Grandes esperanzas

Grandes esperanzas Resumen y Análisis Capítulos 30-39

Resumen

Capítulo 30

Pip le menciona a Jaggers que Orlick puede no ser un sirviente confiable para la señorita Havisham, y Jaggers anuncia que lo despedirá.

Pip se mantiene alejado de la casa de Joe y Biddy y de la fragua, pero camina por su pueblo natal, rodeado de miradas de admiración provenientes de sus antiguos vecinos. Este paseo es interrumpido por la aparición de un muchacho, Trabb, quien se burla de Pip, imitando su forma de andar y gritándole que nadie lo conoce.

Pip regresa a Londres y habla con Herbert sobre Estella. El propio Herbert revela que está enamorado de una mujer llamada Clara, aunque debe mantenerlo en secreto porque la familia de ella juzga que se estaría casando con alguien por debajo de su posición.

Capítulo 31

Herbert y Pip van a ver a Wopsle actuar en Hamlet. Resulta ser una representación horrible, pero es una velada muy divertida debido a las bromas del público. Invitan a Wopsle a cenar a su posada y lo escuchan despotricar sobre otros actores.

Capítulo 32

Pip recibe una nota de Estella en la que anuncia que está viajando a Londres y le pide que la vaya a buscar a la estación.

Mientras espera el carruaje, Pip se encuentra con Wemmick, quien se dirige a la prisión de Newgate para realizar algunos negocios. Para calmar su ansiedad, Pip decide acompañar al abogado. En la prisión, los presos tienen un trato amistoso con Wemmick, e incluso se ofrecen a enviarle regalos antes de ser ejecutados.

Cuando Pip regresa para esperar a Estella, reflexiona acerca de la extraña presencia de elementos criminales en su vida, empezando por el encuentro con el convicto en el cementerio años atrás. Siente una mancha de criminalidad sobre él al salir de la prisión de Newgate, que contrasta con la belleza de Estella.

Cuando el carruaje se detiene, Pip vuelve a ver una expresión familiar en el rostro de Estella, que le recuerda a alguien más, pero no logra dilucidar a quién.

Capítulo 33

Estella debe ir a Richmond, donde vivirá con una mujer rica, madre de una niña. Pip la acompaña, y ambos esperan el tren en un café de estación. Estella le dice a Pip que todos los familiares de la señorita Havisham lo odian porque creen que la señorita Havisham es su benefactora. Llega el carruaje y viajan a Richmond hablando de cosas triviales. Pip cree que si él pudiera estar con Estella para siempre sería muy feliz, aunque cada vez que está con ella se siente miserable.

Capítulo 34

Pip se siente culpable por ignorar a Joe y Biddy. También pesa en su conciencia el hecho de estar perjudicando la economía de Herbert, al llevarlo con él a un estilo de vida caro, lleno de cenas, bebidas y espectáculos.

Pip describe su vida en la Posada de Barnard con Herbert. Gastan mucho dinero y no dejan de sentirse miserables, como la mayoría de los caballeros de su condición. De vez en cuando intentan controlar sus gastos, o al menos organizarlos, hasta que concluyen que están endeudados, pero aun así no dejan de gastar.

Un día, llega una carta para Pip que anuncia la muerte de la Sra. Joe Gargery.

Capítulo 35

Pip regresa a su pueblo para asistir al funeral, que resulta organizado por Trabb, el pomposo Pumblechook y el tonto Hubbles. Más tarde, Joe y Pip se sientan cómodamente junto al fuego, como en los viejos tiempos. Pip descubre que, antes de morir, su hermana apoyó la cabeza sobre Joe y dijo: "Joe... perdón... Pip" (p.286).

Más tarde, Biddy y Pip salen a caminar y Pip le pregunta qué hará en adelante, ahora que ya no debe cuidar de la señora Gargery. Ella le dice que va a abrir su propia escuela. Luego, insinúa que Pip no regresará tan pronto como prometió. El joven se va ofendido, aunque sospecha que Biddy está en lo cierto.

Capítulo 36

Pip cumple veintiún años y espera que su benefactor se presente. Sus esperanzas crecen cuando Jaggers lo cita esa tarde. Pero él no revela nada sobre el benefactor. Le anuncia que lo único que ha cambiado es que Pip ahora está a cargo de su propia riqueza, que se fija en quinientas libras al año.

Jaggers luego cena con Herbert y Pip en la Posada de Barnard. Cuando los amigos se quedan solos, coinciden en que estar en presencia de Jagger se siente como haber cometido un crimen terrible del que ni siquiera se es consciente.

Capítulo 37

Pip va al castillo de Wemmick a cenar y le presentan a la señorita Skiffins. Pip le pide consejo a Wemmick sobre cómo darle a Herbert, de forma anónima, parte de su riqueza anual, de modo que su amigo logre avanzar con sus negocios. Elaboran un plan con la ayuda del hermano de la señorita Skiffins, que se dedica a las finanzas.

Capítulo 38

Pip habla sobre su relación con Estella mientras él vive en la ciudad y ella en Hammersmith. "Sufrí toda clase y todo grado de penas y torturas que Estella pudo causarme" (p.304), dice. En varias ocasiones, la acompaña en sus frecuentes visitas a la señorita Havisham. En su presencia, la señorita Havisham exige saber de todos los corazones que Estella ha roto, con nombres y detalles. Pip interpreta ciegamente que esto significa que, después de que Estella se haya vengado apropiadamente del género masculino, la señorita Havisham entregará a la muchacha a Pip como recompensa, permitiendo que los jóvenes se unan finalmente en el amor.

Pip es luego testigo de una fuerte discusión entre las mujeres: el esfuerzo concentrado de la señorita Havisham para criar a una niña incapaz de conmoverse o sentir amor se le vuelve en contra, en tanto Estella tampoco puede sentir piedad por su instructora, y mucho menos amarla. La señorita Havisham, una mujer mayor, tiene momentos en los que necesita ser amada y apreciada. Desafortunadamente, Estella es incapaz de amar y, por lo tanto, no puede dar afecto ni siquiera a su madre adoptiva.

Mientras fraterniza con su club de hombres, "los Pinzones", Pip descubre que Drummle ha comenzado a cortejar a Estella. A pesar de saber cómo ella trata a los hombres, Pip se siente celoso y miserable.

Capítulo 39

Pip cumple veintitrés años y parece estar haciendo muy poco con su vida. El Sr. Pocket ya no lo instruye, aunque siguen en buenos términos. Intenta dedicarse a algunas ocupaciones, pero no se sostiene en ninguna de ellas. En cambio, descubre que pasa mucho tiempo leyendo.

Un hombre de sesenta años, desgastado por el mar, llega a la casa de Pip una noche tormentosa. Pip lo invita a pasar, lo trata con cierta cortesía, intentando disimular su desdén, pero luego comienza a reconocerlo: es el convicto al que ayudó en los pantanos cuando era niño. El temor se apodera de él.

El hombre revela que es el benefactor de Pip. Ha estado viviendo en Australia todos estos años y ganando mucho dinero. Desde el día en que Pip lo ayudó, se juró a sí mismo que cada centavo que ganara sería para Pip, y, así el muchachito se convertiría en un caballero. Pip está horrorizado. Todas sus esperanzas son demolidas. Ha estado viviendo su vida del duro trabajo de un convicto, una personalidad muy poco respetable. Además, ahora es evidente: la señorita Havisham no tiene el plan de convertirlo en el futuro marido de Estella.

El convicto le dice a Pip que ha vuelto a verlo bajo amenaza de muerte, ya que la ley lo ejecutará si lo encuentran en Inglaterra. Pip le ofrece la cama vacía de Herbert. Luego se sienta solo junto al fuego, reflexionando sobre su miserable posición.

Análisis

Pip sigue tomando decisiones en función de cómo cree que la alta sociedad (encarnada mayoritariamente en Estella) espera que actúe. Así, sigue evitando visitar a Joe y a Biddy a pesar de estar en la misma ciudad, aunque se siente culpable y avergonzado por estas mismas decisiones. A diferencia de Estella, Pip parece llevar su culpa sobre las espaldas, lo cual deja en evidencia que el muchacho tiene, al menos, conciencia. El protagonista es, durante gran parte de la novela, el único personaje capaz de sentir culpa y, sin embargo, seguir actuando en una dirección contraria a lo que sus sentimientos le sugieren. En relación a Estella, el narrador admite: “cualquiera que fuese el tono de sus palabras, yo no podía confiar en él ni fundar ninguna esperanza; y sin embargo, continué igualmente, contra toda esperanza y contra toda confianza” (p.270). Y así, mientras Pip siga desoyendo sus intuiciones por querer conquistar a Estella, actuará en contra de su propia naturaleza y no encontrará la paz.

Es también por tener a Estella como centro de referencias de absolutamente todo que Pip se tortura por las manchas de criminalidad que lo persiguen desde su pasado, y que, según él, lo volverían indigno de su amada. Una y otra vez, el protagonista reflexiona sobre la presencia de la delincuencia en su propia vida, empezando por el convicto al que ayudó cuando era un niño y continuando por un presente que lo encuentra en estrecha relación con abogados penalistas. La constante preocupación del narrador en torno a este tema insinúa que su vinculación con lo criminal aún no ha terminado. En efecto, esto aparecerá con un peso en su vida (y en la de Estella) que el protagonista nunca hubiera sospechado.

“Ni usted ni yo podemos hacer más que obedecer las instrucciones recibidas” (p.267), dice Estella, refiriéndose a las claras instrucciones que le asignaron para su estadía en Londres, acompañada por Pip. La declaración, sin embargo, funciona como una proyección del modo en que se controlan las vidas de ambos en general. Estella no puede sino “obedecer las instrucciones recibidas”, no solo porque la señorita Havisham es su madre adoptiva y ella debe hacer lo que dice, sino porque Estella ha sido criada para pensar, sentir y actuar exactamente como desea la señorita Havisham. Al criar a Estella, la señorita Havisham creó una marioneta, un individuo que, de hecho, no puede elegir su propio destino, porque actuará de la forma en que ha sido condicionada a actuar.

Pip, por otro lado, también está atrapado y no puede elegir libremente, pero su falta de independencia es su responsabilidad. No puede sino obedecer instrucciones, pero estas se las ha dado él mismo, y refieren a cómo debe actuar, pensar y sentir en pos de convertirse en un caballero digno del amor de Estella. Estas grandes expectativas autoimpuestas son las que lo obligan a actuar de cierta manera (siendo snob, procurando desligarse de su pasado), a sentir de cierta manera (que es feliz con Estella incluso si no lo es), y pensar de cierta manera (generalmente con orgullo y soberbia, considerando inferiores a personas solo por su rango social).

Tanto Pip como Estella encontrarán sus destinos intrincadamente ligados a su pasado. La ironía es que, aunque se creen atrapados, ambos podrían escapar del estilo de vida que llevan si realmente quisieran, con la misma facilidad con la que podrían ignorar las instrucciones de la señorita Havisham y cambiar los planes del día. Estella puede deshacerse de su educación y tratar de encontrar sus emociones; Pip puede dejar de actuar según imposiciones sociales y llevar una vida que le resulte más natural, inclinada a sus afectos e intuiciones.

Sin embargo, con el avance de los capítulos Pip sigue narrando un estilo de vida que en verdad no le produce ningún bienestar. Lo acecha la culpa por ignorar a Joe y a Biddy, al mismo tiempo que su vida cotidiana como joven caballero londinense no lo satisface. El círculo al cual durante tanto tiempo aspiró pertenecer, como podría serlo los “Pinzones”, solo le trae noches de borrachera, despilfarro y vacío. El único amigo verdadero de Pip en su vida actual es Herbert, y este vínculo también le produce culpa, en tanto el protagonista lleva a su amigo a vivir una gran vida que lo endeuda constantemente. El capítulo 34 refuerza lo que el lector ya sabe sobre Pip: ha elegido un estilo de vida que lo aleja de las personas que ama, e incluso lo separa de su verdadero yo.

El estilo de vida londinense y su intrínseco vacío contrasta con la calidez que Pip siente en su estadía en la fragua junto a Joe, fumando su pipa junto al fuego. Sin embargo, la culpa se interpone también entre el protagonista y los vínculos que mejor le hicieron en el pasado. El diálogo que Pip mantiene con Biddy en su pueblo natal es doloroso, quizás, justamente, porque al hablar con la muchacha el protagonista parece enfrentarse a su propia conciencia. Biddy parece ser capaz de ver a través de Pip, como cuando predice que no volverá con demasiada frecuencia a visitarlos, mientras que, al mismo tiempo, la muchacha intenta empatizar con quien fuera su amigo, tratándolo con paciencia y respeto. De alguna manera, la relación de Biddy con Pip se opone a la relación que el joven mantiene con Estella. Pip es amado por Biddy, una mujer que lo conoce mejor que nadie, y que puede apreciar tanto sus virtudes como perdonarle sus defectos. En el caso de Estella, Pip no es para ella más que un muñeco en cuyos sentimientos no es necesario reparar. El protagonista, obligándose a sí mismo a actuar en contra de su propio bienestar, ignora y destrata a la primera mientras se somete y ama a la segunda.

La separación entre la vida pública y la vida privada queda evidenciada una vez más en Wemmick. Cuando, en el despacho de Jaggers, Pip le solicita ayuda para ceder parte de su riqueza a Herbert, Wemmick responde que dar dinero a un amigo es igual que tirar toda la fortuna al río. Pero cuando Pip se le acerca sobre el mismo tema en su propia casa, Wemmick le dice que el gesto es absolutamente bueno, y lo ayuda a realizarlo. Wemmick demuestra que la sociedad no solo nos obliga a actuar de cierta manera, en gran parte en contra de nuestra naturaleza, sino que también nos obliga a denigrar a nuestros semejantes al nivel de compararlos con inversiones favorables o desfavorables.

Una y otra vez, la ironía del título de la novela se repite en los acontecimientos de la vida de Pip. Las expectativas, grandes o pequeñas, son aplastadas. Esto es lo que sucede cuando se devela la verdadera identidad de quien ha sido hasta el momento el benefactor de Pip. Magwitch dedicó largos años a favorecer a aquel niño que lo ayudó en el pasado, procurando hacer de él un caballero. La ironía de la situación es que Pip pareciera haber actuado con más nobleza cuando niño, en aquellos pantanos, que en su presente, como caballero. Todo el dinero y la instrucción recibidos convirtieron a Pip en un caballero, sí, pero también en un hombre menos propenso a los actos amables, a la compasión, a la piedad.

Así lo evidencia la instantánea reacción del protagonista al enterarse de la identidad de su benefactor. Pip siente más terror y vergüenza que agradecimiento por ese hombre que dio la vida por él. El acceso a esta verdad no produce en él más que emociones negativas, tanto en relación a sí mismo como en relación a los demás: Pip se enfada con la señorita Havisham, por la cual se siente engañado, y también se avergüenza de sí mismo por haber ignorado a Joe y a Biddy. Esto último ahora recobra un nuevo valor: en los últimos años, Pip se dedicó a despreciar a las personas que más lo querían a causa de su posición social, cuando su benefactor siempre fue un convicto, es decir, una persona de un rango mucho más bajo que Joe y Biddy. El modo en que Pip reflexiona sobre esto deja en evidencia, nuevamente, un sistema de valores que divide a las personas entre comunes y nobles, es decir, según su rango en la sociedad.

El protagonista aún no logra aprehender que la jerarquía del sistema de clases no dice nada sobre la nobleza de una persona o sobre cómo llevar una vida feliz. De hecho, piensa que está arruinado porque ahora se asocia con un convicto, a pesar de que este no le ha mostrado más que bondad. No sabe qué delito cometió; solo lo cataloga como inferior por su etiqueta de "convicto". Incluso su culpa por la forma en que trató a Joe se basa en el hecho de que el dinero que le generó grandes expectativas es de alguna manera menos puro que el de la señorita Havisham.

En relación a esto último, evidentemente Pip no puede aún entender que el convicto le ha mostrado más generosidad y cuidado que la señorita Havisham. De algún modo, la relación entre el protagonista y la señorita Havisham se opone a la que Pip mantiene con Magwitch de una forma análoga a lo que sucedía con las relaciones entre Pip y Estella, por un lado, y Pip y Biddy por el otro. El protagonista sigue eligiendo y teniendo en gran estima a las personas de mayor rango social, a pesar de que estas no le ofrezcan más que engaños y disgustos, por encima de aquellas de rango más bajo, que le ofrecen toda su bondad.