Un artista del mundo flotante

Un artista del mundo flotante Citas y Análisis

Naturalmente, es posible que no conozcan ustedes esta ciudad y, en tal caso, el nombre de Akira Sugimura no les sonará de nada. Pero si preguntan ustedes a cualquiera que viviese aquí antes de la guerra, sabrán que durante más o menos treinta años Sugimura fue uno de los hombres más respetados e influyentes de la ciudad.

Masuji Ono, Octubre, 1948, p. 11

Al inicio de la novela, el narrador se vale de la segunda persona gramatical para dirigirse directamente al lector y contarle todo sobre su lujosa residencia. En este pasaje en particular, habla del dueño anterior, Akira Sugimura. De esta forma, Ishiguro genera la sensación de que el narrador es amigable, y crea un efecto de intimidad y confianza entre él y los lectores.

Recuerdo que una vez, cuando ya tenía quince años, me llamaron al recibidor para hablar de otras cosas. Como siempre, mi padre estaba sentado en el círculo de luz que irradiaba la vela. Pero aquella noche, en lugar de la «caja de negocios», mi padre tenía frente a sí un pesado brasero de barro. Ver el brasero me confundió; era el más grande de la casa y sólo se sacaba para los invitados.
—¿Los has traído todos? —me preguntó.

Masuji Ono y su padre, Octubre, 1948, p. 50

Esta cita comprende el momento en que Ono cuenta un acontecimiento traumático de su infancia, cuando su padre incendia sus dibujos tras descubrir que está interesado en convertirse en artista plástico. A diferencia de otros recuerdos del narrador, este se presenta vívido y es relatado con precisión, lo que evidencia la importancia del episodio en la vida del narrador.

—Sí, me irrita pensar en estas cosas, en todas estas muertes inútiles.
—Es verdad. Es terrible pensar que se han perdido tantas vidas inútilmente. Pero Kenji, al igual que otros muchos, ha muerto como un valiente.

Suichi y Masuji Ono, Octubre, 1948, p. 66

Esta cita demuestra el conflicto generacional entre los jóvenes y los adultos del Japón de la posguerra. Suichi representa a la juventud, enojada con la generación adulta que apoyó la participación de Japón en la guerra. Ono, por su parte, representa a uno de esos adultos. A lo largo de la novela se presentan varias discusiones entre ambos personajes sobre este tema. En este caso en particular, la disputa se produce cuando hablan sobre la muerte de Kenji, el hijo de Ono, durante la guerra.

Al pie de la colina, justo de donde acabo de venir, han construido muchos bloques de casas, y más lejos, siguiendo la margen del río, donde hasta hace sólo un año no había más que hierba y barro, una empresa está levantando bloques de pisos para sus futuros empleados. Los bloques están sin terminar y, cuando el sol casi toca el río, es fácil confundirlos con casas bombardeadas como las que todavía quedan en algunas partes de la ciudad.

Masuji Ono, Abril, 1949, p. 109

En uno de sus viajes al antiguo barrio de placer —con el objetivo de acudir al bar de la señora Kawakami—, Ono se detiene en el Puente de las Vacilaciones para observar el paisaje y describirlo. Es así que se presenta una imagen del barrio en la que se destacan dos elementos: por un lado, sus construcciones, que indican crecimiento, y, por otro, la mención a la guerra. Aunque se trata de uno de los pocos lugares en los que no se avista la destrucción de las bombas, Ono recupera dicho acontecimiento porque las construcciones sin terminar parecen hogares destruidos.

A lo largo de la novela hay numerosas descripciones de barrios, y en todas ellas se hacen presentes el fantasma de la guerra y los cambios demográficos observables. En efecto, la mayoría de los barrios y poblados aledaños a la ciudad están siendo abandonados o repoblados, o se encuentran en etapa de construcción.

El doctor Saito había contado aquello sin ningún énfasis, pero por un instante tuve la impresión de que toda la mesa, incluida Noriko, había dejado de comer para escuchar mi respuesta. También es posible que fueran imaginaciones mías, pero el caso es que recuerdo que, al dirigir la mirada al joven Mitsuo, lo sorprendí observándome con especial atención.

Masuji Ono, Abril, 1949, p. 130

Durante el miai de Noriko, Ono está muy nervioso frente a la familia Saito, porque siente que sus acciones en el pasado como artista nacionalista son juzgadas negativamente. Este fragmento funciona como ejemplo de las especulaciones en las que Ono se sumerge por pensar en su reputación y en la opinión que los otros guardan de él. Esta actitud es de vital importancia, porque Ono la mantiene a lo largo de toda la novela y atraviesa casi la totalidad de sus relaciones interpersonales.

Por otra parte, Ono reconoce que puede tratarse de imaginaciones suyas, por lo que este fragmento es también una demostración de cómo Ishiguro instaura un narrador poco fiable, que hace comentarios en los que expone su incapacidad de recordar o interpretar las situaciones que está contando.

... mi nieto siguió llenándose la boca de espinacas, al mismo tiempo que las masticaba enérgicamente. Bajó la cuchara una vez vacía, con los carrillos hinchados a punto de estallar. Entonces, sin dejar de masticar, puso cara de hombre recio y, sacando pecho, empezó a dar puñetazos en el aire.
—Pero Ichiro, ¿qué significa esto? ¿Me puede decir qué estás haciendo?
—¡No lo adivina, Oji? —dijo con la boca todavía repleta de espinacas.
—No sé, Ichiro. Un hombre bebiendo sake... O peleándose, no sé, no lo adivino.
—¡Popeye el marino!

Ichiro y Masuji Ono, Noviembre, 1949, p. 163

En este apartado, Ono sale a comer con su nieto, quien se demuestra obsesionado con las espinacas. Tal actitud es desconcertante para Ono hasta que el niño le explica que está imitando a Popeye el marino. Al igual que en otras oportunidades, el niño demuestra tener incorporadas referencias de la cultura popular estadounidense. Estos episodios resultan de relevancia, ya que el narrador los incorpora porque le preocupa la invasión cultural norteamericana, y que su nieto crezca venerando al país que los destruyó en la Segunda Guerra Mundial.

—(...) Las mujeres no lo entendéis, pero para un jovencito como Ichiro estas cosas significan mucho. Es una cuestión de orgullo, algo que no olvidará en su vida.
—Qué disparate, padre —dijo Noriko— Seguro que le sentaría mal.
—Será un disparate, pero lo he estado pensando muy detenidamente. A veces las mujeres no os dais cuenta de lo que es el orgullo de un muchacho. —Con el dedo apunté hacia la botella de sake que estaba en el estante, encima de sus cabezas. —Con una sola gota será suficiente.

Noriko y Masuji Ono, Noviembre, 1949, p. 169

En esta cita, Ono le propone a sus hijas que Ichiro consuma por primera vez sake, una bebida alcohólica, argumentando que es fundamental para cuidar el orgullo del pequeño. Sin embargo, las hijas se demuestran en contra, porque consideran que Ichiro aún no está en edad para consumir alcohol. Ante la negativa de Noriko y Setsuko, Ono despliega una serie de argumentos machistas, con los cuales quiere darles a entender que, para ellas, por el solo hecho de ser mujeres, resulta imposible comprender la importancia de que el niño pruebe el alcohol.

—Antes de nada —dije—, déjeme presentarme. Me llamo Ono. —Al parecer, mi nombre no le decía nada, de modo que seguí hablando, sin demasiado aplomo—. Yo soy la persona que ha proporcionado la información por la cual usted está aquí. Me llamo Masuji Ono, soy pintor y miembro del Comité de Cultura del Ministerio del Interior. Más concretamente, soy consejero especial del Comité de Actividades Antipatrióticas. Creo que esta operación es un error, y por eso quisiera hablar con la persona que la dirige.

Masuji Ono, Noviembre, 1949, p. 193

En este fragmento se esclarece completamente el pasado de Ono, que a lo largo de toda la novela se presenta de forma velada y misteriosa. Cuando denuncia a su propio estudiante, Kuroda, e intenta enmendar el hecho interviniendo ante los oficiales que incineran las obras de su alumno, Ono se presenta como el consejero de un comité que denuncia personas que de alguna forma fomentan el anti-nacionalismo. De esta forma, cuando le explica al oficial quién es él, le dice por primera vez de forma clara al lector cuál fue su rol y su vínculo con el Japón imperial que combatió en la guerra junto a la Alemania nazi.

—Perdone, pero, por lo que dijo Taro-san, el doctor Saito nunca siguió su carrera muy de cerca. Siempre fueron buenos vecinos, por supuesto. Pero al parecer no sabía que usted estuviese metido en el mundo del arte hasta que empezaron las negociaciones.
—Te equivocas, Setsuko —contesté riéndome—. El doctor Saito y yo nos conocíamos desde hacía muchos años. Muy a menudo nos encontrábamos en la calle y hablábamos de arte.

Masuji Ono y Setsuko, Noviembre, 1949, p. 204

Este apartado presenta una de las últimas conversaciones entre Setsuko y Ono. Incluso tratándose del final de la obra, las visiones de los personajes sobre los hechos se contradicen. En este caso, el debate se da porque Ono asegura que el doctor Saito lo reconoce como artista desde hace tiempo, mucho antes de las negociaciones matrimoniales. Para Setsuko, por el contrario, el doctor Saito jamás supo de la existencia de Ono como artista. La convicción de ambos personajes obliga al lector a tomar partido por alguno de los dos relatos, lo cual es un ejemplo más de la construcción que realiza Ishiguro de un narrador poco fiable, y de la consecuente delegación en el lector de la responsabilidad de interpretar qué sucede realmente.

—¡Dos nietos! —volvió a exclamar—. Vaya alegría.
—Es cierto, he tenido mucha suerte con mis hijas.
—Y dime, ¿sigues pintando?
—Alguna que otra acuarela. Para pasar el tiempo. Plantas y flores. Sólo para darme el gusto.

Matsuda y Masuji OnoJunio, 1950, p. 211

En este fragmento de la última parte de la novela, Ono cuenta sobre su última visita a Matsuda, antes de su muerte. En la conversación que mantiene con su colega se puede observar cómo los conflictos que atraviesan la novela de alguna forma están resueltos. Ono se siente afortunado con sus hijas, Noriko concreta exitosamente su matrimonio y tiene un hijo, y él retoma la pintura, que tiempo atrás había abandonado.