Visión de los vencidos

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La conquista de México

Visión de los vencidos presenta la conquista de México desde la perspectiva de los pueblos nativos que fueron sometidos por los españoles en el siglo XVI. Ya el propio nombre con el que se designa el complejo evento histórico remite a un paradigma eurocéntrico: Hablar de la conquista de México implica poner a Europa como el centro del mundo moderno y colonial, y observar la historia desde dicho punto de vista. En verdad, para los pueblos nahua, la llegada de Cortés implica lo inverso a una conquista: se trata de la pérdida de una forma de vida y la imposición de una nueva cultura.

Al llegar al mal llamado “Nuevo Mundo”, los españoles no tienen reparo en destruir todo lo que se interpone a sus proyectos. Tras derrotar militarmente al imperio azteca, tomar la ciudad capital, Tenochtitlan, esclavizar y violar a su población, Cortés y los suyos utilizan dos instituciones principales para terminar de imponer su dominio cultural: la lengua española y la religión cristiana. Así, el proceso de conquista implica la instauración de una nueva subjetividad sobre los pueblos mesoamericanos y todo un nuevo sistema de valores desde los que interpretar el mundo. Tal como lo señalan los Cantares tristes, la conquista de México supone para los aztecas el final de una forma de vida y la construcción de una nueva identidad que se construye en función del rol de vencidos que pasan a cumplir en los siglos venideros.

La conquista del Valle de México es en verdad un fenómeno histórico en extremo complejo que pone en marcha una serie de procesos sociales y culturales. En primer lugar, cabe destacar que existe un proceso de aculturación: las poblaciones nativas sufren la destrucción de sus culturas y, para sobrevivir, deben adoptar las prácticas culturales occidentales de los invasores. Así, en pocas generaciones las tradiciones nahuas se fragmentan y se mezclan con las nuevas formas de ver el mundo impuestas por los españoles. En segundo lugar, se ponen en marcha procesos de resistencia que derivan en un sincretismo de prácticas religiosas y culturales: muchos pueblos, para sobrevivir, se asimilan a las costumbres españolas, pero no abandonan las propias. Esto genera un mestizaje cultural complejo en el que los pueblos nativos integran los nuevos sistemas —como la religión católica— a sus propios sistemas, lo que genera un entramado simbólico híbrido gracias en el cual sobreviven y se resignifican las prácticas culturales nativas. Finalmente, existen proceso de interacción política entre algunos pueblos nativos y los españoles. Tal es el caso, por ejemplo, de los tlaxcaltecas, enemigos de los aztecas. Este pueblo no vive la conquista como el avasallamiento de su cultura, sino como un proceso de liberación de sus enemigos mexicas. Dado este trasfondo, los tlaxcaltecas son más permeables a adoptar la cultura española no como una imposición, sino como un elemento positivo que puede ser integrado a sus propias tradiciones.

La religión

Los mexicas son un pueblo en extremo religioso, al punto de que son las prácticas religiosas las que ordenan la vida política y las que determinan la cosmovisión de toda la comunidad.

En primer lugar, cabe destacar que los mexicas poseen una concepción cíclica del tiempo asociada a la práctica ritual: para ellos, la supervivencia del mundo depende de los rituales que se realizan en honor a los dioses. La función del rito es hacer presentes los gestos ejecutados por los dioses para crear el mundo, e instaurar de esta forma el tiempo sagrado sobre el tiempo profano (es decir, sobre la vida cotidiana).

En la cosmovisión mexica, el pueblo convive con las fuerzas generadoras de la naturaleza y se inscribe dentro de las potencias sagradas del mundo. Cada ritual se efectúa con una determinada frecuencia —señalada en el calendario— y no tiene como objetivo homenajear a un determinado dios, sino hacer presente en la realidad la potencia divina que dicho dios representa. Por ejemplo, el rito al Dios del Fuego tiene como objetivo renovar el tiempo e inaugurar un nuevo ciclo o año, puesto que el fuego es símbolo de muerte y de renovación. Incluso el paso del día a la noche se interpreta como un evento divino, en el que el Dios Sol pelea contra la Diosa Luna y la vence cada día.

El dios más importante para el pueblo mexica es Huitzilopochtli, quien representa al Sol y exige sacrificios humanos para renovarse la sangre y no morir. Es Huitzilopochtli quien justifica, desde la religión, la naturaleza guerrera de los mexicas, y quien los impulsa a conquistar nuevos territorios y someter a sus poblaciones.

Otro dios fundamental para la religión azteca es Quetzalcóatl, el creador de la humanidad. Al llegar los españoles, según las fuentes presentadas en Visión de los vencidos, los mexicas interpretan que puede tratarse de Quetzalcóatl que regresa del exilio, junto con otros dioses, para volver a reinar sobre los hombres. Este mito es el que utiliza Cortés para introducirse en Tenochtitlan y someter a su emperador, Motecuhzoma.

La llegada de los españoles

Desde la perspectiva mexica, la llegada de los españoles a México está precedida por una serie de presagios que señalan el final de una época y la inminencia de eventos trágicos. Los ocho presagios que se reúnen en el capítulo I de Visión de los vencidos son eventos inexplicables —como la aparición de seres deformes, las aguas del lago Texcoco que comienzan a hervir, la caída de columnas de fuego sobre un templo y la aparición de cometas— que señalan el final del poderío azteca sobre el Valle de México.

Además, cuando los primeros emisarios anuncian la llegada de extraños seres de pieles blancas y largas barbas a las costas del Golfo, los mexicas, que habían adoptado los mitos fundacionales del pueblo tolteca, interpretan que puede tratarse del regreso de los dioses: según su religión, tras crear a la humanidad, Quetzalcóatl se retira hacia el este con la promesa de regresar un día y volver a reinar sobre los aztecas. Desde el marco religioso, la llegada de Cortés se interpreta como el posible regreso del verdadero gobernante de México, por lo que Motecuhzoma, el emperador, duda de las formas en que debe recibir a los extranjeros.

Por todo ello, los españoles llegan a México-Tenochtitlan y son recibidos pacíficamente por Motecuhzoma en la calzada de entrada a la ciudad. Allí se produce el famoso encuentro entre Cortés y Motecuhzoma en el que, según las fuentes presentadas en Visión de los vencidos, el emperador mexica hace entrega de la ciudad a los españoles, quienes se instalan en la Casa Real y son agasajados por sus anfitriones.

Una vez dentro de la ciudad, los españoles realizan primero la matanza del Templo Mayor, con la que desencadenan la guerra que termina en la destrucción del pueblo mexica.

La sociedad mexica

Los mexicas son un pueblo de origen nómada que se instala en el Valle de México pocos siglos antes de la llegada de los españoles al Golfo. Hacia 1519, la sociedad mexica presenta un enorme desarrollo y se ha convertido en un poderoso imperio que domina a la mayor parte de los pueblos en muchos kilómetros a la redonda: desde el Golfo de México hasta el océano Pacífico y desde la región central de México hasta la actual república de Guatemala. Con ello, los emperadores mexicas ejercen su dominio sobre millones de personas que pertenecen a grupos culturales y lingüísticos muy diversos.

En el siglo XIII, los mexicas establecen contacto con pueblos descendientes de los toltecas y comienzan a adoptar sus costumbres y su cultura. Con este objetivo, eligen a su gobernante entre los descendientes toltecas y lo unen a numerosas mujeres aztecas, cuyos descendientes terminan por conformar la clase noble de la sociedad mexica.

La asimilación que realizan los aztecas de la cultura tolteca representa un verdadero sincretismo cultural y religioso: los mexicas adoptan todo un repertorio de ritos, prácticas y creencias toltecas —como la veneración de Quetzalcóatl como el Dios creador de la humanidad— y los articulan a sus propias prácticas y creencias, como el culto al Dios Sol, Huitzilopochtli. De esta forma, los mexicas se desarrollan como una sociedad en extremo religiosa, y extienden su dominio sobre otros pueblos mediante el poderío militar.

Cuando los españoles llegan a Tenochtitlan quedan maravillados por aquella enorme capital imperial en la que viven cientos de miles de personas. Bernal Díaz de Castillo la compara con las grandes metrópolis multiculturales de Europa, como Bizancio. De ella destacan el fastuoso complejo religioso, que representa una ciudad amurallada dentro de la ciudad, y el increíble mercado de Tlatelolco, donde personas llegadas de todos los rincones de Mesoamérica intercambian sus mercancías. Con todo ello, es evidente el alto grado de desarrollo alcanzado por el pueblo mexica antes de la destrucción que los españoles desatan sobre él.

Las relaciones entre los pueblos nahuas

La conquista de México no es un proceso que enfrenta simplemente a los pueblos nativos contra los españoles, sino que presenta una complejidad mucho mayor, en la que participan distintos pueblos nahuas, como se conoce a los pueblos precolombinos que habitaron en la altiplanicie de México y de América Central.

A comienzos del siglo XVI, el imperio mexica se encuentra en su máximo nivel de expansión y desarrollo; su esplendor es producto de las conquistas realizadas por el emperador Itzcóatl entre 1428 y 1440. Este caudillo azteca, guiado por su sobrino y consejero, Tlacaélel, forma una alianza con el pueblo de Tezcoco y con el de Tlacopan, gracias a la cual obtiene la superioridad militar necesaria para someter a los pueblos de la región.

Además, Tlacaélel impulsa una reforma política, religiosa y social mediante la cual los aztecas destruyen las pinturas que los pueblos dominados utilizan para resguardar su memoria histórica e instauran su propia cultura. Esta reforma implica la subordinación de todos los sistemas culturales de los pueblos nahuas al establecido por los mexicas.

Tlacaélel es quien instaura el culto a Huitzilopochtli, el Dios Sol que exige sacrificios humanos para nutrirse de su sangre y renovarse día a día. Este culto justifica la naturaleza guerrera de los mexicas y su afán de conquista: es necesario dominar a todos los pueblos de la región para obtener esclavos que sacrificar en honor al Dios Sol.

En este contexto, muchos pueblos sufren el dominio o los constantes ataques de los mexicas. Tal es el caso de los tlaxcaltecas, quienes no son conquistados, pero sí atacados constantemente en búsqueda de esclavos. Por eso, a la llegada de los españoles, no todos los pueblos nahuas les oponen resistencia. Los tlaxcaltecas, por ejemplo, deciden aliarse a Cortés porque ven en dicha unión la posibilidad de destruir a sus enemigos históricos y vengarse de todo el daño que los mexicas les han causado. Con todo ello, se hace evidente que los conflictos entre los pueblos nahuas anteceden a la llegada de los españoles, y que estos se aprovechan de las enemistades históricas para facilitar la Conquista.

La guerra

Muchos de los capítulos de Visión de los vencidos están dedicados a la guerra desatada por los españoles tras su llegada México-Tenochtitlan.

Los españoles son recibidos como huéspedes de honor en la ciudad imperial y Motecuhzoma incluso les cede la Casa Real para que se instalen. Sin embargo, durante la ausencia de Cortés, Pedro de Alvarado aprovecha las celebraciones rituales en el Templo Mayor para atacar por sorpresa a los mexicas.

Como el ritual guerrero obliga a los mexicas a enviar armas y escudos al enemigo como advertencia de un ataque inminente y los españoles no les habían enviado nada, la traición los toma totalmente por sorpresa y durante la masacre del templo mayor son exterminados los mejores guerreros y comandantes aztecas. Dicho evento es el preludio de la guerra. Al regreso de Cortés, los españoles huyen de la ciudad y son atacados por los mexicas en lo que se conoce como la “Noche Triste”.

Los españoles sobreviven, aunque con grandes pérdidas. Un año después, Cortés regresa a Tenochtitlan con trece bergantines cargados de cañones, un gran ejército español y más de ochenta mil guerreros tlaxcaltecas. La batalla por la capital imperial dura ochenta días y sus proporciones son dignas de los poemas épicos de la antigüedad clásica. Entre los mexicas destaca la figura de Tzilacatzin, quien se convierte en un héroe guerrero que hace retroceder a los españoles una y otra vez. Otros grandes capitanes son recordados por sus hazañas, como Tzoyectzin y Temoctzin.

Sin embargo, a pesar de los aguerridos esfuerzos mexicas, el poderío español, apoyado por otros pueblos nahuas, termina por imponerse y Cortés logra la victoria sobre Tenochtitlan. Al final de la batalla, el emperador Cuauhtémoc se entrega y los aztecas se rinden. Los españoles entonces se entregan al saqueo, hacen prisioneros a los hombres fuertes, exterminan a niños y ancianos, y violan a las mujeres. La caída de Tenochtitlan significa el fin para el imperio mexica, y la guerra termina con los españoles establecidos como los nuevos señores del Valle de México.

La ambición y la codicia

Bien es sabido que la principal motivación que impulsa las conquistas bélicas es la obtención de recursos materiales. Los registros reunidos en Visión de los vencidos muestran en profundidad hasta qué punto la codicia por el oro mueve a los españoles y los empuja a cometer los actos y las traiciones más crueles.

En primera instancia, cuando Motecuhzoma envía a sus emisarios con regalos para Cortés, estos notan que los españoles no se interesan por las plumas o por las flores, sino que se maravillan por los objetos de oro. Más adelante, cuando son recibidos por Motecuhzoma, los españoles apresan al emperador y lo interrogan para tener acceso a sus riquezas y poder saquear la casa del tesoro. Los mexicas contemplan entonces cómo Cortés funde los objetos ornamentales realizados en oro y saca los lingotes de la ciudad para enviárselos a su emperador, Carlos V.

Durante la famosa Noche Triste, los españoles intentan huir y llevarse todo el oro con ellos. Sin embargo, cuando son atacados por los mexicas, muchas de las riquezas se pierden en el lago o son recuperadas por sus verdaderos dueños. Tras la toma de Tenochtitlan, Cortés se establece en la ciudad y comienza a buscar el oro perdido. Tal es su codicia que no duda en torturar y asesinar a los señores aztecas sobrevivientes con tal de que le digan dónde se encuentran los tesoros que él había llegado a contemplar siendo un huésped de Motecuhzoma. Con todo ello, queda claro que el afán por apoderarse de la riqueza mineral de los mexicas es uno de los principales motivos que desencadena la conquista de México.