Todos deberíamos ser feministas

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El feminismo

El tema central del ensayo es el feminismo. El feminismo es un movimiento político, social, teórico y filosófico de origen histórico, pero Adichie no incorpora a su ensayo ni citas ni referencias a grandes exponentes del movimiento, probablemente porque su objetivo es dirigirse a un público amplio, no especializado ni académico. La autora comienza admitiendo que la primera vez que oyó esa palabra no sabía lo que era. Luego, ofrece varias significaciones asociadas al término socialmente, generalmente peyorativas e infundadas, y acaba dando su propia definición del concepto en cuestión: "Feminista es todo aquel hombre o mujer que dice: «Sí, hay un problema con la situación de género hoy en día y tenemos que solucionarlo, tenemos que mejorar las cosas»"(p.55).

El feminismo, tal y como lo trabaja Adichie en su ensayo, sería una vía para crear una sociedad más justa, igualitaria y feliz a futuro. La autora llama a todas las personas, sin distinción de género, a sumarse a la lucha feminista por la igualdad de derechos y por la libertad, para, por medio de la educación de generaciones futuras, nos despojemos de los estereotipos de género que nos apresan y reprimen, y logremos así reconstruir la cultura y la sociedad de un modo que resulte más libre e igualitario.

Los estereotipos de género

Uno de los objetivos del feminismo es deconstruir los estereotipos de género, aquellos que dictan los modelos de comportamiento que deberían asumir las personas basándose en el género al que pertenecen. Este tema atraviesa la totalidad del discurso de Adichie, quien propone que los estereotipos de género y la educación regida por ellos son el origen de la desigualdad entre varones y mujeres en el mundo.

El modo en que estos estereotipos actúan sobre la vida de las personas, expone Adichie, es de carácter violento, en tanto restringen el horizonte de experiencias de las personas al mismo tiempo que las empujan a comportarse de modos quizás indeseados por el solo hecho de que encajen en dicho estereotipo.

La autora trae a su discurso varias anécdotas personales que dejan ver cómo los estereotipos de género juegan en contra, muchas veces, del deseo de las personas. En una ocasión, relata una situación sobre sí misma en la escuela primaria que deja en evidencia lo que se espera de una niña o niño por el solo hecho de que pertenezcan a un género, y cómo esto obstruye el desarrollo y la felicidad de quienes no acuerdan en todo con el modelo prescripto. Como dice Adichie hacia el final de su ensayo, el problema con el género es que prescribe como debemos ser, en lugar de describir cómo somos.

Deconstruyendo estos estereotipos, el feminismo busca una igualdad de horizontes de experiencia, donde el género no imponga automáticamente limitaciones sobre el deseo de las personas.

Lo "natural" vs. lo cultural

Un tema en el que se detiene Adichie es el de la disyuntiva entre lo natural y lo cultural. Los estereotipos de género, al estar vigentes hace tanto tiempo, son internalizados por la sociedad, por las personas, que acaban creyéndolos “normales” y “naturales”. Es decir, las personas acaban creyendo que las mujeres son “naturalmente” dóciles, ligadas a lo doméstico, menos propensas a la aventura, con menor ambición y menos capacitadas para el liderazgo que los varones (entre otros atributos que comúnmente se atribuyen, en el patriarcado, al género femenino), cuando en verdad todas esas cualidades son propias de un estereotipo, una normativa, una cultura.

No hay nada genético que ligue al género femenino con esos atributos, sino que culturalmente se ha construido esa asociación. Si hacemos algo una y otra vez, observa la autora, acaba pareciendo natural. Si solo vemos a hombres presidiendo empresas, acaba pareciendo natural que sean hombres los que presiden empresas. Los estereotipos de género no son “naturales”, sino culturalmente construidos. El modo en que se constituyeron culturalmente, según Adichie, es la repetición: las cosas han sido así por mucho tiempo, y, por ende, se termina creyendo que así son naturalmente. Lo que Adichie propone, enmarcándose en la lucha feminista, es justamente modificar las experiencias, romper esa cadena en donde siempre el varón ocupa lugares de poder y la mujer siempre se ocupa de lo doméstico (por ir al estereotipo más extremo), para así construir, poco a poco, una sociedad donde lo normal sea la igualdad de derechos y oportunidades entre los géneros.

La educación

La educación tiene un lugar muy importante en este ensayo porque es el espacio donde, para Adichie, se inicia el problema de la desigualdad y la injusticia social, pero también constituye el único escenario donde trabajar para una solución. Adichie encuentra que el origen de la desigualdad de género yace en la educación recibida en los primeros años de vida de las personas, cuando estas son educadas, generalmente, siguiendo el modelo de los estereotipos de género. Esa diferenciación que se hace en esta etapa temprana de la vida de las personas coarta su libertad, limita su campo de experiencia: la niña es criada según el estereotipo "mujer" y el niño es criado como "varón", en lugar de ambos ser criados como personas. Lo que Adichie propone es modificar el modo en que se educa a niños y niñas; mejorarlo desde una perspectiva feminista, deconstruyendo los estereotipos de género. Para Adichie, la educación no debería enfocarse en el género de las personas, sino en sus capacidades e intereses. La educación debería lograr que una niña o un niño, sin importar su género, se desarrolle como individuo y se convierta en la mejor versión de sí mismo.

La desigualdad de género

A lo largo de su ensayo, Adichie incorpora una y otra vez anécdotas y situaciones propias o de conocidos que dejan en evidencia constantemente la desigualdad de género que atraviesa a las sociedades en el presente. Brecha salarial, ausencia o minoría de mujeres en cargos de poder, techo de cristal, reparto desigual de las tareas domésticas o el hecho de que una mujer profesional deba demostrar su aptitud de un modo que no se exige a un varón son algunos de los ejemplos universales que trae Adichie, y que evidencian la situación de inferioridad de la mujer en el mundo.

A su vez, la autora trae ejemplos de situaciones en Nigeria que, para muchas sociedades occidentales, resultarían extremos, como el hecho de que los mozos en restaurantes no les hablen a las mujeres; que una mujer sola no pueda entrar a un bar sin compañía de un hombre; que una mujer que quiera hospedarse sola en un hotel deba ser prácticamente investigada por el recepcionista -que, antes que nada, la considera una trabajadora sexual-, mientras que si un hombre hubiese entrado solo en el mismo hotel no habría sido interrumpido en su camino.

Adichie expone diversas situaciones que evidencian la desigualdad de género vigente para justificar por qué, según ella, todos deberíamos ser feministas, y así construir una sociedad más igualitaria.

Construcción y deconstrucción

Adichie plantea en su ensayo las dificultades de la deconstrucción. Admite que incluso ella, siendo feminista, encuentra a veces obstáculos para librarse de la presión de los estereotipos: aún sabiéndolos incompletos, infundados, injustos y arbitrarios, es complejo deshacerse de la influencia de aquello que durante años y años rigió en nuestra mente. Esto es porque la fuerza de la cultura, de las imposiciones que interiorizamos al crecer, es demasiado grande. Por eso es fundamental, dice, liberar a los niños y a las niñas de esos estereotipos, dejar de hacerlos presentes en su vida, para que después no tengan que luchar contra ellos al crecer. Adichie propone transformar la cultura, reconstruirla desde una perspectiva feminista, para así volverla más justa.

El racismo

En este discurso, el tema del racismo y la lucha antirracista aparece de una forma algo incómoda, en tanto se presenta en boca de un hombre negro que le recrimina a Adichie que hable "como mujer" y no "como ser humano", mientras que él, como observa la autora, habla "como hombre negro" (y no "como ser humano"). Este hombre deja en evidencia, con su gesto, que encuentra legítima la lucha en contra del racismo, pero no la lucha contra el sexismo o machismo. Él puede denunciar su situación de inferioridad histórica en la sociedad por el hecho de ser negro, pero no puede (o no quiere) aceptar su situación de privilegio por el hecho de ser varón.

Adichie parece traer este tema a colación para dejar en evidencia las dificultades a las que a veces se encuentra la lucha feminista, criticada y cuestionada históricamente tanto por opresores como por oprimidos, ya que la situación de inferioridad de la mujer no se presenta visible a quien nunca ha pensado en la desigualdad de los géneros en la sociedad. El ejemplo de la lucha antirracista le sirve también a Adichie para demostrar la importancia de delimitar un sujeto claro en la lucha feminista, de singularizar la experiencia propia de la mujer, particularizando su problema, así como la lucha antirracista deja en claro la experiencia del sujeto oprimido.