Tartufo

Tartufo Temas

Apariencia vs. realidad

La oposición entre apariencia y realidad es un tema fundamental en toda la obra que aparece reflejado de diferentes modos y en diferentes personajes.

Por supuesto, el caso más evidente es el de Tartufo, quien domina con maestría el arte de aparentar. Aparenta ser un hombre piadoso, ser fiel a Orgon, proteger a Elmira, y no se muestra interesado por los bienes materiales ni por el sexo. Sus herramientas fundamentales para aparentar son su lenguaje manipulador (el caso más evidente aparece en el segundo encuentro con Elmira, cuando pretende convencerla de que pecar no es pecar) y sus gestos exagerados (el más evidente lo vemos cuando entra en escena y, al advertir la presencia de Dorina, le pide a Lorenzo que por favor guarde su cilicio). De todos modos, pese a su maestría en el engaño, solamente dos personajes son víctimas de él: Orgon y Madame Pernelle. Tomar la apariencia como realidad le trae severos costos a la familia; fundamentalmente, la posibilidad de perder la casa.

Ahora bien, más allá de Tartufo, este tema ya aparece y se instala desde la primera escena. Madame Pernelle está profundamente preocupada por lo que aparenta la familia socialmente. Considera que las constantes reuniones y fiestas hacen que la casa se vea como inmoral, y que la gente murmure. Esa preocupación por la apariencia le hace confiar en Tartufo como en una figura que hará que los habitantes del hogar vuelvan al buen camino. Y ya sabemos el costo que tiene confiar en Tartufo. Además, también en esta primera escena, Dorina expone (hablando sobre Dafne, la vecina) que aquellos que aparentan virtud y juzgan a los otros, en realidad lo hacen porque tienen envidia de lo que los otros hacen y ellos no pueden hacer: Dafne ya no es deseada por los hombres, entonces aparenta ser virtuosa y califica de inmorales a Mariana, Elmira y Dorina, quienes sí son deseadas.

Por último, es fundamental el monólogo en que Cleante afirma que los verdaderos santos no aparentan serlo, y que no hay que fiarse de aquellos que, constantemente, hacen grandes gestos para demostrar su santidad. Se trata de un monólogo clave que sintetiza la idea de Molière acerca de la importancia de comprender la religión desde un sentimiento real, y no desde los gestos ni los supuestos actos piadosos. El sentimiento siempre es verdadero. Los actos pueden ser pura apariencia.

Para concluir, es importante destacar que uno de los efectos cómicos clave de la obra se sostiene en la diferencia entre apariencia y realidad: el público conoce la verdad sobre Tartufo y se ríe viendo cómo este aparenta, y cómo Orgon es víctima de dicha apariencia.

La religión

La religión es, obviamente, uno de los temas centrales de la obra. Es crucial destacar que la obra pretende exponer a los hipócritas que utilizan la religión como disfraz, y no atacar a la religión en sí (así fue interpretada en su época por la Compañía del Santo Sacramento, y por eso mismo la obra fue censurada).

Tartufo se define por sus exhibiciones constantes de piedad, exhibiciones que le sirven para manipular a Orgon. Lo hace sentir cerca de Dios, de lo correcto, cuando, en realidad, lo está utilizando para llevar a cabo sus trampas y lograr beneficios propios, y lo está alejando de su familia y de la verdadera piedad.

A través de Cleante, Molière se encarga de distinguir entre hipocresía y fe: Cleante afirma que un hombre santo no se jacta de serlo ni condena cruelmente a los demás. Tampoco es orgulloso ni pretende obtener favores políticos o económicos. Cleante hace énfasis en que los verdaderos hombres virtuosos existen, pero su naturaleza les exige no ser reconocidos como tales, ya que no andan exhibiendo su santidad ni su piedad.

Por lo tanto, la obra ataca la hipocresía ligada a la religión, ya que le hace perder credibilidad y compromete la fe de los creyentes. Esto se ve claramente cuando Orgon afirma, tras advertir que fue engañado por Tartufo, que nunca más creerá en los hombres santos, que todos ellos son mentirosos. En definitiva, la obra no solo no quiere atacar la religión, sino que pretende defenderla de los hipócritas, enalteciendo sus valores y su verdad.

La ambición

La obra postula la ambición como un vicio más que como una virtud, ya que aquellos que son ambiciosos no solo no consiguen obtener aquello que ambicionan, sino que la ambición los destruye. Por ejemplo, los dos personajes más importantes, Tartufo y Orgon, son claras víctimas de su ambición arrogante.

Orgon es, sin dudas, un hombre ambicioso: se distingue como un caballero burgués con una casa elegante y una familia noble. Se ha ganado el favor del príncipe por haberlo ayudado en los disturbios que enfrentó el país, y espera que su familia mantenga una moral elevada para asegurar que se mantenga su buena reputación. Desafortunadamente, está tan obsesionado con este objetivo que cae preso de los engaños de Tartufo, y así casi conduce a su familia a la ruina. En definitiva, Orgon tiene una enorme ambición social, y este defecto lo deja expuesto al ataque de Tartufo.

Del mismo modo, Tartufo también es destruido por su ambición. Podría haberse conformado con vivir felizmente en la casa de Orgon haciendo el papel de hombre santo; ya había obtenido grandes beneficios a través de su farsa. Sin embargo, su ambición de dominar completamente a Orgon va demasiado lejos. Pretende quedarse con su esposa y su casa y destruir su reputación, y, por supuesto, fracasa.

La obra, por lo tanto, presenta la ambición como una cualidad defectuosa a la que hay que evitar, ya que conduce a las personas hacia la autodestrucción.

La lujuria

Pese a que en la obra no hay ningún encuentro sexual, este tema es preponderante en varias partes de la obra. La lujuria es un vicio que tanto Tartufo como Madame Pernelle critican. Tartufo, por ejemplo, le pide a Dorina que se cubra el pecho con un pañuelo, ya que no quiere mirar sus senos. Madame Pernelle, por su parte, critica duramente la libertad con que se vive en la casa, donde se reciben invitados a todas horas.

Sin embargo, el deseo sexual es lo que causa la caída del disfraz de Tartufo. En líneas generales, Tartufo es un hombre que se mueve siguiendo sus deseos corporales (es glotón, bebedor y duerme muchísimo). Pero el deseo sexual que siente para con Elmira es demasiado fuerte, y termina siendo la clave para que la familia lo desenmascare.

La obra sugiere, entonces, que el deseo sexual es inevitable, y que puede ser sumamente destructivo cuando es negado y escondido detrás de una retórica solemne pero vacía de verdadera virtud, ya que, en algún momento, termina desbordando el control de la persona y mostrando su verdad.

En este sentido, es interesante destacar cómo Molière utiliza, a través de Tartufo, la figura de la mojigata (ver “Resumen y Análisis Acto III” en esta misma guía).

La justicia

La justicia es un tema fundamental en la obra. Su gran importancia se evidencia, sobre todo, en el modo en el que Orgon es injusto con su propia familia. Su ceguera en relación con Tartufo lo lleva, entre otras cosas, a desheredar a su hijo, a intentar casar a su hija con alguien que no ama y a exponer a su esposa a las garras lujuriosas del enemigo.

Cuando recupera su sano juicio, los efectos de su injusticia moral no pueden ser controlados, excepto por la justicia del príncipe. Es decir, la justicia legal. De este modo, el príncipe aparece como el gran representante de la justicia, la que puede resolver, incluso, las injusticias morales que suceden dentro de los hogares. El príncipe es quien tiene la lucidez y el poder de castigar legalmente a Tartufo, y perdonar a la gente inocente. Incluso, se puede afirmar que el príncipe también tiene en sus manos la justicia divina, ya que castiga a Tartufo no solo por las acciones de su pasado, sino también por sus pecados.

Por otro lado, el recurso utilizado de Deus ex machina sobre el final aparece como un acto de justicia total. El final de la obra es feliz porque todo se resuelve de manera justa, como la correcta moral exige que se resuelva.

El matrimonio

El tema del matrimonio es clave dentro de la obra como un conflicto en la trama, y también como un conflicto social de la época.

En cuanto a la trama, la amenaza del matrimonio entre Mariana y Tartufo es lo que impulsa a la familia a desenmascarar finalmente al hipócrita (a quien, hasta entonces, toleraban). Es decir, es el conflicto que motoriza la acción de los últimos tres actos.

Por otro lado, comprender la presión social que imponía el casamiento en el siglo XVII es fundamental para entender el modo de actuar de los personajes. La sumisión de Mariana ante su padre refleja a la perfección el derecho que tenía, en esta época, el padre de elegirle el esposo a su hija. Sin embargo, este derecho paterno conllevaba una gran responsabilidad: el padre debía elegir al marido ideal. El matrimonio con Tartufo no solo le habría causado una gran infelicidad a Mariana, sino que habría unido a través de lazos legales a Tartufo con la familia.

Un caballero burgués debía asegurar la reputación de su familia a través de matrimonios bien arreglados, que fueran sólidos desde lo económico y lo moral. No es casual que la obra termine con el anuncio del casamiento entre Mariana y Valerio, quien demostró una escena antes del final tener un gran sentido de la moral, además de solvencia económica: pese a haber sido relegado por Orgon, quien no le permitió casarse con su hija, Valerio va a avisarle a aquel que debe escapar con urgencia, exponiéndose de este modo a sí mismo ante la justicia, y ofreciéndole su carruaje y dinero.

La lealtad

La mayor parte de los personajes de la obra se pueden definir en torno a su lealtad o su falta de ella.

Tartufo es, sin dudas, el ejemplo más grande de falta de lealtad. Fue invitado a vivir a la casa de Orgon tras conmover a este con su enorme piedad, pero no es para nada agradecido ni leal con él. Orgon también es desleal, pero con su familia. Rompe su promesa de casar a Mariana con Valerio y deshereda a su hijo. Además, está involucrado en un asunto que puede implicar traición al príncipe. Por otro lado, la mayor parte de la familia se define por su lealtad incondicional a Orgon, incluso cuando no se la merece.

En última instancia, es la lealtad la que permite que todos se salven, y la falta de lealtad la que castiga a Tartufo. La familia permanece unida porque todos sus integrantes perdonan a Orgon. El príncipe también lo perdona, porque fue leal a él en los disturbios recientes. Todo lo contrario sucede con Tartufo, que termina siendo castigado por ser desleal tanto con Orgon como con el príncipe, quien descubre que es un traidor.

La familia

Desde la primera escena queda claro que la familia es un tema fundamental de la obra. En ella, Madame Pernelle describe a cada uno de los integrantes en relación al resto, al modo en que se relacionan e influyen unos en otros (sobre todo, para mal). Todos están indisolublemente unidos en esa casa, por lo que la traición de uno de sus miembros, Orgon, causa o amenaza con causar grandes estragos para todos. Es decir, desata un efecto en cadena.

El mayor error de Orgon no es confiar en Tartufo, sino traicionar a su familia. Castiga a su hijo, le prohíbe a Mariana casarse con quien ama, acusa a su cuñado de librepensador, y está más pendiente de Tartufo que de su esposa. Cleante, Elmira e incluso Dorina, la sirvienta, hacen todo lo posible para salvar a la familia, pero la salvación depende de que Orgon recupere el juicio. Al funcionar como una unidad absoluta, en la familia no puede haber ningún miembro que atente contra dicha unidad. Es como un cuerpo que tiene un órgano enfermo y, por lo tanto, sufre una enfermedad general.

El final feliz de la obra tiene lugar cuando, precisamente, a través del casamiento entre Mariana y Valerio, la familia se asegura su continuidad. Se trata de una continuidad armónica, en comunión, sin ningún problema interno. Es importante destacar que, en este final, hasta Madame Pernelle, la más fervorosa aduladora de Tartufo, aquella que al comenzar la obra abandona el hogar, también recupera el juicio: se da cuenta de la traición del hipócrita y vuelve a formar parte de la familia unida.