La casa de Asterión

La casa de Asterión Citas y Análisis

“Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias”.

Asterión, p. 79.

Con estas palabras se inicia “La casa de Asterión”, un cuento en el que Borges subvierte la idea de que el Minotauro, Asterión, es una otredad monstruosa, irreconciliable con cualquier forma de humanidad. Por el contrario, el pasaje da muestras de una subjetividad provista de razón -“Sé”- que se propone justificarse y expresar su punto de vista. La cita ilustra, además, cierta ingenuidad por parte de Asterión, en la medida en que se defiende de algunos rumores que cree que pesan sobre él, desconociendo el verdadero motivo de su aislamiento: su monstruosidad.

“Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera”.

Asterión, p. 79.

En esta cita, Asterión se niega a declararse un prisionero, mientras aclara que sus puertas están abiertas para todo aquel que desee visitarlo. La relevancia de este pasaje se debe a dos motivos: en un principio, porque ilustra la centralidad de un concepto con el que Borges estaba fascinado, la infinitud, que se vincula en este relato a la idea del tiempo cíclico y de la eternidad. Por otro lado, la invitación “a los hombres y también a los animales" se presenta como una de las primeras pistas que sugieren la existencia dual, animal y humana, de nuestro protagonista.

“Si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas como la mano abierta”.

Asterión, p. 80.

“La casa de Asterión” tiene la virtud de ilustrar cómo, con un simple cambio de perspectivas, la apreciación frente a un mismo acontecimiento puede cambiar radicalmente. El relato constituye una defensa ante los rumores que pesan sobre la figura de Asterión, un monstruo que ignora su propia monstruosidad y que busca defenderse contra las acusaciones en su contra. En este pasaje, el minotauro rememora una visita fuera del laberinto: mientras el pueblo huía horrorizado ante su imagen monstruosa, él hacía lo mismo, espantado por los rostros planos y pálidos de la gente. La monstruosidad, parece querer decir esta historia, no es más que un asunto de perspectiva.

“No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera”.

Asterión, p. 80.

Asterión está convencido de que su soledad es producto del temor y el respeto que infunde en la gente del pueblo debido a que es hijo de la reina Pasífae. El pasaje presenta, en este sentido, una ironía, ya que no solo malinterpreta Asterión los sentimientos del ‘vulgo’, sino que se autoconcibe a sí mismo como individuo modesto, cuando su equivocación tiene origen en la soberbia. Esta falsa modestia se acentúa aún más en el párrafo inmediatamente posterior, cuando afirma: “El hecho es que soy único” (80).

“No me interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura”.

Asterión, p. 80.

Borges estaba particularmente interesado en la filosofía del lenguaje, área de estudio filosófico que hace foco en el lenguaje, su relación con el significado, el pensamiento y el mundo, así como en sus potencias y límites para la comunicación y la transmisión de conocimiento. Es en este tipo de filósofos en los que tenemos que pensar cuando Asterión dice identificarse con aquellos que desconfían de la capacidad de la escritura para la comunicación. Lo cierto es, sin embargo, que Asterión nunca ha aprendido a leer ni a escribir, debido a que “cierta impaciencia generosa” (80) se lo ha impedido.

“Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás como el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos”.

Asterión, p. 81.

Asterión es un ser solitario que pasa la mayor parte del tiempo inventando juegos con los que sortear el tedio. Su juego favorito, como bien transmite el pasaje, es el de ‘otro Asterión’, juego en el que imagina que un doble igual a él -quien no tiene nadie igual en el mundo- lo visita.

Tal como señalamos anteriormente, Asterión es un monstruo que desconoce su propia monstruosidad, y en su defensa da muestras de una humanidad conmovedora en contraste a la imagen que el resto tiene de él. Aquí vemos su humanidad en su más tierno esplendor: Asterión se comporta como un niño que pasa el tiempo con su amigo invisible, que ríe y juega a ser un adulto. Al mismo tiempo, la cita actualiza un tropo literario característico del género fantástico: el doble.

“Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo”.

Asterión, pp. 81-82.

Ya dijo el narrador al comienzo del relato que catorce “en boca de Asterión (...) vale por infinitos” (79). En este pasaje, por lo tanto, el minotauro alude a la infinitud de su casa, el laberinto, un lugar en el que padece la soledad y el abandono. Pero, además, nos presenta a un personaje que sospecha, sin demasiadas certezas, gozar de una existencia eterna, en la que él mismo podría haber sido el creador del sol, el cielo y el laberinto. Como vemos, la infinitud laberíntica de la casa encuentra su correlato en la de su propia mente: Asterión se encuentra, en ambas, extraviado.

“Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de la galería y corro alegremente a buscarlos”.

Asterión, p. 82.

En las últimas líneas de “La casa de Asterión”, la verdadera identidad del monstruo comienza, por fin, a evidenciarse. En este pasaje, Asterión rememora la visita que recibe en su casa cada nueve años. En el mito original, esta ‘visita’ es el tributo que se ve obligado a ofrecer Atenas tras haber perdido la guerra contra el rey Minos, y que no es más que la entrega de miembros de la nobleza para que el minotauro los devore.

La cita contiene una ironía, en la medida en que, para Asterión, los nueve hombres llegan a visitarlo para que él los ‘libere de todo mal’. Pero para nosotros, lectores, es bien evidente que el único mal del que ellos gustarían ser liberados es, de hecho, el propio Asterión.

“Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo (...). Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas”.

Asterión, p. 82.

En “La casa de Asterión”, la muerte es un símbolo de la libertad y redención. Asterión es un doble prisionero: del laberinto material en el que vive y de ese otro laberinto, espiritual y psíquico, al que lo arrastra una eternidad de soledad y abandono. Es por eso que recibe la profecía que anuncia la llegada de Teseo como una noticia feliz. En este punto, la tradicional enemistad que el mito construye entre el héroe y el monstruo se diluye desde la perspectiva de Asterión: para él, Teseo -es decir, la muerte-, no es más que un amigo largamente anhelado.

“—¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo—. El minotauro apenas se defendió”.

Asterión, p. 82.

Tras la defensa de Asterión, el cuento recurre a una elipsis temporal, seguida de un breve fragmento en el que el narrador ha cambiado: ahora se trata de una tercera persona que nos muestra a Teseo limpiando la espada con la que ha asesinado a Asterión. Teseo le comenta con asombro a su amada la poca resistencia que ha ofrecido el monstruo. Del mismo modo en que Borges se ha encargado, a lo largo de esta historia, de invertir la imagen monstruosa que el mito clásico impuso sobre el Minotauro, invierte también la imagen heroica de Teseo, quien tiene como una de sus mayores proezas el haber vencido al terrible monstruo. Ahora que Asterión se nos pinta como un ser conmovedor en su soledad y tristeza, ¿es tan heroico su asesinato?