Poemas de William Blake

Poemas de William Blake Citas y Análisis

Nuestros bardos, que tañen la cuerda de plata, son famosos;
Nuestros jóvenes son más vigorosos que los del sur;
Nuestras doncellas más lozanas en las danzas vivaces;
No nos faltan canciones, ni instrumentos de gozo,

Ni ecos dulces, ni aguas claras como el cielo,
Ni coronas de laureles contra tu calor opresivo.

Yo lírico, "Al verano" (de 'Esbozos poéticos'), pp. 25-27.

A lo largo de su obra, Blake construye una simbología de los fenómenos naturales en la que cada estación del año y cada momento del día representan un estado de ánimo. Dentro de dicho sistema, el verano es la estación en la que los seres humanos salen a gozar de la vida en la naturaleza. Cantan, danzan y se relacionan. El calor opresivo del verano, lejos de agobiar a las personas, se transforma en vigor y energía, en combustible para celebrar.

¡Oh tú, con bucles húmedos de rocío, que miras
A través de las claras ventanas de la mañana, vuelve
Tus ojos angélicos hacia nuestra isla occidental,
Que está llena de coros saludando tu arribo, oh Primavera!

(...)

Franquea las colinas del Oriente, permite a nuestros vientos
Besar tus perfumados atavíos; déjanos gustar
Tu aliento de la mañana y de la noche; esparce tus perlas
Sobre nuestra tierra, doliente de amor, que gime por ti.

Yo lírico, "A la primavera" (de 'Esbozos poéticos'), p. 27.

Para construir su simbología de la naturaleza, Blake recurre frecuentemente a la personificación. Convierte a las diferentes estaciones del año y a los diferentes momentos del día en personajes literarios. Les otorga un cuerpo y un carácter acorde a su fenomenología. La primavera es, tal como vemos en los versos citados, una mujer alegre, sensual y pura, que tiene el don de hacer que la naturaleza de la isla reviva tras el paso del melancólico y lánguido invierno. Y, por supuesto, si la naturaleza revive, el espíritu libre de los seres humanos revive junto a ella.

¡Tú, ángel nocturno de rubia cabellera,
Ahora mientras el sol reposa en las montañas, enciende
Tu brillante antorcha de amor; ponte tu corona radiante,
Y sonríe a nuestro lecho de la noche!

Yo lírico, "A la estrella del atardecer" (de 'Esbozos poéticos'), p. 27.

En la poesía de William Blake, el amor y la sexualidad están íntimante unidos. El poeta inglés se aparta de los mandatos morales y religiosos de su época, que condenan el acto sexual, y presenta a la relación carnal como un acto sagrado, de unión plena, irracional y, por eso mismo, puro.

En los versos citados, Blake eleva sus plegarias a la estrella del atardecer. Es decir, a Venus, diosa romana del amor y la fertilidad. Le pide que encienda la pasión de los amantes y los ilumine mientras tienen relaciones sexuales.

Corderito, ¿quién te creó?
¿Sabes tú quién te creó?

Te lo diré, Corderito,
Te lo diré, Corderito:
Es llamado por tu nombre,
Cordero se llama él mismo.
Es bondadoso y humilde;
Tornóse en pequeño niño:
Yo niño y tú cordero,
Por su nombre nos llamamos.

Cordero, Dios te bendiga.
Dios te bendiga, Cordero.

El niño, "El cordero" (de 'Canciones de inocencia'), p. 43.

A lo largo de toda su obra poética, William Blake postula la idea de que todos y todo lo que existe forma parte de una misma unidad, en la que también se encuentra Dios. Los seres humanos, guiados por las mentiras de la razón, hemos olvidado que formamos parte de dicha unidad y esto nos ha traído varias consecuencias: por un lado, hemos dejado de ver al prójimo como un hermano (y de allí han surgido la discriminación y la falta de empatía), por otro lado, nos hemos alejado de la naturaleza, y además hemos perdido contacto con nosotros mismos, con nuestras emociones.

El poema citado es muy útil para aprehender esta idea. En "El cordero" aparecen tres sujetos que, tal como sucede con la Santísima Trinidad, son en realidad uno solo: el niño (que es el yo lírico), el corderito y Dios. El niño afirma que quien creó al cordero también es el cordero y, además, se tornó niño. Es decir, es él mismo. Todos y cada uno de ellos son Dios y Dios es cada uno de ellos. De allí el juego con el intercambio de nombres en los versos finales.

También es importante destacar que, en el catolicismo, el cordero de Dios es Jesucristo, quien es considerado Dios y hombre a la vez.

Porque la Misericordia tiene humano corazón,
La Piedad, un rostro humano,
El Amor, la divina forma humana,
Y la Paz, el humano atavío.

Yo lírico, "La imagen divina" (de 'Canciones de inocencia'), p. 53.

Blake, apoyado en la idea de que todo forma parte de una misma unidad, desdeña la división católica entre el plano espiritual (el reino de los cielos) y el plano material (el reino terrenal). Su paraíso está tanto en el cielo como en la tierra. Aquellas virtudes que la religión presenta como si fueran únicamente celestiales, Blake las baja a la tierra aseverando que nos pertenecen, que son humanas. Queda entonces en nuestras manos (y no solamente en manos de Dios) hacer con dichas virtudes un mundo mejor: un mundo misericordioso, piadoso, amoroso y pacífico.

¿Es acaso algo sagrado ver
En una tierra rica y fecunda,
Niños reducidos a la miseria,
Nutridos por manos frías e innobles?

Yo lírico, "Jueves Santo" (de 'Cantares de experiencia'), p. 75.

A lo largo de toda su obra, William Blake carga constantemente contra la Iglesia católica. Entre otras cosas, la acusa de ser hipócrita, de aprovecharse de los miedos de la gente y de postular que la pobreza es una virtud cuando, en realidad, es algo que no debería existir en una tierra "rica y fecunda".

En los versos citados, Blake alude a una ceremonia que la iglesia llevaba a cabo cada Jueves Santo en Londres. Dicha ceremonia consistía en un desfile de niños huérfanos desde sus orfanatos hasta la iglesia de San Pablo. Para Blake no hay nada sagrado ni virtuoso en dicho desfile, sino que este es una mera maniobra religiosa que apunta a seguir sacralizando la pobreza, sistematizando la injusticia y haciéndole creer a la sociedad que la miseria es un paraíso.

»Y porque soy feliz y bailo y canto,
Piensan que no me han hecho daño alguno,
Y han ido a loar a Dios, a su Sacerdote y a su Rey,
Que de nuestra miseria crean paraísos».

El deshollinador, "El deshollinador" (de 'Cantares de experiencia'), p. 85.

En la poesía de William Blake es imposible separar el ámbito religioso y espiritual del ámbito político y moral. En el poema citado, el pequeño deshollinador cuenta que fueron sus propios padres quienes lo mandaron a trabajar limpiando chimeneas, sin siquiera darse cuenta del daño que le estaban realizando. Y aún más, mientras él trabajaba, ellos estaban en la iglesia adorando a las autoridades de un sistema en el que la miseria se venera.

Aquí, nuevamente, Blake cuestiona la idea católica de que el sufrimiento y la pobreza son virtudes, y denuncia que la iglesia y la monarquía, amparados en dicha idea, avalan el trabajo infantil.

Fui al Jardín del Amor,
Y vi lo que nunca había visto:
Habían erigido una Capilla en su centro,
En el prado donde solía jugar.

Las puertas de la Capilla estaban cerradas
Y en ellas se había escrito «Te es prohibido».

Yo lírico, "El Jardín del Amor" (de 'Cantares de experiencia'), p. 93.

"El Jardín del Amor" puede leerse como una reescritura crítica de la historia bíblica del jardín del Edén. En dicha historia, Adán y Eva habitaban el paraíso hasta que ella mordió la manzana del pecado y ambos fueron expulsados. En los versos citados, Blake presenta al amor como un juego inocente que el yo lírico practicaba en el pasado y que ahora la religión prohíbe, y da a entender que, en realidad, en el paraíso debería seguir reinando el amor y la libertad sexual en lugar de las reprimendas religiosas.

He vagado por cada calle del Reino
Cercana al lecho del Támesis,
Y he notado en cada rostro que encontré
Signos de la debilidad y del dolor.

En el grito de cada Hombre,
En el grito de terror de cada Niño,
En cada voz, en cada prohibición,
Siento las cadenas que nuestra mente ha forjado.

Yo lírico, "Londres" (de 'Cantares de experiencia'), pp. 95-97.

William Blake escribe su poesía en el apogeo de la Revolución Industrial. Esta revolución comienza a mitad del siglo XVIII y se caracteriza sobre todo por la mecanización de los procesos industriales. La novedosa tecnología permite que se reemplace la producción artesanal por la producción en serie. La clásica economía rural entonces le deja paso a la pujante economía urbana. Enormes cantidades de personas se mudan desde las zonas rurales a las capitales europeas como Londres (la capital europea que registra mayor crecimiento demográfico durante este periodo). Esta urbanización repentina visualiza nuevos actores sociales. El proletariado invade las calles. La pobreza de los trabajadores se vuelve parte del paisaje. El trabajo infantil, la prostitución y el alcoholismo se masifican. Blake advierte, con horror, que el supuesto progreso del hombre, basado en la razón, ha conducido a la sociedad a una degradación moral y física que, hasta entonces, era inimaginable.

Todas las Biblias o códigos sagrados han sido la causa de los Errores siguientes:
1. Que el Hombre posee dos principios reales de existencia: un Cuerpo y un Alma.
2. Que la Energía, llamada Mal, sólo nace del Cuerpo y que la Razón, llamada Bien, sólo nace del Alma.
3. Que Dios atormentará al Hombre en la Eternidad por seguir sus Energías.

Yo lírico, "La voz del Diablo" (de 'El matrimonio del cielo y el infierno'), p. 131.

William Blake escribe su obra poética en pleno auge de la Ilustración, movimiento estético y filosófico que consideraba que la razón era la facultad más suprema del hombre y condenaba todas las pasiones humanas.

En los versos citados, Blake en primer lugar se opone a la división entre cuerpo y alma, entre razón y energía (este término puede entenderse como sinónimo de sentimiento, pasión o deseo físico). A continuación, se enfrenta a esa idea propia de la Ilustración de que la razón es el bien y la energía, el mal. Postula, por el contrario, que la energía es la parte buena del ser humano y la razón, la mala. Y, finalmente, Blake apunta sus cañones contra la Iglesia católica y su afán de atemorizar a las personas condenando al infierno a aquellos que osen cometer el "pecado" de mantener relaciones carnales.

En estos tres puntos Blake condensa de manera sumamente sintética la base de su pensamiento y ataca a sus grandes enemigos ideológicos: la Iglesia católica y la Ilustración.