Poemas de William Blake

Poemas de William Blake Resumen y Análisis Poemas sobre la religión

Resumen

A partir de cinco poemas representativos, analizaremos en esta sección la producción poética de William Blake que gira en torno a la religión.

El pequeño niño negro

En primera persona del singular, el pequeño niño negro cuenta que su madre lo dio a luz en el sur salvaje. Afirma que es negro, pero su alma es blanca. Luego recuerda que su madre le señalaba el sol y le decía que allí se encontraba Dios, y que en la vida solo se está brevemente. Le prometía entonces que cuando sus almas supieran “llevar el calor” (p. 45), las nubes se esfumarían y podrían escuchar la voz del Señor, que diría: “Salid del bosque, amor y cuidados míos. Cual corderos regocijaos en torno a mis tiendas doradas” (p. 45). Ahora, el pequeño niño negro le cuenta al pequeño niño inglés aquello que otrora le contaba su madre, y afirma que ambos estarán juntos y se amarán cuando estén junto a Dios.

Este poema consta de siete estrofas de cuatro versos. Predomina el pentámetro yámbico. Es decir, los versos están compuestos por cinco pares de sílabas, una acentuada y una no acentuada. La rima original es consonante y asonante. Ni la métrica ni la rima se mantienen en la traducción con la que trabajamos en este guía.

El cordero

En segunda persona del singular, el yo lírico, un niño, le pregunta a un corderito si sabe quién lo creó y quién le dio alimento, la lana que lo cubre y su dulce voz. Luego afirma que su creador se llama igual que él: Cordero. Es bondadoso y humilde, y se transformó en un pequeño niño. Descubre entonces que el creador es él. Finalmente lo saluda diciendo: “Cordero, Dios te bendiga. Dios te bendiga, Cordero” (p. 43).

Este poema consta de una estrofa de veinte versos. La métrica original es irregular y la rima, consonante, aunque esto último no se mantiene en la traducción.

Jueves Santo (de Canciones de inocencia)

En tercera persona del singular y en pasado, el yo lírico describe un Jueves Santo. Cuenta que un conjunto de niños pobres se dirigió a la iglesia caminando de dos en dos, vestidos de azul, rojo y verde, y que los ancianos bedeles los precedían, con sus bastones blancos como la nieve. Luego, afirma que una multitud colmó la Catedral de San Pablo de Londres. Aquí, el yo lírico cambia a tiempo presente, y cuenta que los niños comenzaron a entonar canciones mientras los ancianos los protegían. Finalmente, se dirige en segunda persona a esos ancianos y les dice que deben cuidar de su piedad para que siempre tengan un ángel en su puerta.

Este poema consta de tres estrofas, la primera y la última tienen seis versos, y la segunda, cinco. La métrica original es alejandrina (es decir, de catorce sílabas) y la rima, consonante. Ni la métrica ni la rima se mantienen en la traducción.

La imagen divina

En tercera persona del singular, el yo lírico dice que todos piden por amor, piedad, paz y misericordia. Afirma que Dios y su hijo, el hombre, están compuestos por esas cuatro virtudes. Asevera que la misericordia tiene corazón humano; la piedad, un rostro humano; el amor, forma humana; y la paz, humano atavío. Finalmente, afirma que todo debe amar la forma humana, y que no importa que se rece en pagano, en judío o en turco porque allí donde viven el amor, la paz y la piedad, vive Dios.

Este poema consta de cinco estrofas de cuatro versos. La métrica original es octosílaba en los versos impares y hexasílaba en los versos pares, pero no se mantiene en la traducción. La rima es libre.

La voz del Diablo

En tercera persona del singular, el yo lírico afirma que todas las Biblias o códigos sagrados han sido la causa de tres creencias erróneas. En primer lugar, que el hombre tiene dos principios reales de existencia: cuerpo y alma. En segundo lugar, que la energía solo nace del cuerpo y que la razón solo nace del alma. En tercer lugar, que Dios va a atormentar al hombre eternamente por haber seguido lo que le dicta su energía.

Después, dice que en realidad esos tres conceptos han de ser así. En primer lugar, el hombre no tiene un cuerpo distinto de su alma, ya que el cuerpo es una porción de esta. En segundo lugar, la energía es la única vida y nace del cuerpo, mientras que la razón es su límite. En tercer lugar, la energía es eterno deleite.

Este poema, perteneciente al libro El matrimonio del cielo y el infierno, está narrado en forma prosaica como todos los poemas que componen dicha obra.

Análisis

Para William Blake, la división entre el plano espiritual (el reino de los cielos) y el plano material (el reino terrenal) no tiene validez alguna. El poeta inglés considera que todo forma parte de una misma unidad. Su paraíso está tanto en el cielo como en la tierra. Blake no versa sobre la religión en búsqueda de verdades meramente espirituales, sino que intenta hallar preceptos religiosos que se apliquen en el mundo material, en su Londres de fines del siglo XVIII, que ayuden a las personas a conectarse consigo mismas, con el Dios que llevan dentro y con los demás.

Por ejemplo, en “El pequeño niño negro”, el niño negro reflexiona sobre lo que sucederá cuando él y el pequeño niño inglés mueran:

Cuando yo de la negra y él de la nube blanca liberados
Cual corderos nos regocijemos junto a la tienda de Dios,

Habré de guarecerlo del calor hasta que pueda
Reclinarse con gozo sobre la rodilla de nuestro padre;
Y entonces, allí estaré tocando su cabello de plata,
Y seré igual que él, y habrá de amarme entonces (p. 45).

En este poema, Blake recurre a la religión para esbozar un argumento terrenal. Postula que, ante Dios, no hay diferencias de raza. William Blake tiene un pensamiento adelantado a su época en materia de igualdad racial. Este poema es de finales del siglo XVIII. Por entonces, la idea de que las personas negras son inferiores a las personas blancas es dominante (de allí que el niño negro dé a entender que el niño inglés no lo ama). Blake se opone rotundamente a esta idea. Como hemos dicho previamente, para él, el universo entero es una unidad divina y, por ende, no puede existir una diferenciación de ese tipo entre los seres humanos. Si todos son hijos de Dios, por lo tanto, todos han de ser iguales entre sí. La religión le sirve aquí al poeta inglés para sustentar su ideal de igualdad y fraternidad entre los seres humanos.

He aquí otro ejemplo al respecto. En “La imagen divina”, el yo lírico dice:

Y todo debe amar la forma humana.
En pagano, en turco o en judío.
Donde Amor, Paz y Piedad moran,
Allí también mora Dios (p. 55).

Aquí, nuevamente, Blake despliega la bandera de la igualdad a través de la religión. Contraponiéndose a otra idea dominante de su tiempo, postula que todas las religiones son iguales ante Dios. A fines del siglo XVIII, en la Inglaterra de Blake, el catolicismo tenía un gran poder y nadie osaba postular que era una religión igual a cualquier otra y que católicos, judíos o musulmanes podían llegar a Dios de la misma manera. Blake postula una religiosidad no excluyente, diversa y tolerante.

Es importante insistir en que el precepto que está detrás de estas ideas de Blake es que todo lo que existe conforma una unidad entre sí y con Dios. Esto tiene una importante implicancia: si todo forma parte de la misma unidad, entonces todo es Dios. Así lo plantea el yo lírico en el poema “El cordero”:

Corderito, ¿quién te creó?
¿Sabes tú quién te creó?
Te lo diré, Corderito,
Te lo diré, Corderito:
Es llamado por tu nombre,
Cordero se llama él mismo.
Es bondadoso y humilde;
Tornóse en pequeño niño:
Yo niño y tú cordero,
Por su nombre nos llamamos.
Cordero, Dios te bendiga.
Dios te bendiga, Cordero (pp. 41-43).

En este poema aparecen tres sujetos que, tal como sucede con la Santísima Trinidad, son en realidad uno solo: el niño (que es el yo lírico), el corderito y Dios. El niño afirma que quien creó al cordero también es el cordero y, además, se tornó niño. Es decir, es él mismo. Todos y cada uno de ellos son Dios, y Dios es cada uno de ellos, de allí el juego con el intercambio de nombres en los versos finales.

Ahora bien, ¿por qué Blake insiste una y otra vez con la idea de la unidad? ¿Con quién o qué está discutiendo? Para el poeta inglés, el hombre ilustrado, al privilegiar la razón por sobre sus sentimientos, ha olvidado que todo forma parte de una misma unidad. La razón ha limitado su capacidad amorosa y lo ha sumido en el egoísmo. Eso lo ha llevado, entre otras cosas, a deshumanizarse, a mirar al otro como un desconocido en lugar de percibirlo como si fuera parte de sí mismo, a perder la empatía por el prójimo, sobre todo por aquel que es considerado distinto o inferior.

En los poemas previos ya hemos visto a Blake esgrimiendo el argumento religioso de la unidad de todos los seres vivos con Dios para hablar de la igualdad racial y de culto. En “Jueves Santo” (de Canciones de inocencia), el poeta se enfoca en la desigualdad generada por la pobreza. El yo lírico observa una procesión de niños pobres que se dirige a la Catedral de San Pablo, en Londres, precedidos por unos bedeles que se encargan de protegerlos. Al llegar a la iglesia, los niños elevan sus cantos religiosos. Dice entonces la voz:

Ahora, cual viento poderoso elevan al cielo la voz de la canción,
O cual truenos armoniosos en los celestes tronos.
Debajo de ellos se sientan los hombres ancianos, sabios guardianes de los pobres;
Cuidad de la piedad, entonces, no sea que un ángel se aparte de vuestra puerta (p. 55).

Aquí, Blake construye una imagen de conexión absoluta entre los niños pobres y el cielo. Tras afirmar que su canto tiene el mismo poder que los truenos celestiales, y así dejar en claro que su pobreza no los separa de Dios, levanta la bandera en contra de la desigualdad social. Les exige a los ancianos que no pierdan la piedad por los niños o, caso contrario, dejarán de estar protegidos por los ángeles. Es decir, realiza una amenaza celestial para garantizar el bien común en el mundo material. Como veremos en la sección dedicada a los poemas sobre la desigualdad social, en Cantares de experiencia (poemario publicado cinco años después de Canciones de inocencia), Blake escribe otro poema llamado “Jueves Santo”. Aquí, habla sobre la falta de compasión humana hacia los más necesitados. Podría deducirse, entonces, que la piedad no fue cuidada y el ángel “se apartó de la puerta” (p. 55).

La idea de la unidad absoluta le sirve a Blake no solo para plantear que todos los seres humanos deben ser iguales, sino para darle la misma importancia al plano espiritual que al plano material. El poeta inglés se opone a la concepción clásica de que el mundo real es inferior al mundo espiritual. Si Dios está en todos y cada uno de los seres vivos, ¿por qué este ha de hallarse en el más allá y no en el aquí y el ahora? Cabe señalar que jerarquización del mundo espiritual proviene de Platón, quien divide al mundo en dos: el mundo de las ideas, que es la verdadera realidad, y el mundo sensible o material, al que considera una mera apariencia.

Desde sus nueve años, William Blake tuvo visiones místicas. Veía ángeles colgando de las ramas de los árboles o caminando entre los trabajadores rurales. Vio, en una ocasión, la cabeza de Dios en la ventana de su casa. Para él, sin dudas, lo espiritual estaba fusionado a lo material. Desde su perspectiva, lo que impide a los seres humanos encontrar a Dios y al infinito en la Tierra es la razón. Así lo expresa en uno de sus pasajes más famosos, perteneciente al libro El matrimonio del cielo y el infierno: “Si las puertas de la percepción se purificasen cada cosa aparecería al hombre como es, infinita” (p. 149). Vale decir que esta cita ha inspirado a varios artistas. En 1956, Aldous Huxley publicó un ensayo filosófico llamado Las puertas de la percepción. Diez años después, Jim Morrison bautizó a su banda de rock como The Doors, también en honor a esta cita. Este grupo además compuso “End of the night”, una canción basada en el poema “Augurios de inocencia” de William Blake.

En el poema “La voz del Diablo”, incluido en este mismo poemario, Blake vuelve a atacar al imperio de la razón, valiéndose de la idea de la unidad:

Todas las Biblias o códigos sagrados han sido la causa de los Errores siguientes:
1. Que el Hombre posee dos principios reales de existencia: un Cuerpo y un Alma.
2. Que la Energía, llamada Mal, sólo nace del Cuerpo y que la Razón, llamada Bien, sólo nace del Alma.
3. Que Dios atormentará al Hombre en la Eternidad por seguir sus Energías (p. 131).

Recordemos que el poeta inglés escribe sus obras en pleno auge de la Ilustración, movimiento estético y filosófico que consideraba que la razón era la facultad más suprema del hombre y condenaba todas las pasiones humanas. En “La voz del diablo”, se opone primero a la división entre cuerpo y alma, entre razón y energía, este último que puede entenderse como sinónimo de emoción, deseo físico, pasión.

A continuación, se enfrenta a esa idea, propia de la Ilustración, de que la razón es el bien y la energía, el mal. Postula, por el contrario, que la energía es la parte buena y la razón, la mala. Para Blake, todo lo que nace del cuerpo de la persona ha de ser necesariamente puro y bueno. La razón, por el contrario, aparece como un obstáculo, una obturación de esa energía pura. En definitiva, para él el bien y el mal están invertidos en la sociedad de su tiempo: si Dios es sinónimo de la razón y ha llevado al ser humano a perder la noción de su igualdad con todos los seres humanos, entonces sería mejor escuchar la voz del Diablo.

Para finalizar, es fundamental destacar que esta prevalencia de los sentimientos por sobre la razón, la idea de que el universo está regido por una unidad cósmica entre los seres vivos y Dios, y el postulado de que todos los hombres son iguales, son pilares del Romanticismo. Este movimiento estético nace a comienzos del siglo XIX, unas décadas después de que Blake escriba sus obras más importantes y avizore sus fundamentos principales. Es por esto que William Blake es considerado por muchos como el padre del Romanticismo.