Mil soles espléndidos

Mil soles espléndidos Resumen y Análisis Parte 1, Capítulos 9-15

Resumen

Capítulo 9

Mariam y Rashid llegan a Kabul. La joven no puede evitar notar qué tan decadente es el paisaje en comparación con Herat, especialmente la calle en la que va a vivir. Rashid le presenta su nuevo hogar; pese a que se trata de una edificación mucho más humilde que la casa de su padre, es más grande y lujosa que el kolba que compartía con Nana. Mientras recorren la casa, Mariam se larga a llorar, actitud que llena de fastidio a Rashid. Al retomar el recorrido por la casa, este le explica a Mariam que él prefiere dormir solo, y le indica cuál será su habitación, lo que le genera a Mariam un gran alivio. Rashid le pregunta si él la asusta, y ella, mintiéndole por primera vez, le responde que no.

Capítulo 10

Mariam permanece en su cuarto la mayor parte del tiempo, acostada en la cama y sin apetito, extrañando a su madre y su vida con ella en el kolba. Además, se siente atormentada por la idea de tener relaciones con Rashid, momento que, sabe, se aproxima. Tras una semana de inercia, su marido la reprende y la obliga a que se haga cargo de las tareas domésticas que le corresponden a una esposa.

A la mañana siguiente, después de que Rashid se va a trabajar, Mariam se levanta de la cama para limpiar, hacer las compras y cocinar. De camino al tandur comunitario para hornear el pan, se cruza con otras mujeres, que la miran y susurran entre ellas. La joven piensa automáticamente que se están burlando de su condición de harami, hasta que alguien le toca el hombro y se presenta; se trata de Fariba, una mujer amable que desea darle la bienvenida y conversar con ella. Cuando el resto de las mujeres escucha que Mariam es la nueva esposa de Rashid, se interesan más por ella y la llenan de preguntas de todo tipo. La situación la abruma tanto que la joven regresa corriendo a su casa.

Cuando Rashid vuelve por la noche, felicita a Mariam por la cena que preparó, y ella experimenta orgullo por primera vez. Luego, le obsequia una burka -una prenda de vestir que oculta por completo la cara y el cuerpo, salvo por una pequeña rendija para los ojos- y le explica que solo él puede observar su cara. Ante esto, Mariam, que brevemente se había alegrado por el cumplido de la cena, vuelve a sumirse en la tristeza.

Capítulo 11

Rashid lleva a Mariam a pasear y conocer la ciudad. A ella todavía se le hace difícil andar con la burka sin trastabillar a cada paso. La pareja va al parque, toma helado, recorre un mercado callejero y luego se dirige a la calle del Pollo, una zona en la que vive la población más rica de la ciudad. Durante todo el recorrido, Mariam no puede evitar comparar los paisajes de Kabul con los de Herat; todo le resulta decadente, sucio y precario en contraposición a la ciudad de su padre. Pero lo que más llama la atención de Mariam son las mujeres que Rashid denomina, peyorativamente, “modernas”: se trata de mujeres que utilizan maquillaje, no se cubren la cabeza, conducen autos y hasta fuman cigarrillos. Su apariencia es la de personas ocupadas, que se encargan de asuntos importantes, y frente a ellas Mariam se siente disminuida y poco importante.

Esa noche, Rashid entra en la habitación de Mariam y comienza a tocarla; ella manifiesta no estar preparada para lo que se avecina, pero su esposo ignora sus protestas y la fuerza a tener relaciones sexuales. Al finalizar, Rashid le dice que no debe avergonzarse del sexo, ya que es algo totalmente normal y esperable en una pareja.

Capítulo 12

Es otoño del año 1974 y llega el primer Ramadán que Mariam vive junto a Rashid; este no suele respetar el ayuno dictado por los preceptos religiosos y los días que lo hace se pone de muy mal humor. El Ramadán finaliza con el Eid-ul-Fitr, una celebración que dura tres días. Para Mariam, esta festividad era motivo de tristeza, porque Yalil la visitaba brevemente para luego pasar el resto del tiempo con su familia legítima. En cambio, en Kabul puede disfrutarla porque la ciudad se anima y las calles se llenan de familias celebrando. Mientras pasea con Rashid, se encuentra con Fariba y su familia. Fariba la reconoce debajo del burka, pero Mariam apenas le responde el saludo, ya que Rashid los considera modernos y desprecia su estilo de vida.

Cuando vuelven a la casa, reciben la visita de los amigos de Rashid y Mariam debe encerrarse en su habitación mientras los hombres se divierten. Al día siguiente, Rashid visita a uno de sus amigos y Mariam se queda en la casa para limpiar la suciedad de la noche anterior. Movida por la curiosidad, entra a la habitación de Rashid y encuentra allí un arma, que supone que tiene por una cuestión de seguridad. Además, se topa con fotos de la familia anterior de Rashid, de su esposa y de su hijo, Yunus, ambos fallecidos. Al pensar en aquellas pérdidas que atravesó Rashid, Mariam empatiza con él y por primera vez considera que aquel hombre podría ser una buena pareja.

Capítulo 13

La pareja regresa del hospital tras corroborar que Mariam está embarazada. Ambos están felices por la noticia, aunque la convicción de Rashid de que tendrá un hijo varón preocupa a Mariam. Tan feliz está Rashid que decide llevar a su esposa a una casa de baños para que se relaje. Allí, Mariam padece un sangrando en la entrepierna y, una vez en el hospital, se confirma su miedo: acaba de sufrir un aborto espontáneo.

Capítulo 14

Mariam se recluye en la casa, deprimida por la pérdida del bebé y celosa por el resto de las mujeres capaces de ser madres. Abrumada, se explica a sí misma que la pérdida de su hijo es la consecuencia de la traición que cometió con su madre, aunque en la confusión de emociones también culpa a Rashid, al yinn e incluso a Dios.

El trato de Rashid para con su esposa se vuelve mucho más hostil. Ya no ríe ni hace bromas, no le compra regalos, se queja de la forma en que ella ejecuta las tareas domésticas y hasta se fastidia cuando Mariam le habla. Cuando esta le pide realizar un breve funeral para superar la pérdida del bebé, Rashid se rehúsa a participar y le dice que lo haga ella sola si así lo desea. Así, Mariam ejecuta una ceremonia para despedirse de su hijo muerto.

Capítulo 15

La acción se sitúa en 1978; cuatro años han pasado desde su aborto y Mariam está por cumplir los diecinueve. En Kabul todo está revolucionado: Mir Akbar Jyber, un comunista que se manifestaba contra el gobierno de Daud Jan, fue asesinado, y la gente protesta en las calles. La pareja permanece dentro de la casa escuchando la radio, y Mariam, que no comprende nada de la situación política, le pide aclaraciones a su esposo. Ante las preguntas, Rashid se enfurece y la trata como si fuera tonta. Luego de que su esposa pierde seis embarazos más, Rashid dista mucho de ser el hombre que Mariam conoció en un principio.

Diez días después, el general de la fuerza aérea realiza un golpe de Estado, ejecuta al presidente Daud Jan y el poder queda en manos de los comunistas. Mariam piensa en Yalil, ya que Rashid mencionó que todo lo que estaba sucediendo era malo para la gente rica. Durante la noche de la revolución, entre los estallidos y el escándalo del golpe, Fariba tiene una hija a la que llama Laila.

Poco tiempo después, Rashid ataca a Mariam durante una cena. Al cocinar, Mariam intenta seguir al pie de la letra las contradictorias indicaciones de su esposo, quien suele quejarse de todo lo que ella prepara. Esta vez, Rashid escupe el arroz y sale de la casa enojado para volver con unos guijarros y obligar a su esposa a masticarlos. Rashid compara la dureza del arroz con el de esas piedras. La primera parte de la novela finaliza con Mariam escupiendo sangre, guijarros y trozos de muelas.

Análisis

Los capítulos 9 a 15 están dedicados a la nueva vida de Mariam en Kabul como esposa de Rashid, un violento afgano de origen pastún que solo desea una esposa que se encargue de la casa y que pueda darle un hijo varón.

Al llegar a la casa de su esposo, todas las pocas esperanzas que podía albergar Mariam de una vida dichosa se derrumban. La opresión que Rashid comenzará a ejercer sobre ella ya se presagia en la descripción ominosa de la calle en la que se encuentra su nueva casa:

Mariam echó un rápido vistazo a la estrecha calle sin asfaltar en que estaba situada la casa de Rashid. Los edificios de aquella calle se apiñaban unos contra otros, compartiendo muros, y tenían pequeños jardines rodeados por tapias que los aislaban de la calle. La mayoría de los tejados eran planos, hechos de ladrillos cocidos, otros de barro del mismo color grisáceo que las montañas que rodeaban la ciudad. Por las alcantarillas que separaban la acera de la calzada a ambos lados de la calle fluía agua fangosa. Mariam vio pequeños montones de basura cubiertos de moscas esparcidos por la calle (p. 59).

En este contexto, Mariam experimenta la pérdida de su ámbito familiar y tiene que acostumbrarse a un nuevo mundo en el que debe hacerse cargo de una casa y un marido. El proceso de acostumbramiento se ve forzado por las exigencias de Rashid, quien pronto deja de tratarla respetuosamente y comienza a ejercer sobre ella el poder que tiene por el solo hecho de ser su marido. Como se verá a lo largo de todo el libro, en la figura de Rashid se concentran una serie de estereotipos del hombre afgano tradicionalista que, avalado por las instituciones sociales, utiliza los preceptos religiosos para ejercer una dominación absoluta sobre su esposa.

Para analizar en mayor profundidad cómo se configura en la novela el contexto sociocultural de la Afganistán de fines de siglo XX, cabe destacar que Mil soles espléndidos es una novela de un autor afgano que, viviendo en los Estados Unidos, debe hacerse un lugar en los sistemas literarios occidentales. Para eso, debe representar minuciosamente todo lo que funciona como información contextual para el argumento de su obra. En este sentido, la noción de contexto no remite sencillamente a lo que sucede históricamente en torno a los hechos narrados, sino a todo un abanico de dimensiones cuyo desarrollo es necesario para mostrar al lector, de forma clara, fehaciente y profunda, qué implica ser y vivir en determinada región del mundo. Como indica el famoso autor cubano, Alejo Carpentier, un escritor comprometido con su entorno debe prestar atención a los contextos raciales, económicos, ctónicos (esto es, folklóricos; en conexión con la tierra que se habita y sus cosmovisiones), políticos, burgueses, de distancia y proporción, de ajuste cronológico, de iluminación, culinarios, culturales e ideológicos. A lo largo de toda la novela, estos contextos emergen y constituyen, no el trasfondo de la narración, sino más bien el entramado de significados que sustenta a la acción.

La llegada de Mariam a Kabul es un escenario ideal para desarrollar dichos contextos, que ya habían empezado a esbozarse en los primeros capítulos, como hemos visto en la sección anterior. Cuando Mariam logra superar el miedo que le tiene a su nueva condición de vida, comienza a habitar el espacio simbólico que le corresponde tradicionalmente a la mujer afgana: la casa. El accionar del primer día que cumple las funciones esperadas de una esposa está minuciosamente detallado y lleno de elementos que son característicos de la idiosincrasia de todo un pueblo:

A la mañana siguiente, después de que Rashid se fuera a trabajar, Mariam sacó su ropa de la maleta y la colocó en la cómoda. Llenó un cubo con agua del pozo y, con un trapo, limpió la ventana de su habitación y las de la sala de estar. Barrió los suelos y quitó las telarañas de los rincones del techo. Abrió las ventanas para ventilar la casa.

Puso tres tazas de lentejas en remojo en una cazuela, troceó unas zanahorias y un par de patatas y también las dejó en remojo. Buscó harina (...) y amasó pan tal como le había enseñado a hacer Nana. (...) cuando terminó, envolvió la masa con un paño húmedo, se puso un hiyab y salió en busca del tandur comunitario (pp. 65-66).

Como puede observarse, las mujeres aparecen en esta primera instancia relegadas a las tareas de cuidado del hogar, a mantener limpia la casa y preparar la comida del marido. En estos pasajes, los contextos culinarios se despliegan en profundidad y el lector, sumergido en la cotidianidad de Mariam, puede observar los diversos platos típicos de la gastronomía afgana que prepara. Muchos de dichos platos, a su vez, ponen de manifiesto el crisol cultural de Afganistán, ya que las recetas y sus preparaciones pertenecen a tradiciones culturales de diferentes pueblos, como los pastunes, los kurdos y hasta los hindúes (como el daal que Mariam prepara con lentejas en este pasaje).

A su vez, los contextos culinarios son un modo de internarse en los hábitos culturales: cuando en el pasaje citado Mariam prepara su pan, debe ir a cocerlo al horno comunitario. En el camino, se encuentra con muchas mujeres realizando la misma acción, y escucha que ellas hablan sobre sus maridos y se quejan de sus matrimonios: "Maridos que jugaban. Maridos que malgastaban con sus madres y no se gastaban ni una rupia en sus esposas. A Mariam le asombró que tantas mujeres pudieran sufrir la misma suerte miserable de estar casadas, todas ellas, con hombres tan horribles" (p. 66). Una de estas mujeres es Fariba, una señora afable que se acerca a darle la bienvenida. Este acercamiento es nuevo para Mariam, quien nunca se relacionó con mujeres en condición de pares, ni conoció lazos de amistad con otras niñas. Además, no es casual que Fariba sea la primera mujer con la que se encuentre Mariam en Kabul: el episodio presagia la conexión futura entre las dos familias, cuando la hija de Fariba se convierta en la segunda esposa de Rashid.

Contrapuesta a la afabilidad y la aparente libertad con la que se mueve Fariba, en este mismo capítulo se destaca la opresión que ejerce Rashid, un personaje a través del cual el autor representa al sector tradicionalista y conservador de la población afgana. Rashid invita a pasear a su esposa, pero antes de salir le informa:

—Mariam, algunos de mis clientes traen a sus esposas a mi tienda. Las mujeres vienen descubiertas, me hablan directamente, me miran a los ojos sin vergüenza. Llevan maquillaje y faldas por encima de las rodillas. A veces esas mujeres incluso ponen los pies delante de mí, para que les tome medidas, mientras sus maridos se quedan mirando. Lo permiten. ¡No les importa que un desconocido toque los pies desnudos de sus mujeres! Creen que son hombres modernos, intelectuales, por su educación, supongo. No se dan cuenta de que están mancillando su nang y namus, su honor y orgullo (p. 70).

Rashid considera que los hombres más liberales, que dan libertades a sus mujeres, son débiles y están mancillando las tradiciones y deshonrando a todos sus compatriotas. Uno de estos hombres es Hakim, el marido de Fariba, y por eso Rashid le prohíbe a su esposa que establezca cualquier contacto con esa familia. Rashid manifiesta que su comportamiento está fuertemente anclado en las tradiciones ancestrales del pueblo pastún: “Allí de donde yo vengo, basta una mirada equivocada o una palabra improcedente para que se derrame sangre. Allí solo el marido puede ver el rostro de una mujer. Tenlo presente, ¿Me has entendido?” (p. 70). Tras este comentario, Rashid obliga a su esposa a salir a la calle usando burka, una prenda de vestir que cubre por completo a la persona y solo deja una pequeña ranura a la altura de los ojos. La burka es utilizada para ocultar la identidad de las mujeres en contextos sociales e impedir que sean contempladas por personas que no son sus esposos. La imposición de la burka demuestra que la nueva vida de Mariam está limitada únicamente a su esposo, a quien debe obediencia absoluta. A su vez, es el primer paso de Rashid que demuestra su naturaleza egoísta y sobreprotectora, que luego derivará en el abuso y la violencia física.

Durante la visita a la calle del Pollo, en el distrito más próspero de Kabul, la atención de Mariam es poderosamente atraída por lo que Rashid llama “modernas” (p. 74), y a las que él tanto desprecia: “(...) mujeres afganas casadas con hombres afganos modernos a los que no les importaba que sus mujeres se pasearan entre desconocidos con el rostro maquillado y la cabeza descubierta” (p. 75). Esta nueva dimensión cultural que Mariam observa por primera vez en Kabul ayuda al lector a comprender la compleja situación social que se vive en la capital afgana en los años setenta. Como puede observarse bajo esta nueva óptica, los sectores más tradicionales conviven con grupos más liberales y menos conservadores, y el sometimiento de la mujer al hombre no es una constante absoluta sino una realidad más dentro de un complejo mosaico de prácticas sociales, culturales y religiosas. Sin embargo, estas prácticas sociales se verán censuradas y casi eliminadas de Kabul en las décadas siguientes, cuando la guerra civil estalle tras el golpe de Estado de 1978, tal como analizaremos en la próxima sección.

En los capítulos siguientes, el tema de la esperanza que ya se había esbozado con anterioridad vuelve a hacerse presente, aunque todavía desde una perspectiva negativa. Cuando Mariam vivía con su madre, esta le contaba sobre las esperanzas que había tenido sobre su matrimonio, y cómo estas habían fracasado. En esa época, Mariam guardaba la secreta esperanza de que su madre se reconciliara con Yalil y los tres pudieran formar una familia, algo que solo podía concretarse en el plano de la fantasía de la niña. Así, las esperanzas que albergaban ambas mujeres solo derivan en el fracaso y la frustración.

En la nueva situación de Mariam, las esperanzas vuelven a hacerse presentes cuando descubre que está embarazada. Para Mariam, un hijo implica la posibilidad de amar incondicionalmente y de ser correspondida por primera vez en ese amor, por lo que su embarazo insinúa la salvación al horror cotidiano de su vida con Rashid. En verdad, la maternidad no es tan solo el principal rol de las mujeres afganas, sino que es el principal objetivo por el que Rashid volvió a casarse luego de perder a su esposa y a su hijo.

Sin embargo, cuando sufre un aborto espontáneo, estas esperanzas quedan destrozadas, y la situación de Mariam empeora drásticamente: Rashid, decepcionado por la incapacidad de concebir, achaca a su esposa la culpa de todos sus males y comienza a tratarla con mucha más violencia. Tal es su crueldad que cualquier excusa sirve para someter a su esposa e infligirle castigos. Así, la primera parte del libro concluye con una escena en la que Rashid, enojado por la textura del arroz, le hace comer piedras a su esposa. Con este episodio, el lector comprende que a Mariam solo le aguarda un futuro de penurias y sufrimiento.

Al final de la primera parte de la novela, el contexto político emerge como un factor decisivo para la vida de los personajes: el asesinato de Mir Akbar jyber, un intelectual de izquierda y líder de una facción del Partido Democrático Popular de Afganistán, da inicio a una serie de largas manifestaciones que derivan en el golpe de Estado perpetrado por Abdul Qader, coronel de las fuerzas aéreas de ideología comunista. Tras el golpe de Estado, el gobierno afgano se reorganiza en un consejo revolucionario instaurado por las Fuerzas Armadas, y la nación pasa a ser reconocida como la República Democrática de Afganistán. La nueva situación del país se convierte en el telón de fondo para el drama personal de Mariam y es fundamental en la vida de Laila, la segunda protagonista de la novela, tal como veremos en la sección siguiente.