"Una rosa para Emily" y otros cuentos

"Una rosa para Emily" y otros cuentos Resumen y Análisis “Hubo una reina”

Resumen

Parte I

El relato comienza con la historia de la familia Sartoris en Mississippi, tras la muerte de todos los hombres. La acción se centra en Elnora, una negra que es la cocinera de la familia, aunque es hija mestiza del coronel Sartoris. Actualmente, la casa de los Sartoris está habitada por Virginia Sartoris -una anciana a la que llaman cariñosamente tía Jenny-, su sobrina nieta, Narcissa, y el hijo de esta última, llamado Benbow. Además, están Elnora y sus hijos, que se dedican al servicio.

Una tarde, Elnora ve pasar a Narcissa con su hijo caminando hacia el arroyo, tras haberse ido a Memphis por dos noches sin dar explicaciones. Elnora manifiesta su desprecio por Narcissa, que dejó solos a Benbow y a Virginia. Luego, va a ver a Virginia (o tía Jenny), que está sentada junto a la ventana. Le cuenta que ha visto regresar a Narcissa y hablan de su misterioso comportamiento. Elnora dice que Narcissa nunca será una mujer Sartoris. Luego, observan por la ventana que Narcissa y Benbow regresan hacia la casa con la ropa mojada.

Parte II

Elnora prepara comida en la cocina y habla con sus hijos, Isom y Saddie. Por sus palabras, se deduce que Elnora siente que ella tiene más derecho que Narcissa a pertenecer a la familia Sartoris. Rememora la historia de cómo Virginia, durante la guerra, atravesó territorio enemigo desde Carolina hasta a la casa donde viven ahora, después de que los yanquis (el ejército del Norte) mataran a su familia e incendiaran su casa. Elnora remarca que Virginia llegó prácticamente sin nada, solo con semillas de flores, un par botellas de vino y unos trozos de vidrio de colores, que luego uno de los Bayard colocó en la ventana junto a la que la tía Jenny siempre está sentada. Isom le corrige algunos detalles de su historia, como la distancia de Carolina a Mississippi. Elnora no le presta atención y termina criticando a Narcissa por haberse ido a Memphis.

Parte III

El narrador entra en la conciencia de Virginia, que rememora cuando conoció a Narcissa, quien solía visitarla para conversar cuando empezó a salir con uno de los Bayard (apellido que forma parte de la familia Sartoris). Virginia recuerda que, en una de esas visitas -y mientras Bayard estaba de viaje-, Narcissa le mostró una carta anónima y obscena que le habían enviado. Virginia sugirió encontrar y castigar al hombre que la había escrito, pero Narcissa respondió que se sentía muy avergonzada y que la quemaría. Posteriormente, Virginia menciona que Narcissa se mudó a la casa con ellos, quedó embarazada de Benbow y, poco después, antes de que naciera el niño, enviudó.

El relato vuelve al presente y Virginia recuerda que, una semana atrás, Narcissa invitó a cenar a un desconocido. Al enterarse de que vendría un hombre a la casa, Virginia asumió que se trataba de un pretendiente, ya que Narcissa nunca había vuelto a casarse. Sin embargo, en la cena, después de hablar con él, se dio cuenta de que era judío y yanqui, por lo que se puso furiosa, se retiró a su dormitorio y permaneció allí hasta que el hombre se marchó. Tres días después de ese episodio, Narcissa hizo su repentino viaje a Memphis.

En ese momento, Benbow entra en la habitación y habla con Virginia. Luego, ella le pide que se vaya y entra Narcissa. Virginia asume que va a anunciar su deseo de casarse y le da permiso. Sin embargo, Narcissa le confiesa que no quemó las cartas que había recibido, sino que las mantuvo ocultas. Luego, cuenta que la mañana posterior a su casamiento con Bayard, alguien entró en su casa y robó las cartas. Dice que ahí descubrió que quien las había escrito era un hombre que también robó el banco aquella noche y se fue del pueblo.

Luego, le explica que el yanqui que visitó la casa hace poco es, en realidad, un agente federal que tiene en su poder las cartas y quiere utilizarlas como prueba en el juicio contra el hombre que robó el banco. Narcissa confiesa que viajó a Memphis por eso y da a entender que se acostó con el agente para poder recuperar las cartas. Virginia no dice demasiado y solo se lamenta por lo tontas que son las mujeres. Luego, llama a Benbow para que le traiga su sombrero, que se pone cuando está disgustada. Finalmente, les dice que la dejen sola y vayan a cenar.

Parte IV

En la mesa, Narcissa le pregunta a Benbow si la extrañó, pero él responde que la pasó muy bien con la tía Jenny, y que no se sintió solo. En la cocina, Elnora le pregunta a su hijo, Isom, si pudo oir algo de lo que hablaron Virginia y Narcissa, y él cuenta que solo escuchó la parte sobre el matrimonio. Elnora se pone nerviosa y hace un esfuerzo por entender la situación. Luego, ella escucha un ruido, sube las escaleras, entra en la biblioteca y encuentra a Virginia muerta en su silla de ruedas. Finalmente, vuelve para contárselo a Narcissa y a Benbow.

Análisis

En este relato, Faulkner retorna al costumbrismo mediante un episodio que ocurre en el marco de un pueblo -probablemente, Jefferson- a una familia en particular: los Sartoris. Estos tienen una larga historia en el lugar -y también en la literatura faulkneriana- y, con Virginia (o tía Jenny) como última exponente, representan un pasado que se ha ido diluyendo. Así, “Hubo una reina” plantea una trama marcada por el costumbrismo y recupera temáticas como la historia, las relaciones familiares, la mixtura racial, el secretismo, la sexualidad y el lugar de la mujer.

En este cuento, Faulkner vuelve a utilizar al narrador de manera dúctil. Se trata de un narrador externo, que habla en tercera persona, pero que lo hace desde la perspectiva de ciertos personajes, lo que claramente influye sobre el modo en que los lectores acceden a la información. Al centrar las dos primeras partes de la historia en torno a Elnora, Faulkner conduce al lector a compartir las opiniones de ese personaje sobre Virginia y Narcissa, transmitiendo simpatía por la primera y desprecio por la segunda. Esto se debe a que, desde el punto de vista de Elnora, Virginia es la representante de una época de grandeza y honor para la familia, mientras que Narcissa significa la deshonra. Ella ha elegido un camino de mayor independencia que, a los ojos de Elnora, ha logrado adulando a Virginia y fingiendo ser como ella, solo para terminar actuando de manera irrespetuosa: guardando cartas inapropiadas y acostándose con un yanqui.

En esta línea, los trozos de vidrio de colores que Virginia llevó de Carolina a Mississippi y que están colocados en el marco de la ventana representan, de alguna forma, el orgullo de los Sartoris que ella encarna. Faulkner deja clara esta conexión personificando el cristal: "Los vidrios de austeros colores que enmarcaban la ventana soñaban solos, voluptuosos, callados" (p. 643). A su vez, el hecho de que Virginia siempre se encuentre sentada junto a esa ventana puede interpretarse como una nostalgia por un pasado que se ha ido desvaneciendo. Después de que Benbow le alcanza el sombrero, cuando está a punto de morir, Virginia está "junto a la ventana enmarcada por el escaso, fúnebre vidrio de Carolina" (p. 646). De hecho, su muerte se indica primero a partir de la descripción de la ventana y el juego entre la luz y la oscuridad: cuando Elnora entra en la biblioteca, ve que “junto a la ventana oscura, permanecía inmóvil la anciana, indicada sólo por el tenue, único relumbre del cabello blanco, como si a lo largo de noventa años la vida hubiese ido abandonando lentamente su sobria figura" (p. 648).

La ventana, donde Virginia rememora el pasado y también ve pasar a las nuevas generaciones de la familia -como cuando observa a Narcissa y Benbow-, representa una especie de vehículo para viajar a través de la historia de la familia Sartoris, cuyo pasado más “glorioso” parece estar desvaneciéndose junto a la vida de Virginia y dando paso a nuevos modos de ser, como el que representa Narcissa.

En su llegada a Mississippi, Virginia también trajo "unos esquejes de flores" (p. 634), por lo que el jardín y sus plantas también se convierten en símbolo de un tiempo pasado glorioso, que perteneció a los honorables hombres Sartoris, con los que ella se identifica. Esta añoranza por un pasado ilustre puede asociarse con el sentimiento generalizado de nostalgia que caracteriza al sur de Estados Unidos tras la guerra civil, un tema que Faulkner repasa en varios de sus escritos y que, en esta selección, se encuentra también muy presente en "Una rosa para Emily".

Otra cuestión a destacar es el tono poético que adopta el relato en varios pasajes. En este sentido, puede señalarse un reiterado juego con la luz y la oscuridad para remitir a la vida y la muerte, pero siempre con ese juego nostálgico con el pasado como telón de fondo. Al momento en que Elnora informa que Narcissa y Benbow fueron al arroyo, se describe una imagen elocuente: "El sol entraba al ras por el jardín, a la misma altura, bajo la ventana, y enseguida el jazmín empezó a desprender su perfume con el atardecer, un aroma que invadió la estancia en oleadas lentas, casi palpables: espesas, dulces, empalagosas" (p. 637). Y luego: "la luz empezaba a tornarse cobriza cuando llegaron la mujer y el niño" (p. 637). En resumen, la presencia de Narcissa y Benbow -portadores de la herencia Sartoris- oscurece y apaga la vida y la vigencia de Virginia y su pasado.

Esto se vuelve todavía más evidente en el momento de la muerte de Virginia, cuando el sol se pone sobre el jardín y oscurece, representando el final de su vida y del añorado pasado de los Sartoris: "(...) junto a la ventana oscura, permanecía inmóvil la anciana, indicada sólo por el tenue, único relumbre del cabello blanco, como si a lo largo de noventa años la vida hubiese ido abandonando lentamente su sobria figura, tan erguida, para quedar suspendida en un instante crepuscular por encima de su cabeza antes de apagarse, aun cuando la vida misma se hubiera extinguido" (p. 648).

Además de la cuestión familiar, hay entre Virginia y Narcissa una distancia generacional que implica verdaderas diferencias y las hace funcionar, de esa forma, como distintas representaciones sociales del mundo femenino. La brecha entre la moral de las dos mujeres queda clara antes de su conversación, cuando Virginia recuerda el primer incidente con las cartas. Para ella, las cartas eran inapropiadas, por lo que aconseja a Narcissa denunciarlas ante las autoridades; para Narcissa, que se niega a entregarlas porque no quiere que nadie sepa de ellas, son “cartas de amor” (p. 644). Sin embargo, para conservar la apariencia de moralidad, primero las oculta y luego, cuando pierde el control de la situación, sacrifica su dignidad y se acuesta con el agente federal.

En lo que refiere al conflicto racial -latente en la mayoría de los relatos de Faulkner-, el tema aparece problematizado a partir de la mixtura que representa la familia Sartoris. Aunque Elnora es hermanastra de uno de los Bayard y es mestiza, se considera totalmente negra. Sin embargo, también se siente más "auténtica" que Narcissa en esa casa. Para explicar su desprecio por Narcissa, manifiesta: "—Yo no tengo nada contra ella —dijo Elnora—. Yo soy negra y ella blanca. Pero mis hijos negros tienen más sangre que ella, eso sí. Se portan mejor" (p. 638). Sin saber cuán cierta es su afirmación, Elnora se basa en que sus hijos "negros" tienen sangre Sartoris; en cambio, Narcissa tuvo que casarse con un Bayard para ser parte de la familia. Así, sentencia: “Ésa no será una Sartoris ni por más años que viva” (p. 637).

Por último, cabe destacar que la familia Sartoris ocupa un lugar central en en el universo faulkneriano, especialmente en las novelas Sartoris (1929) y Los invictos (The Unvanquished, 1938). Se cree que Faulkner escribió “Hubo una reina” poco después de terminar Sartoris, por lo que el cuento proporciona una especie de coda a la novela. En referencia al título, la "reina" de la historia es, por supuesto, Virginia. Ella representa la grandeza del viejo sur de Estados Unidos. Ha sobrevivido a cuatro generaciones de hombres Sartoris, y ha visto cómo su reino, representado por la familia Sartoris, se ha desmoronado ante sus ojos.