Luciérnagas

Luciérnagas Resumen y Análisis Tercera parte

Resumen

Capítulo I

Sol queda en libertad el 23 de enero de 1939. Comienza a caminar por las calles de Barcelona con un deseo profundo de volver a ver el mar de su infancia: llega hasta la Barceloneta y mira la playa y el mar, salpicado por trozos de metrallas y trapos rojos y negros. Luego, en la Plaza de Cataluña, la tristeza continúa: todo está en ruinas. Se encamina, entonces, hacia su casa, mientras observa cómo hay gente que huye ante el avance del ejército de Franco.

Durante las semanas de cárcel, se dedica a contar los barrotes, a vomitar y a escuchar, piadosa, a sus compañeras de celda, que hablan sobre sus hijos muertos en combate. Ahora que camina hacia su casa, piensa en su madre. Mientras avanza, el narrador relata que la joven es consciente de su vida y de la otra vida que se manifiesta en ella con dolor, por lo que se da a entender que está embarazada.

Al llegar, la recibe María con sorpresa y con un fuerte abrazo. Sol le dice que ha estado presa, y la vieja niñera le dice que su madre no está porque se encuentra en el hospital cuidado a Eduardo, que está malherido desde el bombardeo y tiene el rostro y el cuerpo desfigurados.

Cloti llega desde la calle y abraza a Sol. Luego le dice a su madre que deben irse cuanto antes de allí. A solas con Sol, le confiesa que Ramón se fue hace tiempo y sin avisarle, a pesar de haberle prometido que la llevaría con él. Pero que, de todas formas, pagó por su conducta: le pegaron dos tiros, mientras esperaba el coche que lo sacaría de allí, por traidor a la causa. Cloti le dice a Sol que ahora con sus compañeros decidieron huir y la invita a irse con ella. Pero ella no acepta. Su madre, a último momento, tampoco, por lo que Cloti sale sola de allí.

Sol se recuesta y se duerme en su cama. La despierta el abrazo de su madre. Ella le dice que ahora es casi completamente feliz, porque, después de tanto tiempo, tiene otra vez a sus hijos y la guerra parece que está por terminar: "Ahora, todo volverá a ser como antes. Volveremos a vivir los tres reunidos como entones. Sin miedo, sin hambre..." (290). A Sol la desconcierta que, tras todo ese tiempo y dolor, su madre no haya podido comprender nada y le dice que ella ya no es la de antes: "Soy yo la que no puede volver a aquel tiempo" (291).

Sol, entonces, le cuenta sobre Cristián y le dice que es joven, que es pobre, que no sabe dónde está él ahora, pero que lo buscará. Le cuenta, también, sobre el tiempo vivido en la casa de Sarriá y del amor que siente por alguien tan diferente al de las expectativas de su madre. La madre le dice que se cuide y que, si lo encuentra, vuelvan los dos, que ella los espera a ambos.

Capítulo II

Sol va hasta la Cárcel Modelo en busca de Cristián, pero no lo encuentra allí. Se va y, por las calles, observa cómo la gente desvalija tiendas. Es una zona de podredumbre y miseria, de hombres raquíticos y sucios. Dos soldados derrotados tiran sus guerreras y abandonan sus fusiles.

Capítulo III

Al llegar a su casa, escucha la voz de Chano. Él le comunica que está allí de parte de Cristián, que está escondido en su barraca y quiere que ella lo sepa. Le cuenta que se escapó el 18 de enero cuando lo trasladaban para fusilarlo en un camión rumbo a la frontera.

Sol y Chano se encaminan hacia la barraca del Tibidabo. Cristián, luego de ser sometido durante diez días a interrogatorios en los calabozos del SIM y otro tiempo en el Seminario, lleva varios días en la barraca esperándola. Con un brazo fracturado, a causa de haberse arrojado desde el camión, espera allí a Sol. Cuando ella llega, se abrazan y besan con alegría. Él le pide que no se marche nunca, que ahora sí serán libres y que sus hijos serán aún mejores.

Por la mañana del 26 de enero de 1939, Sol despierta con la luz que se filtra entre las cañas de la barraca. Abre la puerta y ve que Cristián se acerca cojeando y llevando una lata llena de agua. De pronto, el motor de unos aviones y ruidos de disparos rompen la calma del momento. Cristián le dice que deben irse. Sol, en ese instante, siente que tiene que decirle algo, seguramente relacionado con su embarazo. Juntos empiezan a descender hacia la ciudad. Al llegar a la carretera, ven una columna de tanques y se oye el silbido de una bala: el cuerpo de Cristián cae vertiente abajo y se escucha su grito. Sol siente que su vida está destruida.

Análisis

Esta es la última parte de la novela, que es la más breve de las tres, y coincide con el tercer momento prototípico de un Bildungsroman: el regreso. Después de pasar por varias experiencias tumultuosas en su vida y del último tiempo presa, Sol regresa a su casa y al territorio de su infancia convertida en una persona adulta y, además, embarazada.

Su primer deseo es el de ver el mar de la infancia, pero el mar, como toda la ciudad que se encuentra completamente devastada, tiene las huellas de la guerra. También piensa en su madre y se encamina hacia su casa materna: la recibe su antigua niñera. En la cárcel escucha a sus compañeras de celda hablar sobre sus hijos. Hay aquí un campo semántico que se vincula con su pronta maternidad: el de la infancia, los hijos, la casa, la madre, la niñera. Pero Sol no entiende la maternidad de la misma manera que su madre: su camino de vida y aprendizaje le permiten pensar en esto de otra manera.

Su ciclo de niña se cierra en los últimos cuidados que deja que su madre le prodigue: "Ver a su madre inclinándose sobre ella, besándola en la frente, con el mismo beso y gesto con que la acostó de niña, le dolía y a un tiempo le parecía contemplar la escena desde un planeta distante, desde una orilla lejana. Como si fuese aquello lo que cerrase inevitablemente un ciclo de su vida" (289-290). Luego, ante el deseo esperanzado expresado por Elena de volver a la vida previa con la finalización de la guerra, Sol sienta posición y se niega: "Ya nada puede ser como antes para mí. Yo no soy la de antes, ¿comprendes?" (291).

En este momento de maduración y de adultez, Sol se encuentra en la posición de poder reclamarle a su madre ciertas cuestiones de su pasado para diferenciarse de ella y para poner fin a los mandatos: "Mamá, ¿te acuerdas de cuando tú me hablabas del día de mi boda? No sospechabas con quién podría casarme, pero ya sabías exactamente en qué clase de casa viviría, qué lugares frecuentaría, y hasta incluso cuáles serían mis gastos... Ahora mi vida ya no cabe en tus proyectos: para mí todo es distinto" (292). Lo que le sucede a Sol es que está pensando como madre y no quiere repetir con su hijo lo que para ella fueron errores de Elena. Al hijo que lleva en su vientre lo considera desde un principio como un ser libre: "Y dentro de ella, otro corazón, otros sueños, con independencia de su corazón y de sus sueños, algo que sentía en su ser, misterioso y amado" (310).

En los últimos capítulos de la segunda parte, Sol se reconoce como una luciérnaga que brilla con el contacto de Cristián, que también aparece como una criatura luminosa, en la oscuridad de la noche eterna que significa para ellos esa guerra. Esa luz es un símbolo de esperanza. La luz en ella ahora es doble: tiene la propia y lleva otra en su interior. Sol carga en su vientre con el último de los Borrero: el hijo. En la segunda parte, Pablo le deja como legado a su hermano Cristián ser el nuevo Moisés. Lo que Pablo no sabe cuando sonríe en los segundos previos a su muerte es que, como él, Cristián no cruzará el Jordán metafórico y no ingresará a la tierra prometida, como anuncia la frase del Deuteronomio, la tierra que Dios le da para los hijos. Así, la novela se cierra con una esperanza simbolizada en ese vientre que alberga a un hijo de la guerra, un niño de la posguerra.

Pero, también, y para alejarse de la penumbra mágica que en los últimos capítulos de la segunda parte la narración parece instaurar y reforzar el realismo, la novela tiene un final trágico con la muerte de Cristián. No entra en la tierra prometida porque, momentos después de lograr vislumbrar desde las alturas del Tibidabo a Barcelona, cuando "bajaban a la ciudad donde nacieron, como si la vieran por primera vez" (311), el día 26 de enero de 1939, una bala perdida, de uno o de otro de los grupos, lo mata. La fecha no es casual, las tropas de Franco, lideradas por el General Yagüe, ingresan ese día a la ciudad. Es por este motivo que Cloti, otro personaje que también recibe un cierre en la novela, se está preparando velozmente para huir.

Sol, en ese momento, siente que el grito de Cristián brota de la tierra. Es la tierra prometida, la metáfora de la esperanza y la búsqueda realizada durante toda la novela, la que grita porque todo ha terminado para la pareja: "En aquel grito y en aquel hombre, que caía, rodando hacia la carretera, Sol sintió su propia vida destruida" (311).