Cuentos de Horacio Quiroga

Cuentos de Horacio Quiroga Resumen y Análisis "La gallina degollada"

Resumen

El cuento comienza con los cuatro hijos “idiotas” (11) del matrimonio Mazzini-Ferraz sentados en el patio de su casa contemplando una pared de ladrillos. Se describen sus ojos estúpidos, el modo de apoyar la lengua entre sus labios y la manera de girar la cabeza con la boca abierta. El mayor de los cuatro hermanos tiene 12 y el menor, 8 años. Muestran, según el narrador, “la falta absoluta de un poco de cuidado maternal” (11).

Luego se cuenta la historia de la familia. Catorce meses después de su casamiento, el matrimonio Mazzini-Ferraz tiene a su primer hijo. El niño crece radiante hasta el año y medio, cuando sufre convulsiones terribles y despierta, a la mañana siguiente, sin reconocer a sus padres. Los médicos revisan al niño, no pueden explicar por qué pierde de este modo “la inteligencia, el alma, aun el instinto” (12) y les dicen al matrimonio que es un “caso perdido” (12). La pareja comienza a preguntarse por el factor hereditario de la enfermedad de su hijo. El médico dice que la madre tiene un pulmón defectuoso.

Al poco tiempo la pareja tiene otro hijo sano que a los 18 meses convulsiona y queda “idiota” (11) como su hermano. Los padres se desesperan y piensan que su sangre está maldita. Sin embargo, vuelven a buscar un hijo sano y tienen, como resultado, mellizos que repiten la enfermedad de los hermanos mayores.

Mazzini y Berta sienten una gran amargura, pero, a la vez, una fuerte compasión por sus cuatro hijos. Son niños que no saben comer solos, que caminan chocando con varios obstáculos, que mugen, que se ríen “echando afuera lengua y ríos de baba” (15). El narrador aclara que solamente tienen “cierta facultad imitativa” (16).

Tres años más tarde, la pareja tiene una niña a la que llaman Bertita. El matrimonio vive con angustia y preocupación los primeros dos años, pero la niña no sufre ninguna convulsión. Es una chica sana y divertida que recibe mucha atención de sus padres. Simultáneamente, se acrecienta el abandono de los cuatro hijos por parte de los padres y también las discusiones en las que se culpan mutuamente por la enfermedad de los cuatro hijos. Según el narrador, no hay “para los cuatro hijos mayores afecto posible” (17). La sirvienta se encarga de vestirlos, darles de comer y acostarlos con bastante brutalidad. Pasan la mayor parte del día sentados en el banco del patio mirando la pared.

Una tarde en la que Bertita, con cuatro años ya, tiene fiebre, la pelea no resuelta de los padres se reaviva. La tensión aumenta y Berta dice: “¡Estos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!” (17). Mazzini responde culpandola por la enfermedad de los hijos.

Al día siguiente, Berta escupe sangre. Mazzini la consuela, pero nadie dice una palabra sobre el síntoma. Deciden salir del hogar y le piden a la sirvienta María que mate a una gallina. Los cuatro hijos se levantan del banco, van a la cocina y contemplan a la sirvienta degollando al animal.

A la noche, el matrimonio sale de la casa para saludar a los vecinos y Bertita queda dentro del hogar. Los cuatro hermanos están sentados inmóviles en el banco de afuera, mirando inertes la pared de ladrillos. En ese momento, Bertita entra al patio y, como quiere trepar la pared, lleva una silla y se sube. Los cuatro hermanos fijan sus miradas en Bertita. El narrador describe “una creciente sensación de gula bestial” (19). Lentamente, los cuatro niños avanzan hacia el cerco y agarran a su hermana de la pierna. Bertita grita para que la suelten y llama a su madre. Uno de los niños le aprieta el cuello como si fuera el cogote de una gallina. Los demás la arrastran hasta la cocina, la sostienen en la pileta y la desangran al igual que María lo hizo con la gallina de esa mañana.

Mazzini, desde la casa de enfrente escucha el grito de su hija. El matrimonio vuelve a la casa. Mazzini entra a la cocina, ve en el piso un mar de sangre y lanza “un grito de horror” (20). Le dice a su mujer que no entre. Berta mira solo un poco de sangre en el piso y abraza a su esposo.


Análisis

La gallina degollada” es un cuento publicado en 1909 en la revista porteña Caras y Caretas y luego incluido en el libro Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917). En 1985, el cuento es adaptado por el escritor Carlos Trillo e ilustrado por el artista Alberto Breccia para la revista Fierro.

El cuento puede ubicarse dentro del género de terror, tal como anticipa el nombre del libro al cual pertenece. Los cuentos de terror presentan atmósferas de misterio capaces de producir efectos de horror en el lector. En “La gallina degollada”, esta atmósfera se construye por la falta de diagnóstico de los cuatro hijos, la relación violenta entre la pareja, los silencios siniestros que recorren la historia, la condena trágica de la herencia en la sangre y el asesinato cruento de Bertita.

En primer lugar, analizaremos los límites de la autoridad médica para realizar un diagnóstico que explique los males de los hijos de Mazzini y Berta, y su relación con lo terrorífico. La tragedia de la sucesión de hijos discapacitados no recibe una explicación lógica. El médico dice, sobre el primer hijo, que es un “caso perdido” (12) pero no realiza un diagnóstico claro. Luego Mazzini menciona en una conversación con su mujer la posibilidad de que sus hijos sufran de meningitis, pero el cuento no brinda explicaciones concluyentes sobre el origen de la enfermedad. En este sentido, la falta de claridad respecto del diagnóstico contribuye a crear la atmósfera de misterio mencionada anteriormente.

Así como no se explica el porqué de las convulsiones de los primeros cuatro hijos, tampoco se presentan razones lógicas por las que Bertita -la quinta hija del matrimonio- goza de buena salud, incluso con los antecedentes familiares de enfermedad. La ausencia de una explicación certera de parte de los médicos genera un clima de misterio y extrañamiento en el cuento.

En segundo lugar, la falta de una definición lógica sobre el malestar de los cuatro hijos mayores genera disputas entre el matrimonio Mazzini-Ferraz. Las peleas por la herencia de la enfermedad y la culpa que eso genera son importantes en el relato. Mazzini y Berta discuten sobre quién es responsable de transmitir a sus hijos la enfermedad. Ante las convulsiones del primero, el médico busca “la causa del mal en las enfermedades de los padres” (13) y encuentra en Berta “un pulmón que no sopla bien” (13). De todos modos, Berta acusa a su marido: “¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!” (17) y Mazzini acusa, simultáneamente, a su mujer. El matrimonio se enfrenta en varias peleas que acrecientan la tensión de la historia.

De todos modos, además de los momentos de disputas, la tensión por la responsabilidad de la enfermedad se mantiene en silencio. El narrador utiliza una metáfora que da cuenta de la acumulación de tensión y culpas silenciadas: “Habían acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedara distendido, y al menor contacto el veneno se vertía afuera” (16). Con esta metáfora compara la acumulación de amargura entre la pareja con el almacenamiento de veneno en un vaso. Con unas gotas más de veneno, el vaso se rebalsa. De un modo similar, con la menor sumatoria de tensión, la pareja estalla en una pelea violenta. Es decir que del silencio total pasan a acusaciones vehementes. Por ejemplo, Mazzini dice: “¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!” (18).

La alternancia entre el silencio y los estallidos de violencia continúan durante todo el cuento. En la parte final del relato, se confirma que la responsabilidad es de la madre. Una mañana Berta amanece escupiendo sangre y su marido la contiene “sin que ninguno se atreviera a decir una palabra” (18). La disputa por el factor hereditario del mal de los hijos se resuelve sin ser explicitada.

La duda sobre la herencia y su resolución silenciada se relacionan con el concepto de lo siniestro de Freud. Este concepto, acuñado por el creador de la disciplina psicoanalítica, define lo siniestro como un elemento familiar reprimido que retorna y provoca extrañamiento y miedo (1919). Hay algo conocido que se transforma y provoca horror. En este sentido, el silencio respecto del diagnóstico de los hijos y las dudas sobre la culpa del progenitor responsable contribuyen a crear una atmósfera de extrañamiento en el cuento. El clima terrorífico se acrecienta con los sucesivos nacimientos de los hijos condenados.

Según el crítico y escritor argentino Ricardo Piglia, “La gallina degollada” cuenta, como la mayoría de los cuentos clásicos, dos historias: la genealogía de hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz y el asesinato de la quinta hija sana del matrimonio. Piglia destaca que “el efecto y la sorpresa final se construye produciendo una conexión inesperada entre las dos anécdotas” (1993:64). La sorpresa horrorosa del final responde a un proceso de condensación de dos historias en una. Según el crítico argentino, esta fórmula de Quiroga se encuentra también en escritores como Edgar Allan Poe y Guy de Maupassant.

Ahora bien, más allá de que no hay un diagnóstico preciso de la enfermedad de los hermanos, el cuento deja claro que el mal es hereditaria y se transmite por medio de la sangre. Con la aparición de los síntomas del segundo hijo, el narrador dice: “su sangre, su amor estaban malditos” (14). En este sentido, la sangre es simbólica porque carga con el destino trágico de la familia. No solamente transmite la maldición del matrimonio que genera hijos discapacitados, sino que aparece en el final del cuento, con el sacrificio de la hija sana por parte de sus hermanos. La primera historia se condensa con la segunda y genera el golpe de horror. Bertita logra evitar la maldición familiar de la enfermedad pero es castigada por los hermanos. De alguna manera, la hermana menor paga con su propia sangre el privilegio de su buena salud.

Finalmente, un último punto a analizar sobre el cuento es el tratamiento desactualizado y discriminatorio sobre las enfermedades mentales. Se trata de un cuento escrito a principios del siglo XX y, por lo tanto, el tratamiento de las discapacidades en el desarrollo de los cuatro niños es sorprendente para un lector del siglo XXI. Actualmente se considera que existen personas neuroatípicas, un término muy amplio que incluye a personas con trastornos de personalidad o de conducta. En este sentido, los adjetivos que utiliza el narrador para describir a los cuatro hijos del matrimonio Mazzini-Ferraz resultan agresivos. Dice, por ejemplo: “hijos idiotas” (11) y luego menciona su “gula bestial” (19). Hay una clara relegación de los cuatro hijos por parte del narrador pero también por parte de sus padres.

El estado de los hijos, desde una óptica actual, puede ser considerado maltrato. De alguna manera, el matrimonio abandona a sus hijos y no se responsabiliza por cuestiones fundamentales como su higiene y su comida. De hecho, el matrimonio relega esta responsabilidad en otra persona que también es poco amable con los niños: “La sirvienta los vestía, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban todo el día sentados frente al cerco, abandonados de toda remota caricia” (15).