Esperanza Renace

Esperanza Renace Citas y Análisis

“–Aguántate tantito y la fruta caerá en tu mano –respondió–. Debes tener paciencia, Esperanza.”

Papá, p.2

Papá le está enseñando a Esperanza una valiosa lección: con paciencia todo llega eventualmente. A esta altura Esperanza todavía no tiene idea de los terribles sucesos que la esperan: perderá a su padre, su hogar y todo lo que alguna vez amó. El crecimiento de las plantas suele ser usado como metáfora en la novela. Mediante estas palabras Papá comparte con la pequeña Esperanza su profundo amor por la naturaleza, dejándole la lección de que todo lo que sucede responde a ciclos que se completan y vuelven a comenzar. Todo lo que muere volverá a nacer. Más tarde, cuando Mamá y Esperanza se mudan a los Estados Unidos, logran sustentarse gracias a los ciclos de las cosechas.

“–No hay rosa sin espinas.”

Abuelita, p.14

Este es el consejo que Abuelita le da a Esperanza cuando se pincha recogiendo una rosa del jardín. Abuelita aprovecha el pequeño incidente para enseñarle a su nieta sobre la realidad a la que aún no le ha tocado enfrentarse: “no hay vida sin dificultades”. Esperanza todavía no transitó ninguna lucha en su vida, por lo que Abuelita presagia con su lección los incidentes que se desenvuelven a partir de la muerte de Papá.

“Nunca temas empezar de nuevo.”

Abuelita, p.14

Abuelita le dice estas sabias palabras a Esperanza, quien las repite más adelante en el relato. Aunque la frase se refiere al acto de tejer, puede entenderse como metáfora de renacimiento y regeneración. Abuelita le cuenta a su nieta sobre su llegada a México, y cómo esto implicó un nuevo comienzo en su vida, viniendo de España. A su vez, Esperanza y Mamá se ven trágicamente forzadas a dejar México, y deben recomenzar su vida en los Estados Unidos. Luego de pasar un año completo en su nuevo país, Esperanza recuerda las poderosas palabras de su abuela: volver a empezar no es sólo un final, sino la chance de un nuevo comienzo.

“–Tiene ocho hijos y vende huevos. Y sin embargo, aunque apenas se lo puede permitir, le regaló a tu madre dos gallinas y ayudó a una mujer inválida –dijo Miguel–. Los ricos se preocupan de los ricos y los pobres se preocupan de los que tienen menos que ellos mismos.”

Miguel, p.80

En este diálogo Miguel confronta a Esperanza y la desafía a ampliar su mirada sobre el mundo. Esperanza siempre pensó en su padre como un terrateniente adinerado que mantuvo una relación cercana con sus empleados, tratándolos como familia. Pero la declaración de Miguel la hace comprender que ser adinerado y generoso no van siempre de la mano. De todos modos, Esperanza recién puede entender el planteo de Miguel cuando comienza su vida como trabajadora de campo en California. De esta manera, ella descubre que es fundamental dejar de lado su egoísmo y ayudar a mantener a su familia y a la gente de su comunidad.

“Buscó en su corazón un lugar donde su vida estuviera bien anclada, pero no lo encontró y cerró los ojos y apretó las manos contra la tierra, para comprobar si aún seguía ahí.”

Narrador, p.93-94

Todo está cambiando en la vida de Esperanza: su padre murió, su casa no está más y debe separarse de Abuelita. Su familia ya no es rica ni forma parte de una clase social alta, y debe mudarse a un país extranjero que le es totalmente desconocido. Llegado este punto de la historia, Esperanza perdió todo lo que conformaba su identidad. Sin embargo, cuando duda de sí misma sabe que puede confiar en algo infalible: la tierra. Este es también el nexo que mantiene a Esperanza en contacto con la memoria de su padre: él es quien le enseñó a respetar y fluir dentro de los ciclos de la naturaleza.

“Esa noche, mientras hundía las manos en agua caliente, se dio cuenta de que sus manos eran irreconocibles. Estaban llenas de cortes y cicatrices, hinchadas y ásperas. Parecían las manos de un anciano.”

Narrador, p.183

Esperanza realiza un proceso de maduración muy grande durante la novela. El cambio de sus manos es una manifestación de su transición: pasa de ser una niña rica y contenida a una inmigrante trabajadora, y también pasa de ser una niña a una joven mujer. Su manos están curtidas y perdieron su belleza, pero esto no es más que el resultado de una lección de vida que ella aprende a aceptar.

“Repitió la receta de Hortensia, pero al sentarse por segunda vez con las manos bien cubiertas, se dio cuenta de que no importaba cuánto aguacate y glicerina pusiera, sus manos nunca lucirían como las de una mujer adinerada de El Rancho de las Rosas porque eran las manos de una campesina pobre.”

Narrador, p.185

En este preciso momento es que Esperanza comprende que su vida ya nunca será la misma. Debe dejar atrás su vieja identidad, para siempre. Aunque su vida pueda volverse más llevadera, ya nunca volverá a ser esa chica acomodada del principio de la novela. Ha cambiado tanto, y de manera tan intensa, que la idea de volver atrás se vuelve irrealizable.

“–Esperanza, la gente de acá piensa que todos los mexicanos somos iguales. Piensan que no tenemos educación y que somos sucios, pobres y sin oficio. No se les ocurre pensar que muchos vinieron de México con una profesión.”

Miguel, p.190

En este fragmento, Miguel comenta sobre el prejuicio que muchos estadounidenses tienen hacia los inmigrantes mexicanos. Miguel asume que en esta estructura social él es parte de una masa colectiva que provee mano de obra barata sin la posibilidad de obtener muchos beneficios individuales. Esperanza aprenderá la dura lección de que aquí siempre la denigrarán sólo por ser mexicana, aunque su educación sea de mejor nivel que la de muchos estadounidenses.

“Le parecía muy mal que expulsaran a la gente de su propio “país libre” por defender sus opiniones.”

Narrador, p.212

Gran parte de los trabajadores mexicanos son deportados a causa de participar de la huelga. Después de presenciar esta injusticia, Esperanza se da cuenta de que los Estados Unidos no siempre son tan libres, y que el ascenso social con el que Miguel soñaba tampoco es de fácil realización. Esperanza ve de cerca y con sus propios ojos las contradicciones inherentes a las políticas de gobierno estadounidenses. Durante sus años en México, Esperanza ignoró los conflictos relacionados a los trabajadores de su granja, porque estos problemas no tenían un impacto directo sobre ella.

“¡Aquí nada es justo! Isabel nunca va a ser reina, por mucho que lo desee, porque es mexicana. Tú no puedes trabajar con motores porque eres mexicano.”

Esperanza, p.225

Interpelada por estas discriminaciones raciales, Esperanza arremete contra Miguel cuando él se ve forzado a dejar su trabajo de mecánico. Ella ya no cree poder alcanzar alguna vez el Sueño Americano. En lugar de enfrentar a sus opresores, Esperanza descarga su ira sobre Miguel, la persona que pasó todo este tiempo tratando de hacerla caer en la realidad. Él creció aprendiendo a aceptar las injusticias de la vida, mientras que ella recién empieza a aprender estas lecciones en base a sus nuevas experiencias.