Poemas de William Blake

Poemas de William Blake Resumen y Análisis Poemas sobre el amor y la sexualidad

Resumen

A partir de cinco poemas representativos, en esta sección analizaremos la producción poética de William Blake que gira en torno al amor y la sexualidad.

El terrón y el guijarro

Un pequeño terrón de arcilla que ha sido pisoteado por el ganado afirma que el amor no busca contentarse a sí mismo, sino que procura darle paz al otro y construir un cielo en la desesperación del infierno. Tras esta afirmación, quien toma la palabra es un guijarro. Este dice que el amor solo busca su propio placer y somete al otro para obtenerlo. Además, goza cuando ese otro pierde la paz y construye un infierno a merced del cielo.

Este poema consta de tres estrofas de cuatro versos. La métrica es octosílaba y la rima, consonante y asonante. Ni la métrica ni la rima se mantienen en la traducción con la que trabajamos en este guía.

El Jardín del Amor

En primera persona del singular y pretérito, el yo lírico cuenta que fue al Jardín del Amor y se encontró con que en el prado donde solía jugar, habían erigido una capilla. Las puertas de dicha capilla estaban cerradas y tenían un cartel que decía “Te es prohibido” (p. 93). Además, donde antes había flores, ahora había tumbas y piedras sepulcrales, y en los senderos había sacerdotes que ataban con zarzas los deseos y las alegrías.

Este poema también consta de tres estrofas de cuatro versos. La mayor parte de los versos tienen ocho o nueve sílabas. La rima es libre. En la traducción no se mantiene la métrica.

El ángel

En primera persona del singular, la voz cuenta que tuvo un sueño, pero no sabe qué significa. Soñó que era una reina doncella que era cuidada por un dulce ángel. Dice que el dolor necio nunca fue engañado, pero ella lloraba día y noche, y le ocultaba al ángel el deleite de su corazón. Entonces, el ángel se marchó. Ella enjugó sus lágrimas y se protegió con miles de lanzas y escudos. Al tiempo, el ángel volvió, pero ella estaba armada y su retorno fue en vano: su juventud había huido definitivamente.

Este poema consta de cuatro estrofas de cuatro versos. La métrica es octosílaba y la rima, consonante y asonante. En la traducción no se mantienen ni la métrica ni la rima.

Una pequeña niña perdida

Este poema comienza con una estrofa en cursiva en la que el yo lírico apostrofa a los niños del porvenir que están leyendo esos versos con indignación. Les dice que han de saber que, en los viejos tiempos, el amor era considerado un crimen.

Tras esta estrofa, y en tercera persona, el yo lírico cuenta una historia que sucedió en las “Edades de Oro” (p. 103): un joven y una doncella, llamada Ona, solían encontrarse regularmente en un jardín claro a la hora del alba. Allí, lejos de sus padres y de los caminantes, se besaban. Un día, cansados de besarse, decidieron encontrarse por la noche. Luego de dicho encuentro, Ona se cruzó con su padre y sintió que, ante su cariño, sus miembros se llenaban de terror.

En la última estrofa del poema, el padre le pide a Ona que le cuente por qué tiembla de esa manera ante su presencia.

Este poema consta de seis estrofas de cinco versos. La introducción en cursiva tiene cuatro versos. La métrica es pentasílaba y la rima, consonante. En la traducción no se mantienen ni la métrica ni la rima.

A la estrella del atardecer

En segunda persona del singular, el yo lírico se dirige a la estrella del atardecer. Le pide que encienda la antorcha del amor, sonría al lecho nocturno y a sus amores, y esparza su rocío de plata sobre cada flor que cierra sus ojos. Luego, le dice que, cuando ella se retira, el lobo se enfurece y el león mira iracundo su bosque. Finalmente, afirma que los vellones de los rebaños se han cubierto con su rocío sagrado y le pide entonces que los proteja.

Este poema consta de una sola estrofa de catorce versos. Predomina el pentámetro yámbico. La rima original es libre. La métrica no se mantiene en la traducción.

Análisis

En la poesía de Blake, el amor es presentado como una expresión sensible que nace del cuerpo y que, por lo tanto, está íntimamente ligada a la sexualidad. Como hemos visto en el análisis sobre su poesía religiosa, para el excéntrico poeta inglés el cuerpo es la parte más pura del ser humano. Allí se encuentra la energía, las sensaciones y las emociones que les permiten a las personas entrar en contacto con su esencia.

Recordemos que Blake lucha mediante sus versos contra la Ilustración, el movimiento estético y filosófico dominante de su época, que consagra a la razón por sobre todas las cosas. Para Blake, la razón no es una entidad sagrada, sino el obstáculo que le impide al ser humano llegar a su esencia, a Dios, al prójimo y a la unidad universal. El poeta inglés postula que, para sortear ese obstáculo y romper con las cadenas del mundo racional, se debe recurrir al cuerpo. Y aquí entra el amor en juego. El amor tiene la facultad de imponer la energía corporal. Impele al ser a ir hacia el prójimo, lo llena de deseo físico y de emoción, lo hace olvidarse de las limitaciones racionales. El amor es sumamente poderoso, pero vencer a la razón no es fácil y Blake lo sabe. Así como él lucha con sus versos contra el imperio racional (y es considerado un pobre loco y, por ende, su obra es desdeñada), el amor lucha en sus poemas contra la racionalidad de sus personajes.

Veamos un primer ejemplo al respecto. En “El ángel”, la voz sueña que es una reina doncella (doncella es aquí sinónimo de virgen) que está siendo cuidada por un dulce ángel. Sin embargo, en lugar de estar feliz, la doncella se la pasa llorando. Dice:

Y lloré noche y día,
Y él enjugó mis lágrimas,
Y lloré noche y día,
Y de él escondí el deleite de mi corazón (p. 89).

¿Por qué llora la doncella? ¿Por qué no puede disfrutar de los cuidados del ángel? Porque su razón no le permite ceder a las pasiones que le despierta el amor. Por eso mismo, la doncella esconde el deleite de su corazón. Los mandatos racionales de su época le imponen la castidad y el decoro. Presentan al amor como un pecado. El ángel entonces, al no verse correspondido, huye:

Entonces desplegó sus alas y huyó;
Sonrojóse la mañana con un suave rojo;
Enjugué mis lágrimas y armé mis temores
Con miles de lanzas y escudos.

Pronto, volvió otra vez mi Ángel:
Como estaba armada, su retorno fue en vano,
Porque mi juventud había huido (p. 89).

“El ángel” forma parte del poemario Cantares de experiencia de 1794. Este es un libro iluminado. Es decir, cada uno de sus poemas está acompañado por una ilustración del artista. En la ilustración que acompaña a este poema, se ve a una joven que muestra desdén hacia Cupido. Esta ilustración clarifica aún más la idea del poema: la joven doncella no rechaza a cualquier ángel, rechaza al dios romano del amor. ¿Y qué hace cuando él huye? No va detrás de él, no se arrepiente de inmediato, sino que decide resguardarse. Las lanzas y los escudos son aquí un símbolo de la razón. Armada, la doncella se protege contra cualquier experiencia amorosa que pueda llegar a tener y le pueda hacer perder la razón. Cuando Cupido vuelve a buscarla, la doncella ha perdido su juventud. Está arrepentida, pero ya no hay vuelta atrás.

Es importante destacar que este desdén hacia el amor y la sexualidad no solo proviene de la Ilustración. Blake, además discutir contra los ilustrados, debe enfrentarse al catolicismo. A fines del siglo XVIII, la iglesia católica era una institución sumamente poderosa y restrictiva. Era la encargada de regular con severidad la moralidad de occidente. Dentro de sus normativas conservadoras, el amor terrenal era considerado un pecado y aquellos que osaban practicarlo por fuera del matrimonio se ganaban una estadía en el infierno.

Aunque, la Ilustración fue un movimiento profundamente secular. Sin embargo, por diferentes motivos, tanto los ilustrados como el catolicismo veían con malos ojos al amor terrenal y terminaban ensalzando a la razón (ya sea como instrumento para el progreso del ser humano o para llegar a Dios). Parte de la crítica considera que esta restricción a los sentimientos tuvo como contrapartida el nacimiento del Romanticismo, un movimiento que, como lo demuestra la poesía de Blake, exaltó las pasiones por sobre la razón. No por nada se considera a Blake uno de los padres del Romanticismo. En “El Jardín del Amor”, por ejemplo, se lee:

Fui al Jardín del Amor,
Y vi lo que nunca había visto:
Habían erigido una Capilla en su centro,
En el prado donde solía jugar.

(…)

Y vi muchas tumbas y piedras sepulcrales
Allí donde las flores debían estar;
Y Sacerdotes que en negras sotanas seguían sus senderos,
Y ataban con zarzas mis deseos y alegrías (p. 93).

Este poema puede leerse como una reescritura crítica de la historia bíblica del jardín del Edén. En dicha historia, Adán y Eva habitaban el paraíso hasta que ella mordió la manzana del pecado y ambos fueron expulsados. Aquí, Blake da a entender que, en realidad, en el paraíso ha de reinar el amor y la libertad sexual en lugar de las reprimendas religiosas. El amor es presentado en estos versos como un juego inocente que el yo lírico practicaba en el pasado y que ahora la religión prohíbe.

Ahora bien, ¿por qué la religión y la Ilustración triunfan? ¿Por qué el amor termina siempre arrinconado contra las cuerdas de la razón? Según Blake, el amor es vencido porque es débil y puede ser reprimido fácilmente por aquellos que imponen el imperio de la razón. Así lo expresa en un pasaje de El matrimonio entre el cielo y el infierno:

Quienes reprimen el deseo pueden hacerlo porque éste es tan débil como para reprimirse; y el elemento que reprime o Razón le usurpa su lugar y gobierna al renuente. Y una vez reprimido, gradualmente se torna pasivo hasta que es sólo la sombra del deseo (p. 133).

Idealmente, entonces, para que el deseo venza a la razón, las personas deberían dejarse llevar por el sentimiento amoroso. Deberían perder la noción sobre sí mismos, perderse en sí y olvidar la razón. En “Una pequeña niña perdida”, una doncella llamada Ona y su joven amante se dejan llevar por la pasión y deciden encontrarse por la noche para consumar el acto sexual. Luego de dicho encuentro, Ona, alegre, vuelve a su casa. Sin embargo, al reencontrarse allí con su padre, la felicidad desaparece y el castigo racional llega de inmediato:

A su padre de blancos cabellos
Volvió la alegre doncella;
Pero ante su mirada cariñosa,
Como ante el libro sagrado,
Sus miembros delicados temblaron de terror (p. 105).

La figura del padre simboliza aquí al orden y a la represión racional. El padre ni siquiera precisa amenazar o mirar con sospecha a su hija. Con tan solo aparecer frente a ella, Ona pierde la alegría, siente culpa por haber tenido relaciones sexuales y comienza a temblar como si estuviera “ante el libro sagrado” (p. 105). Es decir, como si estuviera ante la Biblia (nuevamente, la religión se liga a la represión). Ona no se convierte en una pequeña niña perdida por haber tenido relaciones sexuales, sino porque al sentir culpa por el acto sexual sucumbió ante la ley racional y perdió la libertad amorosa. Cabe destacar que este poema comienza con una advertencia para los niños del porvenir:

Niños del Porvenir,
Que leéis esta página indignada,
Sabed que en tiempos idos,
¡El Amor!, ¡el dulce Amor!, por crimen fue tenido (p. 103).

En esta estrofa se condensan varias cosas interesantes. Por un lado, Blake vuelve a dejar bien en claro su desacuerdo con la idea de que el amor es un crimen. Por otro lado, apostrofa a “los niños del porvenir” (p. 103). Ya habíamos visto en “El Jardín del Amor”, que en la poesía de Blake, el amor aparece fuertemente asociado al juego y, por lo tanto, a la infancia. Para el poeta inglés, los niños son aquellos que aún mantienen la inocencia y se encuentran a salvo de la ley de la razón. Esto les permite acceder al amor con libertad.

Por último, cabe destacar que en esta estrofa Blake demuestra nuevamente ser un adelantado a su época. Si bien es cierto que al día de hoy sigue existiendo condena moral y religiosa a ciertos tipos de amor y sexualidad, claramente en los siglos que pasaron, entre el momento en que Blake escribió este poema y la actualidad, ha habido un gran avance en términos de libertad sexual. Así, a fines del siglo XVIII, el poeta inglés ya sabe que en el porvenir (es decir, en nuestros tiempos actuales), el amor y el sexo no serán vistos como un pecado, y que aquellos que lean sus versos se indignarán al saber que, otrora, esto era así.

En “A la estrella del atardecer”, Blake eleva una plegaria al cielo rogando que el amor sea protegido. Esta plegaria no va dirigida a Dios, sino a una estrella, a una fuerza natural:

¡Tú, ángel nocturno de rubia cabellera,
Ahora mientras el sol reposa en las montañas, enciende
Tu brillante antorcha de amor; ponte tu corona radiante,
Y sonríe a nuestro lecho de la noche!

(…)

Te retiras; entonces el lobo se enfurece,
Y el león mira iracundo en el oscuro bosque:
Los vellones de nuestros rebaños se han cubierto
De tu rocío sagrado: protégelos con tu magia (pp. 27-29).

Este poema puede considerarse pagano: el yo lírico le reza a una entidad no católica y, cual hechicero, pide que los amantes sean protegidos con magia. Para el catolicismo, la magia es producto del ocultismo y, por lo tanto, es incompatible con la fe. Sin embargo, para Blake, la fe católica ha demostrado ser incompatible con el amor. Pedirle magia amorosa a una estrella podrá ser pagano, pero es totalmente lógico con su cosmovisión religiosa. También es interesante remarcar que la estrella del atardecer (es decir, el astro que brilla con más fuerza cuando el sol se oculta), es el planeta Venus que, en la mitología romana, es la diosa del amor y la fertilidad. Vale decir que, aún en nuestros días, el catolicismo sigue condenando la magia y colocándola en las antípodas de la fe.

Por otro lado, cabe destacar que, en los versos citados, el lobo y el león funcionan como símbolos de la ley racional. Ambos acechan a los corderos que, amorosamente, pretenden relacionarse durante la noche. Estos, en oposición al lobo y al león, funcionan en aquí como símbolo de la inocencia. Por supuesto, los corderos están totalmente indefensos ante los predadores. Son débiles como el deseo y, encima, ni Dios ni los hombres (amantes de la razón) los ayudarán. La única esperanza que les queda entonces es que la estrella del atardecer escuche la prédica del gran poeta inglés y los proteja.

Para terminar este análisis veamos un poema en el que Blake le da la voz a dos elementos de la naturaleza, el terrón y el guijarro, y los hace hablar de amor. Esto dice el terrón al respecto:

«El Amor no busca contentarse a sí mismo
Ni tiene por sí mismo cuidado alguno,
Sino que a otro da su paz
Y construye un cielo en la desesperación del infierno» (p. 75).

Y esto le responde el guijarro:

«El Amor busca tan sólo su propio placer,
Y somete a otro a su deleite,
Goza cuando otro pierde su paz,
Y un infierno construye a despecho del cielo» (p. 75).

En este poema, Blake construye dos opiniones contrapuestas sobre el amor. El terrón de arcilla propone que el amor es un sentimiento desinteresado, que procura el bienestar de la persona amada. El guijarro, por su parte, postula que el amor es un sentimiento egoísta, que procura su propia satisfacción y el dolor ajeno.

Blake no coloca jerárquicamente una opinión por encima de la otra. Sin embargo, teniendo en cuenta la poética amorosa del autor y qué tipos de elementos son los que hablan en estos versos, se puede deducir cuál es su posición. Analicemos esto en detalle.

Por un lado, tenemos al terrón de arcilla. Este es un elemento maleable e inofensivo. El yo lírico incluso aclara que ha sido pisoteado por el ganado. Como hemos visto a lo largo de esta sección, en la poesía de Blake, todos los que aman son inofensivos y maleables como el terrón de arcilla. Son corderos inocentes que están a merced de los lobos de la razón. El mismo deseo es, según las palabras del autor, débil y sumiso. Es lógico entonces que el terrón de arcilla postule una visión pura e idealista sobre el amor.

Por otro lado, tenemos al guijarro: un elemento sólido, imposible de moldear, e incluso lacerante. Los guijarros se encuentran en las orillas de los ríos y los lagos. Están sumidos en el agua, pero están secos por dentro. Además, son duros como las lanzas y los escudos que la doncella reina de “El ángel” utiliza para defenderse del amor. Es lógico entonces que el guijarro tenga una posición escéptica sobre este sentimiento.

Teniendo en cuenta el análisis de cada uno de los elementos, no queda ninguna duda: Blake está del lado del terrón de arcilla. Lo suyo es la fe trascendental en el amor. Podrá ser pisoteado como el terrón por el ganado, podrá sufrir y ser despreciado por los amantes de la razón, pero nunca perderá la creencia en que el amor puede unir a los humanos. Nunca estará de acuerdo con el frío e insensible guijarro.