La Odisea

La Odisea Resumen y Análisis de los Cantos IX - XII

Canto IX

Resumen:

Ulises revela su nombre y su tierra natal a Alcínoo, y dice que Calipso lo retuvo contra su voluntad antes de su llegada. Traza su ruta después de Troya. Luego, su tripulación saqueó Ísmaro, una ciudad costera de los Cícones, y lucharon contra su ejército. Perdieron a muchos hombres cuando sus doce barcos zarparon y sufrieron una gran tormenta los días siguientes en el mar. El décimo día llegan a la isla de los Lotófagos, un pueblo pacífico que se alimenta de loto, dulce planta productora de placer. Tres de los hombres de Ulises la comen y desean permanecer allí, pero Ulises los obliga a volver a la nave y vuelven a zarpar.

Luego llegan a la tierra de los cíclopes, una raza de gigantes ermitaños de un solo ojo. Al día siguiente, los hombres de Ulises se deleitan con las abundantes cabras en la desierta y fértil isla frente a la tierra de los cíclopes. Al día siguiente, Ulises y su tripulación cruzan para encontrarse con los cíclopes. Ven a un hombre enorme y salvaje en un campo, y Ulises le lleva una piel de cabra llena de dulce licor a modo de regalo. Llegan a su cueva, y los hombres de Ulises quieren robarle sus quesos y su ganado. Ulises se niega, ya que quiere conocer al dueño. Lo esperan y luego, cuando entra y se pone a hacer sus cosas, se esconden.

El cíclope, llamado Polifemo, los nota y les pregunta quiénes son. Ulises se presenta y le pide cualquier ayuda que pueda proporcionarles, advirtiéndole no ofender a Zeus, el dios de la hospitalidad. Polifemo ridiculiza la idea: no le importan los dioses. En cambio, pregunta dónde está la nave de Ulises. El astuto líder le miente y le dice que fue destruido, y que ellos son los únicos sobrevivientes. Polifemo agarra a dos de sus hombres, los mata y se los come enteros mientras los otros miran, impotentes. Luego se echa a dormir en su puerta, advirtiéndole a Ulises que no lo mate, ya que no serían capaces de apartar su enorme cadáver para atravesar la puerta y escapar.

Por la mañana, Polifemo se come algunos hombres más, luego sale y bloquea la entrada de la cueva con una gran roca. Ulises crea un plan para derrotar a Polifemo. Corta una sección de seis pies de un gran tronco de olivo que Polifemo deja en la cueva, luego le da forma para hacer un extremo puntiagudo y afilado, y finalmente lo pone al fuego para endurecerlo. Por la noche, Polifemo regresa y se come a dos hombres más. Ulises le ofrece un poco de su vino. Polifemo le pide más y le pregunta su nombre, prometiéndole un regalo a cambio. Ulises le dice que su nombre es "Ninguno", y Polifemo le responde que su regalo consiste en que se lo comerá último, tras haber engullido a todos los otros. Pero Polifemo se queda dormido, borracho, y Ulises y cuatro hombres recalientan su arma en el fuego y la embisten contra el único ojo del cíclope. Lo ciegan y él aúlla para llamar a los otros cíclopes, que desde el exterior de su cueva le preguntan si un hombre lo ha engañado. "Nadie", dice Polifemo, lo ha arruinado. Los otros cíclopes entienden que nadie le ha hecho nada, y se van, diciéndole que ore a su padre, Poseidón.

Polifemo abre la puerta de la cueva, esperando atrapar a cualquiera que intente escapar. Ulises tiene otra idea. Une al rebaño en la cueva y crea un cabestrillo debajo de cada animal, que los hombres pueden montar. Permanecen en sus carruajes hasta la mañana, cuando Polifemo deja pasar al rebaño por la entrada. El carnero de Ulises es el último en salir, y Polifemo se pregunta por qué no está liderando el rebaño, como hace habitualmente. Una vez en el claro, los hombres abandonan sus cabestrillos y conducen los carneros a su nave. Ya seguro en el mar, Ulises insulta a Polifemo a los gritos. Polifemo arranca un trozo de la colina y lo arroja cerca de la nave, desequilibrándola con una ola gigante. A pesar de las súplicas de su tripulación, que le piden a Ulises no revelar su posición burlándose de Polifemo, Ulises le da al cíclope el nombre y la patria del hombre que lo cegó. Polifemo dice que una vez le profetizaron que alguien llamado Ulises, probablemente un gigante, lo cegaría. Ahora le pide a Ulises que regrese, que lo tratará bien y orará por él a su padre, Poseidón.

Ulises rechaza su oferta, y Polifemo le ruega a Poseidón que Ulises pierda a sus compañeros y no vuelva nunca a su hogar. Poseidón envía inmediatamente una enorme roca que casi golpea la nave. La tripulación se apresura a encontrarse con el resto de la flota, y sacrifican el rebaño robado como ofrenda a Zeus. Sin embargo, Zeus tiene en mente la destrucción y la muerte de esos hombres inconscientes. Ellos celebran ese día, y a la mañana siguiente continúan su viaje a casa.

Análisis:

Casi a mitad de esta historia nos enteramos del trasfondo que explica por qué Poseidón le tiene rencor a Ulises. Pero el episodio de Polifemo es importante más allá de servir como una instancia de la trama: aquí aprendemos mucho sobre Ulises como líder, tanto sobre sus fortalezas como sobre sus defectos.

Tal como vimos en el Canto VIII, en el que reacciona airadamente ante un desafío atlético, vemos cómo aquí también Ulises se muestra propenso a tomar decisiones precipitadas. Primero, comete el error de querer encontrarse con Polifemo, incluso cuando sus hombres le advierten que puede ser una mala idea. Esta acción se puede atribuir a la fe de Ulises en la buena voluntad de los hombres (e incluso de los cíclopes). Pero comete un error mucho más grave cuando se burla de Polifemo, no una sino dos veces. Este segundo error es el que crea su problema con Poseidón, ya que revela su nombre, atrayendo sobre sí la ira del dios del mar, lo que posteriormente condenará a sus compañeros.

Pero por cada fallo en su juicio, Ulises diseña un plan igualmente ingenioso para escapar de los problemas causados. Antes del episodio de Polifemo, Ulises aleja sabiamente a su tripulación de la tierra de los hedonistas y adictos Lotófagos, sabiendo que sucumbir a la tentación allí evitará los placeres más auténticos del hogar. Con Polifemo se le ocurren tres ideas brillantes: elaborar una estaca para cegar a Polifemo en su único punto vulnerable, llamarse a sí mismo "Ninguno" para que los otros cíclopes no sepan quién lo cegó, y disimular las monturas debajo de los carneros para escapar. En cada caso, un hombre con menos capacidad táctica habría optado por una solución más simple (matar a Polifemo cuando estaba durmiendo junto a la puerta, revelar su nombre de inmediato e intentar pasar corriendo al lado de Polifemo, respectivamente), lo que habría conllevado destructivas consecuencias.

El recuento de Homero del cegamiento de Polifemo es sorprendente en sus poderes descriptivos y poéticos. Las imágenes son vívidas y específicas: "Tal clavando en el ojo la punta encendida, a mi impulso/ daba vueltas en él; barbotaba caliente la sangre / en su torno y el ascua abrasaba, quemada la niña, / ya la ceja y el párpado; el fondo del ojo chirriaba / en el fuego (387-391). Nótese que todo este episodio está narrado con la voz de Ulises, que está relatando su historia a Alcínoo, y es el relato más largo que le hemos escuchado hasta el momento. Ulises (y Homero, por supuesto) usa varios símiles al describir el cegamiento: "Apoyado yo arriba, / la forzaba a girar cual taladro que en manos de un hombre / va horadando una viga de nave; a derecha e izquierda / mueven dos la correa y él gira sin pausa en su sitio" (383-386), y "Cual gime con fuerza en tonel de agua fría / la gran hacha o la azuela que baña el broncista tratando / de dejarlas curadas (que es ésa la fuerza del hierro), / tal silbaba aquel ojo en redor de la estaca de olivo (391-394). Ambos símiles nos recuerdan el trabajo casi mecánico en el que están involucrados los hombres (crear un arma, endurecerla mediante el fuego y cegar a Polifemo) y el esfuerzo de colaboración requerido para realizar tal tarea: solo juntos, como un broncista virtual y sus trabajadores , pueden derrotar a los poderosos cíclopes.

Canto X

Resumen:

Ulises continúa su historia para Alcínoo. Después del encuentro con Polifemo, Ulises y su tripulación llegan a la isla Eolo, dios del viento. Eolo los hospeda durante un mes, y luego le entrega a Ulises el odre de los vientos para ayudarlo a navegar. Él y su tripulación zarpan con el viento del oeste a sus espaldas, y después de diez días llegan a Ítaca. Pero mientras Ulises duerme su tripulación, creyendo erróneamente que el odre de Eolo está lleno de plata y oro, lo abre con avidez. Todos los vientos se precipitan y el barco es despedido en medio de un huracán.

Son enviados de vuelta a la isla de Eolo, y Ulises le explica lo que pasó. Aiolos cree que el viaje de Ulises está maldecido por los dioses y se niega a volver a ayudarlo. Ulises y su tripulación vuelven a zarpar, ya sin viento, y llegan a la tierra de los Lestrígones. El rey, Antífate, y la reina se comen a uno de los enviados de Ulises, y la tripulación logra escapar por poco cuando los otros Lestrígones lanzas piedras hacia la nave en retirada.

Los hombres llegan entonces a la isla de la diosa Circe. Ulises mata un ciervo y aumenta la moral de su tripulación con un gran banquete. Les dice que vio humo saliendo del bosque, pero sus hombres, recordando sus últimos encuentros con extraños, temen nuevos encuentros. Sin embargo, Ulises, después de una selección aleatoria, envía a la mitad de sus hombres a investigar bajo el mando de Euríloco.

En las afueras de la casa de Circe encuentran lobos y leones de montaña sumisos y hechizados. En el interior, Circe canta mientras teje en su telar. Todos los hombres (excepto Euríloco, que sospecha un engaño) se tranquilizan con este comportamiento aparentemente dulce y entran. Circe les prepara un banquete y les pone algo a sus bebidas. Cuando los hombres las beben se convierten en cerdos. Ella los cierra en un chiquero mientras Euríloco sale corriendo para alertar al resto de la tripulación.

Ulises se dirige solo a la casa de Circe, a pesar de las protestas de Euríloco. El dios Hermes lo detiene en el camino y le da una planta que lo protegerá de la poción de Circe. Le explica también que debe amenazar a Circe de muerte, y entonces ella le propondrá que duerman juntos. Ulises debe aceptar para así romper el hechizo sobre su tripulación.

Ulises visita a Circe, y la planta hace su magia contra la poción. Sigue el plan de Hermes, y por su fortaleza ella lo reconoce como el gran Ulises. Siguiendo las predicciones de Hermes, Circe le pide que se acueste con ella, y él primero le hace prometer que no usará más encantamientos. Se retiran a su opulento dormitorio, pero Ulises está preocupado por sus compañeros. Circe los vuelve a convertir en hombres, y se ven mejor que nunca. Ella le dice a Ulises que ordene a sus hombres traer sus barcos a la orilla y volver a su casa. Así lo hace y todos regresan, excepto Euríloco, quien todavía sospecha.

Las siervas de Circe bañan a los hombres y les sirven la cena. Circe invita a Ulises a quedarse con ella en su isla. Los hombres terminan quedándose por un año en este paraíso hasta que finalmente recuerdan a Ulises su misión. Este le pide a Circe que los ayude a navegar a casa, pero ella le dice que debe ir al Hades, la tierra de los muertos, y hablar con el ciego Tiresias. Le da al abatido Ulises detalladas instrucciones para navegar hacia allí y preparar ritos para convocar a Tiresias. Ulises le dice a su tripulación que es hora de irse, pero Elpenor, el más joven, se cae del techo sobre el se había quedado dormido, borracho, y muere.

Análisis:

La tentación hiere a los hombres tres veces en este Canto. Primero, la tripulación abre con avidez el odre de los vientos, sospechando incluso que Ulises estaba escondiendo un tesoro para no compartirlo con ellos. Luego, los hombres aceptan la hospitalidad y las bebidas de Circe. Finalmente, todos, y en particular Ulises, con mucho gusto aceptan pasar un año disfrutando del lujo en compañía de Circe, manteniendo el anhelo de sus hogares lejos de sus mentes. De hecho, a pesar de la usual sensatez que lo caracteriza al tomar decisiones, el gran defecto de Ulises es su ocasional comportamiento impulsivo y emocional, como también lo demuestran su insensata burla de Polifemo en el Canto IX o, como señala Euríloco, su capricho de ir a ver a Polifemo.

Circe, en cierto modo, es un doble de la diosa Calipso. Mientras que Calipso criticaba el doble estándar respecto al género entre los dioses, argumentando en contra de la injusticia de un sistema en el que los dioses pueden tomar amantes mortales como les plazca, mientras que las diosas no (y por extensión, parecía aplicar esta crítica a la sociedad griega), Circe invierte los papeles en lo que respecta a la usual dinámica de poder femenino / masculino. Circe explota la debilidad y la desesperación de los hombres, convirtiéndolos en los cerdos con los que probablemente asocia su comportamiento.

Curiosamente, Circe es primero comparada con otra mujer en el poema: Penélope. A esta se la muestra por primera vez tejiendo en su telar, que es la actividad que usa para alejar a sus pretendientes. Dado que Circe es otro de los ejemplos del poema de una mujer simbólicamente castradora, y como Penélope ha planteado algunas dudas sobre la sinceridad de su fidelidad, se dibujan más paralelos, y Penélope sale perdiendo. Ella, también, recibe a un grupo de hombres que han convertido su lugar en una pocilga, pero no es lo suficientemente fuerte como para alejarlos, como sí puede hacerlo Circe.

Tal vez sea la fuerza de Circe, por no mencionar su belleza divina, la que atrae a Ulises. Al igual que con Calipso, no parece tener ninguna duda al cometer un acto de infidelidad con ella. En lugar de pensar con culpa en su esposa se preocupa por el bienestar de sus compañeros de tripulación.

Canto XI

Resumen:

Ulises y su tripulación navegan a la región de los hombres cimerios y, según las instrucciones de Circe, hacen un sacrificio ritual por Tiresias. Mientras espera a Tiresias, Ulises contiene a los otros fantasmas que emergen, incluido el de Elpenor, muerto al caerse del techo de la casa de Circe. Ulises le promete un entierro propio de un marinero en la isla de Circe. También ve a su madre muerta, Anticlea. Finalmente, aparece Tiresias y le advierte que Poseidón busca venganza por el cegamiento de su hijo Polifemo. Le advierte a Ulises que no toque los rebaños de Sol Hiperión cuando aterrice en Trinacia, prediciendo la perdición de su tripulación en caso de que lo hicieran. También predice que Ulises llegará solo a su casa y matará a los destructivos pretendientes de Penélope. Luego llevará un remo a un lugar donde los hombres desconocen el mar, y cuando alguien le pregunte sobre el bieldo en su hombro, deberá hacer un sacrificio a Poseidón, que le asegurará una vida abundante a partir de entonces.

Tiresias se va, y Ulises le permite a Anticlea beber la sangre que ha preparado y así hablar. Él le cuenta brevemente sobre el propósito de su viaje, luego le pregunta qué la mató, y cómo está el resto de la familia. Ella relata las vidas de Penélope y Telémaco y le dice que su padre está en la casa, esperando el regreso de su hijo. Ella también era así, y la soledad y el anhelo por Ulises, dice, es lo que la mató. Ulises intenta abrazarla, pero sus manos atraviesan el aire. Después de que terminan de hablar, se acercan más muertos y le cuentan a Ulises sus respectivas historias.

Ulises detiene su historia. Alcínoo, rey de los fecios, le pide que pase otro día con ellos para que puedan proporcionarle regalos, y luego le pregunta si se encontró con alguno de los guerreros que lucharon con él entre los muertos. Ulises relata que vio a Agamenón, quien le cuenta cómo Egisto y su esposa, Clitemnestra, lo mataron. Le advierte sobre la maldad de las mujeres y le sugiere regresar a su hogar en secreto, sin avisarle a su esposa. Ulises habla con otras sombras, incluido Aquiles, quien le cuenta acerca de su hijo acerca de cuyo hijo, Neoptólemo. Ve a Tántalo atormentado por no poder comer ni beber, y a Sísifo, empujando perpetuamente una roca en una colina. Los fantasmas se amontonan a miles y asustan a Ulises, que se aleja con su tripulación.

Análisis:

Es apropiado que la causa de la muerte de la madre de Ulises sea la soledad y el anhelo, las emociones centrales en un poema sobre una búsqueda incesante de hogar y el aislamiento que ello conlleva. Este Canto también arroja luz sobre otros cuatro temas que definen el poema: la fidelidad, la reverencia a los dioses, la tentación y la resistencia.

Finalmente, después de escuchar su historia tantas veces a través de otras voces, oímos directamente de Agamenón. El relato de su muerte a manos de su esposa y su amante ha reforzado continuamente la historia paralela de Ulises, y Agamenón hace explícito el mensaje subyacente de la historia: "no es posible de hoy más confiar en mujeres" (456).

A Ulises también se le recuerda que no toque los rebaños de Hiperión, y que haga un sacrificio a Poseidón una vez que esté instalado en Ítaca. En otras palabras, se le advierte que presente sus debidos respetos a los dioses. La tentación de atacar a los rebaños demostrará ser demasiado grande para su tripulación, y la tentación es, de hecho, el punto ciego continuo de Ulises y de sus marineros. El castigo de Tántalo encarna la tentación, que en su caso es aún peor porque nunca puede satisfacerla.

También Sísifo nos recuerda un importante rasgo del carácter de Ulises: la persistencia. Empujando eternamente una pesada roca hacia la cima de una colina, Sísifo avanza como Ulises, en lo que parece un interminable viaje a casa.

Canto XII

Resumen:

Ulises y su tripulación navegan de regreso a la isla de Circe, donde hacen una pira funeraria para Elpenor. Circe les ofrece un festín, y por la noche advierte a Ulises de los peligros que enfrentará su barco al día siguiente. Así, la tripulación sigue luego sus instrucciones, tapándose los oídos para que la canción de las Sirenas no los tiente a salirse de su curso. Ulises las escucha, pero luego de que sus hombres lo aten al mástil del barco. A continuación, deben navegar entre Esquila, un monstruo marino de seis cabezas que devora a los marineros, y los peligrosos remolinos de Caribdis. Ulises no les cuenta sobre la muerte inminente, ya que se asustarían. Pero, de hecho, Escila atrapa y se come a seis hombres.

La tripulación atraviesa los peligros y llega a la isla de Sol Hiperión. Ulises toma el consejo de Tiresias y Circe de no comer los rebaños, y ni siquiera desembarcar en la isla. Cansados ​​y hambrientos, sus hombres quieren dormir en la isla, pero Ulises les hace prometer no tocar los rebaños. Amarran el barco, comen y lloran a sus compañeros muertos.

Los vientos les impiden volver a zarpar durante un mes, y sus alimentos se van acabando. Un día, mientras Ulises ora a los dioses, aislado, Euríloco incita a los demás a sacrificar los bueyes. Ulises regresa y ve lo que ha sucedido. Inmediatamente, Helios le pide a Zeus que los castigue. Después de celebrar durante seis días, zarpan. Zeus levanta una tormenta a modo de castigo y dispara un rayo contra el barco, destruyéndolo. Los hombres caen al agua y Ulises se agarra a unos restos flotantes de la nave. Vuelve a Caribdis, de donde logra escapar por poco. Protegido por los dioses, apenas logra pasar por Escila y se dirige a la isla de Calipso. Ulises le recuerda a su público que ya les contó esto último.

Análisis:

La tentación vuelve a ocupar un lugar central en este Canto. La tripulación de Ulises cae víctima de la tentación, sacrificando los bueyes de Hiperión y celebrando con ellos, ganándose así la ira de los dioses.

La canción de las Sirenas también tienta a Ulises. Sin embargo, ejerce el autocontrol al atarse al mástil, sabiendo que, de otro modo, no podría hacerlo. En este sentido, se entrega a una fantasía de tentación: puede disfrutar de la belleza de la canción de las Sirenas sin ningún tipo de castigo. Este tipo de tentación sin consecuencias es similar a aquella que lo lleva a cometer infidelidades, ya que puede dormir con otras mujeres bajo el disfraz de una necesidad de su misión.

Lo opuesto a la tentación, uno podría argumentar, es el miedo: en lugar de aspirar a fundirse en placeres culpables, a la persona temerosa le generan ansiedad los castigos futuros. Ulises sabiamente le oculta información sobre Escila a su tripulación, que se ha mostrado vulnerable a la tentación y al miedo. Si les hubiera contado acerca de Escila podrían haberse asustado y haber perdido a más de seis hombres.

Sin embargo, Ulises está lejos de ser cruel, y lamenta la muerte de las víctimas junto a al resto de los sobrevivientes. Su tripulación ha ido perdiendo hombres aquí y allá (finalmente, todos excepto Ulises morirán), y parece haberse creado una suerte de indiferencia hacia la muerte, pero cuando Ulises se refiere a la imagen de Escila comiéndose a sus hombres, afirma: "nunca tuve a mis ojos tan triste visión entre todas / cuantas he padecido en el mar descubriendo sus rutas" (258-259).