Tirano Banderas

Tirano Banderas Ironía

La representación de Quintín Pereda como un honrado gachupín.

El narrador, fiel a su estilo a lo largo de la novela, apela a la ironía para referirse a Quintín Pereda cuando lo llama "honrado gachupín" con insistencia. El lector ya ha conocido el perfil del empeñista: discriminó a la mujer de Zacarías, asumiendo que robó el anillo de Domiciano, y la denunció injustamente; negó su ayuda a la humilde pareja del ciego y su hija; aceptó la idea de su sobrino Melquiades de engañar a la policía, llevándole un anillo falso como evidencia del robo; traicionó a Melquiades al culparlo ante la policía de cualquier irregularidad en su trabajo. Por lo tanto, sabe que el epíteto "honrado" no se ajusta en absoluto a Pereda. El efecto que logra el narrador al aludir a él irónicamente de esa forma es ridiculizarlo y exponer la hipocresía de una sociedad que cree más en las apariencias que en la verdadera naturaleza de las personas.

Domiciano canta lo versos acerca de la detención de Pedernales, sin saber que le espera el mismo destino.

En el Congal de la Cucarachita, antes de que Domiciano conozca -a través de Lupita la Romántica- cuáles son las intenciones del Tirano para con él, canta borracho un corrido sobre el noble Diego de Pedernales. Estrictamente, el narrador cita algunos versos, aquellos que hacen mención a la detención de Pedernales por una patrulla. Esto constituye una ironía dramática en la medida en que el lector sabe más que el personaje y reconoce que ese es el mismo destino que le espera a Domiciano, aunque este aún lo desconoce.

Tirano Banderas se presenta como sucesor de Ignacio de Loyola.

El primer libro de la sexta parte de la novela se titula "Lección de Loyola", y en él se relata la visita del Tirano a la cárcel de Santa Mónica con el fin de disculparse con Roque Cepeda por su detención. La referencia intertextual parece comparar la humildad de Loyola con la del Tirano. Sin embargo, el lector distingue que se trata de una comparación exagerada e irónica: el Tirano no actúa por humildad, bondad ni altruismo (como sí Loyola), sino todo lo contrario. Por un lado, su disculpa es falsa, pues sabemos que él encargó a sus funcionarios que reprimieran al líder opositor. Por otro, su objetivo no es obrar buenamente, sino que oculta un plan maligno: ganarse la simpatía del líder, para luego traicionarlo.

“No me escuches. Haz lo que te parezca. Sacrifica a tus peonadas. Después del sudor, les pides la sangre. ¡Muy bueno!” (45).

Este parlamento corresponde al Coronel Domiciano de la Gándara, y lo dirige a Filomeno Cuevas para reprocharle que está obrando de manera descuidada al mandar a sus hombres a un levantamiento contra el Tirano sin estrategias militares claras. Luego de insistir sobre la necesidad de armar un plan prudente, y de que Filomeno se resista a escuchar el consejo, Domiciano se da por vencido. De ahí que festeje, irónicamente, la negligencia de Filomeno al sacrificar a sus peonadas, llevándolos a la muerte después de tanto sacrificio que hicieron. La celebración final ("¡Muy bueno!") es claramente sarcástica y busca significar todo lo contrario: su total desacuerdo con el plan elegido.