La casa de Asterión

La casa de Asterión Símbolos, Alegoría y Motivos

El laberinto (Símbolo)

Aquello a lo que Asterión llama ‘casa’ no es más que el famoso laberinto de Creta, construido por Dédalo, según el mito griego, a pedido del rey Minos. Este tipo de construcciones es uno de los elementos más recurrentes en toda la producción borgeana e, incluso cuando no se los nombra explícitamente, como en el caso de “La casa de Asterión”, su presencia puede ser fácilmente identificada.

El hogar de Asterión se expande hacia un infinito que es tan temporal como espacial, ya que el pobre Minotauro no tiene un origen determinado en el tiempo y su casa incesantemente bifurcada parece no tener fin alguno. Como bien menciona Alberto Julián Perez:

“En el laberinto (...) se sintetizan un aspecto temporal y otro espacial; en un sentido espacial, el laberinto es la representación de un camino deformado y monstruoso que extravía en lugar de conducir; las numerosas simetrías y repeticiones del laberinto crean una sensación de irrealidad, en él parece que el tiempo no pasa o que transcurre con la lógica propia de las pesadillas” (1986: 132).

Pero más allá de su doble dimensión, espacial y temporal, el laberinto es el origen de la locura de Asterión, es ese caos interior del cual solo puede salir con la muerte. Siguiendo las palabras de la especialista Ana María Barrenechea, “El laberinto sin salida donde el hombre [aquí: el monstruo] vaga extraviado acaba por convertirse en el doble símbolo del infinito y el del caos” (1984: 47).

La muerte (Símbolo)

Asterión insiste, indignado, con que él es el hijo de una reina y que su casa -el laberinto- no es una prisión: “Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura?” (79-80). Sin embargo, basta una leída al mito original y una lectura más profunda de las implicaciones del cuento para permitirnos dudar de sus palabras. El laberinto en el que Asterión se encuentra extraviado no solo debe interpretarse en términos espaciales: no es, simplemente y como él lo llama, su ‘casa’. Es allí, también, donde Asterión se extravía en una soledad que lo arrastra hacia la locura y en un tiempo ilimitado que desdibuja cada uno de sus orígenes y certezas. Sumido en esta prisión más profunda y angustiante que el laberinto material, la muerte simboliza la única forma de ser libre: “Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo (...). Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas” (82).

Los aljibes y los patios (Motivos)

Para comprender la importancia que tienen los aljibes y los patios que pueblan las polvorientas galerías del hogar de Asterión, debemos remitirnos al total de la producción borgeana. Ya desde el primer libro de Borges, el poemario Fervor de Buenos Aires, estos elementos ocupaban un lugar central en el imaginario del autor. Esto se debe a la presencia que tenían en el paisaje de los arrabales de Buenos Aires; esos barrios situados en los extremos limítrofes de la ciudad y los últimos en verse modificados por las transformaciones que trajo el progreso durante la primera mitad del siglo XX.

Para Borges, ambos elementos estaban cargados con un aura de nostalgia y pérdida, en la medida en que podía verse en ellos la resistencia de un paisaje en vías de extinción. En este sentido, es posible afirmar que tanto el patio como el aljibe funcionan como motivos en la obra borgeana; motivos que se asocian a la nostalgia, un sentimiento predominante en el protagonista de La casa de Asterión.

El sol (Símbolo)

Asterión padece terriblemente la soledad y el abandono, pero, al mismo tiempo, tiene la soberbia de un príncipe, consecuencia de ser hijo de Pasífae, la reina. Él sabe que su casa, el laberinto, se extiende y repite incansablemente hacia el infinito, pero hay dos cosas que están una sola vez: “Arriba, el intrincado Sol; abajo, Asterión” (81 y 82). En su identificación con el Sol, Asterión cobra conciencia de su propia divinidad, transformando al astro en un símbolo de ella. Esto le lleva a preguntar si él mismo no ha “creado el sol, las estrellas y la enorme casa” (82).

Los pesebres y los abrevaderos (Motivos)

Entre los pocos objetos que ocupan las infinitas galerías del laberinto se encuentran los pesebres y los abrevaderos. Estos elementos carecerían de importancia si no fueran puestos en relación con la identidad dual y monstruosa de Asterión, quien es mitad hombre y mitad animal. Sin embargo, una vez que los lectores nos enteramos de que el protagonista es el Minotauro, la asociación de estos motivos con su animalidad se vuelve evidente: tanto los pesebres como los abrevaderos son elementos propios del campo y están destinados a la alimentación y el cobijo del ganado.