Visión de los vencidos

Visión de los vencidos Resumen y Análisis Capítulos II-VI

Resumen

Capítulo II

Preocupado por los presagios, Motecuhzoma reúne a los nigromantes de distintos pueblos para obtener información sobre lo que se avecina. Sin embargo, estos no saben nada al respecto y por eso el emperador los encarcela. Al poco tiempo, los nigromantes desaparecen misteriosamente de sus celdas, hecho que enfurece a Motecuhzoma, al punto que ordena asesinar a las familias de cada uno de ellos.

A los pocos días, un habitante de la costa visita al emperador para informarle que hay una presencia desconocida en el agua que navega y tiene forma de cerro. Motecuhzoma mantiene encarcelado al mensajero mientras envía gente de confianza para confirmar la presencia extraña en el agua. Cuando el emperador tiene por ciertas las advertencias del costeño y ordena su liberación, descubre que el hombre ha desaparecido al igual que los nigromantes.

En el monte que se desplaza por el agua se divisan seres con forma humana de piel blanca y largas barbas. El emperador interpreta que se trata de los dioses que regresan, por lo que ordena fabricar una serie de objetos de oro y piedras preciosas para ofrendar a los que están por llegar.

Capítulo III

Motecuhzoma ordena vigilar las costas por donde arribarán los dioses. Además, reúne a los príncipes para darles la noticia y mostrarles las ofrendas preparadas. Para Motecuhzoma, se trata del regreso de Quetzalcóatl, una de las divinidades más importantes del pueblo mexica que, tal como se ha predicho, un día volvería a su hogar, México. Es así que el emperador envía a la costa cinco sacerdotes con las ofrendas para que le den la bienvenida.

Los sacerdotes se acercan en canoa a las embarcaciones de los españoles, le dan la bienvenida a Cortés y le otorgan las ofrendas. Sin embargo, Cortés los encadena y dispara el cañón del barco para asustarlos. Luego les propone que, a la mañana siguiente, cada uno de ellos se enfrente contra uno de sus hombres para probar la famosa valía de los guerreros mexicas. Después de esta propuesta, los devuelve a sus canoas para que descansen y se preparen. Sin embargo, los sacerdotes, asustados y completamente desconcertados, van a toda prisa a Tenochtitlan para informarle lo sucedido a Motecuhzoma.

Capítulo IV

Atemorizado, Motecuhzoma envía magos y soldados con ofrendas para los españoles. Las ofrendas, además de una gran variedad de alimentos y objetos ornamentales, incluyen el sacrificio de prisioneros. Esto último genera el efecto opuesto en los españoles, que reaccionan con desagrado y asco. Los enviados regresan con su emperador y le informan el fracaso de la ofrenda, la superioridad de los españoles y que estos ya descienden de los barcos para emprender el camino a Tenochtitlan. Motecuhzoma experimenta un gran temor y tiene deseos de huir, pero, consciente de que no puede escapar de los dioses, decide esperar a su llegada.

Capítulo V

En este capítulo se aborda la llegada de los españoles a Tlaxcala y Cholula, según los textos de los Informantes de Sahagún, del libro XII del Códice Florentino.

Los españoles emprenden su camino a Tenochtitlan. Se encuentran con el primer pueblo, Tecoac, y asesinan a todos sus habitantes. Luego llegan a Tlaxcala, pero allí no combaten, ya que los tlaxcaltecas, impulsados por un histórico resentimiento contra el imperio mexica y los cholultecas, se someten a los españoles y juran ayudarlos en su conquista. Así, españoles y tlaxcaltecas se dirigen a Cholula, matan a todos sus habitantes y destruyen el pueblo por completo.

En este mismo capítulo se da una versión distinta de los hechos: según la Historia de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo, los tlaxcaltecas, luego de constatar la superioridad armamentística de los españoles y que Quetzalcóatl no protege los templos profanados, comprenden que no tienen posibilidad contra los invasores. Por eso se pliegan a su autoridad y les recomiendan a los cholultecas por medio de un embajador que hagan lo mismo. Como respuesta, los habitantes de Cholula desuellan y mutilan al embajador de Tlaxcala. Esta ofensa es lo que motiva a los tlaxcaltecas a pedirle a Cortés que los deje formar parte de su ejército para cobrar venganza.

Capítulo VI

Representantes de Motecuhzoma interceptan a los españoles en el Tajón del Águila para ofrendarles oro. Los españoles reciben el obsequio con mucha alegría, pero la ofrenda se arruina cuando uno de los representantes, Tzihuacpopocatzin, se presenta como si fuese Motecuhzoma. Los españoles, advertidos por los tlaxcaltecas, descubren este engaño y se enfurecen.

Motecuhzoma envía hechiceros a encontrarse con los españoles, pero no llegan a cumplir su objetivo. Durante el camino, se cruzan con un borracho, a quien toman por el dios Tezcatlipoca, que les advierte del funesto destino de México, su pronta desaparición y la futilidad de cualquier combate contra los recién llegados. Ante esta advertencia, los hechiceros retornan a Tenochtitlan, y le comunican al emperador la aparición y advertencia de Tezcatlipoca.

Análisis

En esta sección nos ocuparemos de los capítulos II a VI, que refieren la llegada de los españoles al Valle de México, las primeras alianzas que establecen con algunos pueblos nahuas, como los tlaxcaltecas, y el avance de Cortés hacia Tenochtitlan.

Antes que nada, vale la pena recordar que el paradigma heredado como consecuencia de la Conquista en todo el continente americano es eminentemente eurocéntrico. Desde esta perspectiva —que domina hasta la actualidad en los sistemas educativos de la mayor parte del mundo occidental— todos los fenómenos que atravesó Europa (como el llamado “descubrimiento de América”, la Reforma protestante, el Renacimiento italiano o la Revolución Francesa) son contemplados como eventos mundiales a partir de los cuales Europa es concebida como el centro del mundo moderno y colonial. Desde esta perspectiva, los conocimientos producidos por fuera de ese centro, en las periferias como América Latina, no son tenidos en cuenta y se consideran de poco valor, innecesarios o poco científicos.

Al llegar al “Nuevo Mundo”, los españoles no tuvieron reparo en destruir todo lo que se interponía a sus proyectos. Al mismo tiempo, sometieron a las poblaciones nativas e instituyeron a la fuerza su lengua y su religión, dos sistemas mediante los cuales también inculcaron la superioridad de sus conocimientos sobre los vernáculos. En este sentido, la Conquista implica la instauración de una nueva subjetividad sobre los pueblos mesoamericanos y todo un nuevo sistema de valores con los que interpretar el mundo.

Desde una perspectiva histórica (y a partir de marcos teóricos eurocéntricos), podemos destacar tres procesos fundamentales que trae aparejada la conquista del “Nuevo Mundo”:

En un principio, motoriza distintos procesos de aculturación y occidentalización: las poblaciones nativas de Mesoamérica sufren un proceso paulatino de destrucción de sus culturas y adoptan, para sobrevivir, las prácticas occidentales. Así, con el pasar de pocas generaciones, las tradiciones milenarias nahuas se convierten en un entramado difuso y fragmentario de creencias, prácticas, relatos y mitos atravesados por nuevas formas de ver el mundo.

Ante ello se producen distintos procesos de resistencia: la occidentalización de los pueblos nativos no se produce sin obstáculos ni resistencias, y muchas veces el resultado es un sincretismo de prácticas religiosas y culturales. Para sobrevivir, las poblaciones sometidas se asimilan a las costumbres y creencias de los españoles, pero no abandonan las suyas propias. Así, el mestizaje cultural genera un escenario simbólico extremadamente complejo: los pueblos nativos integran los nuevos sistemas de creencias —como la religión católica, por ejemplo— a sus esquemas de base y producen, en consecuencia, todo un nuevo entramado de representaciones simbólicas que da cuenta de la hibridación cultural producto del encuentro de dos mundos.

En tercera instancia, encontramos casos de interacción política y cultural: muchas veces, españoles y nativos intercambian conocimientos y prácticas sociales que con el tiempo se transforman en nuevos saberes y formas de pensar. Se trata de discursos que pueden observarse desde la perspectiva de los conquistadores o de los conquistados y que dan cuenta de la complejidad del proceso de la Conquista. En los capítulos que nos competen en esta sección, por ejemplo, este proceso se puede observar en los tlaxcaltecas, quienes aprovechan la llegada de Cortés para rebelarse contra el dominio de Tenochtitlan. Desde su perspectiva, la Conquista no implica principalmente la sumisión a la Corona española, sino la liberación de su pueblo del yugo azteca. En este proceso, los tlaxcaltecas no integran la cultura española desde la imposición, sino que la integran a sus tradiciones milenarias y la reelaboran positivamente.

Adentrándonos aún más en esta perspectiva histórica, vale la pena reponer la secuencia cronológica del avance de Cortés hacia Tenochtitlan con el objetivo de enmarcar los sucesos presentados en Visión de los vencidos.

El 18 de febrero de 1519, Cortés parte de la isla de Cuba al mando de diez naves. Lleva ciento ocho marineros, quinientos ocho soldados, dieciséis caballos, treinta y dos ballestas, diez cañones de bronce y piezas de artillería de corto calibre. Junto a él viajan Pedro de Alvarado, a quienes los mexicas apodan “El Sol” por su extraordinaria cabellera rubia; Bernal Díaz del Castillo, principal cronista español de la conquista; y Jerónimo de Aguilar, quien habla la lengua maya con fluidez.

Más adelante, tras el primer encuentro bélico frente a la desembocadura del río Grijalva, Cortés obtiene como esclava a Malintzin, más conocida en lengua española como “la Malinche”, quien cumple un papel clave en la conquista. Malintzin habla la lengua maya y la náhuatl. Gracias a la presencia de Aguilar y Malintzin, Cortés logra comunicarse desde un principio con los pueblos mexicas: él habla en español con Aguilar, quien traduce al maya para Malintzin, y esta, a su vez, se comunica en nahua con los emisarios de Motecuhzoma y realiza el proceso inverso para transmitir los mensajes a Cortés. Como es bien sabido, Malintzin o es una pieza fundamental en todo el proceso de la conquista, y hay quienes ven en ella un verdadero proceso de resistencia —en tanto que, gracias a su rol de traductora, es capaz de conservar su lengua y sus raíces—, y quienes la observan como una traidora a su pueblo, puesto que ayuda a los españoles. Lo que sí es innegable es que la unión de Malintzin y de Cortés pone en evidencia la hibridación propia de dos mundos.

El 16 de agosto de 1519, Cortés, tras fundar la ciudad de la Vera Cruz, se pone en marcha hacia Tlaxcala. Los tlaxcaltecas, convencidos de la superioridad de la fuerza española, deciden aliarse a él con la secreta esperanza de derrotar así a los mexicas, sus enemigos principales.

El 14 de octubre de 1519, se produce, por orden de Cortés, la matanza de Cholula, de la que existen dos versiones contrapuestas: según las crónicas españolas, Cortés descubre una traición por parte del pueblo de Cholula y, por ello, toma represalias en su contra. Sin embargo, los indígenas afirman que la traición fue cometida por los españoles, aconsejados por sus aliados tlaxcaltecas. Esto puede observarse en el capítulo V, en el que León-Portilla contrasta las versiones de los hechos recogidas por los Informantes de Sahagún y aquella presentada en Historia de Tlaxcala, de Muñoz Camargo. Al respecto, indica el autor:

Es interesante ver la doble versión que acerca de los motivos de la matanza perpetrada por los españoles en Cholula nos dan, por una parte los Informantes de Sahagún y por otra el autor de la Historia de Tlaxcala. Según los primeros, todo se debió a intrigas de los tlaxcaltecas “cuya alma ardía contra los de cholula”. La versión de la Historia de Tlaxcala es en cambio distinta: se dice que los cholultecas dieron ocasión a su propia destrucción, al no haberse sometido a los españoles y al asesinar traidoramente a patlahuatzin, embajador tlaxcalteca, que incitaba a los cholultecas a aliarse con los españoles (p. 48).

Vale la pena detenerse en esta dimensión del conflicto. En general, una persona poco formada sobre el tema tiende a pensar que la Conquista enfrenta a los españoles contra los pueblos nativos en dos bandos claramente delimitados. Sin embargo, al analizar en mayor profundidad todo el proceso histórico, se hace evidente que la complejidad de la Conquista es mucho mayor, y que no todos los pueblos nativos se enfrentaron a los españoles. Tal es el caso de los tlaxcaltecas, quienes, movidos por su odio hacia los aztecas, ayudaron a Cortés en la destrucción de México-Tenochtitlan.

Como hemos dicho en la sección anterior, al momento de la llegada de los españoles, el imperio mexica se encuentra en su mayor esplendor y se extiende a lo largo y ancho del Golfo de México. Su riqueza es consecuencia de las conquistas realizadas, entre 1428 y 1440, por Itzcóatl. Este caudillo, unido al señor de Tetzcoco, el sabio Nezahualcóyotl, derrota a los antiguos gobernantes de la región y establece una triple alianza con Tlacopan. Luego, el sobrino de Itzcóatl, Tlacaélel, realiza una profunda reforma política, religiosa, social y económica, basada en la integración de las costumbres mexicas a la herencia cultural recibida del pueblo tolteca.

Dicha reforma implica la destrucción de las pinturas que guardan la memoria histórica de los pueblos dominados y la creación de nuevos códices. Esta nueva visión de la historia es la que se conserva en los documentos mexicas que han llegado hasta nuestros días. En ellos, los mexicas aparecen emparentados a la nobleza tolteca, y las divinidades mexicas, especialmente Huitzilopochtli, se sitúan en el mismo plano que los dioses creadores toltecas, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl. Lo que es más importante, en dicha documentación puede entreverse el espíritu místico-guerrero de los mexicas (y de Huitzilopochtli), quienes tienen por misión someter a todos los pueblos de la tierra para hacer cautivos cuya sangre pueda ser entregada para conservar la vida del Dios Sol.

A partir del trabajo de Tlacaélel, el dios Huitzilopochtli gana cada vez mayor representatividad en la religión mexica: hacia él comienzan a dirigirse las antiguas plegarias toltecas, y los sacerdotes componen en su honor himnos similares a los que se le cantan a Quetzalcóatl. Es también Tlacaélel quien populariza entre los señores mexicas el sacrificio humano con el fin de preservar la vida del Dios Sol. Con ello, justifica el afán conquistador de su nación y da lugar a las llamadas “guerras floridas”, las famosas cacerías humanas organizadas para obtener víctimas para ofrecer a Huitzilopochtli.

Gracias a los consejos de Tlacaélel, la triple alianza conquista las poblaciones situadas en la ribera del lago: Coyoacan, Cuitláhuac, Xochimilco y Chalco. Ante la amenaza que el imperio mexica representa, otros pueblos optan por aliarse y se comprometen a pagar tributos a Tenochtitlan. Sin embargo, el afán de dominio mexica respeta a la nación vecina de Tlaxcala. Esta es una decisión estratégica, puesto que permite a los mexicas mantenerse en un estado constante de guerra —no de conquista— y les da la posibilidad tanto de adiestrar a sus ejércitos en un territorio vecino como de obtener esclavos y prisioneros para sacrificar en honor al Sol-Huitzilopochtli. Los tlaxcaltecas, principales víctimas de las guerras floridas de sus vecinos, tienen que aceptar dicho estado de sumisión, lo que despierta un profundo odio hacia los mexicas. Esta situación, sostenida por décadas, explica por qué los tlaxcaltecas se alían tan rápidamente con Cortés: para ellos, la llegada de los españoles implica la posibilidad de derrotar a sus enemigos.

Por otra parte, el culto a Huitzilopochtli y su relación con los sacrificios humanos explica uno de los principales malentendidos culturales entre los mexicas y los españoles. Los capítulos II, III y IV están dedicados la actitud de Motecuhzoma ante la llegada de los españoles. Según la cosmovisión heredada de los toltecas, luego de crear a la humanidad Quetzalcóatl abandona el Golfo de México junto a otros dioses y se dirige hacia el este, con la promesa de regresar un día para volver a reinar entre los hombres de su pueblo. Por eso, ante las descripciones que llegan a Tenochtitlan de los extraños sujetos que aparecen por el este, no es raro que Motecuhzoma y sus sacerdotes consideren la posibilidad del regreso de Quetzalcóatl. Es por esta razón que los mexicas se refieren en un principio a los españoles como “los dioses”. Tal como cita en su estudio el especialista Antonio Aimi, Sahagún presenta este punto de vista de los aztecas de la siguiente manera:

Pensaron que venía Quetzalcóatl, al cual ellos estaban esperando muchos años había, porque fue señor de esta tierra y fuese diciendo que volvería, y nunca más pareció, y hasta hoy le esperaban […] Motecuhzoma despachó gente para el recibiemiento de Quetzalcóatl, porque pensó que era el que venía, porque cada día le estaban esperando, y como tenía relación que Quetzalcóatl había ido por la mar hacia el oriente, por esto pensaron que era él (2009: 35).

Ante esta posibilidad, Motecuhzoma decide recibir a Cortés con una serie de exquisitos regalos, sobre los que León-Portilla incluye una larga lista en el capítulo IV. Además, Motecuhzoma “envió cautivos que les hicieran sacrificio: quién sabe si quisieran beber su sangre. Y así lo hicieron los enviados” (p. 40). Irónicamente, la rección de los españoles ante los sacrificios humanos es totalmente negativa:

Pero cuando ellos [los españoles] vieron aquello [las víctimas] sintieron mucho asco, escupieron, se restregaban las pestañas; cerraban los ojos, movían la cabeza. Y la comida que estaba manchada de sangre, la desecharon con náusea; ensangrentada hedía fuertemente, causaba asco, como si fuera una sangre podrida (p. 45).

Así, lo que para la cosmovisión de Motecuhzoma es un recibimiento propio de dioses, para los españoles es una muestra de la barbarie de los pueblos mesoamericanos. Además, desde la perspectiva católica, tales prácticas quedan asociadas al culto de Satán, por lo que en los sacrificios humanos los españoles encuentran una doble justificación de la conquista: tanto someter a los adoradores del demonio como destruir sus prácticas satánicas implica hacer justicia divina.