Tirano Banderas

Tirano Banderas Resumen y Análisis Epílogo

Resumen

El Tirano vigila la defensa de su ejército y da órdenes, enojado por el desánimo que muestran sus guerrillas, y jura castigos para los desertores y traidores. Está frustrado porque no llegó a cumplir con su plan: caer sobre la ciudad revolucionada e imponer un castigo sangriento.

Antes del alba, Tirano Banderas se ve cercado por las partidas revolucionarias y por batallones sublevados, y sube a una torre para estudiar su avance. Al ver el peligro, se acentúa su mueca verde. Ve a dos mujeres que cavan con sus manos, intentando liberar a un indio que está enterrado hasta la cintura, como castigo. Enojado de que las mujeres ignoren su poder, dándolo ya por caído, el Tirano ordena a un centinela que les pegue un tiro, y el indio cae muerto, mientras que las mujeres quedan acurrucadas a su lado.

En la primera acometida, un grupo de soldados deserta de la avanzada, y el Tirano despotrica contra esos traidores. Los revolucionarios estrechan el cerco para evitar que los sitiados logren escapar del convento. De pronto, de entre las filas sale el Coronelito de la Gándara, intimando la rendición, y el Tirano le grita que lo fusilará por la espalda. Da la orden a sus hombres de que disparen al Coronel, pero aquellos apuntan demasiado alto, con clara intención de no causar bajas. Enseguida, se pasa al campo enemigo el Mayor del Valle, y el Tirano grita que ha criado solo cuervos.

Tirano Banderas ordena a sus tropas encerrarse en el convento, y manda a colgar algunos sospechosos, buscando con ello contener las deserciones. Su idea es resistir durante el día e intentar una huida por la noche. Pero mediada la mañana, las partidas rebeldes inician el fuego de cañón y logran abrir una brecha para asaltar el convento. Tirano Banderas intenta cubrir el agujero, pero sus tropas van desertando, de modo que debe volver a encerrarse.

Juzgándose perdido, el Tirano se dirige a la habitación donde está recluida su hija, y le anuncia que debe quitarle la vida, pues no es justo que quede viva para que gocen de ella y la injurien los enemigos de su padre. Las mucamas que custodian a la hija suplican desesperadas, y el Tirano les dice que las dejará vivas para que amortajen a su hija como un ángel. Entonces saca su puñal, toma a su hija del cabello y la mata; según un memorial de los rebeldes, la mata dándole quince puñaladas.

Tirano Banderas sale a la ventana con su puñal y cae acribillado. Su cabeza es dispuesta durante tres días sobre un cadalso en la Plaza de Armas. Luego se manda a descuartizar su cuerpo en cuatro trozos y repartirlos de frontera a frontera y de mar a mar, por las ciudades de Zamalpoa y Nueva Cartagena, Puerto Colorado y Santa Rosa del Titipay.


Análisis

Cronológicamente, el epílogo es, en cuanto a sus acciones, sucesivo al prólogo. Si en el prólogo se planea el levantamiento de Filomeno Cuevas, el epílogo es la concreción de ese levantamiento. Por su parte, el resto de la novela -de la primera a la séptima parte- retrata acciones que son anteriores a ese levantamiento. De esta manera, el cuerpo de la novela sería una pausa, un suspenso, y también una explicación, al prólogo y el epílogo; en aquel se construyen las condiciones que dan lugar al plan de levantamiento y a su ejecución.

Resulta muy significativo que en esta parte el Tirano va perdiendo a sus adeptos. La traición del Mayor del Valle, uno de sus funcionarios más importantes, resulta una gran pérdida y simboliza un quiebre en el poder y la fuerza absoluta del Tirano. Él intenta llevar el horror hasta el fin de las consecuencias, ahorcando a traidores con el fin de disuadir a los que aún permanecen con él, pero su autoridad flaquea. La fuerza del bando revolucionario logra resquebrajar la estructura de la tiranía y la sumisión a ella, que se sostenía sobre el miedo.

No obstante, la crueldad del Tirano es lo único que jamás flaquea. No hay ninguna señal de arrepentimiento en él. Incluso el modo en que mata a su hija revela un último gesto de crueldad innecesaria. Si bien intenta justificarse, argumentando que no quiere que su hija sea tomada por los revolucionarios -“¡No es justo que quedés en el mundo para que te gocen los enemigos de tu padre, y te baldonen llamándote hija del chingado Banderas!” (230)-, le quita la vida dándole una cantidad excesiva -y más que suficiente- de puñaladas.

La información respecto de la cantidad de puñaladas, aclara el narrador, proviene de “un memorial de los rebeldes [que] dice que la cosió con quince puñaladas” (230). Una vez más, Valle-Inclán pretende darle a su relato ficcional una verosimilitud sostenida sobre base de fuentes históricas. Efectivamente, la crítica señala que en el epílogo se concentran la mayor cantidad de referencias intertextuales, procedentes de crónicas acerca del explorador Lope de Aguirre. De hecho, hay escenas muy similares a las que se encuentran en crónicas, como la del asesinato de la hija del Tirano, que parece estar claramente inspirada en Los Marañones, una leyenda escrita por Ciro Bayo que relata las aventuras de Pedro de Orsúa y Lope de Aguirre. En ella, hay un episodio en el que Lope de Aguirre asesina a su hija a cuchillazos, en circunstancias similares a las del Tirano Banderas.

La novela se cierra haciendo alusión a las ciudades entre las que se repartió el cadáver descuartizado de Santos Banderas. Esas ciudades son inventadas, pero, una vez más, connotan realidades americanas. Finalmente, la violencia impartida por el tirano se le vuelve en contra y su cuerpo pasa a ser exhibido como botín de guerra a lo largo de la República. La novela de dictador se cierra con el fin de la tiranía.