Poemas de Alejandra Pizarnik

Poemas de Alejandra Pizarnik Resumen y Análisis "El despertar"

Resumen

La voz poética describe el estado de desesperación en el que se encuentra a partir de que perdió toda contención y, luego de preguntarse qué debe hacer con el miedo que siente y no encontrar respuesta, piensa en el suicidio, y en la tristeza que la acompaña desde su infancia.

Análisis

“El despertar” tiene una relación muy estrecha con el poema ya analizado “La última inocencia”. En este, al igual que en aquel, el tema fundamental es la muerte en relación con el suicidio. Además, en ambos poemas la voz poética se expresa en el momento en que perdió la última esperanza de vivir y se incita a sí misma a tomar una decisión final para salir del sinsentido de su existencia (motivo fundamental que ambos poemas también comparten) y de la desesperación. Esa última esperanza de vivir perdida es lo que llama “la última inocencia”, que la da título al poema ya analizado y que también aparece en un verso dentro de este poema, con el mismo significado, haciendo más estrecha la relación entre ambos poemas.

Sin embargo, hay una característica fundamental que, pese a todas estas similitudes, los distingue. “La última inocencia” es un poema breve y preciso, mientras que “El despertar” es uno de los más largos de Pizarnik. Además, lejos de apuntar a la precisión de la palabra, en “El despertar” la sensación que genera la voz poética es que está diciendo todo lo que le brota desde lo más profundo de su ser, sin ejercer un control mental sobre sus palabras. Teniendo en cuenta esto último, es lógico que la estética surrealista haya sido la que utilizó Pizarnik para llevar a cabo la escritura de este poema “fuera de control”. En ese sentido, lo primero que hay que destacar es que “El despertar” está dedicado a León Ostrov, el psicoanalista de Pizarnik, con quien indagaba en la profundidad de su inconsciente. Ostrov constituye una figura clave en la vida de la poeta para acercarse al surrealismo.

Ya al comienzo del poema aparece una imagen típicamente surrealista: “Señor/ La jaula se ha vuelto pájaro y se ha volado/ y mi corazón está loco/ porque aúlla a la muerte” (p.93). En principio, es importante destacar el uso del vocativo “Señor”, que puede indicar que está hablándole a Dios, como si fuera un rezo desesperado o, teniendo en cuenta la dedicatoria, puede estar hablándole a su psicoanalista, su confidente, capaz de entender sus dolores. La transformación de la jaula en pájaro es una imagen relacionada con el mundo de la imaginación pura y los sueños. Es decir, con el surrealismo. Además, indica que el lugar en el que la voz poética vivía (la jaula) no existe más. O sea, ella se quedó sin un encierro que la contuviera. Aunque viviera dentro de una cárcel (metafóricamente hablando), allí estaba más segura porque estaba en algún lugar. Fuera de esa cárcel está la locura del corazón que “aúlla a la muerte” como un perro desesperado y solitario aullando a la luna. Esta última imagen también es puramente surrealista.

Luego de preguntarse, de manera repetitiva, mostrando toda su inseguridad, qué puede hacer con el miedo que siente, la voz poética vuelve a referirse a la muerte como un lugar a donde su cuerpo (así como su corazón en la estrofa anterior) se va, sin control. La jaula, con su encierro, le impedía ir hacia la muerte, en cambio, ahora “Mis manos se han desnudado/ y se han ido donde la muerte/ enseña a vivir a los muertos” (p.93).

En las siguientes estrofas aparecen dos llamados al “Señor”. En el primero describe su sufrimiento: “Señor/ el aire me castiga el ser/ Detrás del aire hay monstruos que viven de mi sangre” (p.93). En el segundo aparece el momento más desgarrador del poema: “Señor/ tengo veinte años” (p.94). Después de esos dos versos aparece un gran espacio en blanco, como si la voz poética hubiese expresado esto último con mucho dolor e incomprensión, como si hubiese dicho: “soy muy joven para estar sufriendo la vida así”.

A partir de entonces, la voz poética reflexiona acerca de lo pronto que "se terminó” su vida: “Señor/ He consumado mi vida en un instante/ La última inocencia estalló” (p.94). Una vez que esa última inocencia estalla, como ya se ha visto en el análisis de este poema y de “La última inocencia”, solo queda la opción de ir hacia la muerte, y aparecen las preguntas acerca de por qué se demora el suicidio: “¿Cómo no me suicido frente a un espejo/ y desaparezco para reaparecer en el mar/ donde un gran barco esperaría/ con las luces encendidas?” (p.94), “¿Cómo no me extraigo las venas/ y hago con ellas una escala/ para huir al otro lado de la noche?” (p.94).

Luego de estas preguntas, la voz poética reflexiona sobre el otro tema fundamental del poema: el sinsentido de la existencia: “Todo continuará igual/ Las sonrisas gastadas/ El interés interesado/ Las preguntas de piedra en piedra/ Las gesticulaciones que remedan el amor/ Todo continuará igual” (p.94). La repetición de que todo va a continuar igual subraya la desesperanza de que algo cambie. Es interesante destacar el verso “Las gesticulaciones que remedan el amor”, que retoma el tema del amor como una idea absurda, hecha de gestos actuados, tal como aparece en “La enamorada”, ya analizado en esta misma guía. Incluso, así como en ese poema el amor, de manera absurda, le generaba la sensación ridícula e inevitable de que vivir tenía algún sentido, aquí también aparece esa sensación después de referirse al amor: “Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo/ porque aún no les enseñaron/ que es ya demasiado tarde” (p.94). Si una parte de su cuerpo se va hacia la muerte, ahora que la jaula se escapó, hay otras partes de su cuerpo que, acostumbradas a vivir, no se entregan a la muerte.

Sobre el final del poema aparece otro tema fundamental de Pizarnik: la infancia. “Recuerdo mi niñez/ cuando yo era una anciana/ Las flores morían en mis manos” (p.95). La voz poética evoca su infancia para demostrar que, ya desde entonces, vivía junto a la sensación de la muerte. “Recuerdo las negras mañanas de sol/ cuando era niña/ es decir ayer/ es decir hace siglos” (p.95).

En los últimos versos del poema, la voz poética vuelve a invocar al “Señor” y a repetir que la jaula se convirtió en pájaro, dejando en claro que ese es el problema fundamental que acaba de suceder y que, inevitablemente, la conduce hacia la muerte.