La Odisea

La Odisea Citas y Análisis

Di, ¿por qué los suspiros y el llanto que hinchaban tu pecho
al oír las desgracias de Ilión y los dánaos argivos?
Voluntad ello fue de los dioses que urdieron a tantos
la ruina por dar que cantar a los hombres futuros.

Alcínoo, Canto VIII, 581-586.

Aquí, el rey Alcínoo pone a prueba al disfrazado Ulises después de que este se lamentara por la canción del trovador sobre la Guerra de Troya. Posteriormente su identidad será revelada. Las palabras de Alcínoo proporcionan una visión de la relación que los griegos de la época tenían con los dioses: incluso las tragedias están predestinadas, por lo que no deberían lamentarse. Mejor dicho, uno está justificado en el duelo solo si perdió a alguien (un miembro de la familia, por ejemplo) en la tragedia. Otro punto interesante aquí es que a los dioses se les asigna el papel de narradores: ordenan los eventos de tal forma que puedan convertirse en historias para generaciones futuras de hombres.

Prez y honor de tus hombres, Alcínoo, señor poderoso,
halagüeño es sin duda escuchar a un cantor como éste
semejante en su voz a los dioses (...)

Ulises, Canto IX, 2-4

Esta es una de las muchas instancias en que la Odisea es autorreferencial: como el poema en sí era originalmente una obra interpretada por vates, dejar testimonio del valor de los vates era una forma de garantizar que tanto el poema como sus oradores fueran perpetuados a través del paso del tiempo.

Pero, ¡ea!, por cada varón añadamos a ello
un gran trípode y una caldera; y del pueblo reunido
nos haremos pagar, que no es don para hacerlo uno solo.

Alcínoo, Canto XIII, 13-15

Este es un momento extraño en la Odisea, en el que se explican las mundanidades del gobierno que sustentan todas las lujosas fiestas y la cultura de ofrecer regalos propia de Grecia. El rey Alcínoo le presta el debido respeto a Ulises dándole regalos, y planea compensar este gasto mediante la imposición de impuestos a sus súbditos.

[La nave] navegaba segura y tenaz; ni el halcón en su giro,
volador entre todas las aves, pudiera escoltarla.
De este modo ligera la nave cortaba las olas;
transportaba a un varón semejante en ingenio a los dioses
que en su alma llevaba las huellas de mil pesadumbres
padecidas en guerras y embates del fiero oleaje,
mas que entonces, de todo olvidado, dormía dulcemente.

Homero, Canto XIII, 98-105

Este pasaje describe la nave en la que Alcínoo envía a Ulises hacia su tierra natal. Más allá de las intensas imágenes, típicas de la Odisea, nótese que Ulises es descrito como "un varón semejante en ingenio a los dioses", un ingenio que, se sugiere, solo vino con la moderación de su espíritu tras veinte años de agonía en el mar.

(...) sufre en silencio tus muchas
desventuras y aguanta a los hombres violencias y ultrajes.

Atenea, Canto XIII, 309-310

Atenea le dice esto a Ulises cuando le explica que debe volver a su casa disfrazado de mendigo y ver a los pretendientes de su esposa arrasar su casa antes de revelarse como el rey de Ítaca. Esto se relaciona con la temática del requisito de que Ulises sufra profundamente antes de ser digno de vindicación.

Respondístele tú, mayoral de los cerdos, Eumeo:

Homero, Canto XIV, 55

No está claro si el uso del "tú" aquí por Homero es un mero dispositivo retórico, o si el poema en cierto sentido está anclando al lector a la historia asignándoles el papel de Eumeo en el texto. Independientemente de la intención, el efecto del lenguaje, particularmente en los tiempos modernos, es notable, en el sentido de que le da al lector una participación y un lugar en un mundo que, de otro modo, podría parecerle demasiado extraño como para sentirse interpelado. En otras palabras, los invita a relacionarse personalmente con el mundo presentado en el poema.

(...) [Penélope] esposa
venga a ser del varón que dé más y señale el destino.

Antínoo, Canto XVI, 392-393

Así es como el pretendiente Antínoo prevé que los eventos evolucionarán tras la consumación de su traicionero plan para matar a Telémaco. Sus palabras reflejan cuán errados están los pretendientes: no solo creen que el destino está de su lado, a pesar de que el destino contempla en verdad que Ulises los asesine a todos y que Telémaco sobreviva, sino que también equiparan la riqueza material de un hombre (es decir, lo que pueden "ofrecerle" a Penélope) a estar "destinado" a estar con Penélope.

Pero a un vientre que grita su hambre no puedes callarlo,
¡el maldito, que trae a los hombres desgracias sin cuento
y aun los mueve a equipar esas naves potentes que llevan
por el mar infecundo ruina a las gentes contrarias!

Ulises, Canto XVII, 286, 289

Más allá del significado literal de hambre, el sabio Ulises parece aludir aquí a los eventos de la Guerra de Troya, lamentando que se hayan perdido tantas vidas en una guerra iniciada a causa de una mujer (Helena de Troya) que, como ícono sexual, representaba un instinto básico, similar al hambre.

(...)

cuantos próceres tienen poder al presente en las islas
de Duliquio, de Sama y de Zante boscosa y aquellos
que residen en Ítaca misma, la insigne en las aguas,
me pretenden forzando mi gusto y devoran mi hacienda
Así, pues, ni a los huéspedes puedo atender ni a los pobres
suplicantes ni a aquellos heraldos que sirven al pueblo;
sólo a Ulises añoro y en ello consumo mi alma

Penélope, Canto XIX, 130-136

Este testimonio de Penélope, que ella relata a un Ulises disfrazado, sugiere una explicación de por qué retrasa constantemente los avances de los pretendientes sin decirles nunca que se vayan: no está en una posición social que le permita rechazarlos directamente y esperar el regreso de Ulises indefinidamente. Por lo tanto, está atrapada en una situación hostil con un único recurso, que consiste en prolongar las ofertas de matrimonio todo el tiempo que pueda.

Así dijo [Atenea], mas no le otorgó todavía la victoria
decisiva y total por probar aun mejor los alientos
y las fuerzas de Ulises y al par los del hijo glorioso.

Homero, Canto XII, 236-238

Este momento, que tiene lugar durante la masacre de los pretendientes, muestra el énfasis de Atenea en obtener pruebas de compromiso de los mortales que defiende (es decir, de Ulises y Telémaco). Ni siquiera en el clímax de la victoria asegurará rotundamente su victoria: aunque sería fácil para ella lograrlo, Atenea exige constantemente a sus protegidos que hagan valer su propio poder y su deseo de victoria.