Tirano Banderas

Tirano Banderas Resumen y Análisis Séptima parte: La mueca verde

Resumen

Libro primero: Recreos del tirano

El General Banderas juega al juego de la rana, ante las miradas de Doña Lupita, Nachito y otros compadritos. Con una "mueca verde", sarcástica, el Generalito se burla de Nachito, invitándolo a jugar antes de su muerte. Nachito llora y dice que Lupita la Romántica lo ha engañado y conducido a la muerte, y el Tirano, en forma de burla maligna, dice que por su discurso se evidencia que el revolucionario Sánchez Ocaña le ha enseñado a disertar.

Asimismo, el Tirano compara a Doña Lupita con Cleopatra, por haber trastornado a la República con su denuncia, y la responsabiliza de todo lo acontecido. Le reprocha que con su reclamo de justicia -por unas meras copas rotas- desencadenó circunstancias fatales: que el Coronel de la Gándara se volcara a las tropas revolucionarias, que el hijo de Doña Rosa Pintado fuera preso, que el boliche de la Cucarachita esté por cerrar y que el Cuerpo Diplomático haya redactado una nota que amenaza con romper las relaciones entre la República y la Madre Patria.

En seguida, Santos Banderas ve llegar a caballo a Don Roque Cepeda y lo recibe con falsa alegría. El Tirano afirma que la independencia nacional corre peligro ahora que el Cuerpo Diplomático busca difamar a la República de Santa Fe, impulsado por la codicia que despiertan el caucho, las minas y el petróleo en los yanquis y europeos. Con esa excusa, el Tirano le propone a Cepeda una tregua, hasta que se resuelva la contienda internacional. A cambio, Cepeda le pide la amnistía para los presos políticos y la libertad de propaganda electoral. Santos Banderas acepta, asegurando que su única preocupación es la pacificación y el bien del país, y que si Cepeda logra encauzar la Revolución hacia la legalidad y ganar en los sufragios, él aceptará su liderazgo sin oponer resistencia. Agrega un elogio al revolucionario, quien siendo criollo, reniega del criollismo y, a diferencia de él, que es descendiente de indios, confía en las virtudes del indio, cuya imagen se ha ensombrecido luego de trescientos años de régimen colonial. Lo desafía entonces a que, una vez resuelto el conflicto internacional, lo aniquile a él mismo y logre cumplir su respetable objetivo de redimir al indio. Cepeda queda muy sorprendido con el pedido de tregua y, luego de acordar con el Tirano, se va.

Doña Lupita se muestra horrorizada con lo que acaba de suceder, pues comprende las intenciones conspirativas del Tirano, el cual se muestra orgulloso de su estratagema.

Libro segundo: La terraza del club

El Ministro del Ecuador, Aníbal Roncalí, cena junto al Ministro del Uruguay, Doctor Carlos Esparza, y le cuenta que le ha costado mucho evadir el aberrante coqueteo del Barón de Benicarlés, pero sus dotes de macho lo han ayudado. El Ministro del Uruguay primero se burla de su compañero y de sus pomposas intervenciones durante la reunión del Cuerpo Diplomático. Luego agrega que, con su rechazo al Ministro de España, Roncalí puede desencadenar un conflicto diplomático con la Madre Patria.

Luego ambos Ministros conversan sobre la nota redactada. Esparza afirma que detrás de los sentimientos humanistas de Sir Jonnes, se esconde la pretensión de adquirir una indemnización de veinte millones para la West Company Limited. Esparza comprende que, lamentablemente, América Latina sigue siendo una Colonia Europea. Sin embargo, duda de que el Presidente se deje extorsionar y ceda a pagar la indemnización: Banderas sabe que el ideario de la Revolución está en pugna con los monopolios de las Compañías, y que en la lucha contra los revolucionarios, él tiene el apoyo fuerte del criollaje dueño de la tierra y de las finanzas extranjeras. Por lo tanto, puede negarse a pagar indemnizaciones, seguro de que las Cancillerías no apoyarán la Revolución. Por último, el uruguayo agrega que el Cuerpo Diplomático busca, ante todo, defender la persistencia de los viejos organismos políticos que están en declive, así como el hombre pasa la vida buscando alejar a la muerte, a pesar de que esta es inminente.

A continuación, en la terraza se encuentran con el Ministro del Japón, Tu-Lag-Thi, quien expresa su temor de que se rompa el acuerdo del Cuerpo Diplomático contenido en la nota. Asegura que, a pesar de las intenciones de Sir Scott, las Colonias Extranjeras son contrarias a los ideales de la Revolución; según sus informes, la Colonia Española, alineada con el caudillaje y, por lo tanto, contraria a la reforma agraria propuesta por los revolucionarios en el Plan de Zamalpoa, proyecta alinearse finalmente con el gobierno de la República. Eso implicaría que Sir Scott se vea desasistido de sus objetivos. Por su parte, Roncalí asegura que Banderas no puede ordenar el cierre de los expendios de bebidas, pues en plena feria eso desembocaría en un levantamiento de la plebe.

Libro tercero: Paso de bufones

Desde la ventana, el Tirano observa la ciudad de Santa Fe, satisfecho de tener al pueblo engañado y contento, mientras se escuchan los estampidos de los fusilamientos. Se dirige burlonamente a Nachito, recordándole su inminente muerte, ahora que es considerado un traidor por divulgar los secretos del Presidente. Banderas anuncia que serán interrogados los testigos de su defensa: Lupita la Romántica y el Doctor Polaco, a quien el Tirano compara sarcásticamente con un personaje ficticio de Alejandro Dumas. Además, Santos Banderas obliga a Nachito a confesar en qué recinto indecoroso se encontró con Domiciano, y sugiere que fue a causa de la ebriedad que aquel puso en aviso al fugado de que el gobierno lo buscaba. Pero Nachito asegura que fue la muchacha la que leyó sus pensamientos y dio aviso al Coronel de la Gándara.

A continuación, el Coronel López de Salamanca hace entrar a los testigos. El primero de los interrogados se presenta como Michaelis Lugín, Doctor por la Universidad del Cairo, iniciado en ciencias secretas. El Tirano se muestra escéptico con las doctrinas que el hombre dice haber estudiado y se burla de su solemnidad, recordándole que sus prácticas de nigromancia con la muchacha tuvieron lugar en un prostíbulo. El Doctor Polaco se excusa diciendo que su intención era puramente científica, y que acudió a ese lugar luego de escuchar sobre las cualidades paranormales de la muchacha. Entonces el General Banderas le pide al hombre que explicite las prácticas que aplicó a la muchacha la noche anterior, cuando ella leyó los pensamientos de Veguillas.

Por su parte, Lupita es interrogada, pero parece rechazar sus poderes especiales, lo cual preocupa a Nachito, quien insiste para que ella recuerde cómo leyó sus pensamientos. Con mueca sarcástica, y disfrutando de la escena que está armando, el Tirano obliga al nigromante a repetir su hipnotización sobre la muchacha. El hombre propone que la muchacha adivine un número que el Tirano esté pensando, y este queda muy impresionado de que ella lo logre.

Enseguida, el Tirano insiste en que un prostíbulo no es lugar para que frecuente un hombre decente. Por ello, sugiere que él es un impostor y ordena que le afeiten su melena de sabio alemán, pues no la merece. El hombre se defiende, diciendo que él busca enseñar la verdad al pueblo. El Tirano, divertido, le dice que por su buena retórica, solo le afeitarán la mitad de la cabeza y logra con ello que, humillado, el Doctor Polaco confiese que lleva un peluquín.

Se escucha de pronto un tumulto de pólvora y se observan incendios a lo lejos. El Tirano ordena a Don Cruz que lo vista para el enfrentamiento armado y manda al Mayor del Valle a que averigüe dónde se ha desencadenado el tiroteo. Don Cruz trae su matona, esto es, su espada, pero sin querer la deja caer con estruendo. El Tirano, colérico, concibe esto como un mal augurio y le pide al Doctor Polaco que obligue a la muchacha a descifrar ese designio. Entretanto, el General Banderas se calza el uniforme militar.

Afuera, reina el caos de la Revolución: se escuchan los estruendos de pólvora, tiroteos y gritos desesperados; los tigres de la feria han escapado de sus jaulas. Dos sombras fugitivas arrastran un piano negro, pero pronto un estallido de fuego les incendia la ropa, y ambos corren despavoridos, tomados de las manos. Lupita la Romántica suspira en su trance magnético.


Análisis

La séptima y última parte de la novela se titula “La mueca verde”, en virtud de que condensa todo el sarcasmo del Generalito Banderas y retrata cómo esa confianza y soberbia lo llevan a su perdición. En toda esta sección, el narrador aludirá al Tirano mediante una metonimia: al llamarlo “la mueca” designa al personaje con uno de sus rasgos más significativos. Ese es uno de los recursos más usados por el esperpento, al tender a la síntesis expresiva que condensa en una imagen muy teatral a personajes y objetos. También se referirá a él llamándolo “momia”, negándole así todo rasgo humano y convirtiéndolo en un ser frío, que no se deja perturbar. En efecto, en esta parte es cuando más jocoso se lo muestra al Tirano, disfrutando de burlar y atemorizar a sus súbditos. Paradójicamente, es cuando más cerca está de su fin, lo cual significará un golpe de efecto en la novela: cuanto más se exacerba su sensación de poder y autoridad, más fuerte es la caída final.

Resulta significativo que la séptima parte repite la escena del juego de la rana de la primera parte, como si el ciclo volviera a empezar, pero con diferencias. Nuevamente se encuentra el Tirano jugando y Doña Lupita observa el juego. Pero ahora está presente Nachito, a quien el Presidente tortura con sus chistes: “Despídase rumboso y le rezaremos cuando estire el zancajo” (209). Veguillas aún no sabe si será condenado o no por traición, y el Tirano le dice que eso dependerá de lo que diga la justicia, pero mientras, se burla con crueldad de su sufrimiento. El miedo de Nacho contrasta con la diversión del Tirano puesta en el juego. Nachito manifiesta ser inocente, refiriéndose a Lupita la Romántica como “sílfide mundana”. En esta expresión se opera un claro contraste esperpéntico, ya que las sílfides son seres míticos y espirituales, mientras que lo mundano es exactamente lo opuesto, algo cotidiano y ordinario.

El Tirano también se divierte culpando a Doña Lupita de desencadenar todas las desgracias acontecidas en la novela, como si no se hubiera tratado de un plan suyo para desplegar su tiranía: “¿Doña Lupita, no temblás vos ante el problema de nuestras eternas responsabilidades?” (211). Para ello, compara a la mujer con Cleopatra, reina de Egipto, al decirle que tiene “la nariz de la Reina Cleopatra” (210). Con ello remite a la leyenda según la cual fue la belleza enigmática de Cleopatra (especialmente su nariz) la que provocó una guerra civil entre los cónsules romanos Marco Antonio y Octaviano. Es evidente que la vieja y humilde Doña Lupita es la inversión grotesca de la reina egipcia, con lo cual se consigue otro efecto esperpéntico.

Por otra parte, Santos Banderas despliega toda su falsedad en el encuentro que mantiene con Roque Cepeda; el mismo narrador se encarga de señalar la farsa, por si el lector no llegara a identificar la ironía en el tono del Tirano: “... hacía la farsa del acogimiento: -¡Muy feliz de verle por estos pagos!” (212). Frente al líder revolucionario, Banderas emite un discurso exagerado sobre su preocupación por sostener la independencia de la Patria y, a su vez, lograr la pacificación y el bienestar de la República. Se muestra enfático con la voluntad de Cepeda de redimir al indio:

Usted, criollo de la mejor prosapia, reniega del criollismo. Yo, en cambio, indio por las cuatro ramas, descreo de las virtudes y capacidades de mi raza. Usted se me representa como un iluminado, su fe en los destinos de la familia indígena me rememora al Padre Las Casas. Quiere usted aventar las sombras que han echado sobre el alma del indio trescientos años de régimen colonial. ¡Admirable propósito! (213)

El Presidente exagera su admiración por la misión de Roque Cepeda y la extrema al compararlo con Bartolomé de las Casas, un sacerdote e historiador español del siglo XVI famoso por denunciar los abusos que sufrían los indígenas de América por parte de los colonos. Resulta por cierto irónico que sea un criollo quien cree más en la redención y los derechos del indio que un indio, como es Santos Banderas. En cualquier caso, se hace obvio que el Tirano opera conforme a un plan oculto: traicionar a Cepeda. Este último, por su parte, queda ridiculizado, señalado como un revolucionario inútil y poco hábil, pues accede a la tregua y no parece distinguir el engaño.

En el libro segundo, asistimos a la discusión entre algunos ministros. Por empezar, se retoman las burlas en torno a la homosexualidad, cuando el Ministro de Uruguay se ríe del cortejo que el Ministro de Ecuador recibió por parte del Barón de Benicarlés y de las intervenciones demasiado sentimentales que aquel hizo en la reunión: “El águila y los aguiluchos que abren las juveniles alas para el heroico vuelo. ¡Has estado muy feliz! ¡Eres un gran lírico! (...) Lírico, sentimental, sensitivo, sensible (...) Por eso no lográs vos separar la actuación diplomática y el flirt del Ministro de España” (216). Pero también el Ministro de Uruguay deja al descubierto el interés económico que hay detrás de las aparentes pretensiones humanistas del Ministro inglés: “Sir Jonnes, tan cordial, tan evangélico, sólo persigue una indemnización de veinte millones para la West Limited Company. Una vez más, el florido ramillete de los sentimientos humanitarios esconde un áspid.” (216). Mediante la metáfora del áspid (serpiente venenosa), el funcionario uruguayo representa la malicia y las malas intenciones que hay detrás de los aparentes sentimientos honrados del inglés. Cabe aclarar aquí que la deuda exterior contraída con Inglaterra fue una de las más importantes de México durante el siglo XIX, lo cual llegó incluso a quebrar las relaciones diplomáticas entre ambos países. En efecto, la tarea principal del entonces embajador de Londres, Sir Spencer St. John, fue negociar esa deuda con Porfirio Díaz, quien cumplió con su pago. Por su parte, el Ministro japonés teme que se rompa el acuerdo del Cuerpo Diplomático, en virtud del rechazo que genera la Revolución en las colonias extranjeras y el criollaje, hostiles “a la reforma agraria, contenida en el Plan de Zamalpoa” (217). Con ello, la novela remite a una serie de planes y manifiestos políticos que la Revolución mexicana emitió; en ellos detallaban su ideario, por ejemplo, la reforma agraria. Así, nuevamente Valle-Inclán traslada la realidad mexicana al horizonte de Santa Fe de Tierra Firme.

Durante el interrogatorio que definirá el futuro de Nacho Veguillas continúan los gestos sarcásticos de la “mueca verde”, tal como indica el título del libro: “Paso de bufones”. El Tirano monta un espectáculo de burla, goza de poner nervioso al acusado, imponiendo suspenso en su condena y desestimando con altanería las hipótesis de sonambulismo y nigromancia. Se burla de ellas al comparar la coartada de Veguillas con un folletín digno de Alejandro Dumas, un escritor francés, famoso por sus novelas de aventuras. Al compararlo con un relato de ficción, el Tirano cuestiona el valor de verdad del relato de Veguillas: “Un folletín muy interesante. ¡Lo estamos viviendo! ¡El Licenciadito Veguillas, observen no más, émulo del genial mulato!” (220).

El Tirano también se burla descaradamente del Doctor Polaco, con ironía y escepticismo: “¡Este Doctorcito se expresa muy doctoralmente! ¿Y ganás vos la plata con su título de Profeta del Cairo?” (222). Busca poner en jaque su investidura solemne al echarle en cara el carácter infame del espacio en el que hipnotizó a la muchacha: “¿Y cómo doctorándose en tan austeras doctrinas, y con tan alto grado en la iniciación teosófica, corre la farra por los lenocinios? Sírvase iluminarnos con su ciencia y justificar la aparente aberración de esa conducta” (222). Al pedirle que recurra a su intelecto y a sus finas doctrinas para responder a algo tan bajo como su presencia en un prostíbulo el Tirano humilla al Doctor. También lo hace al amenazar con raparlo; en tanto el pelo largo es símbolo de sabiduría y respetabilidad, cortarle el pelo sería rechazar esas virtudes. El Tirano sabe que el hombre lleva un peluquín (con el cual imposta esa sabiduría) y se empeña en que lo admita, para dejarlo en ridículo: “-¡Don Cruz! Por lo lindo que platica le harés, no más, la rasura de media cabeza-. El Tirano remegía su mueca con avinagrado humorismo, mirando al fámulo rapista, que le presentaba un bodrio peludo, suspendido en el prieto racimo de los dedos” (225). Humillado, el hombre debe confesar que su pelo es falso.

El juicio, espectáculo violento de burla y humillación, es interrumpido por tiroteos y explosiones de pólvora. Es evidente que ha estallado un levantamiento revolucionario, a pesar de la tregua que el Tirano pretendía establecer. Manda a que lo vistan de guerra, pero cuando Don Cruz trae su espada, esta cae, y sale a la luz la superstición del Tirano: “¡Sofregados, ninguno la mueva! ¡Vaya un augurio!” (226); en ese punto, toda la subestimación que hizo de los poderes mágicos parece quedar en la nada. Le ordena al Doctor Polaco (en un último gesto de burla le dice “Doctor Mágico”) que use a la muchacha para vaticinar lo que ocurrirá. El hombre acata la orden: “Qué ve usted, Señorita Médium?" (226).

Con esa orden, termina un apartado y se da comienzo a otro, que lleva la numeración "VI". En él, la narración se desplaza al caos del levantamiento revolucionario, a los tiroteos, los militares tocando las cornetas, la gente huyendo despavorida, los tigres fuera de sus jaulas. Incluso el narrador menciona a dos sombras fugitivas llevando un piano, y el lector puede reconocer en ellos al ciego y su hija, yendo a devolver el piano que no pudieron pagar al empeñista. Pronto una explosión prende fuego a la pareja, y la escena alcanza un alto grado de dramatismo. Pronto termina esa escena, y con ella el apartado VI, y se da comienzo a uno nuevo, el VII, donde la narración retoma la escena entre el Tirano, el Doctor y Lupita: “Lupita la Romántica suspira en el trance magnético, con el blanco de los ojos siempre vuelto sobre el misterio” (227). De este modo, entendemos que el apartado VI, que describe las consecuencias del levantamiento armado de los revolucionarios, forma parte de la predicción de la muchacha, de las imágenes que ella ve desde su trance. Son, por lo tanto, imágenes de un tiempo futuro, que aún no ha acontecido. Una vez más, la fragmentación de la novela acompaña la fragmentación espacio-temporal. Con ese espectáculo de magia, termina esta séptima parte.