lírico describe la fascinación que siente el peregrino al contemplar dicho espacio. En una primera versión de la obra, Góngora intercaló algunos versos chistosos en esta descripción. Sin embargo, sus lectores confidentes lo convencieron de que dichos versos no eran propicios para un poema serio como Soledades.

A partir del verso 212, el cabrero describe el espacio de esta manera:

Aquéllas que los árboles apenas
dejan ser torres hoy —dijo el cabrero
con muestras de dolor extraordinarias—
las estrellas nocturnas luminarias
eran de sus almenas
cuando el que ves sayal fue limpio acero.
Yacen ahora, y sus desnudas piedras
visten piadosas yedras,
que a ruinas y estragos
sabe el tiempo hacer verdes halagos (“Soledad primera”, vv. 212-221).

En este breve discurso hay dos puntos interesantes. Por un lado, con un solo verso que contiene dos metonimias, el cabrero declara que en otro tiempo fue soldado: “Cuando el que ves sayal fue limpio acero”. La primera sinécdoque se encuentra en “sayal”: el hombre viste un sayo y eso lo convierte en un campesino. La segunda sinécdoque está en “limpio acero”: en el pasado, el hombre usaba una espada de acero, lo que es igual a decir que era soldado.

Por otro lado, en consonancia con el planteo general de la obra, la naturaleza aparece como una fuerza más poderosa que la civilización. El castillo militar, símbolo del poderío imperial español, ha sido cubierto por yedras. Dicho poderío, como hemos visto en la introducción realizada en la sección anterior, está en decadencia. La imagen de ese castillo abandonado, sumada a la experiencia del cabrero que es más feliz como campesino que como soldado, evidencian tal decadencia.

Luego de dicho discurso, el cabrero y el peregrino emprenden el regreso, aunque rápidamente se detienen, cautivados por las mujeres que están al costado del arroyo haciendo música. El yo lírico transmite la atracción inmediata que siente el peregrino por dichas mujeres, sobre todo por una que está bailando:

Al son, pues, deste rudo,
sonoroso instrumento,
lascivo el movimiento,
mas los ojos honesta,
altera otra bailando la floresta (“Soledad primera”, vv. 224-229).

El yo lírico aclara inmediatamente que, aunque los movimientos de aquella que baila pueden ser lascivos, sus ojos demuestran honestidad. Este es un punto importante en relación con la concepción amorosa de la época, en la que se consideraba al amor platónico como el valor más alto al que podían aspirar hombre y mujer. La mujer, por ende, para ser respetada tenía que demostrar que era “virtuosa moralmente”, que era honesta. Obedeciendo la moral de su tiempo y la concepción acerca de lo que debía ser la mujer, Góngora construye una figura sensual, pero deja en claro que es una mujer honesta y que su lascivia solo es superficial.

Tras esta primera visión, las mujeres brotan de todas partes. El peregrino, entonces, se esconde para observarlas. Esta actitud que, desde la actualidad, puede parecer poco decente, en realidad, es una muestra de moralidad en su época: un joven noble no debía estar a solas con mujeres jóvenes, ya que su atractivo sería irresistible para ellas. Es por eso que el peregrino recién sale de su escondite cuando aparecen los hombres.

Estos aparecen trayendo los regalos para la boda. El yo lírico se detiene largamente en la descripción de dichos regalos: cabritos, conejos, miel y perdices. Muchos de estos regalos son sumamente pesados. El yo lírico, entonces, elogia la fuerza de los campesinos, a la que relaciona con la vida en contacto con la naturaleza; nuevamente, en contraste con la vida de las ciudades y la debilidad de los hombres que allí viven.

Una parte fundamental de esta segunda jornada del peregrino la ocupa el discurso del viejo serrano que reconoce en el protagonista a un náufrago. Su discurso en contra de la navegación dura 137 versos. La posición del viejo serrano es totalmente contraria a la posición dominante de la época en la que Góngora escribe Soledades. Gracias a la navegación, España había formado un imperio. Sobre todo, tras la conquista de América. El hecho de que Góngora incluya este largo monólogo en contra de la navegación demuestra claramente la crisis de confianza que, como hemos dicho anteriormente, comenzaba a reinar en los españoles a comienzos del siglo XVII. Ahora bien: ¿cuáles son los argumentos que esgrime el viejo serrano en contra de la navegación?

En primer lugar, el viejo la considera antinatural. Afirma que el primer hombre que decidió navegar debió haber sido un insensato que decidió dejar su hábitat natural: la tierra.

Por otro lado, afirma que la navegación favoreció los conflictos bélicos. Hace alusión a las guerras en la Antigua Grecia y en Egipto, que comenzaron con la invasión de extranjeros a través de los mares.

En tercer lugar, sostiene que los hombres solo se lanzan a navegar por codicia, y no por un interés científico en perfeccionar los conocimientos geográficos de la humanidad. Aquí pone como ejemplo la conquista de América, y llega a sugerir que esta fue sumamente injusta, ya que el enfrentamiento entre los nativos americanos y los españoles no fue leal: los indios no contaban con armas como los españoles, sino que debían defenderse con la fiereza de sus cuerpos. Este argumento es sumamente polémico. Góngora vuelve a demostrar aquí su claro escepticismo en torno a los presupuestos de su época, y vuelve a reivindicar la naturaleza (aquí representada por los nativos americanos) por sobre la civilización (representada por los conquistadores y sus armas).

Por último, el viejo serrano hace referencia a los hombres que mueren en los naufragios. Esto le da pie para convertir su discurso en contra de la navegación en un testimonio personal: su hijo murió en un naufragio.

Tras terminar este discurso y reemprender el camino, el viejo serrano se describe en diversas situaciones como un viejo algo tosco y testarudo, pero feliz. De este modo, Góngora opone las tristezas sufridas por el viejo serrano a causa de la civilización creadora de la navegación, con las alegrías de la vida sencilla del campo. El final alegre de la jornada, en la que el peregrino baila en el pueblo junto a los campesinos hasta caer rendido por el cansancio, refuerza esta idea.