El reino de este mundo

El reino de este mundo Resumen y Análisis Parte 2, Capítulos I a IV

Resumen

I. La hija de Minos y Pasifae

20 años han pasado desde la muerte de Mackandal, y la ciudad de Cabo Francés ha progresado considerablemente. La segunda esposa de Monsieur Lenormand de Mezy ha muerto y el francés ha terminado conviviendo con Mademoiselle Floridor, una actriz mediocre llegada de París para actuar en el nuevo teatro abierto en la ciudad. Antes de llevarla a vivir a la hacienda, Monsieur Lenormand la acompañó a París y pensó en instalarse de nuevo en la urbe francesa, pero pronto entendió que la felicidad estaba en la colonia, y volvió a la isla. En esos 20 años, su carácter se fue agriando y se volvió cada vez más propenso a castigar físicamente a sus esclavos por cualquier cosa. Lo mismo sucedió a su amante, quien castigaba a las esclavas que la ayudaban a vestirse y bañarse como una cruel forma de compensar sus frustraciones de actriz rechazada.

Durante esos años, Ti Noel siguió trabajando en la hacienda y tuvo 12 hijos con una cocinera. Junto al resto de los esclavos, siguió reverenciando a Mackandal, y esperando su reaparición en este mundo.

II. El pacto mayor

Ocultos por una feroz tormenta, un grupo de esclavos negros se interna en la espesura del bosque Caimán para encontrarse con Boukman, un jamaiquino revolucionario que quiere organizar a la población negra de la parte francesa de la isla para que se rebelen contra sus amos. En esa reunión se hablan de los últimos acontecimientos de Francia y la declaración de la libertad a los negros, algo que los colonos se niegan a reconocer. Con los ánimos inflamados por estas noticias, los esclavos realizan un ritual en el que cantan, matan a un cerdo y se mojan los labios con su sangre para sellar el pacto de la revolución. Ti Noel, como los demás, jura obedecer siempre a Boukman, tras lo cual regresa a su hacienda henchido de felicidad con la perspectiva de un cambio de fortuna en su vida.

III. La llamada de los caracoles

Monsieur Lenormand visita al gobernador de Cabo, Blanchelande, y hablan de los acontecimientos en Francia. Ambos son monárquicos y repudian las ideas liberales de Voltaire y el grupo de ilustrados que pregonan los derechos humanos y la abolición de la esclavitud. Esa noche, ya de regreso a su hacienda, se dirige a la tabaquería con el objetivo de violar a una joven esclava para olvidarse de sus amarguras, pero el sonido de mucha gente soplando en caracoles lo detiene. Monsieur Lenormand se esconde y escucha por un tiempo aquellas llamadas que se intensifican todo a lo largo de las llanuras y las haciendas. Acto seguido, ve cómo los esclavos derriban las puertas de los barracones y se arman con picos y azadas para atacar las casas de sus amos. El contador de su hacienda cae muerto cuando le cortan la garganta con una cuchara de albañilería.

La horda de esclavos irrumpe en la hacienda, aunque se descontrola rápidamente y muchos se dedican a saquear la bodega y embriagarse con los licores. En el caos reinante, Ti Noel se dirige junto a sus hijos a los pisos superiores de la casa con el objetivo de violar a Mademoiselle Floridor.

IV. Dogón dentro del arca

Dos días pasa Monsieur Lenormand escondido en un pozo, demasiado asustado como para salir, hasta que el hambre lo empuja a abandonar su refugio. Ingresa entonces a su casa destruida y encuentra el cadáver de su mujer con una horquilla clavada en el vientre. Allí se queda por largas horas, llorando y rezando un rosario, hasta que llega un correo y avisa a los gritos que el alzamiento de los esclavos ha sido detenido y que la cabeza de Bouckman se agusana ya, ensartada en una pica en el mismo lugar en el que han quemado el cuerpo de Mackandal. Monsieur Lenormand se sube a la grupa del caballo del correo y lo acompaña a una hacienda vecina, donde están por matar a doce esclavos, entre ellos Ti Noel. Sin embargo, Lenormand consigue que pospongan sus muertes, aunque pide que los torturen brutalmente, ya que preferiría venderlos en el mercado de La Habana.

De allí se dirige a hablar con el Gobernador, quien está a favor del exterminio de todos los negros de la isla, sean esclavos, libertos, mulatos o mulatos libres: es necesario eliminar toda sangre africana de la isla. El gobernador también habla del Vaudoux (o Vudú, como se lo llamará en el presente análisis), la religión que profesan los esclavos y que los ayuda a organizarse y a pensar colectivamente.

Tras aquella reunión, Monsieur Lenormand deambula por Cabo hondamente deprimido, desea tomar una copa en la fonda de Henri Christophe, pero el famoso cocinero ha cerrado su negocio al enrolarse como artillero colonial. Finalmente, se detiene a tomar un vaso de aguardiente en cualquier otro sitio y comienza a hablar con el patrón de un barco carguero que va a partir rumbo a Santiago de Cuba.

Análisis

La segunda parte del libro ha dado un salto a otro momento histórico de La Española y la comunidad francesa que la habita. 20 años han pasado desde la muerte de Mackandal, y los esclavos siguen tolerando el sometimiento de sus amos blancos mientras esperan los signos propicios para volver a intentar una sublevación. El narrador cuenta que, durante ese tiempo, Ti Noel ha tenido 12 hijos con una cocinera, pero nada nos dice de ellos, ni del tipo de relación que sostienen con sus padres, con lo que queda claro al lector que el foco narrativo no estará puesto en un personaje (aunque sea el principal de la novela) sino en los acontecimientos históricos que se narran. En ese sentido, Ti Noel funciona como condición de posibilidad del texto: es un personaje nexo que atraviesa los cuatro momentos de sublevación que conforman las cuatro partes del libro. Su rol protagónico, como el de Monsieur Lenormand, radica en ser testigo de los acontecimientos.

Es importante prestar atención al contrapunto que se establece entre el amo y el esclavo: tanto Ti Noel como Monsieur Lenormand son personajes protagonistas del texto, pero la riqueza textual surge, en verdad, de la relación que se establece entre ellos y los mundos, las cosmovisiones que representan: el amo blanco permite desarrollar la mirada del colono francés en aquellos acontecimientos históricos, mientras que el esclavo negro aporta el sentir y la experiencia de un pueblo sometido que lucha por su libertad. Ambos personajes son necesarios para desarrollar ese contrapunto desde el cual emergen los contextos sociales y culturales de la isla y la dimensión épica de la narración.

Alejo Carpentier manifiesta la necesidad del novelista latinoamericano de entrar de lleno en el agón, es decir, de representar la dimensión épica de sus argumentos, en tanto tensión y pugna de intereses entre diferentes grupos humanos. “Para el novelista hay materia dotada de dimensión épica donde hay estratos humanos, bloques humanos, distintos y caracterizados, que presentan peculiaridades anímicas, psicológicas, de acción colectiva, diferenciadas de otros bloques humanos, coterráneos, dotados de la misma nacionalidad” (Carpentier, 1984, p.28). Ti Noel y Monsieur Lenormand destacan como representantes de dos grupos humanos totalmente diferenciados que coexisten y forman parte –a la fuerza –de la misma nación. Por supuesto que la asimetría en las relaciones de poder queda clara y resulta innecesario explicarse: los esclavos negros están sometidos por los colonos y no tienen otra alternativa más que pertenecer al sistema colonial por imposición y sometimiento.

El primer capítulo de la segunda parte del libro se titula “La hija de Minos y Pasifae”, en un doble juego de referencias que instaura la tensión cultural que se vive en las islas del Caribe en general. En el primer párrafo, se presenta la Ciudad del Cabo y su progreso tras los años. Allí conviven en un sincretismo (es decir, en una fusión compleja) las costumbres del viejo continente con las nuevas formas de vida que corresponden al trópico templado: hay sastres, sombrereros, peluqueros, incluso un teatro para representar los dramas del neoclasicismo francés, al lado de tiendas más regionales que venden los productos de la isla y objetos de manufactura local; también hay tabernas, albergues y fondas donde se consumen los platos más variados y exóticos al lado de las masas finas de factura francesa. Entre estos locales destaca el albergue del cocinero negro Henri Christophe, quien jugará un papel fundamental en la sublevación de los esclavos más adelante: “los guisos del negro eran alabados por el justo punto del aderezo –cuando tenía que vérselas con un cliente venido de París -, o por la abundancia de viandas en olla podrida, cuando quería satisfacer el apetito de un español sentado, de los que llegaban de la otra vertiente de la isla con trajes tan fuera de moda que parecían vestimentas de bucaneros antiguos” (p. 39). Los contextos culinarios tienen importancia, según Carpentier, en cuanto a sus particulares contextos históricos. Y eso es lo que el narrador quiere hacer notar al lector: la fusión de etnias y de culturas atraviesa todas las dimensiones de la vida en la isla, incluso su comida.

Tras la presentación de la ciudad y de sus costumbres, Carpentier introduce a Mademoiselle Floridor, una actriz poco importante de París que llega a Cabo para tratar de hacerse la fama que no ha logrado en las grandes urbes europeas. Monsieur Lenormand, nuevamente viudo, comienza una relación amorosa con ella y la trae a vivir a su casa. El título del capítulo hace referencia a Fedra, un personaje famoso de la mitología griega, hija del Rey Minos de Creta y Pasifae, y mujer de Teseo, el héroe que venció al minotauro en su laberinto. La tragedia de Fedra ha sido contada por muchos dramaturgos, y Carpentier coloca en su novela versos de la versión de Racine, uno de los más grandes dramaturgos franceses del siglo XVII, y figura fundamental del neoclasicismo.

El contraste cultural entre la cultura letrada parisina y la cultura vital, ctónica (como la llama Carpentier en su sentido de folklórica) de los esclavos negros logra su momento de mayor dramatismo cuando Mademoiselle Floridor, desgraciada debido a su falta de talento y ebria de licor, congrega a los esclavos y los transforma en el público de sus representaciones extremadamente patéticas. Ante ellos declama los versos de la Fedra de Racine, que hablan de los crímenes cometidos por esta mujer, el incesto, la impostura y el asesinato de su hijastro Hipólito, que la empujan a cometer el suicidio. En la versión original de El reino de este mundo, los versos están colocados en francés, sin traducción, lo que es una prueba más de la erudición de Carpentier y del lector modelo que construye: alguien capaz de comprender sin explicaciones las referencias que está haciendo a la cultura clásica. Los esclavos negros, que sólo entienden algunas palabras de aquellos versos, y que no saben de representaciones teatrales a la moda europea, quedan estupefactos pensando que aquella mujer ha cometido todos esos crímenes en París y que por eso ha escapado a las colonias. Las palabras crimen e infierno, especialmente, son las que más llaman su atención: saben que los crímenes pueden retribuirse con castigos que van desde los azotes hasta la decapitación, y el infierno lo conocen por las charlas piadosas que la antigua mujer del amo les ha dado sobre la moral cristiana. Frente a todas aquellas inmoralidades que los blancos parecen cometer, los esclavos de la hacienda siguen adorando a Mackandal y los adultos transmiten a sus hijos todas las historias que el mandinga les ha contado sobre los reyes africanos y los Orillas.

La comprensión de determinadas palabras se debe a la proximidad del creole que hablan los esclavos con el francés. Carpentier incluye, como contraste, fragmentos de oraciones de los esclavos negros en su lengua; el creole –o también criollo en español –hace referencia a un conjunto de lenguas que se desarrollaron en el Caribe como producto de la influencia del francés con las lenguas de los esclavos africanos capturados y vendidos en las islas. El Creole de Haití que Carpentier incluye en algunos pasajes de la novela tiene reminiscencias evidentes del francés y es utilizado para marcar la tensión cultural ya mencionada. En el capítulo siguiente, por ejemplo, cuando los esclavos negros participan de los ritos oficiados por Boukman, se incluyen los siguientes cánticos:

Fai Ogún, Fai Ogún, Fai Ogún, oh!
Damballah m'ap tiré canon,
Fai Ogún, Fai Ogún, Fai Ogún, oh!
Damballah m'ap tiré canon!
(p. 45)

Así, Carpentier suele presentar los momentos de íntima religiosidad apelando directamente a la lengua que los esclavos utilizan.

Boukman es un sacerdote negro proveniente de Jamaica que organiza la segunda revolución de los esclavos contra los amos blancos. El capítulo II presenta el pacto que Ti Noel realiza junto a tantos otros de seguirlo en la sublevación. La escena de dicho capítulo destaca por su construcción estética: los negros se internan en las selvas caimán bajo una copiosa lluvia, protegidos por los truenos que la tormenta desata sobre la isla y se encuentran con Boukman, quien oficia un ritual para ordenar la venganza sobre los crímenes de los blancos. Mientras los negros cantan sus loas a los dioses de las orillas, Boukman abre a machetazos el vientre de un cerdo vivo y da a beber su sangre a todos los presentes para cerrar el pacto de obediencia. Allí aparecen por primera vez los rituales propios del vudú, o vaudoux, como lo llama Carpentier en la novela, la religión traída de la Otra Orilla que reclama sacrificios animales como tributos a los dioses de la guerra africanos. Mackandal también era un sacerdote vudú, y de allí la creencia que tenían los esclavos de sus poderes de metamorfosis. Protegidos por los poderes de los Orillas, los esclavos negros regresan a sus haciendas y aguardan la señal para comenzar la sublevación.

Esta ceremonia en la selva Caimán es considerada por el pueblo haitiano como el hito que marca la revolución contra los colonos. Tras la ceremonia, el 22 de agosto que se llamó "noche de fuego", se inició la rebelión de los esclavos, en la que fue quemada gran cantidad de plantaciones y fueron asesinados cientos de blancos. El episodio está representado por Carpentier en el capítulo III, “La llamada de los caracoles”, a través de la visión de Monsieur Lenormand, quien se encuentra de casualidad fuera de su casa (había salido con la intención de violar alguna joven esclava) y se esconde para no ser asesinado junto al resto de la hacienda, entre ellos su mujer, Mademoiselle Floridor.

Carpentier representa con lujo de detalles tanto el accionar de los colonos como el de los esclavos negros, y establece una serie de relaciones entre sus actos violentos, de las cuales el acto de la violación destaca por su violencia y su significado en relación al sometimiento. Si bien las violaciones nunca se narran explícitamente, el narrador las anuncia y luego cambia la orientación de la narración para evitarlas. Así sucede al explicarse el comportamiento de Monsieur Lenormand, quien en su madurez suele forzar sexualmente a las esclavas de su hacienda, en un comportamiento que es el del grupo humano que este personaje representa. Estas relaciones sexuales por fuera del matrimonio, tan comunes en el sistema colonial, están vistas con ojos displicentes por los blancos, quienes ni siquiera consideran la acción como un abuso hacia las negras. En cambio, el mismo comportamiento está totalmente censurado en los esclavos: por las noches, por ejemplo, se los encierra en los barracones para que los hombres no puedan hacer una visita a las sirvientas mujeres. Sí se les permite a los esclavos casarse, lo que demuestra que una doble moral sostenida por el hombre blanco: violar a una esclava negra no es la gran cosa, y Dios lo perdonará fácilmente.

La noche del alzamiento, cuando los esclavos atacan la hacienda, Ti Noel se dirige al piso superior de la casa en busca de Mademoiselle Floridor, la mujer de su amo, con el objetivo de violarla, algo que quería hacer hace tiempo, según indica el narrador. Esto muestra una clara inversión de poderes: los esclavos negros reproducen las conductas abusivas de sus amos a modo de venganza. Cuando A los dos días Lenormand sale de su escondite y se dirige hacia las dependencias superiores de su casa, encuentra que “Mademoiselle Floridor yacía, despatarrada, sobre la alfombra, con una hoz encajada en el vientre” (p. 49) y si bien el narrador no lo dice claramente, la violación se sobreentiende.

La rebelión no prospera: iniciada a fines de agosto, hacia octubre las autoridades coloniales ya tenían montada una cruenta contraofensiva. Boukman es capturado y ejecutado por las tropas francesas. Su cuerpo es quemado y su clavada en una pica, en el mismo lugar en el que fue quemado Mackandal, según Carpentier, para convencer de su muerte a quienes creían en su invulnerabilidad. Frente a la desolación que reina en la colonia, Monsieur Lenormand decide embarcarse rumbo a la vecina Cuba.