La vida de las mujeres

La vida de las mujeres Resumen y Análisis "Epílogo. El Fotógrafo"

Resumen

Del afirma haber comprendido algo: “lo único que podía hacer con mi vida era escribir una novela” (p.359). A partir de entonces, la idea de la novela le hace sentir mejor en todo momento. Para la trama de su novela, Del toma la historia de la familia Sheriff, colmada de tragedia a lo largo de los años, y en boca de todos últimamente debido a que la joven Marion Sheriff, a sus diecinueve años, se arrojó al río Wawanash y acabó con su vida. Asimismo, en su novela, Del cambia los nombres, el apellido de la familia y las profesiones de sus integrantes. En la ficción también incorpora un elemento, la llegada a la ciudad de un fotógrafo que fascina a la protagonista (el personaje basado en Marion). Las fotos que hace este hombre son insólitas, en tanto en ellas la gente aparece con veinte o treinta años más de los que tiene en verdad. No es un fotógrafo requerido, pero como la gente le teme no puede evitar aceptar sus ofertas laborales. Todo el mundo intenta escapar de él, a excepción de la protagonista, que lo persigue y lo espera en lugares para acostarse con él. El día en que ella se da cuenta de que está embarazada, el auto del fotógrafo aparece volcado en una zanja, vacío: él desapareció. Entonces la protagonista se arroja al río Wawanash. Días después, el hermano de la chica encuentra una foto que el fotógrafo le tomó a la protagonista, donde ella aparece con los ojos blancos.

La novela le parece poderosa a Del. La muchacha cambia también ciertos aspectos de la ciudad para que se distinga de Jubilee, como las casas y la apariencia de las personas. En lo que más se esfuerza es en el verosímil. Del no presta mucha atención a la vida de los verdaderos Sheriff mientras escribe su novela. Ella y Jerry caminan por la ciudad como observándola con distancia, desde afuera. En el caso de Della, la distancia se debe a que convertirá esa ciudad en una ficción, una novela negra. En el caso de Jerry, porque pronto la dejará atrás para radicarse en un país extranjero.

Tiempo después, Del pasa cada mañana por el edificio donde informarán los resultados de sus últimos exámenes. Sabe que le fue mal, que la saboteó el amor y que no obtendrá la beca. Un día, volviendo de allí, pasa frente a la casa de los Sheriff. Bobby Sheriff, el hijo que estuvo internado en un manicomio, había regresado a la casa y llama a Del desde la puerta. La invita a sentarse en el porsche y tomar una limonada y un bizcocho. Del no sabe cómo negarse, así que accede. Mientras Bobby le sirve, ella mira en detalle la casa. Minutos después se da cuenta de que es la casa de su novela, esa novela abandonada en la que últimamente ya nunca piensa. Pero en ese porsche la curiosidad resurge, se pregunta qué habrá sido realmente de Marion Sheriff (de la verdadera, no de la protagonista de su novela inspirada en ella) y qué sería de Bobby en el futuro. Bobby le cuenta que fue a la universidad, su madre creía que podía ser abogado, que en ese entonces nadie tenía dinero y que parece que ahora, después de la guerra, todos tienen.

La narradora reflexiona sobre esta escena, diciendo que en ese entonces no sabe, aún, cuánto extrañará Jubilee en el futuro, es decir, cuánto querrá aprisionar esa ciudad, esas personas, esas vidas. Al crecer pensará que la vida de la gente en Jubilee era tan sencilla como asombrosa, sentirá un deseo quizás semejante al de su tío Craig, hará listas de todo lo que componía Jubilee, de sus calles, aunque esas listas no contendrán todo lo que ella anhelará. En ese entonces, en ese porsche junto a Bobby, ella, seguramente, no está prestando la atención que, luego, años más tarde deseará haber prestado.


Análisis

En principio, podemos decir que este epílogo funciona en términos metaliterarios: el proyecto de novela de la narradora y protagonista bien puede leerse en paralelo con la novela misma, La vida de las mujeres, donde Alice Munro buscó retratar, ficcionalmente, la vida de un pueblo muy similar a aquel en que se crio (Ver en sección Biografía o en sección Otro de esta misma guía). Son varios los elementos que permiten legitimar esta lectura, pero uno de los más notorios radica en la configuración y transformación que Della admite haber realizado en torno a los nombres de los personajes y lugares. “Lo principal era que pareciera verosímil, no real sino verosímil, como si hubiera descubierto, y no inventado, a esas personas y esa historia, como si esa ciudad se encontrara justo detrás de la que recorría todos los días” (p.364). No sería extraño suponer un proceder similar al expresado por Della en la configuración de la propia Munro en su novela. En La vida de las mujeres, recordemos, los nombres de todas las localidades (Flats Road, Jubilee, Jenkin’s Blend, Porterfield) son absolutamente ficticios; sin embargo, la descripción que se hace de los mismos es tan exhaustiva y detallista que los hace parecer reales, a la vez que recuerdan a diversas ciudades de provincias en la Canadá de la época.

Continuando con esta lectura metaliteraria, podemos también encontrar en ciertas aseveraciones de la narradora en este epílogo varias claves para analizar la voz narrativa de la novela. En el marco de las reflexiones que se suscitan en su interior tras el encuentro con Bobby Sheriff, Della afirma: “La vida de la gente, en Jubilee como en todas partes, era aburrida, simple, asombrosa e insondable…, cuevas profundas cubiertas de linóleo de cocina” (p.371). En esta sentencia podemos detectar la voluntad subyacente de la voz narradora al retratar cada uno de los cuadros que componían La vida de las mujeres. Los apartados, habíamos afirmado, mostraban fragmentos de vida, y la narradora era capaz de retratar tanto la monotonía y la simpleza como las cuestiones asombrosas que también pueden encontrarse en las vidas de las personas, siempre y cuando el modo de aproximación a ellas sea sensible, perceptivo, libre de sentencias o prejuicios. En la metáfora que culmina la frase citada pareciera ilustrarse lo que la mirada sensible puede encontrar en lo aparentemente llano: detrás de la superficie, siempre, hay profundidad. Detrás de cada palabra, de cada gesto, de cada espacio aparentemente común e insignificante, la mirada atenta encuentra un universo maravilloso.