Romeo Y Julieta

Romeo Y Julieta Citas y Análisis

De los fatales ijares de enemigos rencorosos

Dos amantes bajo astros adversos a esta vida llegaron,

cuyas desventuras y desastres espantosos

Con su muerte la lucha de sus padres sepultaron.

El Coro, Prólogo, p.3

La obra propiamente dicha es introducida por un coro que no solo presenta y contextualiza la historia de Romeo y Julieta, sino que además resume los acontecimientos, anticipa el trágico final, y hasta ofrece una interpretación del mismo: la muerte de los jóvenes devuelve el orden que había sido comprometido por la rivalidad entre sus respectivos padres.

Por otro lado, ya en este inicio queda claro que nos encontramos frente a una tragedia de destino, en tanto Romeo y Julieta son caracterizados como dos amantes que nacieron “bajo astros adversos”.

Temo que demasiado temprano, pues presiento

Que algún efecto dependiente de los astros

Comience cruelmente a urdir su fatalidad

Con los festejos de esta noche, y ponga fin

A una despreciada vida, que mi pecho encierra,

Haciéndome pagar con la vil pena de una muerte prematura.

Pero que quien gobierna mi curso

Dirija mi navío. ¡Sigamos, festivos caballeros!

Romeo, Acto I, Escena IV, p.30

Romeo le dice estas palabras a Benvolio antes de que se dirijan a la fiesta en casa de los Capuleto. Acá puede observarse que ya en el primer Acto de la obra, antes incluso de conocer a Julieta, Romeo presagia su prematura muerte. Otro dato interesante que puede leerse acá es la concepción que Romeo exhibe acerca de su propia vida: asume que hay fuerzas exteriores, totalmente ajenas a su voluntad, que gobiernan su destino. Aún más, asumiendo la imposibilidad de torcer este destino ya escrito, Romeo se entrega a estas fuerzas sin dudarlo.

Si al tocar este sagrado templo con mi indigna mano

Cometo un pecado, y lo profano,

Mis labios, ruborosos peregrinos, con embeleso

Se preparan a suavizar su rudo contacto con un beso.

Romeo, Acto I, Escena V, p.34

En este primer diálogo entre los enamorados, Romeo se dirige a Julieta con una serie de metáforas que asocian el cuerpo femenino con un templo sagrado. Esta imaginería religiosa es nueva en el discurso amoroso de Romeo, que venía utilizando versos cargados de metáforas trilladas y lugares comunes para referirse a Rosalina. Este cambio, entonces, da cuenta de un enamoramiento intenso y genuino, a diferencia del primer amor del joven, que parece, en retrospectiva, falso.

¡Mi único amor surgido de mi único aborrecimiento!

¡Lo vi demasiado pronto, sin saberlo, y ahora demasiado tarde lo he sabido!

Para mí el amor tiene un ominoso nacimiento,

Y debo amar a un enemigo aborrecido.

Julieta, Acto I, Escena V, p.36

Estos versos son un buen ejemplo de la maestría de Shakespeare en el uso de los paralelismos y las antítesis, que abundan en la obra en general y en el discurso de Julieta en particular. Se puede observar también aquí la oposición entre el deseo personal de Julieta y los mandatos sociales, es decir, entre su amor por Romeo y su odio, heredado y no sentido realmente, por los Montesco.

(...)

Desplegad vuestro denso cortinado, Noche que el amor cobijáis,

Para que los ojos de los vagabundos nocturnos se cierren al descanso, y Romeo

Llegue a mis brazos en medio del silencio, inadvertido:

Los amantes pueden ver para realizar sus ritos amorosos

A la luz de su propia belleza, o si, como se dice, es ciego el amor,

Entonces se ha de sentir muy a gusto en la noche. Venid, cortés noche,

Sabia matrona ataviada de negro,

Y enseñadme a perder en un juego triunfante

En que participan una pareja de inmaculadas virginidades.

Con vuestro negro manto cubrid esta mi sangre que no ha conocido hombre

Y que me quema las mejillas, hasta que el tímido amor cobre coraje

Y aprenda que el verdadero amor es inocencia.

Venid, Noche; ven, Romeo; venid día en medio de la noche,

Porque yaceréis sobre las alas de la noche

Más blanco que la nieve nueva sobre un cuervo.

Venid, gentil Noche, venid, amante Noche de negro rostro,

Dadme mi Romeo y, cuando yo muera,

Tomadlo y cortadlo en estrellas pequeñas,

Y él hará tan bella la faz del cielo

Que el mundo entero se enamorará de la noche

Y no rendirá honores al llamativo sol.

(...)

Julieta, Acto III, Escena II, p.77-78

Este soliloquio de Julieta es interesante, y representativo de la obra, en múltiples sentidos. En primer lugar, encontramos aquí dos motivos que se repiten a lo largo de la obra: en primer lugar, la oposición entre la luz y la oscuridad, en la que la luz se asocia con el amor en general y con Romeo en particular. Este motivo se repetirá constantemente en la obra, y es particularmente recurrente en el discurso de Julieta. El segundo motivo es la idea del amor ciego y su personificación como Cupido.

Por otro lado, se vuelve a introducir aquí el tema de la muerte ("Dadme mi Romeo y, cuando yo muera, / Tomadlo y cortadlo en estrellas pequeñas"), que incluso puede leerse como un elemento de presagio.

Finalmente, es interesante notar la personificación de la Noche, que es además caracterizada, en un verso, como amante de Julieta ("Venid, gentil Noche, venid, amante Noche de negro rostro"). Más tarde en la obra, será la Muerte, también personificada, la que aparezca de forma recurrente como amante de la protagonista.

Ve y reúnete con tu amada, como fuera decretado,

Sube a su alcoba y dale tu consuelo,

Pero cuídate de permanecer hasta que apuesten la Guardia,

Pues entonces no podrás encaminarte a Mantua,

hasta donde vivirás hasta que encontremos el momento

De proclamar tu casamiento, reconciliar a tus parientes,

Pedir perdón al Príncipe, y hacer que vuelvas

Con una alegría doscientas mil veces superior

A las lamentaciones con las que te fuiste.

Fray Lorenzo, Acto III, Escena III, p.88

En esta escena, Fray Lorenzo le da a Romeo una serie de instrucciones para llevar a cabo el plan que tiene pensado para evitar el casamiento de Julieta con el Conde Paris y hacer pública su unión con Romeo. Hay dos elementos interesante aquí. Por un lado, se hace explícito el objetivo de Fray Lorenzo al unir a los jóvenes en matrimonio: quiere reconciliar, con este, a las dos familias, devolviendo a Verona, en última instancia, ese orden perdido por culpa de su rivalidad. Por otra parte, la formulación del plan da cuenta de un optimismo que caracterizará al fraile a lo largo de toda la obra.

Por cierto, nunca estaré satisfecha

Con Romeo, hasta verlo... muerto...

Tan afligido está mi pobre corazón por la pérdida de un pariente.

Señora, si encuentras a un hombre

Para que suministre el veneno, yo haré el preparado

Para que cuando Romeo lo tome

Ya pueda dormir tranquilo. ¡Ay, mi corazón aborrece

Oír que se lo nombre y no poder llegar a él,

Para hacerle sentir a él el amor que profesaba a Teobaldo

En ese mismo cuerpo que acabó con su vida!

Julieta, Acto III, Escena V, p. 95

Julieta le dice esto a su madre cuando ella va a hablarle, creyendo que está muy aflijida por la muerte de su primo. Aquí puede verse el magistral uso de la ambigüedad y el doble sentido del que da cuenta Julieta: logra dirigirse a su madre sin mentirle, pero asegurándose de que ella no comprenda sus verdaderos sentimientos. Por otro lado, la mención del veneno puede leerse como otro de los tantos presagios que abundan en la obra.

Enviad a comunicarle esto al Conde.

Tendré arreglado este difícil lazo mañana por la mañana.

Capuleto, Acto IV, Escena II, p. 108

Con estas brevísimas palabras, aparentemente inocuas, Capuleto sella en buena medida el trágico final de su hija y su amante, adelantando un día la boda entre Julieta y Paris. La aparente trivialidad de la decisión, tomada repentinamente en un momento de entusiasmo, destaca el carácter fortuito de los elementos que llevan a nuestros protagonistas a su triste final, poniendo énfasis en la idea de un destino ineludible. Más adelante nos encontraremos con otro elemento, fortuito y ajeno al control de los amantes, que será crucial para la tragedia: Fray Juan, encargado de comunicarle a Romeo el plan de Fray Lorenzo, no podrá entregar el mensaje porque será detenido por la guardia sanitaria de la ciudad.

Lista para ir, para nunca regresar.

¡Ay, hijo, la víspera de su día de bodas

El Espectro de la Muerte se ha acostado con tu esposa

Allí yace,

Como flor que era, por el mortal Espectro desflorada.

El Espectro es mi yerno y mi heredero,

Y se ha casado con mi hija. Yo me muero,

Y le dejo todo: la vida, mi fortuna, todo es de la Muerte.

Capuleto, Acto IV, Escena V, p.115

Este es uno de los múltiples casos en los que los personajes hacen referencia a la Muerte, personificada, como amante de Julieta. Este motivo se repetirá insistentemente a partir de este momento y hasta el final de la obra, como cuando Paris va a visitar la tumba de la joven al cementerio, y afirma: “con flores cubro tu lecho nupcial” (p.127).

¿Dónde están estos enemigos? ¿Capuleto? ¿Montesco?

Ved la calamidad que recayó sobre vuestro odio:

¡El cielo halló la forma de destruir vuestra dicha con amor!

Y yo, por desviar la mirada de vuestras discordias,

He perdido a dos parientes. Todos fuimos castigados.

Príncipe, Acto V, Escena III, p.138-139.

Con estas palabras describe e interpreta el Príncipe Escalus los trágicos acontecimientos hacia el final de la obra. Su interpretación es significativa porque este personaje representa, en buena medida, la ley y el orden. Para él, la muerte de los amantes representa un castigo, tanto para él como para los padres de los jóvenes (es decir, para todos los representantes de los mandatos sociales en la obra), por la ruptura de la armonía social iniciada por Montesco y Capuleto y tolerada por él mismo. En otras palabras, se culpa directamente a la generación de los adultos por la muerte de los jóvenes.

Con esta reflexión, el Príncipe también da cuenta del final de un ciclo de desorden y el comienzo de una nueva armonía social, que será inmediatamente confirmada por la reconciliación efectiva entre Montesco y Capuleto.