Otra vuelta de tuerca

Otra vuelta de tuerca Resumen y Análisis Prólogo y Capítulos 1 - 3

Resumen

Prólogo

Es Nochebuena y un grupo de amigos se divierte contando historias de fantasmas en torno a la chimenea de una vieja casona de campo, en las afueras de Londres. Uno de ellos, Griffin, cuenta la historia de un espectro que se le apareció a un niño. Otro de los hombres, Douglas, señala que el hecho de que haya un pequeño en la historia le da a esta “una vuelta de tuerca” (18). Esta historia le recuerda a Douglas otra de “horror y dolor” (ídem) pero que, en lugar de uno, tiene a dos niños como protagonistas.

El grupo solicita a Douglas que cuente su historia, pero él no puede hacerlo en el momento, ya que la tiene escrita en un manuscrito que está guardado bajo llave en su departamento de Londres. El manuscrito llegó a sus manos a través de una amiga suya muerta hace veinte años. La mujer era la institutriz de su hermana y, como se hicieron amigos, le dejó la historia escrita antes de morir. Douglas accede a leer el manuscrito e informa que lo mandará a buscar a la mañana siguiente. Cuando Douglas se va a dormir, la esposa de Griffin menciona que, seguramente, Douglas estaba enamorado de aquella institutriz.

Al día siguiente, mientras aguardan la llegada del manuscrito, el grupo se vuelve a reunir en la chimenea para que Douglas adelante información necesaria para comprender la historia. En este punto, sabemos por el narrador que el relato que leeremos es una transcripción exacta del manuscrito, a lo que se le suma lo contado por Douglas esos días festivos. Douglas y el narrador son amigos, y aquel le regaló el manuscrito un tiempo antes de su muerte.

Douglas cuenta que la mujer que protagoniza la historia era la hija menor de un pobre párroco de Hampshire, y los acontecimientos que vivió comenzaron luego de su primera entrevista para trabajar como institutriz. La entrevista se produce en una lujosa casa ubicada en la calle Harley, en Londres, y ella queda admirada por la belleza y la fortuna de su futuro patrón. El hombre que la convocó era un atractivo y adinerado caballero que buscaba emplearla para que educara a sus sobrinos, una niña y un niño huérfanos.

Los niños quedaron al cuidado de su tío a causa de la muerte de sus padres en India. Desde entonces, vivían en una vieja mansión familiar del caballero llamada "Bly", en Essex. Su tío los dejó allí junto a sus mejores sirvientes, entre los que se encuentra la señora Grose, antigua criada de su madre y actual ama de llaves, con quien, el patrón está seguro, la nueva institutriz se llevará muy bien. Desde su llegada a Bly, la educación de los niños estuvo a cargo de otra institutriz, pero la mujer murió de forma inesperada. Debido a ello, el niño se encuentra de pupilo en un colegio mientras la señora Grose se encarga del cuidado de la niña.

Luego, Douglas agrega un hecho que sorprende al narrador: la joven solo vio a su patrón dos veces. Esto se debe a que el hombre exigía una condición obligatoria a sus empleados: nadie debía molestarlo ni recurrir a él bajo ninguna circunstancia. Pese a ello, la joven institutriz termina por aceptar el empleo, debido al generoso sueldo y porque se había enamorado del caballero. Como habían pactado, la noche siguiente Douglas comienza a narrar el manuscrito.

Capítulo 1

A partir del capítulo 1 se produce un cambio en la voz narrativa: Douglas comienza a leer el manuscrito de la institutriz, escrito en primera persona. La joven recuerda sus dudas y nerviosismo durante el viaje a la mansión Bly, momento en el que se siente segura de haber cometido un error al aceptar el cargo. Sin embargo, todas sus inseguridades se esfuman al llegar al lugar y ver el bello paisaje del campo, el frente de la mansión y a la señora Grose junto a la preciosa niña que había ido a instruir: Flora.

La institutriz queda encantada por la presencia de su alumna, a quien considera “la niña más hermosa que había visto en la vida” (29). Mientras conversan, la institutriz y la pequeña acuerdan que, a partir de entonces, compartirán la habitación. Sin embargo, como es la primera noche y Flora es tímida, deciden que duerma con la señora Grose. La institutriz también agradece el buen trato que recibe del ama de llaves, quien parece muy contenta de verla.

Antes de acostarse, la institutriz cena junto a la señora Grose y Flora. Durante la velada, la confianza entre la institutriz y el ama de llaves se afianza mientras coinciden en su admiración por la pequeña. En un momento, la institutriz le pregunta a Grose si el niño es “tan digno de admiración” (31) como su hermana y Grose le responde que se sentirá “transportada” (ídem) por él. En ese momento, Grose le notifica que el niño llegará a Bly el viernes próximo, y ambas acuerdan que lo más agradable será que vaya a recibirlo a junto a la niña.

La ansiedad ante su nuevo empleo deja a la institutriz “demasiado excitada” (32) como para conciliar el sueño durante la noche. Debido a ello, en lugar de descansar se levanta varias veces de la cama a observar su cuarto y ver el paisaje por la ventana. Por momentos cree oír sonidos en la casa, como el llanto de un niño o un paso ligero por su puerta, pero no les presta mayor atención y se concentra en cómo el cuidado de la niña le hará tener una vida “feliz y útil” (ídem).

Al día siguiente, la institutriz decide que Flora le haga conocer la mansión, para afianzar su vínculo con ella en el recorrido. A tal punto es efectiva su estrategia que, al cabo de media hora, ya se han vuelto grandes amigas. La institutriz se asombra frente a la confianza y el coraje con que la niña la guía por los cuartos vacíos, los oscuros corredores, las torres y escaleras de caracol. Además, aunque el castillo no le parezca un lugar bello, la presencia de la niña hace que se sienta allí como en un cuento de fantasía.

Capítulo 2

Falta un día para que Miles vuelva del colegio y la institutriz recibe un sobre con dos cartas: la primera está dirigida a ella y la escribe el tío de los niños. En ella, el hombre le comunica que la segunda carta proviene del director de la escuela y le pide que se encargue de responderla. Él no la leyó y no le interesa recibir ninguna información al respecto. Con gran pesar, la institutriz revisa el contenido y lo que lee vuelve a dejarla con insomnio esa noche: la carta notifica que Miles ha sido expulsado del colegio, pero no ofrece detalles que justifiquen esa decisión.

A la mañana siguiente, la institutriz le comunica la noticia a la señora Grose y ambas mujeres se dedican a pensar cuál puede ser el motivo de la expulsión. La institutriz dice que quizá Miles significaba un peligro para los demás. Grose se enfurece y le dice que pensar así sobre un niño de diez años es cruel. Luego, como no quiere que dude de Miles, Grose le dice que una vez que lo conozca notará su bondad. En ese preciso instante, Flora aparece con una tarea que le había dejado la institutriz y Grose aprovecha para usarla de punto de comparación con su hermano. Ante la dulzura de la niña, la institutriz la cubre a besos mientras solloza por la culpa.

El resto del día, ante la percepción de que Grose la evita, la institutriz la busca y retiene con fuerza del hombro para interrogarla. Allí le exige que le diga si el niño es malo. Grose responde que Miles no es ningún niño, pero duda al contestar sobre su bondad. La institutriz insiste y sugiere que quizá no sea malo pero sí capaz de “corromper” a otros (38), a lo que Grose se ríe y le pregunta si tiene miedo de que la corrompa a ella. La institutriz fuerza una risa falsa y no vuelve a insistir sobre el tema durante ese día.

Al día siguiente, antes de ir a buscar a Miles, la institutriz le pregunta a Grose cómo era su antecesora. La mujer responde que era joven y linda como ella, y luego agrega que así “le gustan todas” (38). Aunque rápidamente aclara que se refiere al amo, la institutriz se queda con la sensación de que el ama de llaves filtró información indeseada. Luego quiere saber si su antecesora era meticulosa en el cuidado de Miles, y la mujer dice que lo era con algunas cosas, aunque con otras no. Finalmente. la institutriz le pregunta sobre las circunstancias de su muerte, a lo que Grose responde que se fue por unas breves vacaciones y nunca volvió.

Capítulo 3

Finalmente, Flora y la institutriz van a recibir a Miles. Al conocerlo, la institutriz se sorprende por su belleza, y nota que el niño es igual de puro que su hermana. En ese momento comprende que la señora Grose tenía razón: la dulce presencia del pequeño borra toda sospecha sobre él. A Miles lo rodea tal aura celestial que parece no conocer “otra cosa en el mundo más que el amor¨ (40).

Al volver, la institutriz comparte sus impresiones con la señora Grose y ambas coinciden en que es un escándalo que lo hayan echado de la escuela. Luego realizan la promesa de no decirle nada al respecto, ni a Miles ni a su tío. Están tan felices por la presencia del niño y por su amistad en crecimiento, que se abrazan y besan “como hermanas” (41).

La institutriz describe su entusiasmo al educar a los niños y recuerda cómo, durante las primeras semanas de ese verano, aprende más de Miles y Flora que los pequeños de ella. Junto a los niños, la mujer descubre lo que es divertirse. Ella los cuida como debe cuidarse a “príncipes de sangre” (43). Sin embargo, luego descubrirá que la cordialidad de los niños le hizo bajar la guardia, lo que fue una trampa. Ese tiempo fue tan calmo y bello para ella que lo que vendría después sería violento “como el salto de un animal” (ídem).

Una tarde de junio, la institutriz pasea sola por el parque mientras se divierte imaginando que es la dueña del lugar. Se considera a sí misma una mujer admirable y discreta, capacitada para el cargo. El trabajo la hace sentir “tranquila y justificada” (44), y cree que su excelente labor le proporciona “placer” (ídem) al hombre. En este punto, la mujer comienza a fantasear con la posibilidad de encontrarse al amo en el sendero y ver en su bello rostro la “luz bondadosa” (ídem) del reconocimiento.

La mujer camina ensimismada por estos pensamientos hasta que, en un rodeo del camino, consigue una vista completa de la mansión y se conmociona ante la figura de un hombre parado en una de las torres. En ese instante, siente como si todo el lugar “hubiera sido tocado por la muerte” (46). El sujeto, que no se parece a nadie que ella conozca, se queda unos momentos mirándola fijo y luego se marcha. La institutriz considera todas las posibilidades que podrían explicar por qué ese sujeto está ahí. Se pregunta cómo llegó esa persona a la casa y le llama la atención que no lleve sombrero, lo cual implica “familiaridad” (47) de su parte.


Análisis

A lo largo de Otra vuelta de tuerca, la cuestión del punto de vista es un elemento clave a la hora de considerar las distintas interpretaciones que pueden realizarse sobre la historia. Sin embargo, es en su comienzo donde el problema de la perspectiva aparece tematizado con mayor profundidad. El prólogo opera como un marco de la historia principal. Allí, un narrador objetivo -que no volverá a aparecer en el futuro- presenta el contexto en el cual el conocimiento de los acontecimientos llegó hasta él: mientras se divertía con un grupo de amigos contando historias de fantasmas a la espera de la llegada de Navidad.

Es en el marco de esta situación que se produce la lectura del manuscrito redactado en primera persona por la institutriz, quien es la protagonista de la historia y lleva muerta más de veinte años. Toda la información de la que disponemos los lectores se encuentra, por lo tanto, restringida a su punto de vista. Cabe mencionar que la institutriz solo se nos revela como una persona confiable debido al modo en que es presentada por Douglas, quien la caracteriza como una mujer inteligente y bella, como una “persona encantadora” (20). Esa presentación opera como una forma de legitimación para que los hechos comentados en el manuscrito puedan ser tomados como reales. No obstante, sabemos también que Douglas estaba enamorado de ella, por lo que no podemos confiar plenamente en su palabra.

Esta narradora presentará una perspectiva limitada de lo que sucede en la realidad. En este sentido, la información que se obtiene en el relato está siempre teñida de su subjetividad; es una versión o una perspectiva parcial de una mente que no está libre de ser acosada por la locura, la obsesión o el autoengaño. Nunca estamos, por ello, ante una voz narrativa omnisciente que pueda darnos un panorama completo y objetivo de la historia. Los lectores contamos siempre con la misma información que la protagonista; estamos presos en su punto de vista.

La institrutiz es entonces como lo que la crítica literaria define como un narrador no fiable, colaborando con la tensión del relato en la medida en que abre un abanico de posibilidades sobre su interpretación: podemos confiar en la voz de la narradora, lo que vuelve a la nouvelle un relato de fantasmas, o podemos desconfiar de ella, lo que convertiría esta historia en los delirios de una persona inestable psíquicamente. Críticos como Tzvetan Todorov consideran ambigüedad en el sentido como una de las características fundamentales del género fantástico, que determinan la imposibilidad, para los lectores, de decidirse entre una explicación racional o sobrenatural de los acontecimientos.

A partir del primer capítulo comienza a delinearse la personalidad nerviosa de su protagonista. La institutriz es una mujer presa de la ansiedad que tiende a sobreinterpretar los hechos y analizarlos minuciosamente a través de la escritura. Al comienzo de su historia, por ejemplo, recuerda sus primeros días en Bly como “una sucesión de elevaciones y caídas” (27). También menciona, al detallar su primera noche en la mansión, una experiencia que puede interpretarse como la anticipación de sus futuras experiencias paranormales: la mujer se encontraba con un cuadro de ansiedad que no le permitía dormir cuando comienza a percibir sonidos de llantos y pasos en el interior de la casa.

Durante los primeros capítulos también,se ofrece al lector una primera caracterización de la señora Grose como uno de los personajes principales de la historia. El ama de llaves se configura desde un principio, para la institutriz, como su única confidente y principal fuente de información sobre el pasado de Bly y de los niños. Su papel como amiga la posiciona como un personaje central de la historia: ella es el sostén emocional y psicológico de la joven.

A lo largo de los tres primeros capítulos, además, hacen su aparición los otros dos protagonistas de la nouvelle: los pequeños Miles y Flora. Estos niños presentan un paralelismo entre sí y son -en su versión masculina y femenina- la personificación misma del Bien en la historia. Ambos se definen a partir de la pureza y frescura de sus rasgos: son angelicales, bellos y extremadamente talentosos.

En el segundo capítulo, sucede un acontecimiento esencial para el desarrollo de la trama cuando la institutriz recibe la noticia de que Miles ha sido expulsado del colegio. Ella no puede compartir esa información con el tío de los niños debido a que el hombre le impuso la prohibición de que lo contacte. A partir de entonces, la cuestión de la correspondencia se transformará en un motivo recurrente en todo el relato, que se vincula, además, con uno de sus temas principales: la incomunicación.

En el tercer capítulo, por último, sucede un acontecimiento que es interpretado de distintas maneras por la crítica. La institutriz se encuentra dando un paseo por el parque cuando aparece un hombre misterioso observándola desde una torre de la mansión. Quienes apoyan la teoría de que la institutriz es una mujer psicológicamente inestable, interpretan la aparición de ese sujeto como una proyección de sus deseos reprimidos hacia el amo. Para ello, se basan principalmente en el hecho de que, en el momento de la aparición, ella esté fantaseando con encontrarse él. A su vez, si se lo analiza desde el psicoanálisis, habilita una interpretación de la torre como una manifestación simbólica de la virilidad masculina. Entre quienes tienden a las interpretaciones sobrenaturales, por el contrario, esta es la primera aparición de un fantasma en la historia.

Más allá del modo en que se lo interprete, la institutriz suele describir la figura de Quint con imágenes tradicionalmente asociadas al imaginario del Mal. Cuando lo encuentra por primera vez, por ejemplo, la mujer siente como si el lugar “hubiera sido golpeado por la muerte” (46). Algo a tener en cuenta es el hecho de que Quint nunca use sombrero. Ello simboliza, según las valoraciones estéticas de la época, que este no es un caballero.