Soledades

Soledades Citas y Análisis

Pasos de un peregrino son errante
cuantos me dictó versos dulce Musa,
en soledad confusa
perdidos unos, otros inspirados.

Luis de Góngora, “Dedicatoria”, vv.1-4.

En estos primeros versos de la dedicatoria que realiza el autor hay tres puntos que vale la pena destacar.

Por un lado, el autor declara que su poema tiene como protagonista a un errante. Como figura literaria, el errante es representativo del Barroco. Dentro del orden renacentista, en el que reina el equilibrio y la paz, no hay lugar para personajes de esta índole errante. En cambio, dentro del barroco, en el que reina la pérdida de referencias, la desconfianza hacia la verdad, el errante es absolutamente idóneo.

Por otro lado, ya en el segundo verso de la dedicatoria aparece la primera referencia a la mitología griega, cuando Góngora afirma que los versos le fueron dictados por la “Musa”. Dentro de dicha mitología, las musas son las divinidades que inspiran a los artistas. Las referencias a la mitología clásica son una característica del Barroco y en especial de la poesía de Góngora. Dicha característica, en Soledades, es llevada al extremo por el autor.

El tercer punto a destacar, que ya se ve con claridad en estos primeros cuatro versos, es la utilización del hipérbaton, otra de las características fundamentales de la poesía de Góngora y de la obra en cuestión. Para dar una idea de hasta qué punto la sintaxis de estos primeros cuatro versos está alterada por el uso del hipérbaton, transcribimos aquí cómo se leerían si no estuvieran afectados por la figura retórica: “Cuantos versos me dictó [una] dulce Musa en soledad confusa, son pasos de un peregrino errante, unos perdidos, otros inspirados”.

En suma, los primeros cuatro versos de la dedicatoria anticipan cuestiones cruciales que atravesarán la obra desde hasta el final.

Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa,
media luna las armas de su frente
y el sol todos los rayos de su pelo,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas.

Yo lírico, “Soledad primera”, vv.1-6.

En los primeros versos de “Soledad primera”, el yo lírico comienza situando la historia en la primavera. Ahora bien, el complejo modo en el que se expresa es ilustrativo del cripticismo que tiene toda la obra.

Analicemos estos versos paso a paso: el primer verso de la cita es el más transparente: la estación florida remite a las flores de la primavera. Para darle sentido a los siguientes versos hay que remitirse a la mitología, en este caso, romana. En dicha mitología, Júpiter (el “mentido robador”) rapta (“roba”) a Europa disfrazado de toro y, para recordar su acto, deja en el cielo la imagen de ese animal. Dicha imagen es la constelación de Tauro. En Europa (el continente, no el personaje mitológico), dicha constelación aparece en el cielo durante la primavera. Por eso, el yo lírico dice que, en la estación florida, el mentido robador de Europa, el toro, está paciendo estrellas. Es decir, en el cielo hay un toro “alimentándose” de las estrellas. En suma: es primavera, lo que se comprueba en el hecho de que esté la constelación de Tauro en el cielo.

Aquéllas que los árboles apenas
dejan ser torres hoy —dijo el cabrero
con muestras de dolor extraordinarias—
las estrellas nocturnas luminarias
eran de sus almenas
cuando el que ves sayal fue limpio acero.
Yacen ahora, y sus desnudas piedras
visten piadosas yedras,
que a ruinas y estragos
sabe el tiempo hacer verdes halagos.

El cabrero, “Soledad primera”, vv.212-221.

En esta cita del cabrero hay dos puntos interesantes.

Por un lado, y con un verso que contiene dos metonimias, el cabrero declara que en otro tiempo fue soldado: “Cuando el que ves sayal fue limpio acero”. La primera sinécdoque se encuentra en “sayal”; el hombre viste un sayo y eso lo convierte en un campesino. La segunda está en “limpio acero”; en el pasado, el hombre usaba una espada de acero: es decir que era soldado.

Por otro lado, en consonancia con el planteo general de la obra, la naturaleza aparece como una fuerza más poderosa que la civilización. El castillo militar, símbolo del poderío imperial español, ha sido cubierto por yedras. Esta es una forma de dar cuenta del hecho de que dicho poderío está en decadencia. La imagen de ese castillo abandonado sumada a la experiencia del cabrero, quien es más feliz como campesino que como soldado, evidencian tal decadencia y la necesidad de volver a la naturaleza.

¿Cuál tigre, la más fiera
que clima infamó hircano,
dio el primer alimento
al que, ya deste o de aquel mar, primero
surcó, labrador fiero,
el campo undoso en mal nacido pino…?

El viejo serrano, “Soledad primera”, vv.366-371.

Durante todo su discurso, el viejo serrano critica duramente a la navegación y a los hombres que emprenden el osado acto de surcar los mares.

En esta cita, el hombre afirma que el primer insensato que se atrevió a enfrentarse al mar debía de ser muy fiero, y tanta fiereza en un hombre no puede explicarse a no ser que la haya bebido de un tigre. Por ello se pregunta qué clase de tigre amamantó al primer hombre que surcó el mar con un barco. Por cierto, el viejo serrano se refiere al barco a través de la sinécdoque “un mal nacido pino”, por el hecho de que las naves se construían con la madera de estos árboles.

Con gallarda
civil magnificencia, el suegro anciano
cuantos la sierra dio, cuantos dio el llano
labradores convida
a la prolija, rústica comida
que sin rumor previno en mesas grandes.

Yo lírico, “Soledad primera”, vv.851-857.

Esta cita hace referencia al banquete que ofrece el padre de la novia en la boda de los campesinos.

El yo lírico destaca que el suegro tiene una “civil magnificencia”. Aquí el término “civil” quiere decir “propio de la ciudad”; es decir, la magnificencia del suegro tiene la altura y la calidad de las ciudades, pero su comida es rústica y fue servida sin hacer espamento. El suegro invitó a todos los serranos y a todos los que viven en el llano a un gran banquete que, sin embargo, fue servido sin grandes pompas. La “rústica comida” debe entenderse como comida simple; probablemente, animales asados, servidos sin grandes decorados, privilegiando el sabor por sobre la presentación.

En esta descripción se ve claramente el carácter humilde de los campesinos que destaca el yo lírico durante toda la obra. El banquete ofrecido por el padre de la novia es delicioso y asisten a él todos los serranos de la zona. Sin embargo, el padre de la novia no hace espamentos al servirlo, no intenta mostrarse como un gran hombre al que se le debe agradecer por ser el responsable de tal banquete.

Ilustren obeliscos las ciudades
a los rayos de Júpiter expuesta
aun más que a los de Febo su corona.

La labradora, “Soledad primera”, vv.934-936.

En su monólogo, la labradora les desea a los recién casados que no sean pobres, pero tampoco ricos. Según ella, si los novios se ganan la vida trabajando el campo honestamente, se garantizarán plena felicidad; por el contrario, si la fortuna es “espumosa” (como la denomina la labradora), no solo desaparecerá de un momento para otro, sino que alimentará la envidia en la aldea.

Tras exponer esta idea, la labradora menciona los versos citados en los que los obeliscos funcionan como un símbolo de la opulencia, de la magnificencia. Según ella, es mejor que dicha magnificencia, expuesta a los rayos de Júpiter (es decir, a la ira del dios supremo de la mitología romana), habite en las ciudades y no en los campos.

A batallas de amor, campos de pluma.

Yo lírico, “Soledad primera”, v.1091.

Este verso aparece al final de la “Soledad primera”, en el momento en el que los campesinos recién casados regresan a su hogar, prontos a acostarse juntos por primera vez. Es, probablemente, el verso más famoso de la obra y uno de los más conocidos de Góngora.

La estructura del verso corresponde a una alegoría. Una alegoría es un sistema de metáforas que funcionan unidas. Aquí, hay una primera metáfora que alude al encuentro sexual como una “batalla”. Dicha “batalla”, al ser de amor, no se lleva a cabo, valga la redundancia, en un campo de batalla, sino en un “campo de pluma”. He aquí la segunda metáfora: el “campo de pluma” refiere a la cama -en la época, rellenas de este material- en la que se llevará a cabo el encuentro sexual.

Mallas visten de cáñamo al lenguado,
mientras, en su piel lúbrica fiado
el congrio, que viscosamente liso
las telas burlar quiso,
tejido en ellas se quedó burlado.

Yo lírico, “Soledad segunda”, vv.91-95.

En la época en la que Góngora dio a conocer Soledades, muchos fueron sus detractores. Entre estos, el más duro fue Juan de Jáuregui quien, incluso, llegó a escribir en 1616 su Antídoto contra las Soledades aplicado a su autor para defenderle de sí mismo, texto en el que criticaba con dureza la obra de Góngora.

Una de las críticas más fuertes que realiza Jáuregui apunta a lo que él denomina una “inarmónica mezcla de lo sublime y lo vulgar”. Esa “mezcla” es la que aparece en los versos citados, en donde simples peces (lenguados y congrios) son descritos de manera sublime.

[Lícidas] goza pues ahora
los lilios de tu aurora,
que al tramontar del Sol mal solicita
abeja aun negligente flor marchita…
(…)
[Micón] Mira que la edad miente,
mira que del almendro más lozano
Parca es interior breve gusano.

Lícidas y Micón, “Soledad segunda”, vv.601-611.

El canto que llevan a cabo Lícidas y Micón, para declarar su amor hacia las hijas del pescador y sus intenciones de casarse con ellas, se denomina “canto amebeo” y es un modo de competencia o desafío que se llevaba a cabo en la Grecia Antigua.

La estructura del canto amebeo es muy similar a la que, hoy en día, es común en las batallas de rap: se aborda un tema y los dos cantantes van demostrando sus cualidades para improvisar y argumentar mejor que el otro al respecto.

En la cita vemos la contraposición argumentativa en torno a la juventud y el carpe diem. Lícidas le dice a su amada que debe gozar su juventud, mientras que Micón se opone a esta idea al advertirle a su amada acerca de la fugacidad del tiempo, y la muerte que está presente, incluso, en la juventud.

En sangre clara y en persona augusto,
si en miembros no robusto,
príncipe les sucede, abreviada
en modestia civil real grandeza.

Yo lírico, “Soledad segunda”, vv.809-812.

Sobre el final de la obra, Góngora introduce en la vida campesina a un personaje de la nobleza: un príncipe. En la cita vemos que el yo lírico deja bien en claro que este príncipe, pese a ser un noble y tener un porte que lo demuestra, no deja de ser un hombre modesto.

A través de la figura de este príncipe, Góngora introduce a los nobles dentro de este mundo rural, pero los despoja de cualquier dejo de pompa o artificio. Es como si, aquí, el autor quisiera demostrar que, incluso aquellos que pertenecen al mundo de la nobleza, de la corte, al estar en contacto con la naturaleza y la vida simple, se convierten en personas virtuosas y verdaderas.