Pedro Páramo

Pedro Páramo Temas

La muerte

En México, por motivos históricos y ligados a la cosmovisión de los pueblos originarios de la región, la preocupación por la vida y la muerte siempre tuvo un rol central.

Según el análisis que hace Octavio Paz en El laberinto de la soledad, su ensayo de interpretación nacional sobre México, para los aztecas la muerte era una forma de continuar la vida. Por lo tanto, los sacrificios humanos eran comunes como forma de redención. La posibilidad o la amenaza de la muerte no eran originalmente motivo de angustia para ellos, sino que lo entendían como un hecho natural y complementario a la vida que ellos conocían, a su forma de existencia. La muerte no era para ellos el fin natural de la vida, sino una etapa más de un ciclo infinito. Los sacrificios tenían entonces una doble función: pagar su deuda con los dioses y prolongar la vida.

Luego de la Conquista, durante el siglo XVI, la cosmovisión europea, y principalmente la implantación de la religión católica, importó un nuevo concepto de redención. Contrariamente al concepto azteca, la salvación se lleva a cabo a nivel personal, y la muerte es la tragedia de cada individuo. Esto trajo como consecuencia una angustia a nivel individual vinculada a la muerte.

La idea moderna de la muerte en México es una fusión de las dos concepciones. A esta fusión ideológica hay que agregarle una historia violenta. El genocidio producido en la Conquista y, luego, la Revolución remueven y resignifican estas ideas ancestrales.

La maestría de Juan Rulfo en Pedro Páramo, pero también en el resto de su obra, es tomar esta cosmovisión original sobre la muerte para lograr el cruce único entre literatura realista y fantástica.

La familia / La relación entre padres e hijos

En Pedro Páramo hay varias representaciones de la familia y de las relaciones de parentesco. Por un lado, lo que pone en marcha los sucesos de la novela es el viaje de Juan Preciado a Comala para buscar a su padre. Este viaje puede interpretarse a partir de la voluntad de Juan de volver a sus orígenes y de encontrar su verdadera identidad. Hay algo de su pasado, y de él mismo, que él no conoce todavía, y a lo que solo podrá acceder conociendo a su padre. Sin embargo, la búsqueda de su identidad se trunca, porque Páramo está muerto.

Por otro lado, la familia nuclear parecería no existir en Comala. Los hombres tienen muchos hijos con varias mujeres y existen relaciones fraternales entre personas que casi ni se conocen. Sin embargo, el vínculo identitario entre padres e hijos es fuerte. Por ejemplo, las cualidades negativas de Pedro Páramo se transmiten y canalizan en su hijo Miguel. De hecho, el cura dice que no lo quiere porque los Páramo tienen "mala sangre".

El pasado como parte del presente

En Pedro Páramo se establece una relación compleja entre el pasado y el presente. Por un lado, la estructura fragmentaria y polifónica de la novela pone en un mismo plano hechos que sucedieron en distintos tiempos históricos. El lector debe intentar reconfigurar todos los fragmentos en un relato histórico coherente, pero que nunca es uniforme, sino que quedan detalles sueltos, rumores, sucesos que no terminan de cerrar, misterios que nunca se develan por completo. Por lo tanto, en el plano del relato, pasado y presente aparecen como simultáneos y complementarios.

Los hechos que tienen lugar antes, cronológicamente, explican y justifican los que suceden luego. A su vez, los personajes parecen estar motivados a actuar para remediar una falta del pasado, pero descubren que es imposible volver el tiempo atrás. Por ejemplo, Pedro Páramo recupera a Susana San Juan, su amor de la infancia, después de 30 años. Cuando finalmente logra casarse con ella, Susana está loca, ya no es la misma que él recuerda. Juan Preciado viaja a Comala a conocer a su padre, pero, al momento de su llegada, ya es demasiado tarde, porque Pedro está muerto.

Entonces, los personajes deben enfrentarse con la desilusión de un pasado que no termina de irse, que está siempre presente (simbolizado por el pueblo lleno de muertos), y con el intento fútil de recobrar el tiempo perdido. Este tema es un tópico común en la literatura de principios del siglo XX. William Faulkner, escritor que tuvo una gran influencia en los escritores latinoamericanos de la primera mitad del siglo XX, resumió esta idea en la frase: "The past is never dead. It's not even past" (El pasado nunca está muerto. No es ni siquiera pasado).

La vida rural

La novela está ambientada en un pequeño pueblo rural. Las cosechas de maíz y la cría de ganado son actividades económicas del ámbito rural que aparecen retratadas como las que organizan la vida de las personas. Además de estas actividades, lo que caracteriza la vida rural en Pedro Páramo es la marcada desigualdad social, representada en la contraposición entre Pedro y Miguel Páramo y el resto de los personajes.

Es interesante destacar que la vida rural, en Pédro Páramo, no es abordada desde un punto de vista ajeno: no hay personajes de la ciudad que contrapongan una forma de vida urbana a la rural.

El poder y la violencia

El poder y la violencia aparecen relacionados de distintas formas en esta novela. Por ejemplo, el asesinato de Toribio Aldrete, quien reclamaba porque Pedro Páramo se quedaba con una parte de sus tierras, deja en claro que Páramo consigue poder económico ejerciendo la violencia. Por otro lado, el poder económico de Pedro y Miguel Páramo también les permite estar al margen de las leyes y ejercer sin castigo violencia contra las mujeres del pueblo: se sabe que han violado a varias de ellas.

En síntesis, Páramo, su hijo y sus ayudantes usan la violencia como instrumento para aumentar su poder económico, y este poder, a su vez, les permite seguir ejerciendo la violencia sin sufrir ninguna consecuencia.

Los recuerdos

En la primera parte de la novela, la realidad de Comala en el momento en que llega Juan Preciado se contrapone reiteradamente con los recuerdos de su madre. Más cerca del final de la novela, Susana San Juan recuerda un momento en que se bañaba en el mar y el placer que esto le provocaba. En ambos casos, los recuerdos son lo único que queda de un momento de felicidad.

La religión

La religión católica y la fe tienen un papel muy importante en Pedro Páramo. El padre Rentería es un personaje crucial en la novela, ya que las almas en pena que recorren Comala están condenadas por no haber alcanzado la salvación divina, perdón que el padre tiene la potestad exclusiva de otorgar.

El pecado es el motivo último al que los personajes le atribuyen la maldición del pueblo. El incesto, el suicidio, el asesinato, la avaricia y el adulterio corrompen el alma de los habitantes de Comala. A esto hay que agregarle el factor de la soberbia del padre Rentería, que no pone en práctica la misericordia divina, sino que perdona a modo discrecional, vendiendo indulgencias a cambio de dinero o favores.

La Revolución Mexicana y la Guerra Cristera

Entre 1910 y 1920, en México se desarrolla un complejo proceso social y político conocido como la Revolución Mexicana. Rulfo, que nace en 1917, pasa su infancia en un contexto social marcado aún por algunas consecuencias de este proceso y, más tarde, por la Guerra Cristera.

La Revolución Mexicana comienza en 1910, como un movimiento contrario al gobierno dictatorial de Porfirio Díaz. Al principio lo encabeza Francisco Madero, quien luego logra quitarle el poder a Díaz. Pero al mismo tiempo surgen insurrecciones en diferentes Estados, lideradas por caudillos como Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Emiliano Zapata y Francisco "Pancho" Villa. Estos caudillos están al frente de grupos armados que luchan junto a Madero contra el gobierno de Díaz, pero no están de acuerdo en todo con aquel. En algunos momentos, estos caudillos se unen, pero en otros luchan entre sí.

La Guerra Cristera o Cristiada tuvo lugar entre 1926 y 1929, pero su origen se remonta al triunfo de Carranza en 1914, ya que él y sus seguidores eran anticlericales. En 1924, con la llegada a la presidencia de Elías Calles, el conflicto entre el Estado y la Iglesia, iniciado por la postura anticlerical de Carranza, se agudiza debido a leyes anticlericales impulsadas por Calles. En este contexto, y avivando la violencia apenas apagada de la Revolución, surgen grupos armados a lo largo de todo México, que se proponen defender al catolicismo y luchar contra el gobierno. Estos grupos estaban integrados por campesinos pobres que no habían sido los más beneficiados por la Revolución. Finalmente, en 1929, los conflictos armados son apaciguados por acuerdos entre el Estado y la Iglesia.

Tanto la Revolución como la Cristiada son sucesos muy violentos, en los que mueren varios miles de personas. También son procesos muy complejos en los que participan grupos de ideas y objetivos muy diversos, y cuyos resultados no se pueden definir fácilmente.

Estos acontecimientos aparecen aludidos cerca del final de la novela, cuando los personajes de Perseverancio y Casildo llegan a la Media Luna. Ambos levantamientos armados son retratados por Rulfo como movimientos poco organizados y fácilmente manipulables: los revolucionarios se entrevistan con Pedro Páramo sin tener una conducción ni un propósito muy definido, y aceptan rápidamente el soborno que se les ofrece. Además, el grupo se deja conducir por el Tilcuate, un empleado de Páramo que solo quiere ejercer la violencia, sin importarle los principios morales o los objetivos políticos. Los diversos cambios políticos de la Revolución aparecen aludidos de manera muy breve en un fragmento que reúne los diálogos entre el Tilcuate y Pedro Páramo, en el que el Tilcuate le informa: "Ahora somos carrancistas [seguidores de Carranza]"; luego, "Andamos con mi general Obregón", y, finalmente, "Se ha levantado en armas el padre Rentería", aludiendo a la Cristiada (fragmento 67, página 124). Así se resumen, en muy pocas líneas de la novela, varios años de la historia de México.