Mil soles espléndidos

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Los vínculos entre las mujeres

El narrador de Mil soles espléndidos muestra cómo las mujeres afganas establecen potentes lazos entre ellas, incluso a pesar de los esfuerzos de sus maridos y del gobierno por oprimirlas y evitar que se relacionen. Estos lazos se hacen evidentes por primera vez cuando Mariam termina prisionera en la casa de su padre y contempla la complicidad que existe entre sus tres esposas: son ellas las que se ponen de acuerdo y presionan a Yalil para que se deshaga de su hija bastarda.

Cuando Mariam se establece en Kabul, los vínculos que existen entre las mujeres que viven en su calle la sorprenden: cuando se dirige hacia el tandur para cocinar el pan, se encuentra con una serie de mujeres que van a hacer la misma tarea y avanzan charlando y riendo. Entre ellas se encuentra Fariba, quien se dirige a Mariam y trata de integrarla al grupo, algo que a la joven la llena de miedo y la hace escapar corriendo.

En la tercera parte de la novela, Laila y Mariam forman un poderoso vínculo familiar, mucho más poderoso que la relación de ambas con su marido, Rashid. El apoyo mutuo se convierte en factor fundamental para la supervivencia de las dos mujeres en un contexto totalmente hostil y violento. Además del amor que se profesan, el vínculo entre las dos protagonistas se convierte en una defensa contra la violencia física de Rashid.

Finalmente, cuando Mariam está en prisión junto a otras mujeres, el vínculo de camaradería vuelve a hacerse presente. Las mujeres admiran a Mariam por haberse librado de su marido y le profesan cierta deferencia. Una de ellas incluso le cuenta su historia y le brinda su afecto en un contexto en el que Mariam necesita el apoyo de sus pares. Con todo ello, la novela sugiere que las mujeres afganas tienen la habilidad de brindarse apoyo y fuerza unas a otras, y que esta cualidad es un rasgo fundamental para su supervivencia.

La opresión contra las mujeres

La opresión que sufren las mujeres afganas es uno de los temas más importantes de Mil soles espléndidos. Lo que puede verse a lo largo de los cincuenta y un capítulos que componen la novela es cómo la sociedad patriarcal afgana se estructura en una red de instituciones y prácticas que someten a la mujer y restringen sus libertades. Ni Mariam ni Laila, las protagonistas, pueden liberarse de esa red cultural que las constriñe y oprime, y que se extiende desde el seno familiar hasta las instituciones educativas, la salud pública y los organismos que imparten justicia

Por más que lo intenten, ninguna de ellas puede rebelarse, ya que la opresión es sistémica y estructural: las propias bases de la sociedad, los valores que fundan y sostienen a las instituciones públicas, todos otorgan privilegios al hombre y exigen la obediencia y la sumisión de las mujeres. Así, todos los actos de violencia hacia las mujeres que suceden a lo largo de la novela, desde el padre que no reconoce a la hija bastarda o la orina con el que un compañero del colegio rocía a Laila, pueden leerse como parte de esta intrincada red que controla y limita la libertad femenina.

Con la llegada de los talibanes al poder en 1996, la red de opresión sobre las mujeres se hace incluso más rígida y agobiante. Los talibanes no tienen ninguna consideración hacia la población femenina y las tratan como si fueran infrahumanas: no dejan que se atiendan en hospitales, las borran totalmente de la actividad pública, les prohíben el acceso a la educación y establecen castigos brutales para cualquier transgresión a sus reglas. Así, la opresión de la mujer se convierte en una de las principales políticas de Estado.

La culpa

La culpa es una tema de gran relevancia a lo largo de toda la novela. En un comienzo, es un sentimiento que marca profundamente a Mariam, quien, al haber sido concebida fuera de una relación matrimonial, crece sintiéndose responsable de la infelicidad de su madre y culpándose a sí misma por ser una bastarda, aun cuando, como expresa el narrador, la culpa no puede ser nunca de la hija. El sentimiento de culpa se profundiza cuando Mariam siente que ha sido la causante del suicidio de su madre. Aunque con el paso del tiempo la protagonista llegará a comprender que ella no es culpable, sino una víctima de la opresión social que se ejerce sobre las mujeres, durante gran parte de su vida carga con el peso de la culpa.

Yalil, el padre de Mariam, es otro personaje cuyas acciones están motivadas por el sentimiento de culpa, especialmente en relación con su honra y con su deber como padre de familia. Yalil se siente culpable por haber desterrado de su casa a Nana y, luego, por haber casado a Mariam con Rashid para sacársela de encima. Esta culpa lo va a atormentar por el resto de sus días, y, al final de la novela, deja una carta a Mariam (que ella no recibe), en la que le cuenta lo infeliz que ha sido por las decisiones que ha tomado sobre ella, y le confiesa que nunca se ha podido librar de la culpa que siente por sus acciones.

Laila, la segunda protagonista, también se siente culpable cuando tiene relaciones sexuales con Tariq. Esta culpa está generada por la presión que las rígidas normas sociales ejercen sobre Laila: el acto sexual perpetrado fuera del matrimonio es una ofensa contra su familia y Alá, por lo que la niña no puede dejar de sentir el peso de sus actos. A pesar de ello, Laila puede manejar su culpa y no deja que esta empañe el amor que siente por Tariq.

La honra y el honor

Como puede verse desde el inicio de la novela, la honra y el honor son una dimensión fundamental para la sociedad afgana y, especialmente, para su población masculina.

La primera vez que se presenta el tema de la honra está ligado a la condición de Mariam, la protagonista, de harami, es decir, de hija ilegítima, concebida por fuera del matrimonio. Hasta los quince años, Mariam vive en una choza, alejada de la ciudad, y su padre la visita solo una vez a la semana, unas pocas horas. Esto es porque para la familia de Yalil, Mariam es una deshonra. Si bien Yalil es el culpable, y el que ha deshonrado a sus esposas, la situación afecta principalmente a Mariam, quien desde pequeña siente que no debería haber nacido, y esa carga la llevará durante toda su vida.

Rashid es otro personaje para el que la honra es de importancia superlativa: cuando se casa con Mariam, suele hablarle a la mujer de cómo los hombres se deshonran al no cuidar de sus mujeres, y utiliza esto como excusa para exigir la sumisión absoluta de su esposa. En estos diálogos, Rashid demuestra el desprecio que le profesa a los afganos modernos que dan libertades a sus mujeres y deshonran así las tradiciones milenarias de su pueblo. Uno de estos hombres es Hakim, el marido de Fariba, y por eso Rashid le prohíbe a su esposa que establezca cualquier contacto con esa familia.

Queda claro que, para los hombres, el honor es fundamental, y cualquier desliz en el que pueda incurrir una esposa es fuertemente castigado, porque implica una vejación al honor del marido. Así, por ejemplo, durante la guerra entre facciones de muyahidines, las mujeres dejan de salir de sus casas, puesto que en las calles corren peligro de ser violadas y, tras una violación, sus esposos pueden matarlas para conservar su honra.

Con todo esto, queda claro que la honra y el honor son valores asociados a una sociedad machista y pueden ser utilizados como instrumentos de control sobre la población femenina.

La esperanza vs. la realidad

En toda la novela se establece un contrapunto temático entre la esperanza que motiva a los personajes y el duro choque con una realidad que termina avasallándolos. Esto queda claro en los primeros capítulos, cuando Nana le cuenta la historia de su vida a su hija, Mariam. Nana tenía la esperanza de casarse con un apuesto joven del que estaba enamorada. Sin embargo, tras sufrir un ataque epiléptico, los familiares del joven consideran que fue poseída por un yinn -un genio maligno de la mitología afgana-, y por eso la rechazan. Nana tiene que dedicarse entonces a la limpieza en la casa de un hombre poderoso de Herat. Luego de tener una hija ilegítima con él, es expulsada a una choza, en la que tiene que vivir junto a su hija hasta el día en que se suicida.

Con este trasfondo de vida, Nana le enseña a su hija que no debe esperar nada del mundo, y mucho menos de los hombres. Sin embargo, para Mariam es imposible no depositar esperanzas en su padre y soñar con que un día la reconocerá como hija legítima y la llevará a vivir con él. Por supuesto que esto no sucede, y las esperanzas de Mariam se hacen añicos progresivamente: primero, cuando visita la casa de su padre y debe pasar la noche afuera porque no la dejan pasar, y luego, cuando este la casa con Rashid y la envía a vivir a Kabul.

Laila es otro personaje lleno de esperanzas que sufre el duro choque con la realidad. Tras saber que el amor que siente por Tariq es correspondido, la muchacha tiene la esperanza de casarse con él y formar una familia feliz. Sin embargo, dicha expectativa se hace añicos cuando Tariq se va con su familia a Pakistán. Luego, toda esperanza se extingue para Mariam cuando un misil cae sobre su casa, mata a sus padres y ella queda a merced de Rashid.

A pesar de todo el sufrimiento y de la dura realidad, algo en Mariam y en Laila sigue empujándolas a resistir y a esperar tiempos mejores. El primer indicio de que hay esperanzas de una vida mejor se produce en Laila cuando ella descubre que está embarazada de Tariq. Aziza, su hija, también le enseña a Mariam un amor maternal que nunca había sentido, y esto le otorga a la mujer la esperanza de un futuro mejor, con Laila y Aziza como su familia.

Finalmente, Mariam debe sacrificarse para que al menos Laila pueda tener un futuro esperanzador. Así, la heroína de la novela acaba con la vida de Rashid y se entrega a los talibanes, quienes la ejecutan. El sacrificio de Mariam le permite a Laila huir junto a Tariq y comenzar una nueva vida. El final de la novela presenta una perspectiva esperanzadora: Laila y Tariq regresan a Kabul con el objetivo de ayudar a reconstruir la ciudad y asegurar un futuro mejor para sus hijos.

El matrimonio vs. el amor genuino

A través de sus protagonistas femeninas, el narrador de Mil soles espléndidos traza una diferencia evidente entre el matrimonio como una institución social de conveniencia y el amor genuino que pueden profesarse dos personas. Esto se observa principalmente en las dos primeras partes de la novela y el contrapunto que establecen entre Mariam y Laila: Mariam es obligada a casarse a los quince años con Rashid, un ser despreciable que solo considera a las mujeres en tanto puedan darle hijos varones, hacerle la comida y mantener la casa limpia. Así, la vida de Mariam se convierte en un infierno, infierno que ejemplifica la realidad de la mayoría de las mujeres en Afganistán.

Laila, por otra parte, se enamora de un amigo de la infancia, Tariq, y es correspondida. El noviazgo entre los jóvenes debe mantenerse en secreto, puesto que cualquier relación por fuera del matrimonio es ilegítima y va contra los preceptos del Islam. Sin embargo, Laila llega a tener relaciones sexuales con Tariq, algo de lo que no puede arrepentirse a pesar de la culpa que le genera, ya que su amor es genuino y no puede ser opacado por ningún precepto social.

En la tercera parte de la novela, Laila no tiene más opción que casarse con Rashid, y su nueva realidad demuestra hasta qué punto el matrimonio no tiene absolutamente nada que ver con el amor. Esta situación se extiende durante años, hasta que Laila logra regresar con Tariq y vuelve a experimentar el amor genuino. Así, Mil soles espléndidos denuncia la institución matrimonial como un medio para ejercer control sobre las mujeres y someterlas a la voluntad de un marido, coartando, en la mayoría de los casos, la posibilidad de experimentar verdaderamente el amor.

Los conflictos étnicos y la guerra

El contexto político y cultural es un factor decisivo para las vidas de las protagonistas. La guerra se desencadena principalmente por una serie de conflictos étnicos que evidencian la diversidad de pueblos que conviven y conforman la moderna nación de Afganistán.

Los conflictos políticos que desatan la guerra entre facciones de muyahidines están estrechamente ligados a los históricos enfrentamientos étnicos de la región, especialmente entre pastunes, que conforman la mayoría étnica de la sociedad, y los tayikos, una minoría más liberal históricamente sometida por el dominio pastún.

La guerra es la causante de todos los problemas en la vida de Laila, quien pierde a sus padres y a sus amigas durante uno de los tantos bombardeos en Kabul. Ella misma está al borde de la muerte, pero la salva Rashid, quien luego se aprovecha de su situación de poder y la toma como esposa.

Durante los años que van de 1978 hasta 1996, Afganistán se encuentra sumida en una encarnizada guerra civil. El conflicto armado se desencadena tras el golpe de Estado perpetrado por las fuerzas armadas y el establecimiento de un gobierno comunista, contra el que se organiza una yihad, es decir, una guerra en nombre de la fe. Esta guerra civil enfrenta al gobierno de Nur Muhammad Taraki, apoyado por la Unión Soviética, y a los muyahidines, grupos de guerrilleros apoyados por fuerzas internacionales, entre las que destaca principalmente Estados Unidos. En 1992 los muyahidines logran hacerse con el dominio de Kabul y comienzan a gobernar el país, pero la guerra civil no termina, puesto que las diversas facciones de guerrilleros comienzan a disputarse el poder entre ellas, y los misiles siguen lloviendo sobre Kabul.

Es durante la guerra de guerrillas que la familia de Laila muere y ella se convierte en la esposa de Rashid. Finalmente, los talibanes expulsan a los muyahidines y se hacen con el poder. Sin embargo, aunque la guerra civil llega a su fin, los padecimientos para Mariam y Laila se acentúan, ya que la ciudad está totalmente destruida y los talibanes la gobiernan con una brutalidad sorprendente.

Al final de la novela, en 2003, los talibanes han sido expulsados del poder y Laila ha podido reconstruir su vida contra Tariq. Si bien el final es esperanzador, cabe recordar que Afganistán sigue siendo una zona azotada por los conflictos étnicos hasta la actualidad.

La religión musulmana

La religión es una dimensión fundamental de las naciones musulmanas, tanto en el ámbito privado como en el público. En verdad, es la religión el elemento en común que liga a todos los grupos étnicos que componen el complejo entramado social de Afganistán. El Islam, en sus muchas variantes, es practicado por más del 99% de la población afgana y representa toda una forma de vida: proporciona el sistema de valores y el código de normas que ordenan y regulan la vida en sociedad.

Al inicio de la novela, Mariam aprende sobre el Islam mediante la lectura del Corán, el libro sagrado de la religión musulmana, que realiza junto al ulema Faizulá. Más adelante, su casamiento con Rashid también se realiza en el marco de los rituales religiosos, y la nueva vida marital está signada por la aplicación severa de los preceptos religiosos sobre el rol de las mujeres en la familia y en la sociedad.

Al igual que muchos hombres, Rashid se aprovecha de la religión para oprimir a su mujer. Cuando los talibanes llegan al poder, extienden este tipo de comportamientos hacia todas las mujeres del país: en nombre de la religión, reducen a la población femenina a un estado total de sumisión.

Finalmente, como puede verse durante el juicio de Mariam, en las sociedades musulmanas los ulemas cumplen la doble función de teólogos y juristas, ya que todo el sistema jurídico se desprende de los dogmas postulados en el Corán. La condena a muerte de Mariam en nombre de la religión es el mejor y más devastador ejemplo de la importancia que la religión tiene para la población afgana.