Mil soles espléndidos

Mil soles espléndidos Resumen y Análisis Parte 3, Capítulos 27-42

Resumen

Capítulo 27

Laila despierta en la casa de Mariam y Rashid. Este último fue quien la encontró entre los escombros y la llevó a su casa para cuidarla. Las primeras semanas, la joven se la pasa en la cama, tomando medicaciones y reposando. Conforme pasa el tiempo, Laila logra mantenerse consciente durante más tiempo, hasta que puede salir de la cama. El capítulo concluye con Mariam anunciándole a Laila que alguien llega a visitarla.

Capítulo 28

Quien llega a la casa de Rashid es Abdul Sharif, un desconocido que trae noticias de Tariq, con quien compartió habitación en un hospital en Pakistán. Así, Laila se entera de que Tariq y su familia fueron víctimas de un mísil. Hospitalizado y agonizante, Tariq le habló de Laila a su compañero de habitación y le pidió que cuando viajara a Kabul la buscara y le dijera que aún pensaba en ella. Abdul explica que, tras la muerte de Tariq, le resultó fundamental cumplir con su pedido.

Capítulo 29

Mariam nota el cambio de comportamiento de Rashid cuando está con Laila: el hombre se muestra más conversador y trata de impresionarla y mostrarse como un amigo de sus padres fallecidos. Todo esto levanta las sospechas de Mariam, que pronto confirma que su esposo intenta seducir a la joven para casarse con ella y, a pesar de que lo confronta, nada puede hacer al respecto. Luego de una extensa discusión, Mariam es quien debe comunicarle a Laila la propuesta de matrimonio de su marido. Sin dudarlo ni un momento, Laila acepta la propuesta.

Capítulo 30

Laila descubre que está embarazada y que ese bebé es el único recuerdo que le queda de Tariq. Esa es la razón por la que acepta la propuesta de Rashid y desea apresurar la boda para poder fingir que su hijo es también el de su nuevo esposo. La noche posterior a la boda, tras consumar el acto sexual, Laila se pincha el dedo para manchar con sangre las sábanas y emular la pérdida de su virginidad.

Capítulo 31

Laila y Mariam tienen un vínculo conflictivo; ambas intentan evitarse, aunque eventualmente se cruzan y los encuentros resultan muy incómodos. Durante una cena en la que participan los tres, Rashid revela a su nueva esposa que Mariam es una harami que creció marginada en un kolba. Además, le explica a Laila cómo se maneja con las mujeres, le prohíbe salir sola, y le avisa que deberá usar burka en lugares públicos y que Mariam la vigilará en su ausencia.

Cuando Laila intenta entablar una conversación con Mariam, esta la trata con hostilidad y le deja en claro que no va a estar a su servicio. Luego, Mariam divide las tareas del hogar entre las dos y le pide que mantengan el menor contacto posible.

Capítulo 32

Laila recuerda que escuchó de qué forma murió el hijo de Rashid. El niño se ahogó en un lago, mientras su padre era incapaz de viligarlo por la cantidad de alcohol que había tomado. Esto preocupa a Laila, ya que Rashid oficiará como padre de su hijo.

Cuando Laila le informa a su esposo que está embarazada, Rashid la tiene aún más en consideración, al mismo tiempo que aumenta su indiferencia hacia Mariam. En esta nueva situación, Mariam un día acusa a Laila de no guardar los utensilios de cocina en su lugar correspondiente y comienza a gritarle a la joven. Laila responde también a los gritos y las dos mujeres terminan en una acalorada discusión que ambas utilizan para descargar toda la frustración que consume sus vidas.

Capítulo 33

Laila tiene a su bebé y la llama Aziza. Rashid está totalmente decepcionado con que sea una niña, y no se digna siquiera a llamarla por su nombre. En los meses siguientes, la casa se sume en el caos: Aziza no para de llorar y Rashid se queja constantemente de la presencia de la niña. Además, Laila se dedica de lleno a su hija, por lo que su esposo comienza a sentir su falta de atención. Mientras tanto, Mariam cumple con sus trabajos y se convierte en una testigo silenciosa de los acontecimientos del hogar.

Un día, Rashid irrumpe en la habitación de Mariam tras una pelea con Laila y la culpa a ella de haberle enseñado a su joven esposa a despreciarlo. Laila aparece en escena y detiene a Rashid antes de que pueda comenzar a golpear a Mariam, quien por primera vez en su vida se siente defendida por alguien.

Esa misma noche, Mariam baja un momento a la cocina y se encuentra con Laila y Aziza en el suelo. Laila duerme, pero su hija está despierta y a punto de llorar, por lo que Mariam se encarga de cuidarla para que se quede tranquila. La niña se encuentra tan a gusto con Mariam que logra conciliar el sueño.

Capítulo 34

Laila disfruta de contarle a su hija historias sobre Tariq, aunque siempre asegurándose de que Rashid no esté cerca.

Un día, Rashid comienza a hacerle preguntas a su esposa sobre su relación con Tariq y le expone los rumores que circulaban sobre ellos: todos los vecinos estaban seguros de que ambos mantenían relaciones sexuales. Indignada, Laila niega categóricamente lo que su esposo le está insinuando, ya que es consciente de que si Rashid llega a saber la verdad sobre Aziza, las consecuencias pueden ser terribles. Tras dicho episodio, Laila comienza a robarle pequeños montos de dinero a su esposo para poder fugarse con su hija en la primavera.

Un día, después de que Mariam le regale ropa para Aziza, las dos mujeres comienzan a establecer un vínculo más amistoso: trabajan juntas, se acompañan, dialogan y hasta detienen sus labores para tomar el té.

Capítulo 35

En enero de 1994, el conflicto en Afganistán recrudece. Dostum, uno de los cabecillas muyahidines, se cambia al bando de Hekmatyar, y juntos combaten las fuerzas del general Massud, el líder más popular de Kabul. Las bombas no paran de caer sobre la ciudad y las calles están plagadas de asesinatos, violaciones y suicidios. Muchas mujeres prefieren quitarse la vida antes que padecer una violación y luego ser asesinadas por sus esposos por una cuestión de honor. Mientras tanto, Rashid se jacta de mantener bien protegidas a sus esposas gracias a sus armas. Mariam se pregunta cómo serán las cosas en Herat y cómo estará su padre.

Un día, Laila y Mariam comparten una íntima charla sobre su pasado, en la que esta última cuenta toda su historia y Laila, por su parte, le revela el plan de escaparse en la primavera, y la invita huir con ella.

Capítulo 36

Una mañana, durante la primavera, Laila y Mariam emprenden la fuga con Aziza. Toman un taxi hacia la estación de autobuses y allí buscan a un hombre que las ayude a comprar los boletos, ya que los muyahidines les quitaron a las mujeres el derecho a circular sin compañía masculina. Laila pide ayuda a un desconocido, que se compromete a socorrerlas, pero, al momento de subir al autobús, las delata.

Así, Mariam, Aziza y Laila son llevadas a un centro de detención, donde los agentes interrogan primero a Laila y descubren sus mentiras fácilmente. A pesar de que esta les ruega a los oficiales para que las dejen irse, estos las llevan nuevamente a la casa de Rashid.

Cuando los oficiales se retiran, Rashid golpea brutalmente a Laila y la encierra en una habitación junto con Aziza. Luego, golpea a Mariam y la arrastra hasta el cobertizo, donde la deja encerrada. Rashid se encarga de tapiar las ventanas de ambos sitios para que no entre ni un solo halo de luz. Las tres mujeres pasan tres días encerradas, sufriendo de hambre y sed hasta quedar al borde de la muerte. Finalmente, Rashid entra al cuarto en el que está Laila, y la amenaza con matarlas a todas si vuelven a intentar otro escape.

Capítulo 37

Han pasado dos años y medio: es septiembre de 1996, y los talibanes llegan a Afganistán. Se trata de jóvenes pastunes que crecieron mayormente como refugiados y fueron organizados como un grupo guerrillero por un misterioso líder, el ulema Omar, de quien poco se sabe. En el último tiempo fueron tomando el poder de diferentes ciudades y acabando con las guerras entre las diversas facciones muyahidines. Rashid siente confianza en los talibanes y se alegra de su llegada a Kabul. Mientras escucha en la radio las noticias sobre el tema, habla en voz alta sin dirigirse a ninguna de las tres mujeres con las que vive. Desde el intento de fuga, Rashid considera que son indignas de él, y las ignora a todas por igual.

Con la llegada de los talibanes, los cuatro se dirigen a la plaza a darles la bienvenida, al igual que muchos otros afganos. En la plaza, un talibán pronuncia un discurso, mientras de fondo cuelgan los cadáveres de Nayibulá y su hermano. Así, los talibanes anuncian que las acciones en contra del islam serán castigadas con la muerte.

Al día siguiente, unos camiones pasan por toda la ciudad anunciando las estrictas y conservadoras leyes promulgadas por los talibanes. Algunas de ellas hablan sobre la vestimenta de los hombres y las mujeres; otras, sobre los castigos para las mujeres que no usen burka o que hagan contacto visual con otros hombres. También se anuncia que las mujeres deben permanecer en sus casas y solo pueden salir si están acompañadas por un hombre. En el nuevo régimen talibán, las mujeres son borradas de toda actividad pública.

Capítulo 38

Los talibanes destruyen toda manifestación artística e intelectual de Afganistán. Laila agradece que su padre no esté vivo para presenciar todas las atrocidades que están cometiendo. Rashid disfruta y goza de que la forma moderna en que fue criada Laila esté siendo borrada de la faz de la tierra por el régimen que imponen los talibanes.

Laila descubre que está embarazada y en un principio considera abortar, puesto que tener un hijo de Rashid le causa una enorme repulsión. Finalmente, decide que el niño no tiene la culpa y que, si lo aborta, sería una víctima inocente en su guerra contra Rashid.

Capítulo 39

El día del parto, Laila no consigue ser atendida en el hospital. Los talibanes modificaron el sistema de salud y la mayoría de los hospitales solo están destinados a los hombres. El único centro de salud para mujeres está muy alejado del centro y se encuentra en las peores condiciones. Sin otra opción, la familia se dirige al hospital de mujeres Rabia Balji, donde Laila tiene que luchar durante todo el día para lograr que la atiendan. La doctora le indica que necesitan hacer cesárea y que la intervención no puede demorar porque el bebé corre mucho riesgo. En el hospital no cuentan con anestesia, por lo que la intervención debe realizarse con Laila plenamente consciente.

Capítulo 40

Dos años pasan desde el parto y la acción se sitúa en 1998. Afganistán es azotada por una sequía y Mariam intenta infructuosamente cavar un pozo en la tierra seca y dura para conseguir algo de agua. El hijo de Laila, Zalmai, tiene dos años y se lleva muy bien con Aziza y su madre. De todas formas, cuando Rashid se hace presente, la actitud de Zalmai cambia, ya que su padre reprende los gestos de afecto e interés que demuestra por las mujeres de la casa. Afortunadamente, Laila disfruta de la presencia de Zalmai tanto como la de Aziza, aunque el niño sea hijo de Rashid. Este último demuestra por Zalmai una tolerancia y una devoción que jamás demostró con Aziza.

Rashid, feliz con su hijo y en un intento de consentirlo, comienza a gastar más dinero del que tiene. De esta forma, se endeuda y compromete la situación de toda la familia. El peor de los gastos es un televisor para Zalmai, un objeto difícil de conseguir y de tener en una casa, ya que los talibanes lo han prohibido completamente.

Para paliar la situación económica, Rashid planea enviar a Aziza a mendigar en las calles. Esto deriva en una discusión con Laila en la que él la golpea y ella, inesperadamente, le devuelve el golpe. Rashid se va de la habitación, vuelve con un arma e introduce el cañón en la boca de su esposa para amedrentarla.

Cuando las redadas de los talibanes se intensifican, Rashid se ve obligado a enterrar el televisor, porque implica un gran peligro para la integridad de todos.

Capítulo 41

La acción se sitúa en el año 2000. Tres años han pasado y la sequía continúa causando estragos. Ese año llega de contrabando a Kabul la película Titanic, que genera un gran impacto en la sociedad.

Rashid pierde su tienda en un incendio, por lo que la familia debe vender todas sus posesiones para poder comer. La situación económica empeora cada vez más, y Rashid no logra mantener ninguno de los trabajos que consigue debido a su temperamento explosivo. Los cinco comienzan a pasar hambre, y saltearse comidas se vuelve habitual. Ante esta situación, Mariam decide ejecutar un plan. Se dirige con Rashid al Hotel Intercontinental, donde el conserje, un amigo de Rashid, podrá ponerlos al teléfono con Herat para pedirle ayuda a su padre. Una vez en el hotel, el conserje se le hace levemente familiar, aunque Mariam no logra identificar de dónde lo conoce. Tras llamar al despacho del alcalde de Herat y pedir por el número de Yalil, Mariam descubre que su padre murió hace años, por lo cual su plan es inviable, y nada puede hacer para salvar a su familia del hambre.

Capítulo 42

Es el año 2001; Massud habla con el Parlamento Europeo para consolidar una alianza y enfrentar a los talibanes. Mientras tanto, estos destruyen los Budas de Bamiyán, aquel monumento histórico al que Hakim había llevado a Laila y a Tariq.

La familia completa parte a Karté-Sé para dejar a Aziza en un orfanato. La niña va engañada, creyendo que la llevan a una escuela especial, pero algo sospecha, puesto que le explicaron que debe mentir y decir que su padre está muerto si se lo llegan a preguntar.

El orfanato, regenteado por un buen hombre llamado Zaman, está deteriorado, y resulta evidente que no posee muchos recursos. Sin embargo, allí pueden cubrir mejor que Rashid y Laila las necesidades básicas de Aziza. Laila se considera una mala madre por abandonar a su hija y Zaman, que comprende la situación del país, la consuela y le explica que muchas madres se ven forzadas a tomar la misma decisión.

Al principio, Rashid acompaña a Laila y a Mariam a visitar a Aziza, pero siempre se queja de la extensión del viaje y del cansancio. Una vez en el orfanato, suele darles solo quince minutos a sus esposas y las amenaza con que, pasado ese tiempo, las dejará en manos de los talibanes. Con el tiempo se vuelve habitual que Rashid ponga excusas para no acompañarlas, hasta que un día directamente les anuncia que él no irá más al orfanato. Laila se niega a dejar de ver a Aziza, por lo que le informa que si debe ir sola, así lo hará. En sus reiterados viajes, la joven madre casi siempre es interceptada por los talibanes, golpeada y devuelta a su hogar. Sin embargo, cuando logra llegar y ver a su hija, considera que todo el dolor físico vale la pena.

En una de las visitas, Laila descubre que en el orfanato están enseñando tanto a niños como a niñas, algo que la llena de dicha y, a la vez, de temor por lo que puede suceder si los talibanes los descubren. En esa época, Aziza comienza a tartamudear.

Una noche, antes de que Rashid regrese del trabajo que consiguió en un hotel, Laila escucha los gritos de Zalmai, que intenta echar a un hombre parado en la entrada de la casa. Al salir a ver, se sorprende ante la presencia de Tariq.

Análisis

La tercera parte, la más extensa de la novela, comprende los capítulos veintisiete a cuarenta y siete. Los eventos que se narran transcurren entre 1992 y 2001, y tienen como trasfondo el conflicto con la llegada al poder de los talibanes. En esta sección nos limitaremos a los sucesos que transcurren hasta el capítulo cuarenta y dos, y abordaremos la relación que se establece entre Mariam y Laila cuando esta última se convierte en la esposa de Rashid. Todos estos capítulos mantienen una alternancia en la focalización entre Mariam y Laila, las dos protagonistas; cada capítulo indica, al comienzo, la perspectiva de qué personaje se abordará en sus páginas.

En la segunda parte del libro, Mariam solo hace una aparición fugaz en el funeral de Ahmed y Nur, por lo que Laila la conoce, aunque nunca ha tratado con ella personalmente. Catorce años han pasado (los catorce años de vida de Laila) desde que el narrador se concentró por última vez sobre ella, por lo que ahora se puede observar cómo en ese tiempo Mariam se ha vuelto una esposa sumisa que, con tal de mantener su integridad física, obedece a su violento esposo sin oponer ninguna resistencia.

En un principio, Mariam se limita a curar las heridas de Laila, a quien Rashid rescató de entre los restos de su casa destruida, y prácticamente no le dirige la palabra para nada más. Aunque la joven convaleciente ha perdido a su familia y busca algo de contención en su nuevo entorno, Mariam es incapaz de darle ningún consuelo: “La chica la miraba como si esperara que Mariam le transmitiera algún fragmento de sabiduría, que le dijera unas palabras de aliento. Pero, ¿qué sabiduría podía ofrecerle ella? ¿Qué aliento?” (p. 188). Este comportamiento indiferente demuestra hasta qué punto la vida de Mariam ha sido miserable: la mujer, aun joven, ha vivido en una constante pesadilla, como revelará más tarde, debido a la dominación que su marido ejerce sobre ella.

Así, Rashid se presenta como el principal antagonista de las dos mujeres: se trata de un hombre despreciable que solo desea a las mujeres para que atiendan su casa y puedan darle un hijo varón que lleve su apellido. Por eso mismo, se comprende que no hubo buenas intenciones cuando Rashid rescató a Laila de los escombros, sino simple especulación y conveniencia: la adolescente de apenas catorce años posee una belleza destacable y se encuentra totalmente desamparada y sola en la vida, por lo que le será muy fácil a él imponerse, convertirla en su esposa y someterla a su voluntad. Para destruir completamente las esperanzas de Laila y poder casarse con ella, Rashid le pide a un amigo que se presente en la casa y cuente que Tariq murió al cruzar hacia Pakistán. Esta mentira pone de manifiesto hasta qué punto Rashid carece de valores y está dispuesto a hacer lo que sea para someter a la joven y casarse con ella.

La nueva situación de Laila implica un cambio rotundo en relación con su reciente pasado. El amor genuino que se expresaban con Tariq y el matrimonio al que debe acceder para preservarse y preservar al hijo que está engendrando son diametralmente opuestos. Lo que es más, Rashid no se interesa en ningún momento por los sentimientos de Laila sobre su situación, lo que demuestra aún más que el matrimonio no es una institución donde se practique el respeto y el amor mutuos. Lamentablemente, Laila está en una situación desesperada: sabe que afuera, con la ciudad sitiada por las diversas facciones de muyahidines que se disputan el gobierno y embarazada de un hijo de Tariq, su única opción es aceptar el matrimonio y acceder a tener relaciones sexuales con Rashid cuanto antes para hacerle creer que el embarazo es producto de su matrimonio.

Una vez que se anuncia el embarazo, la actitud de Rashid hacia Laila se dulcifica y se vuelve sobreprotectora. El hombre tiene esperanzas de que nazca un hijo varón que cargue con su apellido, por lo que se le hace fundamental cuidar a su esposa y mantenerla saludable. Sin embargo, Rashid sospecha del antiguo lazo que unía a Laila y a Tariq, por lo que le expresa sutilmente que, si se enterara de que el hijo no es suyo, lo mataría y la entregaría a ella a los milicianos.

Ante la nueva configuración familiar, Mariam en un principio se convierte en la enemiga de Laila, ya que la observa como una extranjera que viene a usurpar su posición en su casa. En la actitud de Mariam puede leerse la desesperación y el miedo a quedarse en la calle. La mujer, envejecida por los malos tratos, sabe muy bien que en la calle le espera un destino aún peor que la vida al lado de un marido golpeador. Incluso cuando Rashid todavía la mantenga a su lado, Mariam sabe que ser una segunda esposa, una ambag, implica poseer una categoría menor dentro de la casa y rendir obediencia a la nueva esposa. Sin embargo, ante las quejas de Mariam, Rashid desestima sus sentimientos y le contesta con simpleza: “No te pongas melodramática. Es algo corriente y tú lo sabes. Amigos míos tienen dos, tres, cuatro esposas. Tu propio padre tenía tres. Además, lo que hago ahora, la mayoría de los hombres que conozco lo habría hecho hace tiempo, y tú lo sabes de sobra” (p. 199).

La primera gran disputa entre ambas mujeres sobre el guardado de los utensilios de cocina les sirve a las dos como una catarsis que les permite expurgar todos sus sentimientos de frustración y enojo que, en verdad, están dirigidos más hacia Rashid y la situación que están viviendo que hacia ellas mismas. Lejos de fijar definitivamente la enemistad entre ambas mujeres, la pelea parece aproximarlas, y a partir de ella Mariam comienza a darle más tareas a Laila y a intercambiar con ella comentarios sobre los quehaceres domésticos. Así, poco a poco, entre las protagonistas se desarrolla un vínculo de amistad que se hará cada vez más fuerte conforme pasa el tiempo y la violencia de Rashid se hace más frecuente.

La esperanza como tema vuelve a desarrollarse durante el embarazo de Laila, incluso más después de recibir la noticia de la muerte de Tariq: ahora, todo lo que queda de su amor es ese bebé que carga en su vientre. Sin embargo, el amor que Laila experimenta cuando nace su hija nada tiene que ver con ningún amor que haya sentido antes, y la joven logra encontrar otra vez momentos de felicidad en su vida, a pesar de la cruel situación a la que parece condenada.

Tras el nacimiento de Aziza, el trato de Rashid hacia Laila cambia abruptamente; el hombre está totalmente decepcionado por el nacimiento de una hija, y las esperanzas que tenía de transmitir el apellido a un hijo varón terminan derrumbándose. Ahora, Rashid ya no disfraza el desprecio que siente por sus dos esposas, y comienza a tratarlas a ambas con la misma violencia. Frente a los abusos del marido, Laila y Mariam experimentan una nueva amistad, hasta el punto de hacerse inseparables. A pesar de la corta edad de Laila, esta presenta una actitud combativa y se opone a los designios de Rashid, aún cuando la mayoría de las veces termina siendo golpeada por ello. Además, Laila no tolera que su esposo descargue su enojo y su frustración en Mariam, por lo que la defiende sin que le importen las consecuencias de sus actos.

Así, Mariam termina por comprender las buenas intenciones de su compañera de infortunios, y entre ambas se desarrolla una complicidad que llevará, en última instancia, a la muerte de Rashid. A través del vínculo entre ambas protagonistas, el autor explora los lazos de camaradería y amistad que unen a las mujeres afganas que comparten marido. Acostumbradas a los malos tratos, la unión entre ambas se hace tan fuerte que las dos deciden escapar, aun sabiendo que, si son descubiertas, podrían llegar a matarlas. Tal es la violencia que sufren en el propio hogar que vale la pena correr el riesgo.

El plan de escape falla porque las mujeres son delatadas por el hombre al que piden ayuda, quien las entrega al cuerpo militar encargado de la seguridad de la estación de ómnibus hacia Pakistán. Una vez arrestadas, las dos mujeres se dan cuenta de que están a merced de un sistema hecho por los hombres para proteger a los hombres y nada más que a ellos. En este episodio (y en los que seguirán, cuando los talibanes llegan al poder), se desarrolla una de las dimensiones más importantes de la novela: la representación de la sociedad patriarcal afgana como una red de opresión que funciona contra las mujeres.

Ninguna de las protagonistas, a pesar de sus constantes actos de resistencia, puede despojarse de esa red cultural que las constriñe y oprime. La red se extiende desde el seno familiar hasta los organismos que imparten justicia (como se verá en la próxima sección), las instituciones educativas (que no dejan estudiar a las mujeres) e incluso la salud pública (cuando los hospitales se niegan a atender a las mujeres). Por más que lo intenten, ni Mariam ni Laila pueden rebelarse, porque la red cultural del pueblo afgano se los impide. En este sentido, todos los pequeños actos de violencia hacia las mujeres que suceden a lo largo de la novela (desde el padre que no reconoce a la hija por ilegítima o la orina con el que un compañero del colegio rocía a Laila) pueden leerse como parte de esta intrincada red que controla y limita la libertad femenina.

La opresión que sufren las mujeres se hace mucho más brutal con la llegada de los talibanes al poder en 1996. Cuando este grupo de milicianos hace su aparición en la novela, es a través de la perspectiva de Mariam, quien

había oído hablar de los talibanes por primera vez hacía dos años, en octubre de 1994, un día que Rashid llegó a casa con la noticia de que habían derrotado al resto de los cabecillas militares en Kandahar y se habían hecho dueños de la ciudad. Se trataba de una fuerza guerrillera, explicó, compuesta por jóvenes pastunes cuyas familias habían huido a Pakistán durante la guerra contra los soviéticos. La mayoría de ellos había crecido -algunos incluso habían nacido- en campos de refugiados situados en la frontera con Pakistán y en madrasas pakistaníes, donde los ulemas los habían instruido en la sharia. Su líder era un misterioso recluso analfabeto y tuerto, el ulema Omar, que, según explicó Rashid con cierto regocijo, se hacía llamar Amir-ul-Muminin, líder de los Fieles (p. 253).

Los talibanes son una fuerza imparable que avanza por toda Afganistán hasta llegar a Kabul, hacerse con la capital y tomar los organismos estatales de gobierno:

Durante dos años, los talibanes habían avanzado hacia Kabul, arrebatando ciudades a los muyahidines, y allí donde se asentaban ponían fin a la guerra entre facciones. Habían capturado al comandante Abdul Ali Mazari y lo habían ejecutado. Durante meses, habían intercambiado fuego de artillería con Ahmad Sha Massud desde las afueras de Kabul, al sur de la ciudad. Y a principios de septiembre de 1996, se habían apoderado de Jalalaba y Sarobi.

Los talibanes tenían algo que a los muyahidines les faltaba, concluyó Rashid: estaban unidos.

—Que vengan —dijo—, que pienso recibirlos con una lluvia de pétalos de rosa (p. 254).

En un principio, muchos afganos -entre los que se encuentra Rashid- agradecen el nuevo orden establecido, puesto que, presuntamente, acabarán con los conflictos armados. Sin embargo, el régimen talibán no suponen ningún alivio para los habitantes de Kabul, sino todo lo contrario, y hasta Rashid pierde su trabajo en la zapatería.

De todos los sectores de la población, las que se ven más perjudicadas son las mujeres. Si aún había en Kabul familias modernas en las que la mujer no prestaba sumisión absoluta al marido, esto se acaba con la llegada de los talibanes, quienes copan las calles y proclaman con megáfonos las nuevas leyes que rigen en la capital:

Atención mujeres:

Permaneceréis en vuestras casas. No es decente que las mujeres vaguen por las calles. Si salís, deberéis ir acompañadas de un mahram, un pariente masculino. Si os descubren solas en la calle, seréis azotadas y enviadas a casa.

No mostraréis el rostro bajo ninguna circunstancia.

Iréis cubiertas con el burka cuando salgáis a la calle. Si no lo hacéis, seréis azotadas.

Se prohíben los cosméticos.

Se prohíben las joyas.

No llevaréis ropa seductora.

No hablaréis a menos que os dirijan la palabra.

No miraréis a los hombres a los ojos.

No reiréis en público. Si lo hacéis, seréis azotadas.

No os pintaréis las uñas. Si lo hacéis, se os cortará un dedo.

Se prohíbe a las niñas asistir a la escuela. Todas las escuelas para niñas quedan clausuradas.

Se prohíbe trabajar a las mujeres.

Si os hallan culpables de adulterio, seréis lapidadas.

Escuchad. Escuchad atentamente. Obedeced.

Alá-u-akbar (pp. 258-259).

Como puede verse en este comunicado que Hosseini reproduce en su novela, la época del gobierno talibán recrudece todas las medidas de opresión sobre la población femenina. Tanto para Laila como para Mariam, estos son los peores años de sus vidas, especialmente cuando Rashid se queda sin trabajo y comienza a estar todo el tiempo en la casa. Un episodio que ilustra particularmente la carencia absoluta en la que viven las mujeres es el parto de Laila, quien solo logra ser atendida después de mucho tiempo y de recorrer infructuosamente los centros de salud de la ciudad en busca de uno que acepte al sexo femenino. A esto se le suma luego la necesidad de enviar a Aziza a un orfanato, ya que, en la crisis que asola la ciudad, la familia no puede alimentar a todos sus miembros, y Rashid desea sacarse de encima a la niña.

Sin embargo, en el peor momento de sus vidas, la esperanza regresa a las mujeres cuando Tariq vuelve a aparecer en escena. Como veremos en la siguiente sección, su llegada desencadena el clímax de la narración y dispara los procesos que llevan a Mariam a la muerte, y que liberan a Laila del yugo de Rashid.