Tartufo

Tartufo Citas y Análisis

“¡Ejemplo admirable! ¡Es muy buena la señora! Es verdad que vive en forma austera, pero es la edad la que le ha llenado el alma de piedad y todos sabemos que ahora se ha puesto mojigata, vistiéndose para ocultar su cuerpo”.

Dorina, Acto I, Escena I, p. 5.

En esta cita, Dorina responde a la acusación de Madame Pernelle acerca de que la familia, por su comportamiento pecaminoso, se ha convertido en el centro de los chismes del vecindario. Según Dorina, aquellas personas propensas al chisme, en realidad, tienen los mismos defectos que critican en otros. Dafne (de quien habla en esta cita Dorina) ahora es austera (y desde esa austeridad juzga a los demás) no por decisión propia, sino porque al envejecer ya nadie la desea. La envidia la empuja a criticar los “vicios” que ella misma tenía antes.

Esta idea de Dorina es fundamental en la obra, sobre todo en relación con Tartufo, ya que precisamente lo que hace este es juzgar en los demás los vicios que él tiene y que pretende ocultar. En algún punto, el personaje de Dafne (que no aparece en escena sino que es nombrado) introduce la hipocresía en la obra. Dorina es, sin dudas, el personaje con mayor capacidad para detectar a los hipócritas. Lo demuestra aquí con Dafne y lo demostrará, por supuesto, con Tartufo.

“Le admira, le cita a cada momento, sus acciones más insignificantes le parecen milagros y todo lo que dice le parece un oráculo. Tartufo, conociendo la debilidad del dueño de casa, saca buen provecho”.

Dorina, Acto I, Escena II, p. 6.

En esta escena, Dorina y Cleante se lamentan por la ceguera de Orgon en relación a Tartufo. Dorina afirma que dicha ceguera ya llegó al punto de convertirse en maldad, ya que Orgon, dada su admiración por Tartufo, no puede escuchar los consejos y las advertencias que le hace su familia, y termina siendo malvado con ellos.

La debilidad de Orgon (de la que habla Dorina) es ser fácilmente influenciable. Tartufo se aprovecha mostrándose ante él como el ejemplo de lo que se debe ser. Así, Tartufo se vuelve tan poderoso que termina detentando el poder de la casa a través de Orgon, quien repite todo lo que él dice. Tartufo es, en definitiva, la mente malvada que ejecuta sus actos a través del cuerpo de Orgon.

“Veo que todo lo corrige, y hasta por mi propia esposa, que es como decir por mi honor, vela con interés extremado”.

Orgon, Acto I, Escena V, p. 8.

Tartufo es el maestro del engaño. Incluso sus acciones más malvadas están disfrazadas de piedad y respeto por la moral.

En esta escena, Orgon le cuenta a su cuñado cómo conoció a Tartufo y cómo este lo conmovió inmediatamente. Tiene tal nivel de fascinación por él que interpreta el deseo de este por su mujer como una virtud. Cree que, en realidad, Tartufo la quiere proteger de los pretendientes que se le acercan.

Orgon optó por confiar en Tartufo antes que en su propia familia. Desconfía de la fidelidad de su mujer y confía, en cambio, que Tartufo será quien la aparte de los hombres que la pretenden. La actitud de Orgon es divertida debido a su ironía dramática: el público sabe perfectamente por qué Tartufo es tan atento con Elmira. Sabe que sus motivos están lejos de coincidir con los que Orgon supone que tiene.

Esta cita es una demostración perfecta de la ironía dramática, y la distancia entre la verdad y la apariencia que atraviesa toda la obra.

“Es así como creo que no hay personas más dignas que los devotos sinceros y que no hay en el mundo algo más noble y hermoso que el fervor del verdadero creyente; así también sé que no hay nada más odioso que la apariencia disfrazada de religiosidad”.

Cleante, Acto I, Escena V, p. 9.

En esta primera discusión con Orgon, Cleante diferencia a los verdaderos devotos de aquellos que solamente aparentan serlo. Algunos críticos consideran que Molière expresa, a través de la voz de Cleante, su postura acerca de lo que debe ser la religión y sus valores, y que esta cita es crucial para comprender la motivación del autor al componer la obra: advertir a la sociedad acerca del peligro que encarnan los falsos devotos.

Cleante valora la honestidad y la sinceridad por sobre las extravagantes demostraciones de piedad. Explica que el verdadero fervor religioso proviene de lo más profundo del ser, y no de sentir que hay que cumplir con una especie de deber. De hecho, este tipo de religiosidad que se impone como deber, en realidad, se utiliza para manipular a otros, como lo hace Tartufo con Orgon.

Esta cita es crucial para comprender la posición de Molière acerca de la religión, como así también para comprender por qué la obra fue censurada y perseguida por la Compañía del Santo Sacramento (ver “La Compañía del Santo Sacramento” en esta misma guía).

“Mi padre tiene tanto dominio sobre nosotros, que nunca me he animado a contradecirle”.

Mariana, Acto II, Escena III, p. 13.

En esta cita, Mariana le explica a Dorina por qué aceptó con tanta resignación y docilidad la decisión de su padre de casarla con Tartufo. La idea de que un padre no debía ser nunca cuestionado por sus hijos era fundamental e indiscutible en el siglo XVII.

Mariana representa la mansedumbre, la modestia y la sumisión típica de los hijos de la época (todo lo contrario a Damis, que se rebela contra su padre y que es castigado pese a tener razón). Esta actitud del personaje le sirve, además, a Molière para que Mariana forme parte del conflicto pasivamente (pese a estar en el centro del mismo, ya que ella va a ser casada con Tartufo), y dejar la resolución del mismo en manos de los personajes más importantes: Tartufo y Orgon.

“Pondremos en juego todos los medios. Es mejor que usted ante las exigencias de su padre finja dar su consentimiento porque así podrá aplazar más fácilmente la fecha del supuesto matrimonio. Hay que darle tiempo al tiempo”.

Dorina, Acto II, Escena IV, p. 17.

En este momento de la obra, se rebela la enorme importancia de Dorina. A diferencia de los demás miembros de la familia, que son demasiado imprudentes o ineficaces para resolver el conflicto creado en torno a Tartufo, ella tiene la capacidad crítica, analítica y emotiva exacta para abordar dicho conflicto.

Dorina no solo tiene una gran influencia en la feliz resolución de la trama, ya que, como se ve en la cita, arma el plan, sino que también tiene la capacidad emotiva para, en esta misma escena, convencer a Mariana y a Valerio de que deben amarse y protegerse mutuamente. Además, al decirle a Mariana que finja para aplazar la boda y tener tiempo para llevar a cabo el plan, demuestra que comprende los mecanismos complejos del engaño (los mismos que usa Tartufo), aunque los usa con fines bondadosos.

En definitiva, Dorina, la sirvienta de la casa, aquí se convierte definitivamente en la voz de la razón, mientras que Orgon, el amo de la casa, por el contrario, se ha convertido en la voz de la locura.

“Sí, hermano mío, soy culpable, soy un miserable pecador, un malvado; toda mi vida está llena de pecado, y comprendo que el cielo quiere castigarme ahora como merezco”.

Tartufo, Acto III, Escena VI, p. 22.

En este monólogo, Tartufo finge culpa para confundir a Orgon, y lograr que este no crea las acusaciones que acaba de realizar Damis acerca de que intentó seducir a Elmira. Tartufo, aquí, demuestra su dominio magistral del engaño, ya que diciendo la verdad convence a Orgon de que dicha verdad es mentira. Al no especificar cuáles son esos pecados que llenan su vida, cuáles son esas culpas, Tartufo distrae a Orgon, quien reafirma que este es un hombre piadoso y, por lo tanto, incapaz de haber intentado seducir a Elmira.

Si bien la escena es divertida debido a su ironía dramática, también demuestra cuán formidable y malvado es Tartufo. El poder que tiene sobre Orgon es tan fuerte que se necesitará más que escuchar la verdad para quitarle el disfraz: se necesitará que sea el mismo Orgon quien lo vea intentando tener relaciones con su mujer.

“Aquí está segura de un pleno secreto y el mal no consiste nunca sino en el escándalo que promueve. Sí: el escándalo del mundo es lo que promueve la ofensa, y no es pecar, pecar a calladas”.

Tartufo, Acto IV, Escena V, p. 30.

En el final del cuarto acto, el público ya sabe que el mayor defecto de Tartufo es la lujuria. Se trata del único vicio que le hace perder la razón y mostrarse como quien verdaderamente es.

Aquí, en esta cita perteneciente al segundo encuentro privado con Elmira, aparece groseramente la lascivia de Tartufo unida a su capacidad para el engaño. Para Tartufo ya no existe Dios; solamente existen las personas. El pecado solo es pecado si llega a oídos de otros mortales. Tartufo, para intentar conseguir tener sexo con Elmira, admite que es un engañador, y a la vez intenta engañarla afirmando que los engaños solo existen cuando son descubiertos. Si no, no son engaños. En esta cita, en definitiva, se condensa la esencia de Tartufo, el modo de pensar y de actuar del hipócrita.

Por otro lado, toda esta escena tiene una gran comicidad debido a su ironía dramática. El público sabe que Orgon está escondido debajo de la mesa y disfruta viendo cómo Tartufo se desenmascara y fracasa al intentar lograr sus objetivos, por primera vez en la obra.

“Querías engañarme, ¿eh, hombre de bien? ¡Oh, cómo se libra tu alma de las tentaciones! Querías desposar a mi hija y codicias a mi mujer”.

Orgon, Acto IV, Escena VII, p. 31.

Finalmente, Orgon descubre que Tartufo es un hipócrita y se enfrenta a él. Para abrir los ojos, a Orgon no le alcanzaron las advertencias de sus familiares; tuvo que ver a Tartufo intentando seducir a su esposa.

Ahora bien, Orgon confronta a Tartufo con la pura verdad, incluso sabiendo que le ha dado todos sus bienes. Orgon podría haber manejado la situación de otro modo, y no exponerse, a él mismo y a su familia, a perder la casa. Podría haber engañado, de algún modo, al engañador. Pero a un personaje de la nobleza de Orgon, el engaño no le pertenece. Dorina sí puede engañar porque es la sirvienta; no tiene una nobleza que mantener. Orgon está obligado a confrontar con la verdad, cueste lo que cueste.

Pese a este error estratégico y sus consecuencias inmediatas, la familia valora enormemente que Orgon haya recuperado la razón, y se unen a él demostrando la lealtad incondicional que tienen con el padre y amo de la casa.

“De hoy en más renuncio a todos los hombres honrados, tendré por ellos espantable horror y los rehuiré más que al diablo”.

Orgon, Acto V, Escena I, p. 32.

Aunque descubre que Tartufo es un villano y que fue su carácter extremo lo que lo llevó a confiar ciegamente en él, Orgon no puede cambiar su modo de ser. En esta cita aparece, nuevamente, el extremismo, pero al revés: ahora Orgon afirma que no va a confiar en ningún hombre que parezca honrado. Todos los religiosos son un fraude.

Al plantear esta idea, y contraponerla con el planteo de Cleante acerca de que Orgon debe abandonar ese extremismo y confiar en la piedad de los hombres, ya que muchos son buenos realmente, Molière demuestra que su obra no es un simple ataque a la religión, sino una invitación a reflexionar sobre la verdadera santidad y piedad de las personas. El autor rechaza los extremos: no se debe creer ciegamente, ni tampoco se debe desconfiar de todo el mundo. La religión, en definitiva, no debe hacer perder la razón a las personas, porque, en tal caso, se vuelve sumamente peligrosa.