Balún Canán

Balún Canán Temas

La heterogeneidad social y los conflictos étnicos

Balún Canán ilustra la convivencia, tensa y conflictiva, de grupos humanos de diverso origen étnico en el seno de una sociedad que se presenta como occidental o, en todo caso, mestiza, pero que realmente está compuesta por una gran heterogeneidad.

A partir de la conquista, la historia de América Latina está marcada por los conflictos entre los sectores hegemónicos —occidentales, blancos, europeos y descendientes de europeos— y aquellos que terminan dominados y desposeídos —los pueblos nativos—. En la novela, los conflictos étnicos se dan entre los terratenientes blancos y occidentales, representados por la familia Argüello, y los llamados indios, grupos nativos de la región de Chiapas, descendientes de los mayas.

La reforma agraria, el momento histórico en el que transcurre la novela, fue pensada por el poder central de México como una forma de homogeneizar la sociedad mediante la distribución de tierras y la integración a la vida social de los grupos marginados. Esta iniciativa se topó con la resistencia de las familias terratenientes que en los últimos tiempos se habían enriquecido mediante la explotación de extensos territorios a los que habían accedido antes y durante la Revolución Mexicana, el conflicto armado que convulsionó a México entre 1910 y 1917 y que enfrentó a las fuerzas revolucionarias de Zapata y Carranza contra los Gobiernos de Madero y luego de Huertas. Esto es lo que se puede observar en el conflicto de Chactajal, la finca de los Argüello.

Además, la heterogeneidad se aborda no solo desde el enfrentamiento entre blancos e indios, sino también en el interior de cada uno de estos grupos. Esto puede observarse en las relaciones que se establecen entre la familia Argüello y otros personajes, como Ernesto, el sobrino bastardo de César —quien dada su condición de nacimiento no puede acceder al estatus que ostentan otros miembros de la familia—, o Matilde —que al haberse mantenido soltera toda su vida no ocupa el lugar que la sociedad define para las mujeres de su época—. También existe heterogeneidad dentro de los grupos de indios, aunque estas no están tan trabajadas como las otras y suelen vincularse con la relación que guardan con sus patrones blancos. Así, puede destacarse el lugar que ocupa la nana entre las dos culturas, apenas tenida en cuenta por sus patrones y despreciada también por los indios de Chactajal por haberse dedicado a criar a los hijos de los Argüello.

El cardenismo y la reforma agraria

El periodo comprendido durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, de 1934 a 1940, fue llamado "el cardenismo" y tuvo como principal proyecto político la integración nacional de México mediante la homogeneización de una sociedad cultural y étnicamente heterogénea.

En este contexto, la reforma agraria se proponía la distribución entre el pueblo de las tierras pertenecientes a una pequeña oligarquía, por un lado, y el mestizaje de la población india con la población blanca, por el otro. Para ello, se desarrolló también una fuerte expansión del sistema educativo nacional con el objetivo de consolidar una base sobre la que asentar la nueva sociedad de consumo en pleno desarrollo. Las características de este proyecto, como es fácil de observar, chocaban contra los intereses de la oligarquía terrateniente, que de pronto perdía sus privilegios históricos y veía amenazado su poderío.

En Chiapas, la región en la que transcurre la novela, el conflicto de intereses entre poblaciones indígenas y terratenientes blancos fue de una crudeza particular. Antes de la Revolución, los indígenas de la región habían sido desposeídos de sus tierras y sometidos a la servidumbre de patrones blancos, estructurados en familias que se dividían la tierra y gobernaban sobre todos los pueblos que se encontraban en sus haciendas. Uno de los objetivos de la reforma agraria fue terminar con este sistema de haciendas en manos de los pater familias y redistribuir la tierra a favor de los indígenas para darles a estos mayor representatividad como actores sociales. A su vez, las reformas, liberales y laicas, pretendían darle a estas poblaciones las herramientas necesarias para mejorar sus condiciones de vida y correrse de su rol social de subordinados al hombre blanco. El ambicioso plan implicaba la ruptura con el sistema colonial que dividía a los sujetos en términos de bárbaros y civilizados, europeos e indígenas, hablantes de español y de tzeltal, con el objetivo de lograr una sociedad más igualitaria.

Toda la segunda parte de la novela presenta el conflicto de intereses que se renueva en el escenario de la reforma agraria: los indios de Chactajal, liderados por Felipe, se rebelan contra su patrón para exigir que este cumpla con lo estipulado en la reforma y traiga a un maestro para alfabetizar a los niños de la comunidad. Al final del relato, los indios provocan el incendio con el que arruinan a César Argüello y lo expulsan de la finca, logrando así recuperar las tierras que antes de la conquista habían pertenecido a su pueblo.

La hibridación cultural

Balún Canán es una novela que pone de relieve la hibridación cultural a través de la estructura misma de la narración. La primera y la tercera parte de la novela están narradas por la hija de los Argüello, una niña de siete años que pertenece a una familia de terratenientes, pero que, al ser criada por una nana indígena, comparte la cosmovisión tradicional de los pueblos originarios de la región de Chiapas. Desde su mirada, el mundo occidental y blanco queda atravesado por las creencias y los relatos mitológicos de los indígenas, algo que también se transmite, por ejemplo, a los epígrafes de cada sección del libro, que recuperan textos de la cultura aborigen, como el Libro del Consejo o el Chilam Balam.

El título de la novela también da cuenta de esta hibridación: en tzeltal, la lengua indígena más hablada de la región, quiere decir "nueve estrellas" o "nueve guardianes". Rosario Castellanos elige para titular su historia el nombre que los antiguos mayas le dieron al lugar en el que actualmente se encuentra Comitán, el pueblo donde ella misma pasó su juventud y que sirve de espacio para gran parte de la acción. Esta hibridación cultural también se vuelca al estilo narrativo de la novela, que incorpora rasgos propios de la tradición oral popular, como las estructuras de repetición y de enumeración que dan ritmo a algunos capítulos y que son propias de las formas utilizadas para recordar por los pueblos de tradición oral.

Finalmente, la hibridación cultural es observable también en muchas prácticas que realizan los indios, como el festejo del día de Nuestra Señora de la Salud, la patrona de Chactajal, en cuya celebración se conjugan los rituales cristianos con los resabios de los rituales mayas que los pueblos originarios de Chactajal todavía conservan, aunque desdibujados en la práctica religiosa cristiana.

El patriarcado

La sociedad que ilustra Balún Canán presenta una estructura patriarcal: como se puede ver a través de la familia Argüello, la sociedad chiapaneca se compone de familias terratenientes nucleadas en torno a la figura del padre/patrón a la que se anexan los empleados con sus respectivas familias. El pater familias es la figura de mayor poder en dicha estructura y está representada por César Argüello, el padre de la narradora.

En la estructura patriarcal, el poder se reparte de forma piramidal: en el extremo de mayor jerarquía se coloca el padre de familia, con todos sus valores morales, mientras que los trabajadores impagos —los indígenas, que debían trabajar para el patrón dueño de las tierras en las que habitaban bajo lo que se asemeja a un régimen esclavista— se colocan en la base. La mujer, por su parte, siempre está subordinada a la figura masculina, sea cual sea el nivel que ocupa en la pirámide. Por ejemplo, Zoraida, la esposa del patrón, está siempre subordinada a su marido, aunque puede mandar sobre los empleados, mientras que en la base de la pirámide, Juana, la mujer del indio Felipe, también está subordinada a su marido, y luego a todo el resto de roles que se distribuyen en las diferentes jerarquías de las pirámides. En esta estructura, entonces, ser una mujer india implica nacer en lo más bajo posible de la estructura social, por lo que dichas personas tienen muy pocas posibilidades de modificar su estatus.

La cosmovisión indígena

La cosmovisión indígena atraviesa toda la narración y es uno de los principales ejes de sentido para comprender en profundidad la propuesta de la autora. La cosmovisión indígena se recupera principalmente a través de los relatos de tradición oral de algunos personajes, especialmente de la nana y del Tío David, quienes comparten con la narradora la forma de mirar y de comprender el mundo de los pueblos indígenas.

Al igual que la narradora, la propia Rosario Castellanos recibió como legado la tradición oral mesoamericana por medio de los relatos de su nana, algo que luego profundizó en sus estudios, tanto formales como informales. Así, a la cosmovisión que le transmite la nana a la narradora se agregan también fragmentos de los textos fundacionales de los pueblos mesoamericanos, el Chilam Balam y el Libro del Consejo, que la autora coloca como epígrafes a cada parte de la narración.

Así, la referencia directa a la cosmovisión indígena se observa, por ejemplo, en la narración del mito de la creación que le cuenta la nana, y que difiere completamente de los relatos modernos que explican el origen del hombre en la Tierra y de los relatos del hombre blanco y católico. Este relato, junto a otros, constituye un trasfondo simbólico que se convierte en la base de la educación de la narradora y que sirve al mismo tiempo como un sistema de contención frente al poco amor que recibe de su madre. Así, la concepción del mundo desde la óptica indígena se suma al acervo cultural de la narradora y hace evidente la fusión de mundos en la que se está criando.

Los roles de género

A través del relato en primera persona de una niña de siete años y de la multiplicidad de voces que se presenta en la segunda parte de la novela, es posible observar diversos roles de género en una sociedad heterogénea y en constante tensión entre sus actores y actrices.

La estructura patriarcal fija determinados roles de género que los personajes, tanto masculinos como femeninos, cumplen. Los hombres se encargan de los negocios, de la vida pública y de la economía de la familia, mientras que las mujeres se dedican a las tareas del hogar, a la crianza de los niños y a las tareas religiosas. Así, los mundos masculino y femenino aparecen demarcados y claramente separados, e incluso se castiga la transgresión de dichos roles con el escarnio social. Los roles de género ponen también las desigualdades de género dentro de dicha estructura.

En la segunda parte, mientras pasean por Chactajal, César y Ernesto sostienen una conversación que revela el lugar que ocupa la mujer en el universo masculino y patriarcal de estos personajes: un espacio totalmente relegado y subordinado a la figura del hombre. César le indica a Ernesto que está en su derecho, como patrón blanco, de violar a las indias que desea, puesto que estas tienen tan poco valor que ser codiciadas por el patrón blanco es incluso una forma de cobrar importancia en aquella estructura social. Este es uno de los pasajes de la obra que mejor ilustran este tema.

Luego, el monólogo de Zoraida problematiza las desigualdades de género al presentar una queja de los tratos que recibe ella de su marido. Zoraida, por el simple hecho de ser mujer, está subordinada a la figura masculina de su marido y carece de autonomía dentro de la vida familiar. Sin embargo, cabe destacar que, por otro lado, Zoraida se siente cómoda en el lugar que ocupa, y comienza a quejarse de su marido cuando este deja de cumplir con el rol de pater familias que le corresponde.

Finalmente, otra cuestión que se plantea en la novela es el lugar que ocupa la mujer en la reforma agraria: tal como se ve a través de Juana, la esposa de Felipe, las reformas socialistas del gobierno de Lázaro Cárdenas buscan el progreso social de los pueblos indígenas, pero no hacen nada por empoderar a la mujer, que sigue ocupando el mismo lugar subordinado al marido a pesar de la división de tierras, la educación laica y el progreso que se busca para toda la comunidad indígena.

La niñez

Balún Canán tematiza la niñez desde la propia estructura narrativa: la historia está contada a través de los ojos de una niña de siete años que intenta comprender el lugar que ocupa dentro de su familia y en los esquemas sociales mayores que apenas comienza a vislumbrar. Es interesante destacar, en este sentido, cómo la atención de la narradora está siempre puesta en los asuntos de los adultos: no hay en su relato prácticamente referencias a los juegos con pares (salvo por un capítulo en el que narra los juegos en los recreos de la escuela) ni presenta los problemas típicos de la niñez. La mirada de la narradora está puesta, más bien, en los vínculos que se establecen entre los niños y los adultos, y el valor que ella y su hermanito tienen ante los ojos de sus padres.

En este último sentido, la niña comprende desde muy pequeña que ella no tiene prácticamente ningún valor en la familia y que es su hermano menor, Mario, el hijo importante y querido. Así, la niña crece desamparada, al margen del afecto y la contención de sus padres, y repone todo lo que le falta con la presencia de la nana y sus relatos.

Por último, al final del libro un episodio ilustra con claridad qué tan particular es la niñez de la narradora. Cuando Amalia le enseña el catecismo y le habla del pecado de portarse mal, la narradora queda aterrada y quiere asegurarse de poder evitarlo, por lo que le pregunta qué conductas son pecaminosas, y su reflexión deja ver que su crianza no es similar a la de otros niños:

¿Qué es portarse mal? Desobedecer a los padres, por ejemplo. No resulta muy fácil. Mario y yo lo hemos intentado algunas veces y ninguna con éxito. De hoy en adelante no lo intentaremos más. Robar dulces. Después de todo no son tan sabrosos. No estudiar las lecciones. Pero si ya no vamos a la escuela. Pelear con otros niños. ¿Cuáles? Siempre nos tienen encerrados y no nos permiten salir a jugar con ellos (p. 250).