Visión de los vencidos

Visión de los vencidos Resumen y Análisis Capítulos VII-IX

Resumen

Capítulo VII

Los hechos narrados de este capítulo se extraen del Códice Ramírez, ya que esta es la única fuente nativa en la que se relata la visita de los españoles a Tetzcoco.

En su camino hacia Tenochtitlan, los españoles son interceptados por el príncipe de Tetzcoco, Ixtlilxóchitl, que los recibe en son de paz y los invita a sus dominios para ser agasajados. Como forma de pago por el buen trato, Cortés les enseña la ley de su dios y de Cristo. Luego, con ayuda de un clérigo, Cortés bautiza y convierte al catolicismo a muchos de los habitantes del pueblo, incluyendo al príncipe Ixtlilxóchitl, que pasa a llamarse Hernando. Yacotzin, la madre de Hernando, se demuestra absolutamente en contra de la evangelización del pueblo, pero termina por doblegar su voluntad y bautizarse.

Mientras tanto, Motecuhzoma se debate entre recibir o no a Cortés y los cristianos. Para poder tomar una decisión, pide consejo a su sobrino Cacama y su hermano Cuitlahuacatzin. El primero le recomienda que los reciba, puesto que es el comportamiento apropiado de un emperador, mientras que el segundo considera lo contrario, ya que una vez que los españoles estén dentro de la ciudad, poco podrán hacer para combatirlos. Luego de considerarlo, Motecuhzoma, adopta la recomendación de Cacama y se prepara para recibir a Cortés.

Capítulo VIII

En Huitzillan, un pueblo al sur del lago Texcoco, kilómetros antes de Tenochtitlan, Motecuhzoma sale al encuentro de Cortés. Allí, gracias a Malintzin y Jerónimo de Aguilar, que ofician de traductores, tienen su primera charla los jefes de cada uno de los bandos. Motecuhzoma le revela a Cortés que ya lo conoce, gracias a una visión que experimentó tiempo atrás y le informa que Tenochtitlan le pertenece y que hasta ese momento él se encargó de cuidar México durante su ausencia. Cortés responde de forma amigable, pero breve, y propone continuar la conversación más adelante, luego de descansar e instalarse en la ciudad.

Cuando llegan a la ciudad, Motecuhzoma e Itzcuauhtzin son encarcelados por los españoles, el resto de los magnates y príncipes de México se ocultan y nada hacen para salvar a su emperador. Los españoles interrogan a Motecuhzoma para dar con sus riquezas, y es así como terminan saqueando la casa del tesoro, llamada Teucalco, y el lugar de almacenamiento de las riquezas de Motecuhzoma, llamado Totocalco.

Capítulo IX

Cortés se va de Tenochtitlan para combatir contra Pánfilo de Narváez, quien tiene la orden del gobernador de Cuba de apresarlo. Mientras tanto, en Tenochtitlan, Pedro de Alvarado queda al mando y los mexicas se preparan para celebrar la fiesta de Tóxcatl, uno de los eventos de mayor importancia en su calendario. Durante la fiesta de Huitzilopochtli, Alvarado ordena a sus soldados que asesinen traicioneramente a los mexicas que celebran en el templo. Los pobladores que oyen la matanza inician un ataque contra los españoles, obligándolos a acuartelarse en la Casa Real. Así comienza una violenta batalla, en la que los dos bandos se atacan y contraatacan. Alvarado, encadena a Motecuhzoma y lo utiliza para que, junto a Itzcuauhtzin, se asome a la azotea para instar a los mexicas a que detengan su ataque. Pero estos, furiosos por la traición de los españoles, desconocen la autoridad de su emperador y arrojan sus flechas contra el enemigo. La Casa Real queda sitiada con los españoles adentro y los technocas planean someterlos por medio del hambre. Sin embargo, hay quienes les entregan alimentos a hurtadillas, con la esperanza de ganarse su favor, previendo que la victoria final será de ellos. Estos colaboradores son asesinados en público, para desalentar ese tipo de comportamientos. La Casa Real permanece sitiada por veintitrés días.

Análisis

En esta sección nos ocuparemos de los capítulos VII a IX, que refieren la llegada de Cortés a México-Tenochtitlan y la matanza del Templo Mayor cometida por Pedro de Alvarado. Como hemos hecho en la sección anterior, reponemos en primer lugar la secuencia cronológica desde una perspectiva histórica.

Cortés entra en México-Tenochtitlan el 8 de noviembre de 1519 por la calzada de Iztapalapa, que conecta el valle con la ciudad por el sur. Sobre la calzada se encuentra con Motecuhzoma, quien lo recibe como si se tratara del regreso de los dioses y le entrega su imperio. Sobre tan importante encuentro hay registros famosos tanto de parte de los españoles como de los mexicas. Los españoles son alojados en los palacios reales de Tenochtitlan y quedan maravillados con la grandeza y el poderío de la capital imperial.

En 1520, durante la Pascua, Pedro Alvarado aprovecha que Cortés no está en la ciudad y ataca por sorpresa a los mexicas que celebran la fiesta del dios Tóxcatl en el Templo Mayor. Esta es la celebración religiosa más importante para los aztecas, por lo que la matanza ocurrida ese día cobra en la cosmovisión mexica una dimensión paradigmática. Las crónicas indígenas que recogen el episodio presentan una fuerza de expresión comparable a los grandes poemas épicos de la antigüedad clásica, como la famosa Ilíada de Homero.

El encuentro de Motecuhzoma con Cortés es uno de los momentos más relevantes y problemáticos de la Conquista. En los Informantes de Sahagún se describe con sumo detalle la fastuosidad del cortejo de Motecuhzoma, conformado por los príncipes y los magnates mexicas. León-Portilla selecciona algunos pasajes que dan cuenta del lujo y de las costumbres de los moradores de Tenochtitlan:

En este tiempo se adereza, se engalana Motecuhzoma para ir a darles el encuentro. También los demás grandes príncipes, los nobles, sus magnates, sus caballeros. Ya van todos a dar el encuentro a los que llegan.

En grandes bateas han colocado flores de las finas: la flor del escudo, la del corazón; en medio se yergue la flor del buen aroma, y la amarilla fragante, la valiosa. Son guirnaldas, con travesaños para el pecho.

También van portando collares de oro, collares de cuentas colgantes gruesas, collares de tejido de petalillo (p. 81).

Al igual que el pasaje de las ofrendas realizadas a Cortés, las enumeraciones de los adornos que llevan los príncipes dejan ver al lector la cosmovisión del pueblo mexica y muestran qué valor le otorgan a cada elemento, ya sea natural o manufacturado, dentro de sus subjetividades. En este pasaje, por ejemplo, las flores adornan y acompañan los vestidos, al igual que el oro, y ambos elementos se disponen a un mismo nivel de importancia. Anteriormente, en las ofrendas, puede observarse lo mismo con el oro y las plumas. Con todo ello, queda claro que el valor ornamental del oro para el pueblo mexica es muy diferente al que tiene para los españoles y para el mundo europeo. En el siglo XVI, el oro ya es el principal capital sobre el que los imperios construyen su riqueza y con el que los reyes justifican su poderío.

León-Portilla presenta en Visión de los Vencidos el diálogo entre Motecuhzoma y Cortés, tal como lo reproduce la versión de Sahagún:

Inmediatamente [Motecuhzoma] se pone en pie, se para para recibirlo, se acerca a él y se inclina, cuanto puede dobla la cabeza: así lo arenga, le dijo:

—Señor nuestro: te has fatigado, te has dado cansancio: ya a la tierra tú has llegado. Has arribado a tu ciudad: México. Allí has venido a sentarte en tu solio, en tu trono. Oh, por tiempo breve te lo reservaron, te lo conservaron, los que ya se fueron, tus sustitutos. Los señores reyes, Itcoatzin, Motecuhzomatzin el Viejo, Axayácac, Tízoc, Ahuítzotl. Oh, que breve tiempo tan sólo guardaron para ti, dominaron la ciudad de México. Bajo su abrigo estaba metido el pueblo bajo. [...] Llega a la tierra: ven y descansa; toma posesión de tus casas reales; da refrigerio a tu cuerpo. ¡Llegad a vuestra tierra, señores nuestros! (pp. 81-82).

Las palabras de Motecuhzoma expresan la maravilla y la idolatría con la que el soberano mexica recibe a los españoles y los acepta como los descendientes de Quetzalcóatl. Según esta presentación, el soberano entrega la ciudad y todas sus riquezas a Cortés, y le ofrece alojamiento en su palacio. A ello, Cortés contesta:

—Tenga confianza Motecuhzoma, que nada tema. Nosotros mucho lo amamos. Bien satisfecho está hoy nuestro corazón. Le vemos la cara, lo oímos. Hace ya mucho tiempo que deseábamos verlo (p.83).

Tras estas palabras, Sahagún indica cómo los españoles toman de la mano a Motecuhzoma y caminan con él hacia la ciudad. Esto es interesante, puesto que en los episodios siguientes Motecuhzoma desaparece de la narración, hasta que vuelve a presentarse como un prisionero de Cortés. Si bien los hechos precisos que rodean a la llegada de los españoles a Tenochtitlan no están claros, si se sabe que Cortés toma de rehén a Motecuhzoma y lo mantiene preso mientras se instala en la ciudad y decide cómo continuar con la conquista de los mexicas.

En verdad, algunos autores señalan la falsedad del pasaje que recupera Sahagún y que coincide con el relato que Cortés le envía al emperador Carlos V en sus cartas:

Muchos días há que por nuestras escrituras tenemos de nuestros antepasados noticia que yo ni todos los que en esta tierra habitamos no somos naturales della, sino extranjeros y venidos á ella de partes muy extrañas; é tenemos asimismo que á estas partes trajo nuestra generacion un señor, cuyos vasallos todos eran, el cual se volvió á su naturaleza, y después tornó á venir dende en mucho tiempo, y tanto, que ya estaban casados los que habian quedado con las mujeres naturales de la tierra, y tenian mucha generacion y fechos pueblos donde vivian; é queriéndolos llevar consigo, no quisieron ir, ni menos recibirle por señor; y así, se volvió. E siempre hemos tenido que de los que dél descendiesen habian de venir á sojuzgar esta tierra y á nosotros, como á sus vasallos. E según de la parte que vos decis que venis, que es á do sale el sol, y las cosas que decis deste gran señor ó rey que acá os envió, creemos y tenemos por cierto es ser nuestro señor natural; en especial que nos decis que él há muchos dias que tiene noticia de nosotros. E por tanto vos sed cierto que os obedeceremos y ternémos por señor en lugar de ese gran señor que decis, y que en ello no habia falta ni engaño alguno; é bien podeis en toda la tierra, digo que en la que yo en mi señorío poseo, mandar á vuestra voluntad, porque será obedecido y fecho, y todo lo que nosotros tenemos es para lo que vos dello quisiéredes disponer. E pues estais en vuestra naturaleza y en vuestra casa, holgad y descansad del trabajo del camino y guerras que habeis tenido (1946: 25-26).

Según refiere Cortés, al recibirlo Motecuhzoma le explica que los mexicas se instalaron en la región guiados por un señor —un dios, Quetzalcóatl— que luego marchó hacia el este con la promesa de volver en un futuro. Por eso, todos los emperadores de Tenochtitlan vivieron a la espera del regreso de su señor, y se encargaron de cuidar al pueblo durante su ausencia. Este discurso, señalan algunos críticos, es en verdad la tergiversación de los hechos que hace Cortés para justificar ante Carlos V su modo de proceder con Motecuhzoma: según la ley de la Corona, los españoles, al encontrarse con pueblos nativos, deben leer un documento llamado “Requerimiento”, que da a los soberanos indígenas dos posibilidades: o reconocerse como súbditos de la Corona española y conservar sus bienes, o entrar en guerra.

Cortés no lee el “Requerimiento” a Motecuhzoma en una primera instancia, no por miedo a la guerra, sino porque prefiere, estratégicamente, conocer primero el poder de su adversario. Por ello, toma como rehén al emperador y se instala en su palacio. Esta acción es ilegal para las leyes españolas, por lo que el conquistador debe justificar su accionar ante su emperador. Por ello, envía una serie de cartas a Carlos V en las que oculta que ha hecho prisionero a Motecuhzoma y se aprovecha de un mito mexica para justificarse: es el emperador azteca quien le entrega la ciudad, confundiéndolo con uno de sus dioses. La jugada de Cortés es atrevida pero eficaz. La historia del regreso de Quetzalcóatl justifica la “devolución” del imperio a su legítimo dueño y vuelve legítima la conquista del pueblo mexica. Al respecto, cabe destacar también que si bien los Informantes de Sahagún la recuperan, no se trata de una versión que haya llegado muy lejos en otros textos nahua, lo que significa un argumento más sobre su falsedad.

El impacto que genera sobre los españoles aquella enorme ciudad construida sobre un lago ha sido expresado por muchos de los cronistas. En el apéndice de Visión de los vencidos, León-Portilla incluye el testimonio de Bernal Días del Castillo sobre la capital del imperio mexica:

De allí vimos las tres calzadas que entran a México [...] y veíamos el agua dulce que venía de Chapultepec, de que se proveía la ciudad y en aquellas tres calzadas, las puentes que tenía hechas de trecho en trecho, por donde entraba y salía el agua de la laguna de una parte a otra; y veíamos en aquella gran laguna tanta multitud de canoas, unas que venían con bastimentos y otras que volvían con cargas y mercaderías; y veíamos que cada casa de aquella gran ciudad, y de todas las más ciudades que estaban pobladas en el agua, de casa en casa no se pasaba sino por unas puentes levadizas que tenían hechas de madera, o en canoas; y veíamos en aquellas ciudades cúes y adoratorios a manera de torres y fortalezas, y todas blanqueando, que era cosa de admiración, y las casas de azoteas y en las calzadas otras torrecillas y adoratorios que eran como fortaleza.

Y después de bien mirado y considerado todo lo que habíamos visto, tornamos a ver la gran plaza y la multitud de gente que en ella había [...] y entre nosotros hubo soldados que habían estado en muchas partes del mundo y en Constantinopla, y en toda Italia y Roma, y dijeron que plaza tan bien compasada y con tanto concierto y tamaña y llena de tanta gente no habían visto (p. 265).

A la llegada de los españoles, se calcula que en México-Tenochtitlan viven unas ciento veinte mil personas aproximadamente. Gracias al trabajo realizado por antropólogos, se conocen una serie de datos muy precisos sobre la ciudad mexica: Tenochtitlan se extiende sobre una superficie más o menos cuadrada de aproximadamente tres kilómetros de lado. Al norte, se une al islote vecino de Tlatelolco, cuya ciudad independiente es sometida al poderío mexica en 1473. Una gran calzada conecta Tlatelolco a la tierra firme; al sur, otra calzada comunica Tenochtitlan con Iztapalapa. Por este camino es que los españoles entran a la ciudad. Hacia el oeste, una tercera calzada conecta con el pueblo aliado de Tlacopan. Por dicho camino escapan los españoles en la famosa huida de la “Noche Triste”.

Tenochtitlan está dividida en cuatro secciones, según la cultura nahua, orientadas hacia cada uno de los rumbos del universo. El lugar más importante de la ciudad es sin lugar a dudas el recinto sagrado donde se levantan los setenta y ocho edificios que componen el Templo Mayor con sus adoratorios, sus escuelas y sus dependencias. Dicho recinto, ubicado en el centro de la ciudad, está dispuesto como un cuadrado de quinientos metros de lado protegido por un gran muro de piedra. Frente al Templo Mayor se ubica el palacio de Axayácatl, lugar en el que se alojan los españoles cuando llegan en calidad de huéspedes.

Los españoles revelan sus verdaderas intenciones durante la celebración del dios Toxcatl en el Templo Mayor. Como ya hemos referido, los mexicas se constituyen, desde los tiempos del consejero Tlacaélel, como un pueblo guerrero. Sin embargo, antes de iniciar la guerra, una de sus costumbres es la de enviar a su enemigo una serie de escudos y flechas para advertirles que deben prepararse para la lucha. Es en parte debido a esta costumbre que los mexicas son sorprendidos al ser atacados por los españoles hospedados en Tenochtitlan; como no hay un motivo que justifique dicho ataque y tampoco se realiza ningún ritual preliminar para anunciar la guerra, nadie en México-Tenochtitlan puede adelantarse a la traición de los españoles.

El enfrentamiento del Templo Mayor es una verdadera masacre. Guiados por Pedro de Alvarado, los españoles se abalanzan sobre los mejores guerreros del imperio, quienes danzan, desarmados, en el recinto ceremonial del Templo Mayor. Allí también asesinan al personificador de Huitzilopochtli, un guerrero-sacerdote vestido con las piezas ornamentales y sagradas que representan al Dios Sol. Gran parte del capítulo está dedicado a dichas vestimentas, lo que evidencia la importancia fundamental de la personificación del dios en la cosmovisión mexica. Recordemos que los rituales tienen la función de instaurar la dimensión de lo sagrado sobre las prácticas mundanas de una población y que, en ese sentido y como hemos dicho en la sección anterior, no se trata de meras representaciones, sino de la repetición paradigmática de los gestos realizados por los dioses al crear el mundo. Por eso, la masacre cometida por los españoles es doblemente violenta: no se trata solo del asesinato de los mejores guerreros, sino que, al violar el rito, están destruyendo al propio Huitzilopochtli. Por eso, el evento del Templo Mayor es vivido por los mexicas como un anuncio del final del mundo conocido. En estos pasajes conmovedores se está narrando la destrucción de toda una forma de ser y de estar en el mundo.