Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión

Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión Citas y Análisis

En unas cuantas décadas, ha desaparecido el cuerpo supliciado, descuartizado, amputado, marcado simbólicamente en el rostro o en el hombro, expuesto vivo o muerto, ofrecido en espectáculo. Ha desaparecido el cuerpo como blanco mayor de la represión penal.

Michel Foucault, p. 10.

En esta cita Foucault describe la mayor transformación sobre la cual teoriza en Vigilar y castigar: del castigo como espectáculo público al confinamiento privado. Los criminales pasaron de ser torturados en público a ser recluidos. Su punto es que este cambio fue también un cambio en la importancia otorgada al cuerpo físico. El castigo empezó a pensarse como algo más espiritual que corporal.

Desde los 150 o 200 años que hace que Europa ha establecido sus nuevos sistemas de penalidad, los jueces, poco a poco, pero por un proceso que se remonta a mucho tiempo, se han puesto, pues, a juzgar otra cosa distinta de los delitos: el "alma" de los delincuentes.

Michel Foucault, p. 20.

Si el cuerpo desaparece del castigo hacia mediados del siglo XIX, ¿cuál se convierte en el blanco del castigo? La respuesta de Foucault es que la justicia comienza a apuntar a reformar el "alma" en lugar de castigar el cuerpo. Este es un cambio radical, porque significa que la persona íntegramente debe ser reformada, en lugar de ser castigada por una acción puntual. Vigilar y castigar trata del ascenso de diferentes cuerpos de saber que facilitaron este cambio, incluyendo las ciencias psicológicas que establecieron distintos tipos de personas en lugar de distintos tipos de crímenes.

De hecho, la derivación de una criminalidad de sangre a una delincuencia de fraude forma parte de todo un mecanismo complejo, en el que figuran el desarrollo de la producción, el aumento de las riquezas, una valorización jurídica y moral más intensa de las relaciones de propiedad, unos métodos de vigilancia más rigurosos, una división en zonas más ceñida de la población, unas técnicas más afinadas de localización, de captura y de información: el desplazamiento de las prácticas legalistas es correlativo de una extensión y de un afinamiento de las prácticas punitivas.

Michel Foucault, p. 71.

En la misma línea del desplazamiento de la tortura al confinamiento, hay otro cambio en la naturaleza misma de los crímenes. En el contexto de la tortura, los crímenes que preocupaban eran en especial los físicamente violentos, como el homicidio. Con la transición a las cárceles, ganaron interés los crímenes contra la propiedad, como el robo. Esto es parte de una tendencia más amplia en la toma de conciencia de las personas comunes en relación con su propio poder más allá del poder del rey. Las personas, entonces, no querían solamente castigar un crimen, sino además proteger sus posesiones. En este sentido, la cárcel parecía una mejor forma de lidiar con este tipo de transgresiones.

La infracción opone, en efecto, un individuo al cuerpo social entero; para castigarlo, la sociedad tiene el derecho de alzarse toda entera contra él. Lucha desigual: de un solo lado, todas las fuerzas, todo el poder, los derechos todos. Y preciso es que sea así, ya que va en ello la defensa de cada cual. Se constituye de esta suerte un formidable derecho de castigar, ya que el infractor se convierte en el enemigo común. Peor que un enemigo, incluso, puesto que sus golpes los asesta desde el interior de la sociedad y contra esta misma: un traidor. Un "monstruo". ¿Cómo no iba a tener la sociedad un derecho absoluto sobre él?

Michel Foucault, p. 83.

En una sociedad de soberanía, el crimen era concebido como una afrenta al rey, ya que todo el poder emanaba del soberano. Así, cuando el poder comenzó a ser pensado como una emanación del pueblo entero, emergió una nueva concepción: ahora el criminal cometía el crimen en contra del pueblo, es decir, atentaba contra la sociedad entera. Vivir en sociedad significa que hay que seguir ciertas normas: Yo no robaré y tú no me robarás. Robarme no solo me vulnera a mí, sino a las normas sociales que nos gobiernan. El criminal necesita ser castigado no solo por haber vulnerado a otros individuos, sino por haber vulnerado a la sociedad, y el castigo, en consecuencia, debería tratar de reparar la sociedad o de reafirmar las normas que nos gobiernan.

Al organizar las "celdas", los "lugares" y los "rangos", fabrican las disciplinas espacios complejos: arquitectónicos, funcionales y jerárquicos a la vez. Son unos espacios que establecen la fijación y permiten la circulación; recortan segmentos individuales e instauran relaciones operatorias; marcan lugares e indican valores; garantizan la obediencia de los individuos pero también una mejor economía del tiempo y de los gestos. Son espacios mixtos: reales, ya que rigen la disposición de pabellones, de salas, de mobiliarios; pero ideales, ya que se proyectan sobre la ordenación de las caracterizaciones, de las estimaciones, de las jerarquías.

Michel Foucault, p. 136.

En este pasaje, Foucault describe los espacios disciplinarios como el cuartel, que disciplina a los soldados, o la escuela, que disciplina a los estudiantes. Su punto es que estos espacios funcionan organizando a las personas tanto física como psicológicamente. En un cuartel cada soldado tiene su propio lugar y rol, tal como en la escuela, cada estudiante pertenece a un grado y una clase particular, y al interior de esa clase, cada estudiante tiene su tarea designada. Ese es el lado corporal de las cosas. Pero también entrena a las personas psicológicamente para entender y someterse a un sistema más amplio donde algunas personas tienen mayor jerarquía que otras. Los espacios disciplinarios son poderosos porque visibilizan cosas más abstractas como la jerarquía mientras idealizan, o convierten en ideas, aspectos más físicos como la ubicación de un escritorio.

El ejercicio de la disciplina supone un dispositivo que coacciona por el juego de la mirada.

Michel Foucault, p. 170.

Disciplinar es entrenar a los cuerpos para que actúen y se muevan de determinada manera, tal como un soldado siguiendo a su regimiento o un estudiante que sigue la lección. Sin importar para qué sea que alguien esté siendo entrenado, esa persona tiene que sentirse observada. Un estudiante actúa de cierta manera porque está siendo observado por su maestro, tal como un soldado es disciplinado por un oficial. Es esta sensación de ser observados que obliga a las personas a que actúen de cierta manera. El punto de Foucault es que las personas pueden ser disciplinadas no solo siendo observadas directamente, sino haciéndoles creer que están siendo observadas. No importa que el maestro esté realmente vigilando a un estudiante; mientras el estudiante crea que está siendo observado, hará lo que cree que el maestro quiere.

De ahí el efecto mayor del Panóptico: inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder.

Michel Foucault, p. 185.

Esta es la clave del Panóptico: no que las personas sean efectivamente vigiladas en todo momento, sino que se sientan vigiladas –en parte no estando nunca del todo seguras de si las vigilan o no–. Es imposible observar constantemente a los reclusos, pero si sienten que están siendo observados, obedecerán las normas como se espera de ellos. El poder funciona "automáticamente", lo que significa que las personas aprenden a disciplinarse a sí mismas en lugar de necesitar ser vigiladas constantemente.

El panoptismo es el principio general de una nueva "anatomía política" cuyo objeto y fin no son la relación de soberanía sino las relaciones de disciplina.

Michel Foucault, p. 192.

En esta cita, Foucault explicita el rol del Panóptico en un nuevo régimen de poder. Veamos primero que el Panóptico se convirtió en panoptismo. Esto significa que estamos hablando de un proceso de poder abstraído del diseño arquitectónico en sí. Es a través de este proceso que las personas siempre creen que están siendo vigiladas; por ejemplo, por todos los demás miembros de la sociedad. En tal sociedad, el poder está distribuido en todos lados, porque uno no se preocupa solamente porque el rey lo esté vigilando, como en el poder soberano, sino por el vecino o incluso el extraño que camina por la calle. Este es el ascenso del poder disciplinario, donde el disciplinamiento es constante.

La "disciplina" no puede identificarse ni con una institución ni con un aparato. Es un tipo de poder, una modalidad para ejercerlo, implicando todo un conjunto de instrumentos, de técnicas, de procedimientos, de niveles de aplicación, de metas; es una "física" o una "anatomía" del poder, una tecnología.

Michel Foucault, p. 199.

En esta cita, Foucault aclara algunas de las consecuencias teóricas de su análisis histórico. Por su investigación sobre instituciones como el hospital o la escuela, uno podría pensar que son solo ellas las que disciplinan a sus miembros en el comportamiento correcto. Por el contrario, Foucault argumenta que la disciplina es un proceso que funciona en toda la sociedad en todo momento. Solo se vuelve particularmente visible en ciertas instituciones. Pero en todo momento las personas son disciplinadas en las normas sociales por la sensación de estar siendo observadas por la sociedad en su conjunto.

La afirmación de que la prisión fracasa en su propósito de reducir los crímenes, hay que sustituirla quizá por la hipótesis de que la prisión ha logrado muy bien producir la delincuencia, tipo especificado, forma política o económicamente menos peligrosa —en el límite utilizable— de ilegalismo; producir los delincuentes, medio aparentemente marginado pero centralmente controlado; producir el delincuente como sujeto patologizado.

Michel Foucault, p. 257.

Hacia el final del libro, Foucault reflexiona sobre la cuestión de si las prisiones realmente alcanzan lo que prometen. El crimen y la criminalidad siguen existiendo, pero Foucault argumenta que estos fracasos son en realidad productivos, ya que producen nuevos conceptos que resultan útiles para la sociedad. Por ejemplo, las prisiones "crean" el tipo de persona llamada delincuente, cuya vida necesita ser estudiada para poder reformarla. Esto hace que cualquier crimen se perciba como el resultado de una persona patológica y, a la vez, refuerza que la sociedad es sana a grandes rasgos. Las prisiones funcionan para reforzar las normas sociales, y ese es su efecto más importante.