Los recuerdos del porvenir

Los recuerdos del porvenir Resumen y Análisis Primera parte, Capítulos VI-XIV

Resumen

Primera parte

Capítulo VI

Un día llega en tren un forastero. Se hospeda en el Hotel Jardín, donde fuma y conversa con el dueño, Don Pepe Ocampo. Este le habla de los buenos tiempos de Ixtepec y de su negocio, cuando era muy visitado, y aclara que ahora solo tiene como huéspedes a algunos militares y sus queridas.

Mientras tanto, Julia, descrita por Ixtepec como una mujer hermosa y de peligro, no se sobresalta. El extranjero tampoco se sorprende de su belleza, y conversan largo rato. Esa charla, aunque parece inocente, desata una serie de acontecimientos fatales. El general Rosas es muy celoso y violento; no permite a Julia hablar con nadie. Por las noches la saca a dar una vuelta a la plaza y todos los hombres la miran, pero la tiene vigilada. Sin embargo, Rosas le teme a Julia; teme su indiferencia y su lejanía.

La vida en el hotel es apasionada y secreta entre los militares y sus amantes. Entre ellas están las gemelas Rosa y Rafaela, queridas del teniente coronel Cruz; volubles, de mucho carácter y bien consentidas. Luisa pertenece al capitán Flores y, aunque es pequeña de estatura, tiene muy mal genio y es temida por el resto. Por su parte, Antonia, amante del coronel Corona, es rubia, melancólica y muy joven. Fue secuestrada de su casa por un grupo de militares, entre ellos el capitán Damián Álvarez, que se enamoró de ella pero tuvo que entregarla.

En ausencia de sus hombres, las mujeres se reúnen, discuten, critican a Julia, tratan de marcar diferencias entre sí, pero se reconocen iguales. Se peinan, se mecen en hamacas y pasean a caballo, y los habitantes de Ixtepec se fascinan a su paso.

Un soldado borracho asume que Luisa es prostituta y le pregunta cuánto cobra. Ella les ordena a otros soldados y a don Pepe que lo azoten o pedirá al general que los fusile. Ellos obedecen y luego arrojan a la calle al hombre ensangrentado.

Capítulo VII

El general Rosas llega al hotel y encuentra al forastero hablando con Julia. Lo golpea en el rostro con el rebenque y Julia, por primera vez, se muestra asustada ante los ojos del militar.

El fuereño abandona el hotel y se cruza con Juan Cariño, el loco del pueblo, un personaje atento y bondadoso que se presenta como presidente y lo invita a visitar la casa de las “cuscas” para ayudarlo. Luego, es abordado por don Joaquín, que le ofrece quedarse en su casa. Allí vive con doña Matilde, su mujer y hermana de Martín Moncada. El forastero se presenta como Felipe Hurtado.

Al día siguiente, el general Rosas cuestiona a Pepe Ocampo por haberle permitido la entrada al forastero. Rosas vuelve a preguntarle a Julia por qué tuvo miedo, y luego se va a beber a la cantina. Regresa borracho. Ella se niega a acompañarlo y él reacciona rompiendo un vaso contra un espejo.

Felipe Hurtado va a ver a Juan Cariño al prostíbulo, donde es recibido por la Taconcitos y advertido por la Luchi, la jefa del lugar, sobre su relación con Julia. En su encuentro con Juan Cariño, este dice que el pueblo está invadido y sin protección, e insiste con que evite producir le disgustos a Rosas con Julia. Además, le cuenta de su afición por los diccionarios y las palabras en general.

La noticia de la llegada del extranjero se esparce por el pueblo. Doña Elvira y su hija Conchita van temprano a misa para hablar con Matilde sobre eso, pero antes se cruzan a Lola Goríbar y su hijo Rodolfo, familia acomodada y de carácter soberbio y codicioso. Rodolfo, protegido de su madre, anda con pistoleros, tiene ascendencia en la Comandancia Militar porque aporta dinero y se ha apropiado de tierras con permiso del Gobierno. Un campesino lo amenaza por eso, pero él lo ignora.

Por la noche hay una reunión en la casa de Joaquín, donde se discute de historia y política para explicar el presente de Ixtepec. Algunos culpan a Julia de los males del pueblo. Hurtado les habla del teatro y la ilusión. Tras finalizar el encuentro, los invitados se van y Hurtado los acompaña. Se queda el resto de la noche mirando la ventana del cuarto de Julia.

Capítulo VIII

Se revela que Hurtado está en Ixtepec por Julia. El general Rosas se muestra inquieto y arisco. Los vecinos temen por su reacción.

En la intimidad con Julia, Rosas se siente solo, confundido y triste. Está celoso y desconfiado. Manda a colgar a cinco hombres, entre ellos Ignacio, el campesino que había hablado con Rodolfo Goríbar. En su casa, su madre Lola apaña su actitud, mientras sus criados la reprueban.

Juan Cariño y las prostitutas van a la Comandancia Militar a reclamar los cuerpos, pero los soldados los echan a los empujones. Por su parte, Martín Moncada, angustiado por la noticia, decide ir a gestionarlo por su cuenta y por la noche los recupera. Las familias se reúnen en casa de don Joaquín, evitan hablar de Rodolfo y en cambio critican, envidian y echan culpas a Julia.

Capítulo IX

Regresan los hermanos Moncada y entablan buena relación con Felipe Hurtado. Un domingo de tertulia en casa de doña Matilde vuelve a hablarse de política y de Julia, pero esta vez Nicolás la defiende. Después de la reunión, deciden ir a la serenata que hay en la plaza.

Allí, el general Rosas se muestra inquieto con la aparición de Hurtado. Julia, con su vestido rosa, se lleva toda la atención. Los vecinos comentan sobre el desamor de Rosas e Isabel dice que le gustaría ser Julia. Por su parte, Hurtado destaca su belleza y Nicolás se da cuenta de que su amigo está enamorado. Hay una pena generalizada en el final de la serenata.

Borracho, el general Rosas interroga a Julia. Le declara su amor y le pide que haga lo propio. No sucede. Frustrado, se va a seguir bebiendo y ordena que Julia quede encerrada en su cuarto.

Capítulo X

En el pueblo se comenta que “va a pasar algo”. Aparecen nuevos indios ahorcados. Los vecinos no se animan a discutir el tema a fondo; alegan la juventud del General, el calor, los ánimos exaltados.

El capitán Damián Álvarez, cliente de la Luchi, le confiesa su amor por Antonia, querida del coronel Corona. Ella le advierte que le costará la vida.

Isabel pregunta por Felipe Hurtado. La lluvia interrumpe los malos pensamientos del pueblo y es recibida con alegría por los habitantes de Ixtepec, al igual que la aparición de Hurtado. Los hermanos Moncada tocan música y bailan para celebrar. Luego leen una obra de teatro y comparten la poesía.

En la cantina de Pando, la lluvia no produce alegría, sino que deja varados a los militares, que, mientras tanto, beben y juegan. Rosas y Corona hablan bien del Norte y critican a los sureños. El general se muestra angustiado y enojado. Invita a la mesa al viejo Ramón Martínez y conversa sobre el progreso del pueblo. A pesar de su miedo y condescendencia, Martínez es humillado por Rosas, que lo obliga a barrer la cantina frente al resto de los soldados, que ensucian a propósito.

En tanto, Damián Álvarez se arrebata y amenaza con ir a buscar a Antonia al hotel. El capitán Flores lo saca de la cantina. En el cierre del capítulo, los Moncada y Hurtado se topan con el cadáver de Álvarez tirado en el arroyo.

Capítulo XI

El lunes los militares entierran al capitán Damián Álvarez, que era hijo de un español y fue asesinado por sus superiores, aunque no termina de quedar claro por cual de ellos.

Ixtepec confiesa haber renunciado a la ilusión, empañado por la sombra del general Rosas. Por eso agradece la obra de teatro que Felipe Hurtado monta, ayudado por Isabel, en el pabellón de la casa de don Joaquín. Los hermanos Moncada ayudan con la escenografía y participan de la obra.

Capítulo XII

La obra teatral distrae y alegra a los vecinos de Ixtepec. La muerte del capitán Álvarez apacigua los celos del general Rosas.

Hundida en la tristeza, Julia reaparece en la serenata después de varios domingos de ausencia. Busca a alguien, pero decide irse. Entre risas, entran en la plaza los Moncada, junto a Hurtado y Conchita. Al pasar frente a los militares, Hurtado aminora la marcha y deja de reír. Luisa, una de las “queridas”, dice que Julia lo conoce. El general Rosas, cargado de ira, toma a Julia por el brazo y se la lleva.

En el hotel, Rosas golpea a Julia sin compasión y le ordena a Gregoria, la vieja ayudante de cocina, que la atienda. Esta, supersticiosa y religiosa, prepara remedios naturales con hierbas “mágicas” para curar a Julia y alejar a Rosas de su vida.

Capítulo XIII

Se narra la historia de Marta y Juan Urquizo, quien, tras ser hechizado por una vieja bruja de Ixtepec llamada Nieves, solía pasar por el pueblo dos veces al año en su recorrido a la costa para conmemorar la muerte su amada.

Por otro lado, Ixtepec relata la rutina de sus comerciantes en aquellos días de calor. Una de esas tardes, con el general Rosas en otro lugar, Julia sale del Hotel Jardín pese al intento de Pepe Ocampo por detenerla, y va a la casa de don Joaquín. Allí, pide a doña Matilde que le diga a Felipe Hurtado que se vaya del pueblo porque Rosas lo va a matar. Luego pide verlo.

Con tristeza y miedo, Matilde suspende el teatro y ordena a sus criados que preparen la salida de Hurtado.

Capítulo XIV

En su regreso al hotel, el general Rosas espera a Julia en la puerta. La cuestiona y la zarandea con odio. A la noche, el militar va a beber a la cantina, solo.

En casa de Joaquín y Matilde reina el miedo, porque todo Ixtepec sabe que Julia estuvo ahí. Don Joaquín idea un plan para la huida de Felipe Hurtado, pero él no acepta y decide esperar solo en el cuarto. En la madrugada llega el general Rosas, borracho y con la Banda Militar sonando. Le exige a don Joaquín que entregue a Hurtado, que se vista y lo acompañe para matarlo fuera de su casa.

En el momento en que Hurtado y Joaquín abren el portón, Ixtepec dice que el tiempo se detiene. Luego, un arriero entra en el pueblo y cuenta que, en la oscuridad del campo, vio a un jinete con una mujer vestida de rosa en sus brazos. En el pueblo se convencen de que Felipe y Julia lograron escapar. Nunca más se sabe de ellos.

Análisis

En estos capítulos, la novela pasa de la contemplación y la presentación de los personajes a la acción propiamente dicha. Ocurre un hecho que produce un quiebre: llega el forastero. Su llegada genera revuelo en los habitantes y en el mismo Ixtepec, que incluso anuncia un peligro cuando se da el contacto con Julia. Se hace evidente que el forastero es un personaje importante y abre una instancia de misterio de cara a lo que sucederá.

La narración retorna a lo cotidiano cuando se describe la vida en el hotel de don Pepe, donde se hospedan los militares de mayor rango y sus “queridas”. Se trata, en realidad, de mujeres que, en diversas circunstancias, han sido secuestradas para ser amantes. En estas escenas reaparece nuevamente el tema del rol de la mujer, los estereotipos femeninos y el machismo que caracteriza a la sociedad mexicana de ese momento.

La llegada de Felipe Hurtado propicia una revolución del tiempo estático, donde los días parecen iguales. En primer lugar, genera murmuraciones, comentarios por lo bajo y fascinación (algo similar a lo que provoca Julia, solo que en caso de ella, esto tiene una connotación negativa por su condición de mujer y “amante”). La intriga rompe con el silencio y la quietud angustiante del pueblo y dispara la imaginación de sus habitantes.

Pero el forastero no trae solo misterio, sino que también ideas, a través de la poesía y el teatro. Ante la propuesta de armar un teatro, los habitantes de Ixtepec se dan cuenta de que la falta de ilusión los tiene presos en un estado de inmovilidad, donde solo viven a través de las historias de los otros: de Julia y de Rosas.

Aquí, la autora presenta la otra tesis importante de la novela, que es que el porvenir es también fruto de la imaginación. O, dicho de otra manera, que el futuro es un ejercicio de la imaginación y que, sin ilusión, la humanidad queda atrapada en un presente perpetuo:

—¡La ilusión! —repitió melancólico el dueño de casa. Y la noche oscura y solitaria cayó sobre ellos llenándolos de tristeza. Nostálgicos, buscaron algo impreciso, algo a lo que no lograban darle forma y que necesitaban para cruzar los innumerables días que se extendían ante ellos como un enorme paisaje de periódicos viejos, en cuyas hojas se mezclan con grosería los crímenes, las bodas, los anuncios, todo revuelto, sin relieve, como hechos vaciados de sentido, fuera del tiempo, sin memoria. (Primera parte, Cap. VII).

Junto con Juan Cariño (y por eso se hacen amigos inmediatamente), Felipe Hurtado es el único personaje que, a través de las palabras, construye una alternativa al plano de los hechos de la realidad. La posibilidad de poner en práctica la imaginación a través de las palabras (con la poesía y el teatro uno, con el diccionario el otro) los distingue de los demás y los hace, de alguna manera, libres: ambos tienen consciencia del poder de las palabras. Así, de hecho, son los únicos personajes que escapan al trágico destino y rompen el encantamiento del eterno presente: "El encantamiento se rompió y por primera vez tuvimos algo que hacer, algo en que pensar que no fuera la desdicha" (Primera parte, Cap. XII).

Este es el único momento en que el pueblo parece salir de la aparente condena a la eterna melancolía, y “despierta” con la posibilidad de construir nuevos y mejores mundos. Aunque imaginarios, esos mundos tienen un impacto real en la vida de los personajes: "Era muy dulce saber que podíamos ser algo más que espectadores de la vida violenta de los militares y casi sin darnos cuenta nos alejamos de los balcones del Hotel Jardín para acercarnos a los de doña Matilde" (Primera parte, Cap. XII).

La imaginación no es ajena a la memoria, sino, por el contrario, constitutiva. La memoria personal de cada personaje, con la ayuda de la imaginación, abre la posibilidad de existir a otros tiempos, los tiempos de la ilusión. Por eso el narrador y los propios personajes (sobre todo Isabel) recuperan en múltiples ocasiones recuerdos de la niñez donde todavía era posible imaginar otros mundos. Esa memoria imaginada también propicia una fuga de la realidad, no como evasión, sino como un espacio propio, seguro, al resguardo de la crueldad reinante. Este es el caso de Julia, por ejemplo, que vive imperturbable en una memoria ajena a su presente de sometimiento con el general Rosas, cosa que exaspera al militar. Si bien este ostenta todo el poder y abusa de él con cada persona que se le cruza, hay una cosa que no puede controlar: lo que piensa Julia, es decir, sus memorias y anhelos.

Hasta el final de esta primera parte, Julia y Felipe permanecen bajo el halo misterioso de sus mundos imaginarios. Su desaparición corona esta idea. Tanto los vecinos como el propio Ixtepec eligen la explicación mágica del tiempo detenido y el final feliz de su escape, el triunfo maravilloso del amor.

Es importante recordar que Ixtepec, si bien accede a los pensamientos privados de los personajes (aspecto característico de un narrador omnisciente), no es un narrador objetivo. Porque narra desde su propia memoria, que es una memoria colectiva. Pero las memorias (individuales o colectivas) son también un relato, una construcción, y esto es lo que enfatiza la autora al incluir “lagunas” y escenas distorsionadas:

Solo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga" (Primera Parte, Cap. I).

Así, esa memoria colectiva, esos “muchos ojos”, eligen recordar esa desaparición como una larga noche donde el tiempo se detuvo y donde los amantes escaparon, se fueron de su mundo hacia otro mejor. Los lectores nunca podrán saber qué es lo que pasó, ya que solo tienen acceso a los hechos a través de estas memorias subjetivas. Pero pueden, igualmente, elegir creer en el relato mágico o encontrar una explicación racional implícita (Julia y Felipe fueron asesinados y desaparecidos).

De una manera u otra, el pueblo queda, nuevamente, desolado. La detención del tiempo retoma la idea anterior de la falta de ilusión como condena a un presente eterno. La desaparición (física o mágica) de los jóvenes enamorados, única fuente de ilusión para el pueblo, hace que este quede otra vez "fuera del tiempo”, sumido en ese estado inicial de la novela.