Tengo miedo, torero

Tengo miedo, torero Imágenes

Las manifestaciones de protesta

La novela es incesantemente asaltada por imágenes visuales y auditivas que ilustran una ciudad en permanente estado de ebullición. Se dejan oír los gritos de los manifestantes: "Y va a caer" (9); se escuchan las palabras de los carabineros: "el párate ahí, mierda" (9); se sienten los ruidos provocados por los caceroleos y los bombazos. Hay juegos de luces, sombras y oscuridad, que responden a los apagones eléctricos provocados por la organización a la que pertenece Carlos, velas que llevan los que protestan, luces de los camiones blindados, fuego de neumáticos que se incendian.

Visualmente, los muros comienzan a llenarse de grafitis con consignas que representan a las organizaciones sindicales y estudiantiles que marchan por las calles y resisten "a todo peñascazo (...) el chorro violento de los pacos" (19). La Loca, primero, observa estas manifestaciones desde el transporte en el que se desplaza por las calles del centro, pero, de a poco, se va introduciendo, casi sin quererlo, cada vez más. Incluso termina formando parte de una de las manifestaciones de las madres de desaparecidos y lleva, por unos minutos, un cartel con la foto de una de las víctimas.

La imagen es la de un Santiago de Chile en estado de manifestación y represión constantes.

Las canciones

La Loca musicaliza su vida: escucha canciones y piensa en ellas ante las diversas situaciones que debe atravesar. Las letras de estos temas, baladas populares, al aparecer, suelen cortar el flujo del texto y se vinculan temáticamente con lo que está sucediendo en ese momento; es como si musicalizaran la escena, como si fueran el ruido de fondo.

El título de la novela es parte de este procedimiento que consiste en incorporar canciones.

La casa de la Loca

La casa de la Loca es el sitio donde transcurre gran parte de la acción. Para ella, es su lugar en el mundo; es la primera vez que tiene algo propio. Para los jóvenes militantes que la visitan, es la cueva que los oculta.

Este lugar, que parece haber sufrido un terremoto, pasa por diferentes momentos. Al principio, se presenta como un lugar angosto, de tres pisos, que parece un palomar. Con la llegada de la Loca, la casa comienza a llenarse de vida: salen de ella los ratones, ánimas y murciélagos que la habitaron por años; se borra todo el polvo gracias al trabajo del plumero y la escoba; sale alegre música por sus ventanas; sus muros comienzan a decorarse y a parecerse a una torta nupcial. La Loca viste su casa, desprovista de muebles, pero llena de cajas que cumplen ese rol. Y entonces, cuando parece escenografía de obra de teatro, comienza a llenarse de jóvenes. Luego, hacia el final, llega el despojo: la casa comienza a vaciarse, las cajas son retiradas, las reuniones suspendidas y la dueña debe abandonar el lugar.

Los paisajes chilenos

Son dos los lugares que se pueden apreciar en la novela y que se presentan, en su descripción, casi como postales turísticas: El Cajón del Maipo, un cañón andino ubicado a aproximadamente una hora de viaje de Santiago; y Laguna Verde, una playa en la región de Valparaíso.

En el Cajón del Maipo, los protagonistas descienden en un sitio con visión panorámica que ofrece una "terraza natural forrada de un musgo suave salpicado de florcitas" (26), murallas cordilleranas y un río que se choca y crepita contra las piedras. Es el escenario perfecto para un picnic, como el que prepara la Loca.

En el camino a Laguna Verde, los protagonistas sienten sobre su cara la bruma marina y se trasladan en un taxi que serpentea por los acantilados. Cuando llegan, sus ojos se extasían ante "el ojo de selva mar llamado Laguna Verde" (166). La playa es descrita como un lugar de ensueño: "Leves espumarajos de encaje traía la marea en su oleaje de arrastre. La aureola de arena contenía ese pequeño golfo como una cucharada de acrílico turquesa y transparente. Un pequeño poblado de cuatro casas urbanizaba rural ese pedazo de costa, pero no se veía nadie en el éxtasis mágico de la escena" (166).

Radio Cooperativa

Así como las canciones cortan la narración para introducirse en el texto, esta emisora radial también lo hace y, cada vez que aparece, se manifiesta el peligro en el que se encuentran los opositores al régimen pinochetista: "Esa radio que se oía en todas partes con sus canciones de protesta y ese tararán de emergencia que tenía a todo el mundo con el alma en un hilo" (11).

La ciudad

Además de las manifestaciones constantes, por la ventanilla del transporte público se ve la ciudad y los cambios en la fisonomía citadina de barrio a barrio. Cuando la Loca sube a la micro, el narrador ubica al personaje "acodado en el vidrio del vehículo" (51) para dar una idea de lo que ve por allí y de lo que sucede a su alrededor: cerca de su casa, jóvenes desempleados sentados en las veredas; a medida que el transporte avanza, se comienza a llenar de "obreros, mujeres, niños y estudiantes" (51); en el centro, adornados con banderitas chilenas, "diversos negocios coloreaban la vereda con sus carteles comerciales ofreciendo mil chucherías de importación" (52), pero pocos compradores con dinero para esos pequeños lujos; en el barrio de clase alta, las amplias y casi vacías calles parecen forradas por felpa verde y se imponen las mansiones y los altos edificios.

El cumpleaños de Carlos

Carlos le cuenta a la Loca cómo se festejan en Cuba los cumpleaños para los niños. Ella, entonces, le prepara un festejo sorpresa para el suyo, inspirado en esa historia. Cuando el agasajado abre la puerta de la habitación, se presenta una imagen visual y auditiva de cumpleaños infantil: una veintena de niños sentados alrededor de una mesa con gorros y cornetas, una torta con muchas velitas, un coro de voces que entonan el "Cumpleaños feliz", risas y aplausos. Incluso, cuando Carlos, emocionado, disfruta la escena, ve en la Loca a "una Blancanieves en medio de tantos angelitos" (80).

El picnic en el Cajón del Maipo

Cuando la Loca y Carlos pasan el día de picnic en el Cajón del Maipo, la Loca recrea una imagen que da como resultado un cuadro bucólico. La escena es preparada previamente por ella, cuando recibe la invitación. Lo primero que hace es elegir el decorado y el vestuario, con el objetivo de recrear una pintura: "como ese calendario antiguo donde una niña de rizos descansa en el amplio ruedo de su falda" (22). Luego, una vez allí, inmersa en el paisaje, intenta ponerlo en acción: "Absolutamente figura central del set cordillerano, sujetando con la pose tensa la escenografía bucólica de ese minuto. Amarrando con su gesto teatral los puntos de fuga de ese cuadro" (27). Es en ese lugar donde Carlos le toma la foto, mientras el auto blindado de Pinochet pasa por detrás. Tan bueno es el trabajo interpretativo y creativo de la Loca que al dictador también lo lleva a pensar en una imagen: "Tan extraña esa mujer como de una foto antigua" (43).