Sin Novedad en el Frente

Sin Novedad en el Frente Resumen y Análisis de Capítulo 10

Los hombres son asignados a resguardar un pueblo abandonado. Se supone que vigilen un depósito de suministros en el interior de la aldea. Kat, Albert, Tjaden, Muller, y Detering están todos allí. Paul piensa en Haie Westhus, pero él está muerto. Los hombres se instalan en el sótano de una casa bombardeada y se relajan. Paul y Kat patrullan las casas vacías y encuentran dos pequeños cerdos. Los hombres deciden hacer un gran banquete con vegetales frescos. Encuentran una cocina totalmente equipada, matan a los cerdos, y se ponen a cocinar. Hacen una gran comida con los cerdos, tortas de patatas, y vegetales. Dos hombres a cargo de las comunicaciones por radio los visitan y se suman al festín.

Pronto, se dan cuenta de su error. El humo de su cocina ha sido divisado y el enemigo empieza a bombardear su casa. Se niegan a dejar los alimentos a medio cocinar. Con las bombas estallando a su alrededor, terminan de cocinar y transportan su comida regresando al sótano. Todos ellos actúan de forma segura durante los intensos bombardeos. La comida se extiende a lo largo de varias horas, y encuentran el café y el tabaco de los oficiales en el depósito de suministros. Esa noche, encuentran un gatito y lo alimentan, y comen una vez más.

Sin embargo, los hombres han comido demasiado. La grasa del cerdo los pone muy enfermos, y tienen que ir al baño con frecuencia. A las cuatro de la mañana, todos los once hombres están afuera en cuclillas, evacuando sus necesidades. Vuelan y abren el depósito de suministros y otros soldados ingresan como un enjambre y roban alimentos. Paul y los demás guardias venden a los otros soldados alimentos a cambio de cosas que necesitan, incluyendo chocolate para calmar sus intestinos.

Pasan dos semanas mientras Paul y sus compañeros felices transcurren sus días protegiendo el depósito de suministros. No hacen nada, sino relajarse y darse gustos. Otra semana, y se les ordena regresar al frente. Cargan algunos tesoros en el camión, ponen el gato en una jaula, y se encaminan de retorno, alistándose felices.

Son enviados a evacuar una aldea. Ellos no esperan que los franceses los ataquen mientras escoltan civiles, pero lo hacen. Los hombres se dispersan. Albert es herido en la rodilla. Paul lo coge y corren. Encuentran un hoyo y se detienen. Paul se da cuenta que él también está herido, y los dos hombres se vendan uno al otro. Albert tiene problemas para mover su pierna. Paul se arrastra a una ambulancia, y son llevados a un puesto de socorro. Mientras están allí, Albert jura que se matará a sí mismo en lugar de ser un lisiado. El cirujano llega a ver a Paul, quien se niega a que le apliquen cloroformo por temor de que le amputen su pierna. El cirujano examina su herida, extrae restos de una bomba, y le dice a Paul que se va a casa.

Una vez de vuelta con Albert, Paul hace un plan para asegurarse de que los dos permanezcan juntos. Él le da al sargento mayor del equipo médico algunos cigarros y le promete más si Albert y él permanecen juntos. A la mañana siguiente los llevan en el tren. Paul no quiere echarse en su cama, porque no quiere entrar en una cama limpia con piojos. La enfermera se ríe y le dice que se eche

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Más tarde, Paul tiene que ir al baño, pero no puede pedir a la joven y bonita enfermera que lo ayude. Se cae de la cama tratando de levantarse. Por último, Albert le dice a la enfermera lo que necesita Paul, y ella le da a Paul una botella para que orine en ella. Después de unas pocas horas, la mayoría de los hombres tienen botellas, y el pudor ya no es un problema.

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Paul Escucha que Albert va a ser bajado del tren para que le traten su fiebre, de modo que finge que también tiene fiebre. Son llevados a un hospital católico, donde reciben buena atención pero son despertados por las monjas orando en la mañana. Paul grita pidiendo silencio, pero una de las monjas le dice que la oración es más importante que dormir. Por último, Paul lanza una botella en la puerta de su habitación, y las monjas, ofendidas, cierran su puerta. Al mediodía, llega un investigador y los grita por abusar de las monjas. Pregunta quien tiró la botella y otro hombre, Josef, se confiesa culpable antes de que Paul pueda hablar. Cuando el investigador sale, el hombre les dice a todos que él tiene una "licencia de tiro", un certificado diciendo que no es responsable de sus actos.

Esa noche, uno de los hombres en su habitación se queja de estar con hemorragia. Pasa una eternidad conseguir que la enfermera del turno de noche responda. Cuando lo hace, ven que el hombre luce muy enfermo. Dentro de unos días, se lo llevan. Josef les dice que lo han llevado a la habitación de moribundos, donde mueren los pacientes terminales. Más tarde, otro hombre, Peter, es sacado de su habitación, pero él se da cuenta de que lo están llevando a morir y trata de detenerlos. Lo último que Paul ve de él son sus gritos, "¡Voy a volver! ¡Volveré nuevamente!" Capítulo 10, pg. 258

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Paul es operado. Se pone muy enfermo, y vomita mucho. Dos hombres con pies planos llegan al hospital. Josef les advierte que al Jefe de los Cirujanos le gusta experimentar con hombres de pies planos, tratando de corregir el problema, y que deben rechazar cualquier tratamiento que no tenga nada que ver con su lesión. Los hombres aceptan su consejo, pero el cirujano vence su resistencia y consigue que se sometan al procedimiento. Mientras tanto, Kropp pierde su pierna. Él amenaza con suicidarse. Un nuevo hombre ciego intenta suicidarse con un tenedor. Mientras pasan los días, muchos hombres mueren. La atmosfera en el hospital es desoladora, hasta un día, en que Peter es traído nuevamente a su habitación. Ninguno de los hombres esperaban verlo regresar de la Sala de Moribundos, pero él se siente orgulloso y está mucho más saludable. Josef está asombrado.

Conforme Paul se mejora, puede usar muletas, pero evita la mirada de Albert. Cuando se moviliza alrededor, sale de la habitación, para no tener que ver a Albert. Él recorre los pasillos del hospital y ve a todos los hombres heridos que mueren. Piensa que su hospital es sólo uno de miles en Alemania, Francia, y Rusia, y está realmente impresionado por el gran número de soldados que mueren:

"Soy joven, tengo veinte años, pero aún no sé nada de la vida, solamente de la desesperación, la muerte, el miedo, y la vana superficialidad impregnada en un abismo de dolor. Veo cómo se pone a las personas unas contra otras, y en silencio, sin saberlo, tontamente, obedientemente e inocentemente se matan unas a otras". Capítulo 10, pág. 263

Seguimiento del Tema: Inocencia Perdida12

Lewandowski es un hombre casado en la habitación de Paul. Él está muy emocionado porque su esposa, a quien no ha visto en dos años, vendrá a visitarlo. Sin embargo, a Lewandowski le preocupa que no pueda salir del hospital para tener relaciones sexuales con su esposa. Los hombres le recomiendan algunos buenos lugares en la ciudad donde podrían estar solos, pero no saben una manera segura de lograr sacarlo. Cuando llega su esposa, él la presenta a los demás hombres en la sala. Ella le cambia el pañal a su bebé, y los dos se sientan a charlar. Uno de los hombres vigila el pasillo, y le dice que no hay moros en la costa. Luego ellos distraen a las hermanas y dejan que Lewandowski y su esposa tengan relaciones sexuales en su cama del hospital, mientras ellos juegan skat volteados de espaldas. Albert sostiene al bebé. Una vez que han terminado, Lewandowski y su esposa les dan salchicha en rodajas a los hombres. Ellos están felices y entusiastas.

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Seguimiento del Tema: Inocencia perdida 13

Después de unas cuantas semanas más, Albert y Paul finalmente deben separarse. Albert va a un instituto para prótesis, y Paul va a casa con licencia por enfermedad y, después, vuelve al frente.