Cándido, o El optimismo

Cándido, o El optimismo Resumen y Análisis Capítulos XIII-XVIII

Resumen

El barco llega a Buenos Aires y el gobernador Fernando de Ibarra y Figueroa de Mascarenes y Lampurdos de Souza se enamora inmediatamente de Cunegunda. La joven consulta a la vieja para saber si le conviene aceptar la propuesta de matrimonio del gobernador o quedarse con su enamorado, y esta le recomienda que se case con el gobernador. Mientras tanto, llega a Buenos Aires un barco con agentes del inquisidor en busca de Cándido, ya que el franciscano que les robó en la taberna lo delató como autor del asesinato de Don Isacar y del inquisidor. Cungunda se casa con el gobernador para asegurarse su protección y Cándido escapa con su ayuda de cámara, Cacambo.

Cacambo lleva a Cándido a Paraguay, donde sabe que las habilidades militares de su amo serán apreciadas. Ambos consiguen una entrevista con el reverendo padre provincial, la mayor autoridad del lugar, quien resulta ser hermano de Cunegunda, el barón de Thunder-ten-tronckh. Cándido y el barón se regocijan en el inesperado reencuentro; este último le relata su ascenso dentro de la orden jesuita y su enrolamiento en el ejército. Por su parte, Cándido le informa que su hermana sobrevivió a la matanza de Westfalia y reside en Buenos Aires con el gobernador, y que él tiene intenciones de rescatarla para casarse con ella. Cuando lo escucha, el barón se enfurece y prohíbe la unión entre ellos, puesto que considera a Cándido una persona de poca alcurnia como para aspirar a la mano de su hermana. Ante este exabrupto, Cándido desenvaina su espada y lo mata. El joven queda estupefacto con su propio accionar, pero Cacambo lo ayuda a despertar de su letargo, lo viste con la ropa del barón y lo escolta afuera de la fortaleza militar sin que sea reconocido.

Luego de cruzar la frontera, el protagonista ve a dos muchachas perseguidas por dos monos, y para rescatarlas, mata a los animales con su fusil. Momentos después, sin embargo, descubre que los monos eran amantes legítimos de las muchachas, que ahora rompen en llanto ante su muerte. Delatados por las muchachas, Cándido y Cacambo son atrapados por los orejones, una tribu salvaje que odia a los jesuitas y que se prepara para comérselos. Cacambo, que habla su dialecto, los desafía a investigar sobre Cándido, y así es como descubren que el joven, en realidad, viste las ropas del jesuita al que asesinó, revelación que les vale el perdón de los orejones.

El protagonista y su ayudante intentan ir hacia Cayena, pero luego de andar mucho tiempo perdidos deciden seguir una ruta fluvial y terminan en una tierra mágica, abundante en piedras preciosas y oro, conocida como el país de Eldorado. En ese país no deben pagar por la comida, ya que el Estado se encarga de proveerla. La forma en que la gente profesa la religión también es distinta: no existen los sacerdotes ni le piden cosas a dios; simplemente le agradecen por lo que tienen. Para Cándido, Eldorado es un lugar mucho mejor que Westfalia, y pasa un mes allí como invitado del rey, hasta que su amor por Cunegunda lo hace querer abandonar el lugar. El rey les concede permiso para partir y ordena a sus ingenieros que construyan una máquina que los izará por encima de las escarpadas montañas circundantes. Cándido y Cacambo se llevan carneros y joyas, estas últimas con la intención de comprarle al gobernador Don Fernando a la señorita Cunegunda.

Cándido y Cacambo se dirigen hacia Surinam. El camino es largo y los carneros se van muriendo hasta que solo quedan dos. En un momento, se encuentran con un esclavo negro que ha sufrido abusos indescriptibles a manos de su amo, el señor Vanderdendur, un comerciante. Al escuchar el relato del negro, Cándido pierde la fe en la doctrina del optimismo pregonada por Pangloss.

Análisis

A lo largo de toda la novela, a la voz del narrador omnisciente se suman las voces de muchos personajes que cuentan sus propias historias a lo largo de capítulos enteros. En el capítulo VIII, por ejemplo, Cunegunda relata cómo sobrevivió al ataque de los búlgaros, y todas las peripecias que atravesó hasta el encuentro con Cándido. Luego, los capítulos XI y XII están dedicados a la historia de la vieja, el personaje que propicia el encuentro entre Cándido y Cunegunda, y que resulta ser una dama de alcurnia caída en desgracia, hija del Papa Urbano X (un personaje ficcional, creado por Voltaire) y de la princesa de Palestina. Las voces en primera persona otorgan sinceridad y autenticidad a las vivencias que se narran. Mediante el relato confesional, tanto Cándido como el lector empatizan con las desgracias ocurridas a los personajes. Frente a la historia de la vieja, la doctrina del optimismo de Pangloss muestra signos de agotamiento: si la hija de un Papa ha sufrido tanto, claramente este no es el mejor de los mundos posibles.

Es interesante destacar la diferencia de actitudes entre Cunegunda y la vieja. mientras que la primera solo se lamenta por su suerte y se queja de sus desgracias, la postura de la vieja no se limita a la victimización, sino que destaca su resiliencia y su deseo de seguir existiendo: “pero a pesar de todo aún amo la vida” (p. 46), exclama al final de su relato, y luego agrega, dirigiéndose a Cunegunda: “Me he unido a tu destino y me he ocupado más de tus infortunios que de los míos” (p. 47). En este personaje se articula la ética del cuidado y la compasión, que parece ser la única alternativa filosófica que Voltaire ofrece en respuesta a la doctrina del optimismo, que es inherentemente egoísta y que engendra una especie de autocompasión paralizante: Cunegunda, demasiado abstraída en sus lamentos, es del todo incapaz de tomar decisiones y de valerse por sí misma. En el polo opuesto, la anciana se sobrepone a sus desgracias y alivia los pesares de sus semejantes.

Por su parte, Cándido no renuncia a la esperanza y, si bien está desencantado de Europa, considera que debe existir un sitio donde vivir felices. Por eso, y para escapar de la persecución de la justicia, se embarca hacia Paraguay junto a su amada y la anciana:

—Ahora nos dirigimos hacia un nuevo mundo (...), ese donde, con absoluta seguridad, todo será perfecto, ya que es necesario confesar que el nuestro solo es causa de lamentaciones, tanto en relación a lo físico como a lo moral. (...) Todo va a estar bien; (...) el mar del nuevo mundo ya es mejor que todos los mares de nuestra Europa, es más tranquilo y los vientos son mucho más invariables. Sin duda, el nuevo mundo debe ser el mejor de los mundos posibles (p. 38).

Además de contarles su vida, la vieja le propone a Cándido que, durante el viaje, hable con todos los pasajeros y les pregunte por sus historias de vida; así podrá comprobar que ninguno de ellos ha tenido una vida fácil y holgada, sino todo lo contrario. Cabe destacar que, en general, los marineros embarcados hacia América pertenecen a las clases más vulneradas y desposeídas de la sociedad europea: parias, mendigos, reos y prófugos de la ley, quienes llegaban a las costas del Nuevo Mundo lo hacían muchas veces para escapar de la miseria y la muerte que les deparaba el Viejo Continente, y amasar fortuna en una nueva tierra, llena de promesas. Como a Cándido, a todos ellos los mueve la esperanza de un cambio de vida.

Como ya hemos dicho, Voltaire es uno de los principales exponentes de la Ilustración europea, un movimiento que inspira profundos cambios culturales en Occidente. Una de las principales actividades económicas de la época es el comercio marítimo, dentro del cual destacan la importación de materias primas, la trata de esclavos y los procesos de conquista y colonización. Estas dinámicas se consolidan durante el siglo XVII y constituyen la realidad económica, social y política de las principales naciones europeas, entre las que Inglaterra ocupa un lugar predominante; a fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII, las potencias europeas ya han fundado colonias en todos los continentes del mundo salvo en Australia y en la Antártida, y buscan entonces consolidar sus dominios y controlar las rutas marítimas que posibilitan el comercio. Así, el colonialismo se convierte en una tarea de suma importancia para cada nación, e involucra a todas las esferas de la sociedad, desde las más altas hasta las más bajas: los grandes inversionistas se disputan el poder y luchan por las vías comerciales, mientras que los hombres de clase media y baja se convierten en marineros, pequeños comerciantes y piratas. En este contexto, el mar y los viajes constituyen componentes predominantes en la mentalidad del hombre europeo moderno, algo que se observa con claridad en el argumento del Cándido. Es esta mentalidad la que empuja al protagonista a atravesar el Atlántico y llegar a Buenos Aires, una incipiente colonia española en el confín más austral del mundo conocido.

Sin embargo, las vicisitudes siguen a la orden del día. El gobernador se enamora de Cunegunda y la seduce con sus riquezas. La dama, aunque enamorada de Cándido, comprende que el matrimonio es una institución social estratégica, cuyo fin no es la concreción del amor y la felicidad, sino la búsqueda del bienestar económico y el ascenso social. La vieja le aconseja consumar el matrimonio con el gobernador y, al mismo tiempo, sostener su relación amorosa con Cándido de forma clandestina. Sin embargo, este plan no puede concretarse, ya que el joven protagonista debe abandonar Buenos Aires apresuradamente cuando llega un alcalde con la orden de arrestarlo por asesinato.

Separado de su amada y prófugo de la justicia, Cándido prosigue su viaje, llega a Paraguay y se encuentra con que el gobierno está en manos de los jesuitas, y que uno de ellos no es otro sino el hijo del barón de Thunder-ten-Tronck y hermano de Cunegunda. Otra vez, los destinos de los personajes se cruzan de forma inesperada y aleatoria. El barón también cuenta su historia, y demuestra una vez más que la desdicha parece ser la condición de existencia en el mejor de los mundos posibles postulado por Pangloss.

En todo su periplo, Cándido es ayudado por Cacambo, un lacayo que contrata en Buenos Aires y que se convierte en su mano derecha. En verdad, el joven protagonista no es más que la condición de existencia de la novela, pero se trata de un personaje vacío, que no toma decisiones y que no demuestra una verdadera progresión psicológica, a pesar de todo lo que le sucede. En este sentido, Cándido se limita a aceptar o poner en duda la doctrina de su maestro, Pangloss, pero no va más allá de este vaivén filosófico y no toma ninguna decisión importante sobre su vida, sino que acepta las sugerencias de los personajes que lo rodean.

Cuando llegan a los dominios jesuitas, Voltaire introduce una severa crítica a la orden religiosa —y a las instituciones católicas en general— a través de Cacambo, quien le explica a Cándido:

Su gobierno es algo sorprendente. El reino tiene más de trescientas leguas de diámetro y está dividido en treinta provincias. Es todo propiedad de los curas; de los pueblos, nada; esta es la obra maestra de la razón y de la justicia. Para mí, no hay nada más divino que los padres; aquí declaran la guerra a los reyes de España y Portugal, y en Europa son sus confesores. Aquí asesinan a los españoles y en Madrid los mandan al cielo. esto es sublime (p. 51).

Nuevamente, la ironía que caracteriza a toda la obra se hace presente en este pasaje. Cacambo llama “obra maestra de la razón y de la justicia” (p. 51) a un gobierno que reproduce las estructuras monárquicas y somete al pueblo al vasallaje de una forma no muy diferente a la de cualquier otra colonia. La crítica a la estructura de gobierno jesuítica se alinea al discurso ilustrado que pone en su punto de mira a la fe y la religión, entendidas ambas como una adhesión a un sistema de ideas dado, desprovista de todo espíritu crítico. Sabemos que la razón es el principal objeto de culto del llamado Siglo de las Luces, y esta se opone a todos los sistemas basados en dogmas religiosos que sostienen una forma determinista de representar el mundo y el lugar que el hombre ocupa en él.

Cándido debe escapar de los jesuitas tras matar, en un arrebato de ira, al hermano de Cunegunda. Se trata del tercer asesinato que comete el joven ingenuo y bonachón, y Voltaire manifiesta nuevamente el carácter irónico de los sucesos cuando el personaje exclama: “—¡Ay, Dios mío! he asesinado a mi antiguo señor, mi amigo, mi cuñado. Soy el mejor hombre del mundo y no obstante he asesinado ya a tres hombres; y dos de ellos, sacerdotes” (p. 56). Claramente, Voltaire evidencia su crítica al optimismo en el protagonista de su historia, quien actúa guiado por los celos y la rabia y comete una serie de asesinatos irreflexivos, sin por ello dejar de considerarse un buen hombre. Tras este episodio, el principio de causa y efecto pregonado por Pangloss vuelve a manifestarse cuando Cándido cae en manos de un grupo de nativos, a quienes llaman orejones. Estos piensan comerse a los recién llegados, pero cuando descubren que han matado a dos jesuitas, que son sus enemigos, los ponen en libertad y los compensan con muchos regalos. Cándido entonces manifiesta: “Si yo no hubiese tenido el honor de haber atravesado con mi espada el cuerpo del hermano de la señorita Cunegunda, hubiera sido comido sin solución. A fin de cuentas, la naturaleza en su pureza es asombrosa, ya que estas pobres gentes, en vez de comerme, me han hecho mil regalos apenas han sabido que no era un jesuita” (p. 60). En este pasaje, nuevamente es posible comprobar el vaivén en el que se mueve Cándido, cuyo principal conflicto pasa por determinar si vive o no en el mejor de los mundos posibles. En este caso, el principio de razón suficiente le indica que todo pasa por un motivo, y la idea del destino como fuerza motriz del universo vuelve a perfilarse.

Cabe destacar también la tensión que existe en la representación europea de los pueblos nativos del mal llamado Nuevo Mundo: en este caso, los orejones son representados como salvajes que danzan alrededor de una caldera y pretenden comerse a sus prisioneros. Estos caníbales, “que no han recibido ninguna educación” (p. 58), son la imagen estereotipada que el intelectual europeo tiene de los pueblos nativos de toda América. En este sentido, aunque Voltaire realice una profunda crítica a las sociedades europeas, no deja de hacerlo desde un paradigma totalmente eurocéntrico, que pone en evidencia la profunda ignorancia y los preconceptos erróneos sobre los que basa su representación de los pueblos nativos de Sudamérica.

Tras el encuentro con los orejones, Cándido y Cacambo llegan a Eldorado, la mítica ciudad hecha de oro que los conquistadores buscaron durante décadas y que se convirtió en uno de los grandes mitos la época. En la obra de Voltaire, Eldorado es descrito como una utopía, es decir, como una representación idealizada de una sociedad perfecta y justa, en la que no existen los conflictos y todos viven en armonía. En efecto, muchos críticos observan en la propuesta de Voltaire una utopía protomarxista, en la que la superestructura social (es decir, las leyes, la política y el Estado) ha sido eliminada porque las necesidades materiales de la vida cotidiana están satisfechas para todos por igual. Marx sostiene que la base económica de la sociedad es la fuerza impulsora de los cambios sociales a través del conflicto entre clases o grupos en competencia y, por ende, la Historia no es más que el progreso de dicho conflicto. En Eldorado, estas fuerzas en constante pugna se han equilibrado y, por lo tanto, la Historia se ha detenido. Mientras que los orejones presentados anteriormente representan un tiempo mitológico antiguo, en el que los hombres aún se mezclan con las bestias (por eso los monos amantes de las mujeres), la población de Eldorado se encuentra en un estadio de la evolución en el que la humanidad ha logrado abolir la historia y parece vivir por fuera del tiempo concebido como lineal. Esta sociedad idealizada contrasta con las sociedades europeas a las que Voltaire critica. De hecho, uno de los sabios de Eldorado explica: “Por suerte, como estamos rodeados por rocas inaccesibles y precipicios, hasta ahora nos hemos librado de la codicia de las naciones europeas, que tienen un furor sorprendente y unos deseos monumentales por todo lo que sea oro y piedras, y que por conseguir esto serían capaces de asesinarnos a todos” (p. 66). Así, Europa se representa como el núcleo de una serie de prácticas sociales y culturales negativas, capaces de mancillar y corromper a todo aquello con lo que entran en contacto. En este sentido, cabe destacar que Voltaire es un gran crítico del colonialismo europeo y del esclavismo, por lo que observa con una mirada negativa lo que las naciones del Viejo Continente realizan sobre América.

A pesar de la vida idílica a la que podrían entregarse, Cándido y Cacambo sienten la necesidad de regresar al mundo histórico, al mundo del pesar y el sufrimiento, pero también de la esperanza. Por eso, deciden abandonar Eldorado y regresar a Europa cargados de riquezas, con el objetivo de volver a encontrarse con Cunegunda.