Rimas

Rimas Resumen y Análisis Poemas sobre el arte y el genio artístico

Resumen

Rima III

El yo lírico, en tercera persona del singular, comienza evocando diferentes imágenes sensoriales relacionadas con el vigor, el ardor, y la imaginación desenfrenada. Afirma que estas imágenes nacen como meras palabras sin sentido, cadencias que no tienen ritmo ni compás, memorias y deseos de cosas que no existen, y que dan ganas de llorar y reír. Finalmente, dice que aquello es la inspiración del genio creador, quien es el único capaz darle un orden a ese caos desde la razón. Los versos de este poema están en dos estrofas. La primera tiene sesenta y seis versos, y la segunda apenas cinco versos. Su métrica es irregular y no tiene rima.

Rima IV

El yo lírico comienza pidiendo a un interlocutor imaginario que no diga que la poesía acabó. Luego afirma que mientras haya determinados elementos (como los besos, el sol y las mujeres hermosas) siempre habrá poesía. Este poema consta de cinco estrofas. La métrica es irregular y hay rima asonante en los versos pares.

Rima V

El yo lírico, en primera persona del singular, se describe a sí mismo a través de imágenes grandilocuentes (es una nube ardiente, es nieve en las cumbres y fuego en los mares, entre otras). Termina afirmando que es el espíritu esencial del poeta. Este poema consta de diecinueve estrofas de cuatro versos cada una. La métrica es irregular y hay rima asonante en los versos pares.

Rima VII

El yo lírico describe un arpa que está olvidada y cubierta de polvo en un salón. La compara con la genialidad que yace en el fondo del alma esperando a despertarse. Este poema tiene tres estrofas de cuatro versos cada una. Los primeros tres versos de cada estrofa son decasílabos, y el último es hexasílabo. Hay rima asonante en los versos pares.

Rima XXVI

El yo lírico, en segunda persona del singular, le dice a su amada que una oda solo es buena si está escrita en el dorso de un billete de banco. Luego, dice que dicha afirmación seguramente tendrá muchos detractores, que son aquellos que consideran que la mujer del siglo XIX es absolutamente material y prosaica. Tras afirmar que estas son boberías, concluye diciendo que cualquiera hace poesía con oro, y muy pocos la hacen solamente con su propio genio. Este poema contiene cuatro estrofas. La métrica también es irregular y hay rima asonante en los versos pares.

Análisis

La idea de “genio” nace durante el periodo Romántico. El genio es definido, por autores pertenecientes a este movimiento estético (como Fichte, Goethe o Schelling), como aquel que posee un talento creativo absolutamente innato que lo eleva por encima del resto de los mortales; al ser una especie de entidad superior, el genio no responde a las reglas racionales del arte, sino que expresa desde su libertad aquello que siente y con eso le alcanza para llevar a cabo un arte superior. La inteligencia y la sensibilidad del genio dependen solamente de sí mismo, de la fuerza creativa de su espíritu.

Como hemos visto en el análisis previo, el Romanticismo nace como una respuesta al sistema racional de la Ilustración. Si para los autores y los pensadores de la Ilustración lo fundamental eran las reglas que apuntaban al equilibrio y, por ende, el aprendizaje de las mismas; el Romanticismo plantea, en oposición, al verdadero artista como un sujeto que no precisa conocer reglas ni ser instruido, ya que su talento es innato y solo debe seguir su instinto.

En sus Rimas, Bécquer aborda este tema presentándose a sí mismo como un genio: una fuerza natural que, en su esencia, contiene el talento y la sensibilidad para conectarse con la naturaleza y las grandes ideas, y expresarlas sin precisar ningún tipo de mediación (formación y/o instrucción artística). Podemos afirmar, entonces, que el genio, en Bécquer, es una especie de “médium” que hace hablar a la naturaleza y las grandes ideas a través de sus versos.

Al respecto, la rima III es muy clara. El yo lírico comienza evocando una serie de sensaciones intensas: “Sacudimiento extraño / que agita las ideas, como / huracán que empuja las /olas en tropel; / murmullo que en el alma / se eleva y va creciendo / como volcán que sordo / anuncia que va a arder…” (p. 32). Luego afirma que esas sensaciones constituyen la “embriaguez divina / del genio creador / ¡Tal es la inspiración!” (p. 32).

Ahora bien, en la continuidad del poema el yo lírico afirma que para que la inspiración llegue a buen puerto, y no sea solamente un cúmulo de sensaciones, se necesita algo más: tener una gran inteligencia que logre ordenar esas sensaciones caóticas que llegan hasta él a través de sus sentidos. El yo lírico describe este ordenamiento racional mediante otra serie de imágenes: “brillante rienda de oro / que poderosa enfrena / de la exaltada mente / el volador corcel; hilo / de luz que en haces los / pensamientos ata” (p. 33).

Combinar la inspiración caótica, derivada de los sentidos, con el ordenamiento de la razón (también instintiva, no aprehendida) es algo que solamente el genio puede hacer, como lo afirma sobre el final del poema: “¡Tal es nuestra razón! Con / ambas siempre en lucha y de / ambas vencedor / tan sólo el genio puede / a un yugo atar a las dos” (p. 33).

Este poema también es muy ilustrativo en relación a la idea de que el genio no sigue reglas convencionales sino que crea sus propias reglas. La rima III es, sin dudas, la más innovadora desde el punto de vista formal de toda la obra. Es como si Bécquer hubiera querido acentuar y remarcar la idea de que él es un genio acompañando al contenido de sus versos con una demostración exacerbada de rupturismo en relación a las reglas y originalidad formal. Esto se ve en el corte de muchos de los versos que, en lugar de seguir la lógica gramatical, parten las frases por la mitad.

Por ejemplo: “gigante voz que el caos / ordena en el cerebro / y entre las sombras hace / la luz aparecer” (p. 32). En este caso, la ruptura está en la ubicación del verbo “hacer”. Sintácticamente, lo lógico habría sido que este apareciera en el verso siguiente. Es decir, que dijera: “y entre las sombras / hace la luz aparecer”. Sin embargo, aquí Bécquer privilegia mantener una métrica absolutamente sui generis en la que luego de un verso hexasílabo (“gigante voz que el caos”) aparecen dos versos heptasílabos (“ordena en el cerebro / y entre las sombras hace”) para cerrar con otro verso hexasílabo (“la luz aparecer”), y romper la sintaxis a partir del corte de verso.

Lo mismo sucede, por ejemplo, en: “brillante rienda de oro / que poderosa enfrena / de la exaltada mente / el volador corcel; hilo / de luz que en haces los / pensamientos ata…” (p. 33). En este caso, es muy particular que “hilo” aparezca junto a “volador corcel” en lugar de estar en el siguiente verso. Del mismo modo que el artículo “los” queda separado de su referente “pensamientos”.

Esta forma rupturista de Bécquer le valió una gran fama, ya que sus innovaciones no fueron meras rebeldías llamativas, sino que mediante ellas logró configurar un sonido nuevo y refrescante dentro del mundo poético.

Otro punto importante a destacar es que, dentro de las Rimas, Bécquer ataca a aquellos poetas a los que no considera genios. En la rima XXVI, por ejemplo, el yo lírico le habla a su amada acerca de lo que considera la verdadera poesía. Dice: “pienso cual tú que una oda solo es buena / de un billete de banco al dorso escrita” (p. 52).

Al hacer referencia a la oda escrita en el dorso de un billete de banco, el yo lírico alude al acto de menospreciar el dinero en pos de la poesía, ya que escribir en el dorso del billete invalida que este sea utilizado comercialmente. Y luego, sobre el final afirma: “Tú sabes y yo sé que en esta vida / con genio es muy contado el que la escribe / y con oro cualquiera hace poesía” (p. 52). Sin dudas, el que escribe con genio es él, mientras que los otros escriben y son leídos gracias a tener dinero (ya sea propio o de un mecenas que los financia). La genialidad, como vemos, exige un desinterés absoluto en relación a lo material. El genio se expresa solo por amor al arte e incluso, en su moral, debe desdeñar el dinero. El poeta que escribe por dinero es un falso poeta y, por supuesto, no es un genio.

En esta rima también es interesante la figura de la mujer a la que el yo lírico se dirige. Se da a entender que ella piensa igual que él respecto a la poesía y es criticada por los hombres por eso mismo. Incluso, el yo lírico hace una defensa de las mujeres criticando a esos hombres que afirman que estas son de por sí materialistas. Sobre tal acusación dice: “¡Boberías! / ¡Voces que hacen correr cuatro poetas / que en invierno se embozan con la lira / ¡Ladridos de perros a la luna!” (p. 52). Simultáneamente, el yo lírico defiende a esta mujer, a la que considera una verdadera poeta, y ataca a los falsos poetas de la época.

Hasta aquí hemos visto cómo el yo lírico presenta las condiciones que debe tener un genio para ser tal (sentir la inspiración y saber conducirla racionalmente), y también hemos visto el desdén que imparte hacia el resto de los poetas, a los que considera mercenarios. Si bien en estas dos rimas se puede deducir que él se considera a sí mismo un genio, es cierto que esto no está explícito. Sin embargo, la rima V no deja dudas respecto de lo que considera el yo lírico sobre sí mismo.

Este poema es uno de los más largos de la obra. Entre otras cosas, el yo lírico afirma: “Yo vivo con la idea / sin formas de la idea / Yo soy el fleco de oro / de la lejana estrella / yo soy la alta luna / la luz tibia y serena / Yo atrueno en el torrente / y silbo en la centella / y ciego en el relámpago / y rujo en la tormenta” (p. 35). Y la comparación sigue, con esta estructura, durante más de diez estrofas.

Tras esta larga presentación en la que el yo lírico se describe como una fuerza natural, finalmente afirma: “Yo, en fin, soy el espíritu / desconocida esencia / perfume misterioso/ de que es vaso el poeta” (p. 35). El genio becqueriano se considera parte de la naturaleza y espíritu esencial de la poesía. Él mismo, así como puede ser el cielo o el mal, es una fuente inspiradora de la poesía.

Esta idea de lo “esencial” está absolutamente unida a la idea de genio. En la rima IV, el yo lírico afirma que es imposible que la poesía desaparezca mientras exista su fuente esencial que es la belleza. Esa belleza, romántica, puede ser terrible, sublime o simple y pura: “Mientras las ondas de la luz al beso / palpiten encendidas / mientras el sol las desgarradas nubes / de oro y fuego vista / mientras en el aire su regazo lleve / perfumes y armonías / mientras haya en el mundo primavera / ¡habrá poesía!” (p. 34).

Así como no hay secreto en la genialidad del genio, sino que este nace mágicamente con ella y simplemente la deja actuar en su ser; tampoco hay secreto en la poesía. Son elementos esenciales. No se precisan reglas ni conocimientos específicos para que la poesía exista. Incluso, en un momento de este poema el yo lírico afirma: “Podrá no haber poetas; pero siempre / habrá poesía” (p. 34).

La genialidad y la poesía se presentan como elementos preexistentes, esenciales, naturales como el viento, el sol o el agua. La genialidad habita dentro del genio y puede estar en reposo hasta que la inspiración la despierta; la poesía habita en la belleza del mundo, esperando a que el genio la descubra. En este sentido es muy ilustrativa la rima VII, en la que el yo lírico, tras ver en un rincón de un salón un arpa olvidada, afirma: “¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas / como el pájaro duerme en la rama / esperando la mano de nieve / que sabe arrancarlas! / ¡Ay! –pensé-, ¡Cuántas veces el genio / así duerme en el fondo del alma / y una voz, como Lázaro, espera / que le diga: «Levántate y anda»” (p. 40).