Poemas de William Blake

Poemas de William Blake Texto del Poema

Poemas sobre la religión

El pequeño niño negro

Mi madre me alumbró en el sur salvaje,
Y soy negro; pero, ¡ay!, mi alma es blanca;
Como un ángel blanco es el niño inglés,
Pero yo soy negro, como si despojado de la luz.

Mi madre me enseñaba bajo un árbol,
Y sentada ante el calor del día,
Traíame a su falda y me besaba,
Y el este señalando me decía:

«Mira el sol que se eleva: habita Dios allí,
Y nos da su luz, nos da su calor,
Y flores, y árboles, y bestias, con los hombres reciben
Consuelo de mañana y gozo a mediodía.

»Y en esta tierra estamos brevemente
De modo que aprendamos a llevar los rayos del amor;
Y estos cuerpos negros y esta cara quemada por el sol,
Es tan sólo una nube, igual que un bosque umbrío.

»Y cuando nuestras almas sepan llevar el calor,
Se esfumará la nube, oiremos su voz
Diciendo: “Salid del bosque, amor y cuidados míos,
Cual corderos regocijaos en torno a mis tiendas doradas”».

Así decía mi madre y me besaba,
Y tal lo que yo digo al pequeño inglés:
Cuando yo de la negra y él de la nube blanca liberados
Cual corderos nos regocijemos junto a la tienda de Dios,

Habré de guarecerlo del calor hasta que pueda
Reclinarse con gozo sobre la rodilla de nuestro padre;
Y entonces, allí estaré tocando su cabello de plata,
Y seré igual que él, y habrá de amarme entonces.

El cordero

¿Quién te creó? Corderito,
¿Sabes tú quién te creó?
¿Te dio vida y alimento
En el prado, en el arroyo;
Te dio un manto delicioso,
De lana tan suave y blanca;
Que voz tan tierna te dio,
Que alegra todos los valles?
Corderito, ¿quién te creó?
¿Sabes tú quién te creó?

Te lo diré, Corderito,
Te lo diré, Corderito:
Es llamado por tu nombre,
Cordero se llama él mismo.
Es bondadoso y humilde;
Tornóse en pequeño niño:
Yo niño y tú cordero,
Por su nombre nos llamamos.
Cordero, Dios te bendiga.
Dios te bendiga, Cordero.

Jueves Santo (de Canciones de inocencia)

Era un Jueves Santo, con sus caras limpias e inocentes,
Caminaban los niños dos a dos, vestidos de azul, rojo y verde;
Bedeles de cabezas canas iban adelante, con bastones blancos
como nieve,
Hasta que en la alta cúpula de San Pablo fluyen como las
aguas del Támesis.

¡Oh qué multitud parecían, esas flores de Londres!
Sentados en grupos, con su luz radiante.
Había un rumor de multitud, mas multitud de corderos,
Miles de pequeños niños y niñas que elevaban sus inocentes
manos.

Ahora, cual viento poderoso elevan al cielo la voz de la canción,
O cual truenos armoniosos en los celestes tronos.
Debajo de ellos se sientan los hombres ancianos, sabios guardianes de los pobres;
Cuidad de la piedad, entonces, no sea que un ángel se aparte
de vuestra puerta.

La imagen divina

Al Amor, Piedad, Paz y Misericordia
Todos elevan sus preces en las horas de aflicción,
Y vuelven su agradecimiento
A estas virtudes de deleite.

Porque Amor, Piedad, Paz y Misericordia
Es Dios, nuestro padre bien amado,
Y Paz, Amor, Piedad y Misericordia
Es el hombre, es su hijo y su cuidado.

Porque la Misericordia tiene humano corazón,
La Piedad, un rostro humano,
El Amor, la divina forma humana,
Y la Paz, el humano atavío.

Y así, el hombre de todas partes
Que en horas de aflicción reza,
Reza a la divina forma humana.
Amor, Paz, Piedad, Misericordia.

Y todo debe amar la forma humana.
En pagano, en turco o en judío.
Donde Amor, Paz y Piedad moran,
Allí también mora Dios.

La voz del Diablo

Todas las Biblias o códigos sagrados han sido la causa de los
Errores siguientes:
1. Que el Hombre posee dos principios reales de existencia: un Cuerpo y un Alma.
2. Que la Energía, llamada Mal, sólo nace del Cuerpo y
que la Razón, llamada Bien, sólo nace del Alma.
3. Que Dios atormentará al Hombre en la Eternidad por
seguir sus Energías.

Mas los Contrarios siguientes son Verdaderos:
1. El Hombre no tiene un Cuerpo distinto de su Alma;
pues lo que llamamos Cuerpo es una porción de Alma discernida por los cinco Sentidos, las puertas principales del Alma
en esta edad.
2. La Energía es la única vida y nace del Cuerpo; y la Razón es el límite o circunferencia periférica de la Energía.
3. Energía, Eterno Deleite.

Poemas sobre el amor y la sexualidad

El terrón y el guijarro

«El Amor no busca contentarse a sí mismo
Ni tiene por sí mismo cuidado alguno,
Sino que a otro da su paz
Y construye un cielo en la desesperación del infierno.»

Así cantaba un pequeño terrón de arcilla
Que las patas del ganado habían pisado;
Mas un guijarro del arroyo
Murmuró estos versos justos:

«El Amor busca tan sólo su propio placer,
Y somete a otro a su deleite,
Goza cuando otro pierde su paz,
Y un infierno construye a despecho del cielo».

El Jardín del Amor

Fui al Jardín del Amor,
Y vi lo que nunca había visto:
Habían erigido una Capilla en su centro,
En el prado donde solía jugar.

Las puertas de la Capilla estaban cerradas
Y en ellas se había escrito «Te es prohibido»;
Entonces entré al Jardín del Amor
Que tantas dulces flores poseía;

Y vi muchas tumbas y piedras sepulcrales
Allí donde las flores debían estar;
Y Sacerdotes que en negras sotanas seguían sus senderos,
Y ataban con zarzas mis deseos y alegrías.

Una pequeña niña perdida

Niños del Porvenir,
Que leéis esta página indignada,
Sabed que en tiempos idos,
¡El Amor!, ¡el dulce Amor!, por crimen fue tenido.

En las Edades de Oro,
Libres del invierno frío,
Un joven y una doncella, brillantes
A la luz sagrada,
Desnudos se deleitaban bajo los rayos del sol.

Ayer, juvenil pareja,
Rebosantes de dulce inquietud,
Se encontraron en un jardín claro
Donde la luz sagrada
Ha poco había corrido las cortinas oscuras de la noche.

Allí, a la hora del alba,
Jugaban en la hierba.
Los padres estaban lejos,
No se acercaban los caminantes;
Pronto olvidó la doncella sus temores.

Fatigados por dulces besos,
Convinieron encontrarse
A la hora en que el sueño silencioso
Ondea en las profundidades del cielo,
Y los cansados peregrinos lloran.

A su padre de blancos cabellos
Volvió la alegre doncella;
Pero ante su mirada cariñosa,
Como ante el libro sagrado,
Sus miembros delicados temblaron de terror.

«¡Ona, pálida y débil!
Háblale a tu padre:
¡Oh, temor estremecido!
¡Oh, tormento cruel!,
Que agitas las flores de mi cabello cano.»

El ángel

¡He soñado un sueño! ¿Qué quiere decir?
Que yo era una Reina doncella
Guardada por un Ángel dulce:
¡El necio dolor nunca fue engañado!

Y lloré noche y día,
Y él enjugó mis lágrimas,
Y lloré noche y día,
Y de él escondí el deleite de mi corazón.

Entonces desplegó sus alas y huyó;
Sonrojóse la mañana con un suave rojo;
Enjugué mis lágrimas y armé mis temores
Con miles de lanzas y escudos.

Pronto, volvió otra vez mi Ángel:
Como estaba armada, su retorno fue en vano,
Porque mi juventud había huido
Y grises cabellos tenía mi cabeza.

A la estrella del atardecer

¡Tú, ángel nocturno de rubia cabellera,
Ahora mientras el sol reposa en las montañas, enciende
Tu brillante antorcha de amor; ponte tu corona radiante,
Y sonríe a nuestro lecho de la noche!
Sonríe a nuestros amores, y mientras corres
Las cortinas azules del cielo, esparce tu rocío de plata

En cada flor que cierra sus dulces ojos al
Oportuno sueño. Deja que en el lago duerma tu viento
Del oeste; habla en silencio con tus ojos luminosos,
Y baña al crepúsculo de plata. Pronto, muy pronto,
Te retiras; entonces el lobo se enfurece,
Y el león mira iracundo en el oscuro bosque:
Los vellones de nuestros rebaños se han cubierto
De tu rocío sagrado: protégelos con tu magia.

Poemas sobre la infancia

Canción de cuna

Dulces sueños, cread una sombra
En la hermosa cabeza de mi niño,
Dulces sueños de arroyos placenteros
Bajo los mudos rayos felices de la lima.

Sueño dulce, con flojel delicado
Teje tu frente una corona de niño.
Sueño dulce, Ángel bueno,
Inclínate sobre mi niño feliz.

Dulces sonrisas en la noche
Vuelan sobre mi deleite;
Sonrisas dulces, sonrisas de madre,
Que llenan mi noche de mágico encanto.

Dulces lamentos, suspiros de palomas,
No ahuyenten el sueño de tus ojos.
Dulces lamentos, sonrisas más dulces
Hechizan lamentos que son de palomas.

Duerme, duerme, feliz niño,
Toda la creación durmió y sonrió;
Duerme, duerme; feliz duerme,
Mientras por ti tu madre llora.

Dulce niño, en tu carita
La imagen sagrada veo.
Dulce niño, igual que tú
Lloró por mí tu creador:

Lloró por mí, por ti, por todos,
Cuando era pequeño niño.
Su imagen verás por siempre:
Divino rostro que te sonríe.

Te sonríe a ti, a mí, a todos,
Aquel que se tornó pequeño niño.
Las sonrisas de los niños son sus sonrisas,
Y al cielo y a la tierra hacia la paz conduce.

El pequeño niño perdido

«Padre, padre, ¿adónde vas?
No camines tan deprisa.
Habla, padre, a tu pequeño,
Que si no estaré perdido.»

Era la noche muy negra y el padre no estaba allí,
Al niño mojó el rocío;
La ciénaga era profunda, más y más lloraba el niño:
Se esfumaron los vapores.

El pequeño niño encontrado

El pequeño niño perdido en el cenagal,
Guiado por la luz errante,
Lloraba; mas su Creador, siempre cerca,
Apareció, cual su padre, vestido de blanco.

Besó al pequeñuelo, le tomó la mano,
Lo llevó a su madre;
Ella, lívida de pena, por el valle solitario,
Llorando buscaba a su niño pequeño.

El escolar

Amo levantarme en una mañana de estío
Cuando las aves cantan en todos los árboles:
El cazador, a lo lejos, llama con su cuerno,
Y la alondra me canta.
¡Oh, qué dulce compañía!

Pero ir a la escuela en una mañana de estío,
¡Oh!, me priva de toda alegría.
Bajo miradas crueles y cansadas,
Pasan el día los pequeños
Entre congoja y suspiros.

¡Ah!, entonces, desanimado me siento
Y paso muchas horas de ansiedad,
No hallo deleite en mi libro,
Ni en la glorieta del saber,
Fatigado en la lluvia melancólica.

¿Cómo puede el ave nacida para el gozo
Vivir en la jaula y cantar?
¿Qué puede hacer el niño cuando las penas lo vejan
Sino replegar sus alas tiernas
Y olvidar su joven primavera?

¡Oh!, padre y madre, si los capullos se hielan
Y el viento lleva las flores,
Si los árboles tiernos se desnudan

De su gozo en la primavera,
Tornado en congoja por ansia y por pena,

¿Cómo se elevará el verano alegremente
Y engendrará sus frutos?
¿Cómo cogeremos lo que destruye la tristeza
O bendeciremos el año en sazón
Cuando aparezcan las tormentas del invierno?

Canción del aya (de Cantares de experiencia)

Cuando las voces de los niños se escuchan en el prado
Y hay susurros en el valle,
Los días de mi juventud se elevan frescos en mi mente,
Mi rostro se torna macilento, pálido.

Entonces, venid a casa niños míos, se ha puesto el sol
Y el rocío de la noche se levanta;
Vuestras primaveras, vuestros días, se han consumido en juego,
Vuestro invierno, vuestra noche, en disfraces.

Júbilo del niño

«Soy sin nombre:
Llevo dos días de vida.»
¿Cómo habremos de llamarte?
«Feliz soy,
Alegría es mi nombre.»
¡Que goces dulces alegrías!

¡Bello gozo!
Dulce gozo de dos días,
Dulce gozo yo te llamo:
Te sonríes,
Mientras, canto.
¡Que goces dulces alegrías!

Poemas sobre la desigualdad social

El deshollinador (de Cantares de experiencia)

En la nieve, hay algo negro y pequeño
Que grita: «deshollinador» en notas de dolor.
«Dime, ¿dónde están tu padre y tu madre?»
«Han ido a la iglesia a rezar.

»Porque yo era feliz sobre la tierra,
Y sonreía entre las nieves del invierno,
Me vistieron con las ropas de la muerte,
Me enseñaron a cantar las notas del dolor.

»Y porque soy feliz y bailo y canto,
Piensan que no me han hecho daño alguno,
Y han ido a loar a Dios, a su Sacerdote y a su Rey,
Que de nuestra miseria crean paraísos.»

Jueves Santo

¿Es acaso algo sagrado ver
En una tierra rica y fecunda,
Niños reducidos a la miseria,
Nutridos por manos frías e innobles?

¿Es ese llanto trémulo un canto?
¿Puede ser un canto de alegría?
¿Y tantos niños pobres?
¡Ésta es una tierra de miseria!

Y su sol nunca brilla,
Y sus campos son yermos incultos,
Y sus caminos están erizados de espinas:
¡Reina aquí un invierno eterno!

Porque donde brilla el sol,
Y donde cae la lluvia,
Los niños no pueden tener hambre,
Ni puede la miseria consternar nuestra mente.

El pequeño vagabundo

Madre querida, Madre querida, la iglesia es fría,
Mas la taberna sana y placentera y cálida;
Puedo decir además que es donde me tratan bien.
Tan buenos momentos no tendré en el Cielo.

Pero si en la Iglesia nos dieran Cerveza
Y un fuego agradable para regalar nuestras almas,
Cantaríamos y rezaríamos todo el día,
Y jamás desearíamos apartarnos de la Iglesia.

Entonces el Pastor podría predicar y beber y cantar,
Y seríamos tan felices como aves en primavera;
Y la recatada dama Borrachera, que siempre está en la Iglesia,
No tendría niños contrahechos, ni ayunos, ni castigos.

Y Dios, como un padre que se regocija de ver
A sus niños tan amables y felices como él,
No tendría más querellas con el Barril o el Diablo,
Sino que lo besaría y le daría ropas y bebida.

Londres

He vagado por cada calle del Reino
Cercana al lecho del Támesis,
Y he notado en cada rostro que encontré
Signos de la debilidad y del dolor.

En el grito de cada Hombre,
En el grito de terror de cada Niño,
En cada voz, en cada prohibición,
Siento las cadenas que nuestra mente ha forjado.

Siento que el llanto del Deshollinador
Consterna las Iglesias sombrías,
Y el suspiro del soldado desventurado
Cae como sangre por muros de Palacios.

Pero escucho, sobre todo, en las calles de medianoche
Cómo la maldición de la joven Ramera
Destroza las lágrimas del Niño recién nacido
E infecta de miserias el fúnebre carruaje Nupcial.

La esencia del Hombre

La Piedad dejaría de existir
Si no tornásemos a alguien Pobre;
Y no habría compasión
Si todos fueran tan felices como nosotros:

Y el mutuo temor trae paz,
Hasta que proliferan los amores egoístas:
Entonces la Crueldad teje una red
Y esparce sus señuelos con cuidado.

Él se sienta con temores santos
Y humedece el suelo con lágrimas:
Entonces la Humildad echa raíces
Debajo de sus pies.

Pronto se extiende la sombra lóbrega
Del Misterio sobre su cabeza,

Y la Oruga y la Mosca
Se nutren de Misterio.

Él trae el fruto del Engaño,
Bermejo, dulce al gusto,
Y el Cuervo su nido ha construido
En su sombra más densa.

Los Dioses de la tierra y el mar
Buscaron este Árbol en la Naturaleza,
Mas fue una búsqueda vana:
El Árbol crece en el Cerebro Humano.

Poemas sobre la relación entre la naturaleza y el ser humano

A la primavera

¡Oh tú, con bucles húmedos de rocío, que miras
A través de las claras ventanas de la mañana, vuelve
Tus ojos angélicos hacia nuestra isla occidental,
Que está llena de coros saludando tu arribo, oh Primavera!

Se dicen las colinas una a otra, los atentos
Valles escuchan, nuestros ojos anhelantes se elevan
Hacia tus esplendentes pabellones: Sal,
Y que tu pie sagrado visite nuestro clima.

Franquea las colinas del Oriente, permite a nuestros vientos
Besar tus perfumados atavíos; déjanos gustar
Tu aliento de la mañana y de la noche; esparce tus perlas
Sobre nuestra tierra, doliente de amor, que gime por ti.

Oh, vístela con tus encantadores dedos; derrama
Tus besos tiernos en su seno; y posa
Tu corona dorada sobre su lánguida cabeza,
Cuyas trenzas modestas fueron hechas para ti.

Al verano

¡Oh tú, que vas por nuestros valles con
Tu fuerza, detén tus violentos corceles, modera las llamas
Que lanzan por sus grandes fauces! Tú, oh Verano,
A menudo levantas aquí tu tienda dorada, y has
Dormido debajo de nuestros robles, mientras contemplábamos
Con alegría tus sanos miembros rojizos y tu opulenta cabellera.

En los rincones más umbríos, a menudo escuchamos
Tu voz cuando el sol, sobre su carro férvido,
Recorre las profundidades del cielo; al lado de nuestras fuentes
Siéntate, y en nuestros valles musgosos, a la orilla
De clara rivera, arroja tu túnica de
Seda, y lánzate a la corriente:
Nuestros valles aman al Verano en su gloria.

Nuestros bardos, que tañen la cuerda de plata, son famosos;
Nuestros jóvenes son más vigorosos que los del sur;
Nuestras doncellas más lozanas en las danzas vivaces;
No nos faltan canciones, ni instrumentos de gozo,

Ni ecos dulces, ni aguas claras como el cielo,
Ni coronas de laureles contra tu calor opresivo.

Canción de la risa

Cuando ríen los bosques con la voz del gozo,
Y riendo en sus hoyuelos va el arroyo;
Cuando ríe el aire con nuestro humor alegre,
Y la colina verde ríe con éste;

Cuando ríen los prados en verde vivaz,
Y ríe el saltamontes en la alegre escena,

Cuando Emilia y Susana y María
Con dulces bocas redondas cantan «¡Ja, ja, ji!»,

Cuando ríen en la sombra pájaros de colores
Adonde está tendida nuestra mesa con cerezas y almendras,
Ven, vive y sé feliz y únete a mí para cantar
El estribillo dulce de la risa «¡Ja, ja, ji!».