El contrato social

El contrato social Resumen y Análisis Libro III, Capítulos 10-14

Resumen

Así como la voluntad privada de un individuo se opone a la voluntad general, el gobierno tiende a oponerse al soberano. Anteriormente, Rousseau afirmó que si no hay facciones en el Estado, entonces los intereses contrapuestos de cada individuo se anulan y se aproximan a la voluntad general. En el caso del gobierno, no existe un órgano equivalente que pueda oponerse a la voluntad de los gobernantes y mantener el equilibrio. De esta manera, incluso en los Estados mejor constituidos, tarde o temprano, los intereses del gobierno terminan oprimiendo al soberano.

La disolución del Estado puede producirse de dos maneras. En la primera, el príncipe puede desobedecer las leyes y usurpar la autoridad soberana del pueblo. Cuando esto ocurre, se rompe el contrato social y el pueblo se ve forzado –en lugar de estar moralmente obligado– a obedecer a su gobierno. La segunda forma en que el Estado puede disolverse es que ciertos miembros del gobierno usurpen el poder que deberían ejercer como cuerpo colectivo.

Debido a esta tensión entre el gobierno y el soberano, ningún Estado durará para siempre. Rousseau considera que si tanto Esparta como Roma cayeron, ningún Estado moderno puede esperar algo mejor. Así como ocurre con el cuerpo humano, el Estado empieza a morir desde el momento en que nació. Sin embargo, una buena Constitución puede prolongar la vida del Estado. El poder legislativo es el corazón del Estado, y mientras esté sano, se preserva la soberanía del pueblo.

Dado que el soberano solo tiene poder legislativo, y que las leyes son expresiones de la voluntad general, se deduce que el cuerpo político solo puede actuar cuando el pueblo está reunido. Aunque Rousseau reconoce que reunir a todo el pueblo es una tarea difícil, toma como ejemplo la Roma Antigua para demostrar que no es imposible. A pesar de su considerable tamaño, la República Romana celebraba asambleas públicas cada pocas semanas. Por eso, propone que en todo Estado debe haber asambleas periódicas para evitar que el gobierno usurpe el poder del pueblo. Sin embargo, estas asambleas solo deben celebrarse en días determinados, ya que el derecho de reunión emana de la ley. El número de asambleas públicas depende de la situación particular del Estado. En general, cuanta más fuerza tenga el gobierno, más debe reunirse el pueblo y ejercer su soberanía.

Cuando el pueblo está reunido, el poder ejecutivo queda suspendido. Esto se debe a que el gobierno sirve de intermediario entre el pueblo y el soberano para llevar a cabo la voluntad general, pero cuando los ciudadanos del Estado se reúnen, no hay necesidad de esa mediación. Los momentos de suspensión del poder ejecutivo son problemáticos para los dirigentes políticos, que a lo largo de la historia han intentado defender sus intereses particulares impidiendo las asambleas públicas.

Análisis

Rousseau ofrece un análisis de la tensión existente entre el gobierno y el soberano. En esencia, declara que cualquier pueblo, en algún momento de su historia, ejerce la soberanía de su Estado. Pero, con el tiempo, el gobierno abusa del poder que le otorgó el pueblo, rompiendo el contrato social. Cuando el Estado se disuelve, las democracias se vuelven olocracias y las aristocracias, oligarquías. En el caso de las monarquías, Rousseau habla de “tiranía” cuando un rey se arroga sin derecho la autoridad de gobernar, y habla de “despotismo” cuando el rey se pone por encima de las leyes.

Rousseau reconoce que los gobiernos siempre acaban sobrepasando los límites prescritos a su autoridad. Por lo tanto, todo Estado se enfrenta a un problema ineludible: debe tener poder ejecutivo para llevar a cabo la voluntad general, pero el gobierno, con este poder, se inclina a usurpar la soberanía popular. Esto es así en cualquier caso, porque todo Estado está destinado a disolverse en algún momento. El principal método de resistencia a este proceder del gobierno es salvaguardar el poder legislativo. En las asambleas públicas, los miembros del cuerpo político pueden declarar si aprueban el estado actual de las cosas, y si el gobierno en ejercicio sirve al bien común. Estas asambleas deben celebrarse periódicamente para mantener el poder ejecutivo bajo control. Por lo tanto, no basta con que el pueblo redacte una Constitución y permita que el Estado funcione, sino que debe dar su consentimiento de forma continua.

Es importante destacar que Rousseau afirma que es difícil mantener la libertad civil. Para protegerse del gobierno y promover la salud del Estado, el pueblo debe tener un profundo respeto por sus deberes cívicos. Si bien reunir a todos los miembros del Estado no es tarea fácil, Rousseau cree que es posible. Acude al ejemplo de la Roma Antigua, en la que, a pesar de que la ciudad contaba con miles de habitantes, se celebraban asambleas periódicas para preservar la soberanía popular. De esta manera, Rousseau alaba la virtud cívica y condena la pereza, porque, como se verá en los capítulos siguientes, cuando el pueblo elude sus compromisos ciudadanos, termina sacrificando su libertad civil.