Tartufo

Reacciones ante la obra

La obra fue presentada ante el rey antes de su estreno en una versión inconclusa con solo tres actos. Aun así, consigue indignar al partido de los devotos por su contenido. La Compañía del Santo Sacramento utilizó su influencia para conseguir que la obra se prohibiera. Veían en ella un ataque frontal a la religión y a los valores que ellos propugnaban. Es cierto que tras la crítica de la hipocresía, que es el tema principal de la obra, se esconde también un ataque al papel demasiado influyente que tenían algunos devotos directores espirituales, que en realidad eran saqueadores de herencias. De hecho, San Francisco de Sales en su obra Introducción a la vida devota publicada en 1608 había desarrollado ampliamente la figura de director espiritual que Tartufo personifica de forma verosimil para ser satirizada, lo que encolerizó al clero.[1]​

Tras algunas vicisitudes, Molière trató de representar su obra con el título de Panulfo o el impostor en agosto de 1667. Pero tras la primera representación, el responsable de la policía prohíbe de nuevo la obra con el argumento de que «no es el teatro el sitio para predicar el Evangelio». El arzobispo de París, Hardouin de Péréfixe, llega a amenazar con la excomunión a cualquiera que represente o escuche la obra, a la que acusa de ser un virulento ataque a la religión.

Hay que esperar hasta febrero de 1669 para que Luis XIV de Francia autorice a Molière a representar su obra, que recupera además su título original de Tartufo.

El personaje Tartufo describió de manera tan excelsa al ser hipócrita que este nombre es utilizado ahora en el Diccionario de la Real Academia Española para definir a la persona hipócrita y falsa.


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