Grandes esperanzas

Grandes esperanzas Resumen y Análisis Capítulos 1-10

Resumen

Capítulo 1

El narrador, Pip, se presenta y describe una escena de su infancia, en la que llora solo en un cementerio cerca de los pantanos. El joven Pip contempla las lápidas de sus padres, que murieron poco después de su nacimiento.

En un momento, el chico es sorprendido por un hombre grande y desaliñado que amenaza con cortarle la garganta si no deja de llorar. Este, vestido con un uniforme de prisión, cojea arrastrando un grillete de hierro sujetado a uno de sus tobillos. Agarra al niño y lo sacude boca abajo, vaciándole los bolsillos. El hombre devora un trozo de pan que cae y luego le hace preguntas, sin soltarlo. Pip le dice que es huérfano y que vive con su hermana, la Sra. Joe Gargery, esposa de un herrero, a una milla de la iglesia. El hombre replica que, si quiere vivir, vaya hasta su casa, vuelva y le traiga algo de comida y una lima para cortar su grillete. Pip, aterrorizado, acepta encontrarse con él temprano a la mañana siguiente y el hombre camina de regreso a los pantanos.

Capítulo 2

Pip corre a su casa, que es en realidad la de su hermana, la Sra. Joe Gargery, y su padre adoptivo, Joe Gargery. La Sra. Joe es una mujer irritable, siempre malhumorada y gritona, que constantemente les recuerda a Pip y a su esposo Joe las dificultades por las que ha pasado para criar a Pip y cuidar la casa. Pip suele encontrar consuelo en Joe, que es más su igual que una figura paterna, y a quien lo une una opresión común, puesto que la señora Joe también maltrata a su marido.

Durante la cena, Pip roba nerviosamente un trozo de pan. A la mañana siguiente, se levanta muy temprano y, no sin temor y culpa, roba comida y un pastel de cerdo del estante de la despensa que su hermana cocinó para la Navidad, a celebrarse ese mismo día. También toma una lima de la fragua de Joe y regresa corriendo a los pantanos.

Capítulo 3

En los pantanos, Pip encuentra a un hombre mojado, con frío y vestido como un convicto, pero resulta ser uno diferente del que lo había amenazado la noche anterior. Este hombre tiene la cara muy magullada y usa un sombrero de ala ancha. Huye de Pip sin hablarle. El chico finalmente le da la comida al hombre de la noche anterior, quien devora todo, agradecido. Sin embargo, el hombre reacciona con ira cuando Pip le cuenta sobre la presencia del otro convicto. Finalmente, el muchacho regresa a casa.

Capítulo 4

Pip regresa a casa y encuentra a la Sra. Joe preparando la casa para la comida de Navidad. Ella invitó al Sr. Wopsle, el sacristán de la iglesia, al Sr. Hubble, el carretero, y a la Sra. Hubble y al tío Pumblechook, un rico tratante de granos de un pueblo cercano. La discusión durante la cena gira en torno a lo agradecido y afortunado que debería sentirse Pip por haber sido criado “a mano” por su hermana. La señora Joe lanza un discurso sobre la sacrificada vida que lleva a causa de Pip. Nadie solicita nunca la opinión del niño, que por su parte se siente angustiado, culpable por el robo y temeroso por ser descubierto. En un momento, el Sr. Pumblechook casi se ahoga con un sorbo de aguardiente y Pip recuerda que vertió alquitrán en la botella de aguardiente cuando robó un poco para el convicto. La Sra. Joe está demasiado ocupada en la cocina como para permitirse ahondar en el enigma. Luego, anuncia que va a presentar el pastel de cerdo (que Pip robó antes). Seguro de que lo atraparán, Pip salta de la mesa y corre hacia la puerta, solo para encontrarse cara a cara con un grupo de soldados con esposas en las manos, que parecen estar allí para arrestarlo.

Capítulo 5

Los soldados no vienen a arrestar a Pip, si no en busca de un herrero que arregle unas esposas. Mientras Joe comienza con la tarea, los soldados son atendidos por la señora Joe y por el Sr. Pumblechook, quien les sirve jerez. Los soldados cuentan que están en busca de dos convictos que escaparon de prisión y fueron vistos recientemente en los pantanos, y luego les preguntan a los presentes si quieren acompañarlos en la tarea. Cuando Joe termina de arreglar las esposas, él, Pip y el Sr. Wopsle siguen a los soldados hacia el pantano. Pronto encuentran a los dos convictos luchando entre sí en el barro. El que huyó corriendo de Pip más temprano está acusando al convicto al que Pip alimentó de intentar matarlo. El acusado niega los hechos, pero dice que se sacrificaría con tal de que el otro volviera a prisión.

Los llevan a los dos de regreso a un cobertizo para botes donde el convicto de Pip, frente a los soldados y el resto de los presentes, mirando fijo al chico, admite haber robado el pastel de cerdo de la Sra. Joe por sí mismo, sacando así a Pip del apuro.

Joe y Pip observan cómo los dos convictos son llevados de regreso al pontón, barco donde hay una prisión.

Capítulo 6

Joe, Pip y el Sr. Wopsle caminan de regreso a casa. Pip decide no contarle a Joe la verdad sobre el robo: tiene miedo de perder su estima, su respeto. Cuando regresan a la casa, el tema de discusión gira en torno a cómo el convicto logró ingresar a la casa cerrada. A través de su grandilocuente arrogancia, el Sr. Pumblechook impone su hipótesis: el convicto se arrastró por la chimenea. La Sra. Joe envía a Pip a la cama.

Capítulo 7

Pip describe un poco de su educación con la tía abuela del Sr. Wopsle, quien abrió una pequeña escuela nocturna en su casa de campo. La educación, como la describe Pip, es menos que satisfactoria. Lo poco que Pip aprendió allí fue de la mano de Biddy, una niña huérfana que trabaja para la Sra. Wopsle.

Haciendo su tarea una noche, Pip descubre que Joe es analfabeto. Joe explica que nunca pudo estudiar porque su padre, borracho y físicamente abusivo con él y su madre, se lo impidió, y lo obligó a trabajar de pequeño. Joe también le explica a Pip que su padre, y el modo en que este trataba a su madre, es la razón por la cual él ahora se mantiene sumiso con su esposa: a raíz de eso, dice, “temo mucho desencaminarme y no cumplir con mis deberes respecto a una mujer, lo que tal vez ocurriría si tomara yo el mando de la casa” (p.52). Pip siente respeto por Joe.

La Sra. Joe llega a casa proclamando, entusiasmada, que Pip fue invitado a jugar a la casa de la Srta. Havisham. Pip oyó ya escuchar de esta “mujer de carácter muy triste e inmensamente rica, que vivía en una casa enorme y tétrica” y que “llevaba una vida de encierro absoluto” (p. 54). Cuando la señorita Havisham preguntó si conocía a algún niño pequeño, el tío Pumblechook le habló de Pip. Sin que el niño pueda pronunciar palabra, su hermana lo baña, lo viste y lo envía con Pumblechook a la ciudad. Dormirá en casa del señor y, al día siguiente, irá donde la señorita Havisham.

Capítulo 8

Pip pasa la noche en casa del Sr. Pumblechook. Al día siguiente, lo llevan a casa de la Srta. Havisham después de un escaso desayuno. En la puerta los recibe una joven, Estella, "que era muy linda y parecía muy orgullosa" (p.57). Estella deja entrar a Pip, pero envía al Sr. Pumblechook a seguir su camino. Luego, conduce a Pip a través de pasillos y salas oscuras, a la luz de una vela, hasta dejarlo ante una puerta. Después de un momento, lo dejan ingresar a una habitación particular, donde está sentada la señorita Havisham, una mujer grande, esbelta, vestida con un vestido de novia ya amarillento. La señorita Havisham quiere que Pip juegue, y cuando el niño manifiesta su incomodidad, ella le hace llamar a Estella. Pip así lo hace; la joven aparece, pero se niega a jugar con el niño, objetando que se trata de un “labriego” (p.63). La señorita Havisham le sugiere que, entonces, se divierta en “destrozarle el corazón” (p.63), y Estella accede a jugar a los naipes con Pip, sin dejar de criticar las manos toscas y las ordinarias botas del niño.

Sintiéndose humillado y dolido tras los comentarios de Estella, Pip llora mientras almuerza en el patio de la gran casa. Explora el patio y el jardín, siempre viendo a Estella a lo lejos, caminando delante de él. Finalmente, ella lo deja salir del patio y él camina las cuatro millas hasta su casa, sintiéndose más ordinario e ignorante de lo que creía ser, lo cual le preocupa y lo deprime.

Capítulo 9

Por una invasión de preguntas de su hermana y el Sr. Pumblechook, Pip se ve obligado a hablar sobre su visita a la señorita Havisham. Sospecha que no podrá comunicar esa experiencia, que ninguno entendería lo sucedido. Entonces miente, inventando cuestiones extraordinarias de la casa y la personalidad de Havisham.

Más tarde, Pip le dice a Joe la verdad y también le confiesa que le avergüenza ser tan ordinario y tener tan poca educación. Joe le asegura que no es ordinario, y le aconseja no buscar ser extraordinario por vía de la mentira. “Si por el camino recto no puedes llegar a ser una persona extraordinaria, jamás lo conseguirás yendo por los caminos torcidos” (p.74), le dice.

Capítulo 10

Pip quiere llegar a ser extraordinario, y para eso decide pedirle instrucción a Biddy, quien ayuda a la tía abuela del sr. Wopsle en la escuela nocturna. Ella accede a darle a Pip algunos libros para comenzar.

De camino a casa, Pip entra en una taberna para recoger a Joe y lo encuentra sentado con un desconocido, un hombre con un ojo medio cerrado. El hombre le hace a Joe todo tipo de preguntas personales, algunas sobre la relación de Pip con él, todo el tiempo mirando a Pip. En un momento en que solo Pip puede verlo, el hombre revuelve su trago con una lima. ¡La lima que Pip le robó a Joe para darle al convicto! Cuando Joe y Pip se van, el extraño, evidentemente en contacto con el convicto al que Pip ayudó antes, le entrega al chico una moneda envuelta en papel.

Cuando llegan a casa, Pip debe mostrarle a su hermana el dinero que le dio el hombre. Al abrir su mano, todos se dan cuenta de que el papel es en realidad un billete de dos libras. Joe vuelve corriendo al pub para devolverlo, pero el hombre se ha ido.

Análisis

En el primer capítulo, la novela introduce inmediatamente a Pip, protagonista de la historia que él mismo relata en pasado, desde la adultez. El hecho de que Pip sea narrador y a la vez protagonista permite conducir al lector a través de su vida con la inmediatez y la sorpresa de una narración en primera persona, al mismo tiempo que la voz puede incluir en su relato presagios, indicio de eventos futuros, y también algunas reflexiones, en tanto se lo permite su experimentada y reflexiva mirada desde el futuro. La novela pone en juego esta dualidad desde un inicio: apenas inicia el primer capítulo, Pip se presenta cordialmente: “Como mi apellido es Pirrip y mi nombre de pila Felipe, mi lengua infantil, al querer pronunciar ambos nombres, no fue capaz de decir nada más largo ni más explícito que Pip. Por consiguiente, yo mismo me llamaba Pip, y por Pip fui conocido en adelante” (p.5). Inmediatamente, después de esta introducción del propio personaje, la narración arroja al lector a una escena en un cementerio, desde el punto de vista de un pequeño Pip aterrorizado y amenazado por un convicto que se fugó de su prisión.

El narrador presenta una relación interesante y profética entre el niño y el convicto. Al principio, el vínculo parece estar basado únicamente en el poder y el miedo. El hombre amenaza al niño para conseguir lo que quiere y el chico solo accede a hacerlo porque teme por su vida. Sin embargo, cuando ambos se separan, el joven Pip sigue mirando al hombre mientras este camina solo hacia los pantanos. La imagen del convicto abrazándose por el frío, mirando a un horizonte donde nada hay salvo “una horca, de la que colgaban algunas cadenas que un día tuvieron suspendido el cuerpo de un pirata” (p.9), como se describe desde la perspectiva del niño, es, en su conjunto, bastante similar a la imagen inicial del protagonista intentando protegerse del frío, solo en el cementerio frente a las lápidas de sus padres muertos. El hombre y Pip comparten la soledad y el desamparo. Ambos, el huérfano y el convicto a quien este ayuda, están marginados; representan una molestia para la sociedad.

Pip vuelve a encontrarse con el convicto al que alimentó en los pantanos, pero este segundo encuentro, relatado en el tercer capítulo, es mucho más cortés y simpático que el primero. Desde que robó la comida y la lima, Pip se convierte de algún modo en cómplice del convicto y se siente más cercano al hombre. En última instancia, el encuentro entre el pequeño y el convicto luego devendrá en la trama central del libro: es esta relación, aunque el protagonista lo ignore durante gran parte de la novela, la responsable del cambio más importante en la vida de Pip.

La descripción de la dinámica familiar en que se inserta el niño protagonista apunta a apelar a la compasión del lector. Pip no solo es huérfano, sino que además vive maltratado por una mujer cruel y totalitaria. Así se construye el contexto, el ambiente en que el protagonista creció, al mismo tiempo que se presenta un rasgo común a varias novelas de Dickens: la denuncia del abuso al que se condena a los niños en la sociedad.

Los nombres de los personajes en las obras de Dickens suelen reflejar alguna característica de la persona o de su posición. En el nombre de la Sra. Joe encontramos una ironía, en tanto, aunque la mujer tomó los dos nombres de su esposo (lo cual, en la forma patriarcal clásica de la época, generalmente connota que la mujer es propiedad del hombre), la familia Gragery lejos está de tener al hombre como jefe. Por el contrario, la señora Joe trata a su esposo como a un niño que debe obedecerle y someterse a sus órdenes y voluntades.

El suspenso crece en el cuarto capítulo, en tanto Pip teme y espera que se descubra su robo. Esta escena de celebración navideña cuenta además con otro ingrediente: deja en evidencia los caracteres de varios personajes que volverán a aparecer en la novela. El Sr. Pumblechook se presenta como un hombre pretencioso, soberbio y sobrador, que se siente superior y más sofisticado que los demás. El único personaje simpático y cariñoso con el niño es Joe, el herrero analfabeto y tímido. De algún modo, en este esquema de personajes puede leerse una crítica social en la novela: parecerían ser los pobres y carentes de instrucción aquellos que actúan con mayor bondad y honestidad, mientras que los de clase más acomodada solo resultan irritantes para el resto.

La escena de los convictos en el pantano deja varias incógnitas que solo se resolverán muy avanzada la novela. ¿Por qué los dos convictos están peleando entre sí? El convicto de Pip llega incluso a decir que se hizo atrapar deliberadamente, solo para asegurarse de que el otro hombre vuelva a prisión. ¿Qué razones tan grandes pueden llevar a un hombre a regresar a la prisión con tal de que su enemigo vuelva también?

La relación entre el convicto y Pip, en esta escena, también sigue creciendo. El convicto claramente quiere proteger al niño y, sospechando que Pip pueda ser castigado, asume la culpa por robar la comida en la casa de los Gargery. El hombre y Pip están, una vez más, unidos en secreto. Por otra parte, la relación entre Joe y Pip también crece, en este caso, en términos de amor y respeto. Aunque Joe está en uno de los eslabones más bajos de la jerarquía social -y también de la del hogar-, Pip encuentra un nuevo respeto por su criterio y su pensamiento. Ambos personajes, por otra parte, inauguran una nueva forma de relación, en tanto Joe se propone aprender a leer y escribir de la mano de Pip.

Este escenario de humildad y familiaridad contrasta con la irrupción de la señora Joe y su propuesta de que Pip vaya a jugar con la señorita Havisham. En verdad, no está claro en esta escena cuál es la propuesta ni por qué una señora querría “jugar” con un niño al que no conoce, pero lo único que resuena con claridad es la gran expectativa y el entusiasmo que los demás colocan en torno a eso. Lo que se propone es una gran oportunidad, en tanto Pip, aunque no se sepa por qué ni cómo, estará en compañía de personas de una clase social más alta.

Desde un primer momento, el narrador utiliza fuertes imágenes para describir la casa de la señorita Havisham como un espacio desprovisto de vida. A este primer acercamiento se suma la enigmática presencia de la señorita Havisham, que siempre yace en la oscuridad y viste un vestido de novia, y la no menos enigmática presencia de Estella, una muchacha bella y joven que, no se sabe por qué, pasa su tiempo en un lugar tan tétrico y en compañía de una señora tan extraña.

El primer contacto de Pip con la "alta sociedad" no solo no es muy feliz, sino que además lo deja angustiado y con profundos sentimientos de humillación. El niño se enfrenta por primera vez a una perspectiva desconocida, de una clase superior, y ahora siente vergüenza por cuestiones en las que nunca antes había reparado: “Nunca me habían preocupado, pero ahora sí me molestaban como cosas ordinarias y vulgares” (p.65), dice el narrador. Ahora que conoce lo extraordinario, se ve a sí mismo como ordinario, situación que no encuentra agradable. En esa casa Pip es, de hecho, solo un juguete, tanto para la señorita Havisham, que quiere que "juegue", como para Estella, que lo trata con rudeza y al mismo tiempo coquetea con él. Pip, sintiéndose insultado pero, al mismo tiempo, sin poder evitarlo, atraído por Estella, se siente avergonzado de su educación: “deseé que Joe hubiese recibido mejor educación, porque así habría podido transmitírmela” (p.65). Así, su recién descubierto respeto por Joe se ve casi estropeado por su vergüenza de haber sido criado en una familia de clase baja.

A partir del séptimo y octavo capítulo, entonces, se cifra un punto de inflexión clave en la vida del protagonista. Pip accede a la compañía de la alta sociedad, conoce de cerca sus usos y costumbres, su elegancia y belleza, y esto afecta en gran medida la percepción que el niño tenía sobre sí mismo y su ambiente. Ahora, la cálida compañía de Joe pierde brillo, en tanto el hombre es para el niño un herrero analfabeto, demasiado ordinario al lado de personas como Estella. Efectivamente, la visita a la casa Satis despierta en el protagonista una sed de ascenso social que no logrará calmar ya nunca más.

Así surge entonces uno de los temas principales de la novela, relativo a la diferencia de clases, y es el deseo por elevarse socialmente. Dickens admitió que, al escribir esta obra hacia el final de su vida, buscó ahondar en sus propios deseos juveniles y también en los de su padre. A medida que se desarrolla la historia de Pip, somos testigos de las diferentes formas en que Pip intenta ascender en la escala social (una de estas formas, expuesta en el capítulo, se da por el hecho de que invente historias extraordinarias sobre su experiencia en la casa de la señorita Havisham) y el modo en que estos no logran, sin embargo, repercutir en la felicidad del protagonista, sino más bien lo contrario.

Pip, emocionado al comienzo del décimo capítulo con la idea de acceder a lo extraordinario por medio de la educación, recuerda su experiencia de complicidad con el convicto al que ayudó tiempo antes. Esta relación, desde su nueva perspectiva, le resulta incómoda: no pareciera que la clase alta tenga mucha relación con convictos. En su intento por ascender socialmente, Pip es acechado por el pasado que, de perseguirlo, está seguro, perjudicaría sus planes.