Todo Se Desmorona

Todo Se Desmorona Resumen y Análisis de los Capítulos 21 a 25

Capítulo 21

Resumen:

El hombre blanco trae su destructiva religión y el yugo de sus leyes, pero también trae un centro de comercio. La gente de Umuofia comienza a sacar provecho de la venta de productos locales, por lo que no todos los habitantes de Umuofia se oponen tanto a los blancos como Okonkwo.

En Umuofia, los cristianos son guiados por un amable hombre blanco llamado Brown. El señor Brown refrena el celo de algunos conversos fanáticos. Un converso llamado Enoch es particularmente violento, siempre provocando problemas; Brown se esfuerza por moderar los excesos de Enoch. El señor Brown es un hombre sabio y paciente; se hace amigo de muchos de los grandes hombres locales y se gana su afecto. Pasa una buena cantidad de tiempo con Akunna; hablan a través de un intérprete sobre el tema de la religión. Ninguno de los dos convierte al otro, pero el señor Brown aprende mucho sobre la religión local y concluye que el trabajo misionero debe ser sutil e indirecto: la confrontación directa no funcionará. También hace grandes esfuerzos por lograr que la gente envíe a sus hijos a la escuela cristiana. Al principio, las personas sólo envían a sus hijos perezosos. Pero cada vez más personas comienzan a ir, ya que se dan cuenta de que la capacidad de leer y escribir abre una gran oportunidad de movilidad social. El comisario de distrito está rodeado de africanos de Umaru; estos subordinados alfabetizados ganan altos salarios y tienen poder en Umuofia. La escuela del señor Brown comienza a dar resultados.

Poco después del regreso de Okonkwo, el señor Brown lo visita. Ha enviado a Nwoye, ahora llamado Isaac, a la escuela de maestros en Umaru; el señor Brown espera que Okonkwo esté encantado con la noticia. Okonkwo echa al señor Brown de su casa, amenazando al hombre con violencia. Durante la primera temporada de lluvias después del regreso de Okonkwo, el señor Brown deja Umuofia debido a problemas de salud por exceso de trabajo.

El regreso de Okonkwo no ha sido tan grandioso como él había esperado. La gente está preocupada por la nueva religión y el nuevo gobierno; todos están completamente ocupados con estos cambios. Okonkwo sufre, no sólo por razones personales, sino también porque teme que el clan se esté muriendo.

Análisis:

El enfoque del señor Brown sobre la conversión ayuda a la flamante iglesia de Umuofia a llevarse relativamente bien con el clan. Aún así, él es parte de las fuerzas que están destruyendo la vida del clan. El imperialismo británico también trae beneficios que ayudan a enmascarar el daño a largo plazo que se está haciendo al pueblo igbo. El dinero del centro de comercio, las promesas de posición y de salarios del comisario de distrito, la posibilidad de educación que brinda la iglesia del señor Brown: todos éstos son beneficios sustanciales. Pero el clan también está perdiendo su independencia. Incluso la educación en la iglesia viene con el riesgo de adoctrinamiento. El dolor de Okonkwo se basa en la pérdida de la fuerza de su gente. Ve que están cambiando irrevocablemente, en muchos aspectos para peor, por la llegada del hombre blanco.

Capítulo 22

Resumen:

El reemplazo del señor Brown es el reverendo James Smith, y él no es el hombre tolerante y sabio que era el señor Brown. El señor Smith es fanático e intransigente, y ve el mundo enteramente en términos de blanco y negro. Bajo su autoridad, los fanáticos como Enoch florecen.

Llega el festival de la diosa de la tierra, cuando los egwugwu deambulan por los pueblos. Cae en domingo, y entonces los pasajes principales están bloqueados por las ceremonias, especialmente para las mujeres, que tienen que mantenerse a distancia de los espíritus enmascarados. En esta ocasión, las mujeres cristianas que han ido a la Iglesia no pueden regresar a casa. Algunos de los hombres cristianos piden al egwugwu que se retiren un rato para que las mujeres puedan irse a casa. Los egwugwu aceptan. Mientras están pasando, Enoch se jacta con arrogancia de que no se atreverían a tocar a un cristiano. Uno de los egwugwu golpea a Enoch con un bastón; Enoch lo desenmascara. Desenmascarar a un egwugwu se considera un terrible pecado. Los igbo creen que mata al egwugwu.

Esa noche,♠ la Madre de los Espíritus deambula por las aldeas llorando la muerte de su hijo. El espectáculo es espantoso. El señor Smith lo oye, y por primera vez siente miedo. Los egwugwu se acercan a la iglesia. No dañarán a las personas, pero no pueden seguir permitiendo que la iglesia haga sus maldades entre los igbo. Destruyen el edificio.

Análisis:

Con el señor Smith, la razón y el acuerdo se vuelven imposibles. El acto de Enoch es ofensivo en todos los sentidos. Está tratando de comenzar una guerra santa; cuando el señor Smith lo esconde en la casa pastoral, Enoch está decepcionado. Quiere sangre. Su comentario inflamatorio llega justo después de una generosa concesión por parte de los egwugwu. Aunque el clan intenta llegar a un acuerdo con la nueva religión y el nuevo gobierno, resulta imposible. El hombre blanco no tiene respeto por las formas igbo, y la nueva religión es intolerante e hipócrita, predicando la paz mientras sirven a un gobierno imperialista. Resulta atractiva para los alborotadores como Enoch, que usan la nueva religión para arrastrar a la gente hacia la guerra.

Y la gente de Umuofia tiene miedo. Cuando la Madre de los Espíritus deambula por las aldeas, llorando la muerte de su hijo, parece que ella está llorando por la muerte del clan. El pueblo de Umuofia está siendo destruido. Aún así, la respuesta del clan es volver a ceder de algún modo. A pesar de la grave ofensa que se ha cometido, no matan a nadie. Simplemente deciden eliminar la fuente del problema. Destruirán el edificio.

Capítulo 23

Resumen:

Okonkwo está contento con la destrucción de la iglesia. En la reunión del clan, él había instado a la destrucción de la iglesia, el asesinato del hombre blanco y el exilio de todos los cristianos. Aunque el clan decidió solamente destruir la iglesia, Okonkwo está contento de que se haya hecho algo.

Conscientes de lo que sucedió en Abame, los hombres caminan armados. Sin embargo, poco después, el comisionado de distrito regresa de su gira. Invita a los líderes de Umuofia a que se reúnan con él. Son invitados seis hombres, entre ellos Okonkwo. La reunión es una trampa; los seis hombres son tomados prisioneros, y el comisario exige la severa fianza de doscientas bolsas de cauris.

Ezinma, recién casada, acorta su estadía con su esposo para regresar a casa. Va a ver a Obierika para preguntarle qué planean hacer los hombres. Obierika está afuera en una reunión secreta, y Ezinma está satisfecha de que alguien esté haciendo algo.

En la prisión, Okonkwo y sus colegas son humillados y golpeados por los kotma, los mensajeros africanos de la Corte. Pasan los dias. Se convoca una reunión del clan, y el clan decide pagar la fianza de 250 bolsas de cauris. La fianza fue aumentado por los kotma, que embolsarán el excedente.

Análisis:

El tema de la justicia es una de las preocupaciones de la novela. A lo largo del libro, hemos visto la justicia igbo en acción. Las leyes y tradiciones igbo preservan el orden. La justicia es imposible bajo el nuevo sistema. El comisario de distrito ignora completamente las formas locales, y no tiene la intención de conocerlas; las diferentes nociones de justicia aseguran un conflicto.

La corrupción del sistema también es clara. El comisario de distrito ni siquiera habla el idioma local, cediendo a los kotma un amplio espacio para el engaño.

Okonkwo es humillado y "ahogado de odio" por el hombre blanco. El comisario habla con arrogancia de la necesidad de un "buen gobierno" y de "justicia" bajo la autoridad de la reina. Está dirigiéndose a los igbo como sujetos del Imperio; poco a poco, eso es en lo que se han convertido.

Capítulo 24

Resumen:

Los hombres son liberados y se van a casa en silencio. Okonkwo hierve de odio. Su espalda lleva las feas marcas del látigo. Se planea una reunión del clan para la mañana siguiente. Okonkwo espera que la guerra se esté acercando. Saca su atuendo ceremonial de guerra, y recuerda la guerra más gloriosa de su juventud: Umuofia mató a 12 hombres, mientras que el otro clan solo mató a dos.

En la reunión, Okonkwo está listo para hablar. Le preocupa que Egonwanne, un orador pacifista y poderoso, persuada a la gente hacia la paz. Resuelve luchar, incluso si debe luchar solo. El primer hombre en hablar es Okika, uno de los seis que fueron encarcelados. Comienza un poderoso discurso sobre la necesidad de acción. Deben luchar, incluso contra los conversos cristianos. Deben resistir antes de que sea demasiado tarde.

Cinco mensajeros de la corte se acercan por el camino. Okonkwo se precipita para bloquearles el paso. Se para frente a ellos, rebosante de odio. El mensajero de la corte les dice que el hombre blanco ordenó que se detuviera esa reunión.

Okonkwo golpea al hombre con su matchete. Los otros cuatro huyen. Okonkwo sabe por la reacción del clan que no elegirán la guerra. Murmuraron confundidos en lugar de apoderarse de los otros cuatro mensajeros. Con disgusto, Okonkwo se aleja.

Análisis:

Okonkwo ansía venganza. Ha perdido a su hijo, la gloria de un regreso apropiado y su dignidad en manos del hombre blanco. Su gente ha perdido su independencia. Ya no son libres de hacer justicia. El hombre blanco se niega a tratar a sus líderes con dignidad, y les dan clases de buen gobierno mientras que el suyo se deleita en la hipocresía y la violencia.

Al mismo tiempo, Okonkwo no tiene idea de qué es una guerra real, tal como la concibe el hombre blanco. Sus gloriosos recuerdos de la gran guerra de Umuofia son reveladores: catorce hombres fueron asesinados. Las guerras de los igbo se libran en una escala relativamente pequeña. No son guerras de conquista. Okonkwo no tiene forma de saber que, para los blancos, pueden morir miles incluso en una guerra pequeña. Su furia, aunque justificada, no le proporciona ninguna forma real de resistirse al hombre blanco.

La indignidad final viene en la reunión del clan. El hombre blanco ya no está satisfecho con quitarles la justicia: ahora desea destruir la democracia primitiva de Umuofia. Los británicos quieren negar a la gente su derecho a reunirse en asamblea y a tomar decisiones grupales. Este cambio significaría la muerte de los últimos restos de la autodeterminación de Umuofia. Okonkwo reacciona de la única manera en que sabe hacerlo. Ataca al hombre. Pero por la reacción de su gente, él sabe que no lo apoyan.

Capítulo 25

Resumen:

El comisionado del distrito llega al complejo de Okonkwo. Lidera una pequeña banda de soldados y mensajeros de la corte. Encuentran a Obierika y a otros hombres reunidos en el interior. El comisario le pide ferozmente a Okonkwo que dé un paso adelante. Obierika responde que él no está allí. El comisario exige que entreguen a Okonkwo, o serán arrojados a la cárcel. Obierika y los otros hombres murmuran entre ellos, y Obierika dice que llevará al comisario adonde está Okonkwo. Tal vez los hombres del comisario puedan ayudarlos. Los lleva a un árbol detrás del complejo de Okonkwo. Okonkwo se ha ahorcado.

Nadie en el clan puede tocar el cuerpo. El suicidio es un crimen contra la Diosa de la Tierra, por lo que el cuerpo debe ser manipulado por forasteros. Obierika le dice amargamente al comisario que Okonkwo fue uno de los mejores hombres de Umuofia. Debido al hombre blanco, ha sido llevado al suicidio y será enterrado como un animal.

Al comisario le dan bastante curiosidad las costumbres igbo. La muerte de Okonkwo podría ser un animado párrafo en el libro que planea escribir acerca de la victoria británica sobre los salvajes de África. Ya ha elegido un título: La pacificación de las tribus primitivas del Bajo Níger.

Análisis:

El suicidio de Okonkwo parece, en retrospectiva, casi inevitable. Decidido a luchar contra el hombre blanco, sólo si fuera necesario, no puede soportar la traición de su pueblo. Se da cuenta de que resistirá solo, incluso después de la atrocidad de aquel hombre blanco ordenando detener la reunión del clan. Okonkwo entiende que su pueblo ha sido destrozado. En lugar de una guerra, solo tendrá la horca del hombre blanco; ni siquiera será juzgado bajo las leyes de su pueblo. En cambio, elige el suicidio.

Largos años de dificultades y desilusiones han contribuido a este momento. La muerte accidental y luego el exilio oscurecieron la visión de la vida de Okonkwo. La traición de su hijo fue un duro golpe. Ahora, la traición de su pueblo y su inevitable subyugación empujan a Okonkwo a la desesperación. Las creencias centrales de Okonkwo han sido socavadas. Creía que el hombre era dueño de su propio destino; su exilio y la pérdida de su hijo desafiaron esa creencia. También tenía mucha fe en su clan, pero ahora su clan será un pueblo sometido. No puede soportar esta desgracia. En paralelo a la tragedia de Okonkwo está la tragedia del sometimiento de su pueblo. Como último toque de amarga ironía, el suicidio de Okonkwo viola las tradiciones que el hombre blanco está amenazando.

La intrusión de comisario de distrito al final de la novela es un comentario sobre cierto tipo de narrativa. En las concepciones europeas de África, la actitud del comisario es típica. La muerte de Okonkwo, una gran tragedia, sólo vale un párrafo de una lectura entretenida. El comisario también reflexiona sobre la necesidad de recortar cualquier detalle innecesario. El libro que el comisario de distrito imagina es, en muchos sentidos, lo opuesto a Todo se desmorona, con su foco en un gran hombre africano, sus numerosas bellas digresiones y su retrato cariñoso y empático de la cultura igbo. La novela es de alguna manera una respuesta a representaciones anteriores del África "Salvaje". Ahora que hemos llegado al final, las digresiones dan sus frutos. Durante el seguimiento de la tragedia de Okonkwo hemos aprendido mucho sobre la vida igbo. Ahora sabemos que la cultura descrita en la novela es una cultura que en muchos sentidos ya no existe. El imperialismo cambió muchos aspectos de la vida en África, y por lo general no fue para mejor. La destrucción de las instituciones sociales y tradiciones tribales llevó a grandes vacíos sociales y culturales, cuyos negativos resultados se sienten en África aún hoy.