"Una rosa para Emily" y otros cuentos

"Una rosa para Emily" y otros cuentos Resumen y Análisis “Hojas rojas”

Resumen

Parte I

La historia comienza con un diálogo entre dos indios -Tres Cesto y Louis Berry- que están buscando al esclavo personal del jefe de su tribu, que acaba de morir. El nombre del jefe es Issetibbeha, pero ellos lo llaman "el Hombre". Mientras caminan, comentan que no les gusta la esclavitud porque les molestan los esclavos negros, aunque reconocen el valor que tienen para comerciar con los blancos. También hablan del sabor de la carne de las personas negras.

Los dos indios entran en una cabaña donde hay esclavos negros amontonados en la oscuridad, y comentan que pueden oler el miedo en la habitación. Los esclavos no hablan. Los indios no encuentran al esclavo que están buscando y concluyen que debe haber huido. Deciden ir a hablar con el nuevo jefe -es decir, el sucesor de "el Hombre"-, Moketubbe. Mientras tanto, conversan acerca de que Moketubbe -hijo de Issetibbeha- solía usar unos zapatos de suela y tacones rojos a espaldas de su padre, pero que, ahora que este murió, puede usarlos todo el tiempo. También expresan sus sospechas sobre la muerte de Issetibbeha, ya que no era tan viejo, pero finalmente consideran que no es prudente pensar en esas cosas.

Parte II

Los indios vuelven a la casa principal del campamento y el narrador la describe, señalando que uno de sus lados está hecho con restos de un barco de vapor. Luego, el narrador cuenta la historia de Doom, un jefe anterior de la tribu. Doom viajó desde el norte del Mississippi hasta Nueva Orleans, donde conoció al Chevalier Soeur Blonde de Vitry, que se convirtió en su mecenas y amigo. Este fue quien empezó a llamarlo "du homme" ("el Hombre"), forma de la que derivó el nombre Doom, y que luego se instaló para los siguientes jefes. Doom conoció a una chica antillana, de familia acaudalada, que se fue a vivir con él al norte de Mississippi. Allí es cuando se convirtió en jefe, tras las repentinas muertes de su tío y su primo. Doom empezó, entonces, a acumular esclavos, incluso aunque no le eran de utilidad porque no había suficiente trabajo para darles.

El narrador continúa contando la historia de la tribu: cuando Doom murió, Issetibbeha pasó a ser "el Hombre". Bajo su liderazgo, se discutió qué hacer con los esclavos. Algunos sugerían comérselos, pero optaron por conservarlos y comerciarlos, por el valor que tenían para los blancos. Sin embargo, tampoco sabían qué hacer con el dinero que obtenían a cambio. Posteriormente, utilizaron a los esclavos para limpiar la tierra y plantar cereal. Luego, los hicieron construir cabañas para que vivan y se reproduzcan en ellas.

El narrador cuenta que, en un momento, Issetibbeha vendió cuarenta esclavos y, con el dinero, viajó a París, donde su anfitrión fue el Chevalier Soeur Blonde de Vitry. Regresó un año después con objetos de lujo, entre ellos, un par de zapatos rojos que solía prestarle a su hijo -Moketubbe- para que jugara con ellos. Tiempo después, su esposa, que era una esclava, le contó que su hijo -ya con 25 años- los había robado y escondido. Issetibbeha decidió regalarle los zapatos, pero Moketubbe no se mostró emocionado, por lo que el jefe interpretó que algún día su hijo lo mataría y se resignó a su destino. El narrador señala que Issetibbeha muere cinco años después, un día antes de que empiece la historia que está contando. La narración vuelve al presente y la gente llega para el funeral.

Parte III

Tres Cesto y Louis Berry entran en la casa y discuten si Moketubbe empezará a usar los zapatos con los tacones rojos y si dirigirá la cacería del esclavo de su padre. Se encuentran con un anciano que se queja de los esclavos y que afirma que, cuando Doom murió, tardaron tres semanas en encontrar a su esclavo para enterrarlo con él. Atraviesan la casa hasta una habitación trasera donde cuelga una cama barnizada en oro que Issetibbeha trajo de París para que usara su esposa, pero esta seguía durmiendo en el suelo.

En esa habitación ahora está Moketubbe, sentado, inmóvil, con los ojos cerrados, con los zapatos rojos puestos y abanicado por un joven. El jefe conversa con Tres Cesto y Louis Berry sobre la huida del esclavo. Los dos indios le cuentan a Moketubbe que Issetibbeha buscó por su cuenta al esclavo personal de su propio padre -Doom- cuando este murió. Moketubbe permanece inmóvil mientras los indios intentan convencerlo de que debe dirigir la búsqueda del esclavo. Cuando el joven le quita los zapatos rojos a Moketubbe, este empieza a jadear. Los indios interpretan que eso significa que él dirigirá la cacería.

Parte IV

La perspectiva del narrador cambia hacia la del esclavo negro que ha escapado, el sirviente personal de Issetibbeha. Ha pasado todo el día escondido en el granero. La noche anterior, los esclavos le habían dicho que Issetibbeha moriría pronto, pero que estaban esperando la confirmación con el toque de los tambores, que están escondidos en el fondo de un arroyo y custodiados por un muchacho mudo de catorce años. Esa noche, el negro escucha el redoble de los tambores a la distancia. Ahora, escondido, reflexiona sobre su propia muerte y recuerda cuando era niño y viajó de África a América en la pequeña bodega de un barco, donde el hambre lo obligó a comer una rata.

Al día siguiente, desde su escondite, el esclavo observa a los indios mientras cavan una zanja para realizar el festín funerario. Luego, ve a Louis Berry atar el caballo y el perro de Issetibbeha a un árbol. Finalmente, se escapa corriendo por la parte trasera del granero, en dirección a la llanura y la oscuridad.

Al atardecer, después de haber corrido unas treinta millas, ve por primera vez a los indios que lo persiguen. Descansa en un matorral de arbustos, pero vuelve a ponerse en marcha cuando oscurece. Se encuentra con otros esclavos, que están tocando el tambor. Le dan comida y le piden que se vaya, porque los muertos no pueden reunirse con los vivos. El negro toma un poco de la carne cocida y camina hasta el amanecer. Luego, se acuclilla en el pantano para dormir. Cuando despierta, ve a los dos indios que lo están buscando, sin que ellos se den cuenta.

A primera hora de la tarde, el negro regresa a la plantación y observa lo que sucede desde un escondite en un árbol. Ve el cuerpo de Issetibbeha y todos los preparativos del funeral. También ve a los indios sacar a Moketubbe en una litera, y piensa en que su imagen hace pensar en que también está muerto. El esclavo vuelve a alejarse del campamento, hacia la ciénaga. Al atardecer, se recuesta sobre un tronco, observa un fila de hormigas y empieza a comerlas. Al caer el sol, una serpiente mocasín de agua lo muerde repetidas veces en el antebrazo, sin que él oponga resistencia.

Parte V

La perspectiva del narrador vuelve a cambiar a la de los indios, mientras llevan adelante la búsqueda del esclavo. Moketubbe, llevado en andas en una litera, lidera la expedición, en la que también están Tres Cesto y Louis Berry. A medida que avanzan, el jefe hace que le coloquen los zapatos de tacones rojos solo de a ratos, porque lo incomodan y no lo dejan respirar bien.

Mientras tanto, en el funeral que se lleva a cabo en la plantación se acaba la comida, así que los invitados se van a sus casas y vuelven al día siguiente con más. El cuerpo de Issetibbeha empieza a oler mal.

Al anochecer del sexto día, unos mensajeros se acercan a la litera de Moketubbe e informan que han encontrado sangre del esclavo. Tres Cesto dice que espera que el negro no esté demasiado malherido, ya que, herido, no le será útil a Issetibbeha en la otra vida. Se entiende que lo buscan para enterrarlo junto al cuerpo de su amo. En el apuro por dirigirse al pantano, los indios olvidan que Moketubbe aún tiene puestos los zapatos rojos, por lo que este se desmaya. Lo descalzan y lo reaniman.

Cuando oscurece, la expedición de Moketubbe se detiene cerca del pantano y reaparecen los mensajeros. Uno de ellos informa que encontró al esclavo negro, y que este le pidió que lo matara allí mismo. Dice que el negro les mostró su brazo, que estaba hinchado y tenía mal olor, y que les pidió un hacha para cortarlo, pero no se la dieron y, entonces, volvió al pantano.

Pasada la medianoche, los indios de la expedición se despiertan con gritos del esclavo. Cuando entran en el pantano, el negro está cantando. Deciden darle tiempo y esperan pacientemente a que termine. Entonces, lo llevan de vuelta a la plantación, tras decirle que lo ha hecho bien, y que no pase vergüenza.

Parte VI

Regresan a la plantación, donde se ha trasladado el cuerpo de Issetibbeha al lugar de la tumba, y los invitados se acercan. El esclavo negro jadea y da señales de estar colapsando. Tres Cesto le pregunta si quiere comer y el negro dice que sí. Se sienta en el borde de la cubierta del barco de vapor, pero cuando le dan comida, no consigue retenerla en la boca. Luego, pide agua y Tres Cesto lo lleva al pozo. Los indios le dan una calabaza llena de agua, pero no puede tragar. La historia termina cuando Tres Cesto vuelve a decirle que lo siga, dejando la calabaza colgada en el pozo.

Análisis

En "Hojas rojas", Faulkner propone un acercamiento a los aborígenes del sur de Estados Unidos. Lo hace sin pretensiones de exactitud etnográfica, sino guiado por algunos de sus tópicos predilectos, como la muerte, fatalidad y, principalmente, la decadencia. En este caso, narra una serie de episodios que representan el declive de una tribu específica, algo que ya puede interpretarse simbólicamente a partir del título “Hojas rojas”: las hojas de color rojo remiten a la idea de que son hojas que, como los indios -a quienes, en Estados Unidos, además, suele denominarse como “los rojos”- se encuentran en estado de putrefacción y están por caer.

En cuanto a su estructura, “Hojas rojas” es otro de los relatos de esta selección que está dividido en partes, nuevamente con la intención de sostener el suspenso, pero, sobre todo, de volver a realizar el juego de perspectivas que aparecía en “Sequía en septiembre”, guiado por un narrador omnisciente que se limita a la observación y permite ver los acontecimientos desde distintos puntos de vista. En esta historia sucede lo mismo: el narrador se ciñe a contar los hechos sin profundizar en explicaciones, sin respetar una cronología lineal y oscilando entre la perspectiva de los indios y la del esclavo negro que ha escapado. Asimismo, se permite realizar digresiones temporales, como cuando recopila la historia de la tribu (Parte II), o cuando se posiciona desde la óptica del esclavo (Parte IV). Esto propicia un rol activo por parte del lector, que debe reconstruir e interpretar por sí mismo algunas cuestiones, como, por ejemplo, la que rige la trama: que los indios están buscando al esclavo para enterrarlo junto a Issetibbeha, su caballo y su perro porque se trata de una costumbre de la tribu.

La situación del esclavo es elocuente en relación con algunos temas que le interesan al autor: la muerte y la fatalidad. Cuando el esclavo es finalmente capturado y llevado a la plantación, pide comida y agua, pero no puede consumirlas. Este intento frustrado indica que, en cierto sentido, el negro ya está muerto; su perdición está sellada y su cuerpo ya no lo acompaña. En este sentido, el hecho de que el negro deje que la serpiente le muerda el brazo varias veces no es comprensible para el lector sino hasta una conversación posterior entre los indios, en la que se revela que enterrarán al esclavo junto a Issetibbeha solo si es útil a su amo en la otra vida. En consecuencia, el lector puede interpretar que, con un brazo infectado o sin brazo (el negro pide un hacha para cortárselo), no será útil. Por lo tanto, se entiende que se ha dejado atacar con la esperanza de parecer inútil a los indios y, así, poder seguir viviendo.

Como se anticipó con el análisis simbólico del título, la decadencia es otro de los temas principales del cuento. Lo interesante es que el declive de esta tribu indígena a la que refiere el relato aparece asociado al contacto que ha tenido con la cultura de los blancos y el modo en que ha adoptado algunas de las costumbres que les eran ajenas. De hecho, Faulkner ridiculiza los intentos de los indios de emular a los blancos y a los europeos.

En este sentido, uno de los ejemplos principales es la acumulación de esclavos negros, que resulta absurda por varios motivos. Primero, los indios no tienen suficiente trabajo y no saben cómo ocupar a los esclavos. Segundo, como consecuencia de esa primera cuestión, consideran a los negros como algo molesto e inútil, y ni siquiera los contemplan como alimento. Por último, algunos indios argumentan que los esclavos tienen valor comercial porque les interesan a los blancos, pero, cuando los venden, tampoco pueden darle utilidad al dinero. Toda esta confusión de los aborígenes en relación con los esclavos negros puede apreciarse en el diálogo que Tres Cesto y Louis Berry tienen al comienzo de la historia, sintetizado en el siguiente pasaje:

—Son como los caballos y los perros.

—No son nada en este mundo si el mundo es sensato, que lo es. No se contentan sino con sudar. Son peores que los blancos (p. 283).

Otro elemento fundamental para interpretar el proceso de decadencia de la tribu son los zapatos de suela y tacones rojos que trae Issetibbeha de Europa. Estos representan, por un lado, el ansia de poder de Moketubbe, ya que se presume que asesinó a su padre para quedárselos. Por el otro, lo vinculan a la raza blanca, ya que, al vestirlos, está imitando a los europeos. Sin embargo, todo esto resulta absurdo, ya que sus pies no caben dentro y tiene dificultades para respirar cada vez que los usa, incluso llegando a desmayarse. Además, su padre los trajo de París y están totalmente fuera de lugar en el norte de Mississippi, tanto que hasta el propio Issetibbeha los consideraba absurdos, como explica el narrador con el siguiente recuerdo: "ni siquiera con tres años [Moketubbe] era capaz de introducir los pies en los zapatos. Viéndole en aquellas tardes de quietud y calor tórrido empeñado en calzarse los zapatos con cierto repudio monstruoso de lo que hacía, Issetibbeha se reía en secreto" (p. 289).

Por otra parte, en este cuento adquiere particular relevancia uno de los motivos presentes en muchas de las historias de Faulkner: los ojos. Los ojos, su estado y sus movimientos, son indicadores de vida y de la circunstancia de una persona. Y eso es lo que sucede con los ojos del esclavo negro en “Hojas rojas”, donde se describen una y otra vez: “el brillo apagado e incesante de las esferas de los ojos en medio de la cara enfangada, como si las movieran los pulmones” (p. 299); “sus ojos se movían con los bordes enrojecidos” (p. 301); “Tenía los ojos inyectados en sangre” (p. 304); “los miraba a la cara con los ojos desorbitados, refrenados, impávidos” (p. 305); “Las esferas de los ojos despedían un relumbre asilvestrado, refrenado, como las de un caballo” (p. 306).

De esta forma, los ojos del negro representan la situación que está viviendo y la voluntad de vivir que hay en él. De hecho, sus ojos tienen mayor vitalidad en su agonía, cuando sabe que su vida -y su condena- está llegando a su fin. Por el contrario, Moketubbe, a quien se describe como alguien que parece estar muerto en vida debido a su pereza y su pasividad, mantiene los ojos cerrados. En esta actitud del jefe también se aprecia la sensación decadente que busca transmitir Faulkner.

Para finalizar, la decadencia y la fatalidad que pretende mostrar el autor en este relato está vehiculizada en el componente grotesco que tienen algunos personajes, principalmente los jefes indios. La degradación histórica de la tribu se representa, sobre todo, en Issetibbeha y Moketubbe, pero encuentra su origen en su antecesor: Doom. Este, que es apodado por el hombre blanco como “Doom” -que en inglés significa ruina, destrucción, fatalidad- es el primero en corromperse con la adquisición de esclavos para trabajar su tierra, dando pie al aburguesamiento de la tribu y a su posterior perdición.