Manifiesto del Partido Comunista

Manifiesto del Partido Comunista Resumen y Análisis Capítulo 2: Proletarios y comunistas

Resumen

Los autores comienzan este capítulo declarando que los comunistas no tienen ningún interés aparte de los de la clase obrera en su conjunto. Los comunistas se distinguen de otros partidos por centrarse únicamente en los intereses comunes de todos los trabajadores y no en los de un solo movimiento nacional. Aprecian las fuerzas históricas que obligan al progreso de su clase y ayudan a conducir al proletariado a cumplir su destino: derrocar a la burguesía y conquistar el poder político.

A continuación, los autores introducen algunas críticas recibidas por la burguesía, que considera que el comunista busca destruir la propiedad privada y, con ello, todo fruto del trabajo. Los autores responden que el trabajo asalariado no crea propiamente ninguna propiedad para el trabajador, sino que solo crea capital, es decir, una propiedad que sirve para aumentar la explotación del trabajador. Además, plantean que el capital es un producto social, es decir, solo existe dentro de algún sistema social. El resultado de esto es que el capital no es un poder personal sino social. Hacer pública la propiedad, entonces, como quiere hacer el comunista, no es cambiar lo privado por lo social sino que implica modificar su carácter social ya existente.

Volviendo a la condición del trabajador asalariado, los autores sostienen que el precio medio del trabajo asalariado es el salario mínimo. Esto obliga al proletariado a depender absolutamente del capitalista para su propia supervivencia. Los comunistas quieren asegurar que el trabajador exista para algo más que para el mero aumento del capital burgués. El trabajo no debe estar dirigido a la acumulación de riqueza por parte del capitalista, sino a enriquecer la vida del trabajador.

La abolición de la propiedad privada significa entonces solo la abolición de la propiedad burguesa. El objetivo del comunismo no es privar al hombre de los productos elaborados por la sociedad, sino evitar el sometimiento de unos por otros mediante la apropiación de su trabajo.

Los autores también incorporan la crítica de que una sociedad comunista promovería la ociosidad general. Esto les parece irrisorio ya que, en realidad, en la sociedad burguesa los que trabajan no adquieren nada mientras que los que adquieren cosas no trabajan. Esta acusación da por sentado que el sistema burgués de propiedad es una realidad inmutable, no un producto de las relaciones sociales propias del capitalismo.

También se acusa a los comunistas de querer destruir la familia. Frente a este argumento, los autores especifican que el objeto de su destrucción es la familia burguesa. Para el capitalista, la esposa y los hijos son meros instrumentos de producción, como las máquinas de su fábrica. Además, la educación que desea para ellos no hace sino perpetuar su subordinación. Una sociedad comunista alteraría estas relaciones, utilizando el sistema educativo para acabar con la explotación que sufren las mujeres, los niños y las amplias clases trabajadoras bajo el capitalismo.

Finalmente, frente a la crítica de que los comunistas desean abolir los países, los autores responden que este proceso ya está ocurriendo debido a los esfuerzos burgueses por expandir el libre comercio. Esta globalización continuará a medida que se desarrolle la conciencia de clase en el proletariado de todas las naciones. Los autores incluso predicen que el antagonismo entre naciones desaparecerá a medida que los antagonismos de clase se desvanezcan. Así, se eliminarán las hostilidades entre los diferentes países.

Aunque los autores reconocen que la revolución será diferente en los distintos países, predicen cómo será el curso de las cosas en las naciones capitalistas avanzadas. Para estos países, proponen una serie de medidas: la abolición de la propiedad privada de la tierra, un fuerte impuesto sobre la renta, la nacionalización de los medios de comunicación y transporte, educación gratuita para todos los niños y la prohibición del trabajo infantil, entre otras cosas.

Así, el capítulo termina con la afirmación de que, una vez que el proletariado alcance el poder político, se llegará finalmente a una sociedad sin clases.

Análisis

En esta sección, los autores desarrollan algunas de las críticas más frecuentes que recibe el comunismo por parte de la burguesía. La primera acusación que aparece es la idea de que la abolición de la propiedad privada destruye la "base de toda libertad, el acicate de todas las actividades y la garantía de toda independencia" (p.63). Frente a este planteo, Marx y Engels responden que el sistema burgués de propiedad no proporciona ninguna propiedad al trabajador, ya que solo generan capital, ganancia, para el dueño de los medios de producción. Esta tesis deja ver uno de los pilares fundamentales en los que se asienta el capitalismo: la desigualdad. Según los autores, la propiedad privada existe únicamente para la burguesía; el proletariado se limita únicamente a sobrevivir. “El precio medio del trabajo asalariado es el mínimo del salario, es decir, la suma de víveres necesarios para sostener al obrero como tal obrero” (p.64), plantean Marx y Engels. Con esta afirmación, sostienen que la clase obrera es reducida únicamente a la subsistencia, mientras que el sector dominante garantiza su riqueza a expensas del trabajo del proletariado.

En este punto, el trabajo es un eje fundamental para entender la desigualdad del sistema burgués. Según el Manifiesto, los miembros del proletariado realizan todo el trabajo real en la sociedad, mientras que la burguesía se limita a garantizar el mantenimiento de sus beneficios. “En la sociedad burguesa, el trabajo vivo del hombre no es más que un medio de incrementar el trabajo acumulado” (p.64), aifrman. En esta apreciación, el trabajo aparece como una transacción en sí misma, que solo sirve para la acumulación de riquezas por parte de la burguesía. Esto devalúa fundamentalmente el trabajo, que, bajo un sistema capitalista, es solo una mercancía que se vende como cualquier otra. Sin embargo, en una sociedad comunista, “el trabajo acumulado será (...) un simple medio para dilatar, fomentar y enriquecer la vida del obrero” (p.64). En este sistema, el trabajo es un medio de recompensar justamente al trabajador, una fuerza positiva en la sociedad. Esto contrasta fuertemente con la naturaleza del capitalismo, en donde el trabajo no tiene otra función que la mera supervivencia.

Otra de las críticas que recibe el comunismo se vincula con el rol de la familia. Según sus detractores, esta ideología busca abolir la institución familiar. Los autores no niegan esta acusación, sino que problematizan la naturaleza del vínculo familiar: “¿En qué se funda la familia actual, la familia burguesa? En el capital, en el lucro privado” (p.67). Su argumento es que las relaciones familiares burguesas no tienen nada que ver con lo que normalmente se asocia a la familia, como el amor y el apoyo. Para el hombre burgués, la familia no tiene más sentido que como mero “instrumento de producción” (p.68), cuyo valor depende de su fuerza de trabajo.

En cierto sentido, Marx y Engels se ven obligados a argumentar esta línea porque ya expusieron que todo en la sociedad capitalista se rige por el estatus económico; también la familia. Los autores sostienen además que la explotación de la burguesía le negó al proletariado la posibilidad de tener una vida familiar feliz y saludable, al convertir a los hijos “en simples mercancías y meros instrumentos de trabajo” (p.68). Esto se opone con el proyecto comunista, que prohíbe el trabajo infantil y aboga por una educación gratuita para todos los niños.

En estas críticas, se ve que uno de los problemas fundamentales del comunismo con el capitalismo es de orden moral. Para los autores, este sistema de intercambio basado en el dinero hace que veamos a nuestros semejantes como mercancías, como objetos y no como seres humanos. Según Marx y Engels, el capitalismo plantea que el valor del ser humano se reduce únicamente a su capacidad de trabajar; así, los vínculos amorosos y familiares se limitan a la acumulación y la producción de riquezas.

En oposición con esta mirada del mundo, para los autores el ser humano se define por lo que hace en su vida. Cuando se le quita el resultado del trabajo y en su lugar recibe dinero por su labor, pierde una parte de sí mismo. De alguna manera, se convierte en esclavo del mundo exterior, porque su valor depende del mercado laboral en el que está inserto y de su productividad. Así, pierde progresivamente su autonomía e independencia.

La incorporación de estas críticas funcionan como una forma de legitimar el pensamiento comunista. Los autores desarman los argumentos de la burguesía y plantean los principios básicos de su ideología. Así, el rol de los intelectuales incluye anticiparse a los cuestionamientos y exponer por qué son incorrectos. Pero, además, en este capítulo, también se incorpora una serie de medidas específicas destinadas a los países más avanzados del capitalismo. Esto subraya aún más la función práctica que tiene el Manifiesto; además de plantear las tesis principales del comunismo, también plantean ideas para el desarrollo de una sociedad más justa. Algunas de ellas son:

1°Expropiación de la propiedad inmueble y aplicación de la renta del suelo a los gastos públicos.

2° Fuerte impuesto progresivo.

3° Abolición del derecho a herencia.

(p.75)

Desde cualquier punto de vista, estas normas abogan por la eliminación de la desigualdad, tan característica de la sociedad capitalista. En vez de privilegiar la producción de ganancias de los sectores dominantes, estas sugerencias están diseñadas para eliminar la posibilidad de que un sector de la sociedad tenga ventaja sobre otro.

Finalmente, el capítulo termina con una profecía: “A la vieja sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, sustituirá una asociación en el que el libre desarrollo de cada uno condicione el libre desarrollo de todos” (p.75). Esta afirmación permite ver el carácter optimista del Manifiesto: los autores dan por sentado que el nuevo modelo de organización social reemplazará el capitalismo y sus desigualdades. Además, también incorpora un interrogante: ¿puede el desarrollo individual determinar el desarrollo colectivo? Esta pregunta contrasta con los principios del capitalismo, en los que la burguesía cuenta con privilegios a expensas del trabajo de una masa obrera mayoritaria. Según Marx y Engels, la abolición de los modos de producción burgueses eliminará esta jerarquía social, este antagonismo de clases, y reemplazará esta tensión por una sociedad colectiva, en la que los intereses sean afines al conjunto extendido de la población, y no a una minoría.